A principios de la Edad Media, el lunes estaba dedicado al Espíritu Santo, para implorar su asistencia al principiar las tareas de la semana.
La devoción al Espíritu Santo, no es muy practicada por eso, muchas veces se lo llama el "gran desconocido". La Iglesia sólo le dedica un Domingo de Fiesta en el Año Litúrgico, que es en la Solemnidad de Pentecostés.
Oración del Cardenal Mercier
al Espíritu Santo
Os voy a revelar un Secreto para ser santo y dichoso. Si todos los días, durante cinco minutos sabéis hacer callar vuestra imaginación, cerráis los ojos a las cosas sensibles y los oídos a todos los rumores de la tierra, para penetrar en vosotros mismos, y allí, en el santuario de vuestra alma bautizada, que es Templo del Espíritu Santo, habláis a este Espíritu Divino, diciéndole:
"Oh Espíritu Santo, alma de mi alma, te adoro! Ilumíname, guíame, fortaléceme, consuélame; dime qué debo hacer, dame tus órdenes; te prometo someterme a todo lo que desees de mí y aceptar todo lo que permitas que me suceda: hazme tan sólo conocer tu Voluntad".
Si esto hacéis, vuestra vida se deslizará feliz, serena y llena de consuelo, aun en medio de las penas, porque la Gracia será en proporción a la prueba, dándoos la fuerza de sobrellevarla, y llegaréis así a la puerta del Paraíso cargados de méritos. Esta sumisión al Espíritu Santo es el secreto de la Santidad.
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles.
Y enciende en ellos el fuego de tu amor.
- Envía tu Espíritu y serán creadas todas las cosas.
- Y renovarás la faz de la tierra.
Oremos.
Oh Dios, que has instruido los corazones de tus fieles
con la luz del Espíritu Santo,
concédenos que sintamos rectamente con el mismo Espíritu
y gocemos siempre de su divino consuelo.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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