La Bienaventurada Virgen María es venerada como Madre de Consolación, porque a través de ella «Dios mandó al mundo al Consolador», Cristo Jesús. La participación en los dolores del pasión de su Hijo y en las alegría de su resurrección la ponen en condición de consolar a sus hijos en cualquier aflicción en que se encuentren. Después de la ascensión de Jesucristo, en unión con los Apóstoles imploró con ardor y esperó con confianza al Espíritu Consolador. Ahora, elevada al cielo, «brilla ante el pueblo peregrino de Dios como signo de segura esperanza y consolación» (LG 69).
Al menos desde el siglo XVII, «Madre de Consolación» o «Madre de la Correa» es el título principal con que la Orden agustiniana honra a la Virgen. En 1439 obtuvo la facultad de erigir para los laicos la «cofradía de la cintura». Una antigua leyenda, nacida en el seno de la Orden, narraba que la Virgen se había aparecido a santa Mónica, afligida por la suerte de Agustín, consolándola y dándole una correa, la misma con que después se habrían de ceñir Agustín y sus frailes. De ordinario, la iconografía representa a la Virgen y al Niño en el acto de entregar sendas correas, respectivamente, a santa Mónica y a san Agustín. En 1495 surgió en la iglesia agustiniana de Bolonia la cofradía de «Santa María de la Consolación». En 1575 ambas cofradías se fusionaron en una única archicofradía de la Correa, a la que los papas enriquecieron con abundancia de indulgencias. En los últimos calendarios litúrgicos aprobados se la declara Patrona de la Orden.
La protección de la Madre de la Consolación nos da serenidad y consuelo en las pruebas para que también nosotros podamos consolar a nuestros hermanos.
La Orden celebra en su liturgia propia la festividad de la Virgen bajo su advocación de Nuestra Señora de la Consolación el día 4 de septiembre.
CORONILLA A NUESTRA SEÑORA
Ofrecimiento: Ofrezcamos esta Coronilla pidiendo la intercesión de nuestra Madre de la Consolación, por las siguientes intenciones... Señor y Dios mio, escucha mi oración y atiende a mis deseos. No pido sólo para mí, sino también para mis hermanos; purifica mi interior de toda mentira y mi exterior de toda temeridad. ¡Oh Señor, hazme mejor cada día! Te lo suplico por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Después de cada Artículo de Fe se reza: Dios te salve María.
1. Creo en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.
2. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor.
3. Creo que fue concebido por obra del Espíritu Santo y nació de María Virgen.
4. Creo que padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado.
5. Creo que bajó a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos.
6. Creo que subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso.
7. Creo que desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
8. Creo en el Espíritu Santo.
9. Creo en la Santa Iglesia Católica, la comunión de los Santos.
10. Creo en el perdón de los pecados.
11. Creo en la resurrección de la carne.
12. Creo en la vida eterna.
- Ruega por nosotros santa Madre de Dios
- para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Oración.
Te suplicamos, Señor, que, por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María protejas de todo mal a mi familia y la santifiques.Señor, escucha la oración de tus hijos para que libres de todo mal y sin error te sirvamos con alegría y libertad. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
El entonces Prior general, Vicente Soler, firmó el documento que consagraba la Orden a la advocación mariana
Fue un 7 de agosto de 1926. El entonces Prior general de la Orden de Agustinos Recoletos, el Beato Vicente Soler -quien posteriormente sería uno de los mártires de Motril-, anunció que «habiendo dado cuenta a nuestro Venerable Defintorio General de este nuestro propósito de consagrar la Orden a la Santísima Virgen María, lo aprobó por unanimidad». Así fue como la Orden de Agustinos Recoletos proclamó a la Madre de la Consolación y Sagrada Correa como su Patrona.
La Virgen, que según la leyenda se le apareció a Santa Mónica para consolarla por su hijo Agustín y le entregó un hábito negro con una correa, pasó a ser en 1926 la Patrona de los Agustinos Recoletos, quienes pusieron en sus manos el carisma y la labor de la Recolección.
Se nombró en el texto de la Consagración de la Orden de Agustinos Recoletos a Nuestra Señora de la Consolación, firmado por el Prior general Vicente Soler y que se reproduce íntegramente a continuación:
En honor y gloria de la Santísima Trinidad.
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amantísima Madre de Dios y Madre nuestra!: Aquí tenéis humildemente postrada a vuestros pies a esta Hija de vuestra predilección, nuestra amada Orden de ermitaños recoletos de San Agustín, que hoy se consagra a vuestro servicio y a vuestro santo amor, y por vuestra mediación, a vuestro Santísimo Hijo Jesús.
Vos sabéis, ¡oh Madre amadísima! que desde los primeros días de nuestra existencia, desde la cuna misma de la recolección hemos sido siempre vuestros, y vuestros queremos ser perpetuamente. Animados por el espíritu de nuestros santos fundadores queremos en este día renovar en vuestra presencia aquellos sentimientos de amor y gratitud, de devoción ardiente que ellos os profesaron, haciendoos total entrega de cuanto somos y tenemos, para que de ahora en adelante dispongáis de nosotros como mejor os plazca; pues sólo anhelamos cumplir vuestra santa voluntad. Vos, Señora nuestra, habéis dirigido nuestros pasos. Vos habéis iluminado nuestras inteligencias para seguir sin vacilar las enseñanzas de la santa Iglesia, y habéis inflamado nuestros corazones en vuestro amor y en el vuestro divino Jesús para realizar grandes cosas por vuestros honor. Deseando caminar por esta senda de luz y amor que nos han trazado nuestros antepasados, venimos hoy, ¡oh Madre querida! a consagraros no sólo nuestras personas y nuestros actos, sino también esta Corporación Agustiniana Recoleta de la que somos hijos.
Os consagramos, pues, ahora y os dedicamos solemnemente, y ponemos en vuestras divinas manos, nuestra amada Orden con todos y cada uno de los religiosos que la forman, y con todas las Provincias, Conventos, Colegios y Casa que lo integran. Os consagramos la ciencia de nuestros sabios, la virtud de nuestros santos, el celo de nuestros misioneros y el heroísmo de nuestros apóstoles y mártires; os hacemos perpetua entrega de los Superiores y súbditos, de los jóvenes y ancianos, y de todos los hijos de la Recolección Agustiniana. En vuestras manos virginales ponemos, oh Madre amadísima nuestras almas con todas sus aspiraciones, nuestro corazón con sus afectos, nuestras potencias y sentidos, nuestros proyectos y necesidades, todo nuestro ser, toda nuestra vida, todo cuanto somos y poseemos, para que todo conspire siempre a honraros y glorificaros y amaros a Vos y en Vos a vuestro divino Hijo Jesús.
Reinad, Señora y querida Madre nuestra, reinad en nuestra Orden como en cosa y posesión vuestra; reinad en todos sus hijos para que todos sean esclavos de vuestro amor, y dignáos ratificar ante vuestro amantísimo Hijo Jesús esta consagración que acabamos de hacer para que cumpliéndola como Vos deseáis, vivamos siempre entregados a vuestro santo amor y muramos en el ósculo del Señor y cobijados bajo el manto de vuestra maternal protección.