Según se refieren varios escritores, la ínclita y gloriosísima Señora Santa Ana nació en día martes y murió en día martes, de aquí ha venido que la devoción y piedad de los fieles le consagren y dediquen este día y acostumbren honrar su memoria con algún ejercicio de piedad y con alguna obra de misericordia espiritual o corporal. Cada uno podrá hacer lo mejor que le parezca, contando siempre para mayor mérito, con permiso del confesor.
Deseando ardientemente que esta devoción se aumente y que todos experimenten por experiencia propia, lo mucho que vale delante de Dios esta santa, para el socorro de todas nuestras necesidades espirituales y temporales, presentamos este pequeño ejercicio para mayor comodidad de todos los que la aman y para que los que no la amen logren esta felicidad, pues con semejante amor lograrán llevar una vida arreglada, tener una buena muerte y después la vida eterna.
Señal de la Cruz.
Acto de contrición. Pésame Dios mío...
Oración preparatoria
Amabilísimo Redentor de mi alma, ¿con qué objeto enriqueciste de todas las gracias y dones, de todas las virtudes y perfecciones a vuestra segunda madre, Señora Santa Ana? Bien veo que en Ella preparabas una digna habitación para vuestra Santísima Madre, y pues era no solo muy natural, mas también muy justo el que el Templo en que la augusta Trinidad debía efectuar el gran misterio de la preservación de la culpa original en una hija de Adán, fuese un templo sagrado, con los adornos de toda santidad y los privilegios de todo derecho.
Bien veo que la tierra donde se debía ocultar esta pura semilla, debía ser una tierra bendita y, cual tierra sacerdotal, libre de todo gravamen; que el fecundo tallo que debía producir esa aromática y blanca azucena debía estar siempre regando con el agua de la gracia y circular por todos sus tubos y canales la misteriosa savia de santidad. Bien veo que la que debía engendrar, dar a luz, alimentar con leche, cuidar y velar, alimentar y educar a la Madre de Dios, debía tener todo cuanto Dios mismo sabe y puede dar a la criatura que Él predestina para semejante empleo y dignidad, para semejante estado y misterio: Todo esto lo veo con claridad y me alegro y regocijo al ver tanta virtud, perfección y grandeza, es verdad. Pero también veo que entre las gracias que con tanta abundancia le fueron dadas a más de las que la hacía grata a vuestros ojos, recibió también las dadas gratis de vuestra bondadosa mano.
Y esta verdad me entusiasma sobremanera, pues si las primeras tocaban a ella directamente, las segundas le fueron concedidas con relación a mis necesidades; y si con atención me fijo en esa afluencia de gracias que brotan cual misteriosa, cristalina y apreciada fuente, me persuado que no nace, desarrolla y crece, si no es para mí y nada más que para mí. En efecto, ella es más saludable que las aguas del Jordán para salvar de la lepra a Naamán, nos sana, cura y limpia de la lepra de nuestros pecados; impetrando para aquellos y consiguiendo para los pecadores la conversión verdadera y para los justos la disminución de la propensión y afecto al pecado, el aumento de gracias y la perseverancia final.
Piscina misteriosa, cual la que ora en el pórtico de Salomón, no hay enfermedad que de la cual no nos pueda sanar; no hay mancha de la cual no nos pueda purificar; no hay bien, no hay gracia que no nos pueda obtener. En Ella encontramos todos los bienes y por Ella se comunican a nosotros. Monte Horeb, Ella recibe el rocío y la lluvia y nosotros, valle triste y solitario, de su abundancia nos aprovechamos y con afluencia fructificamos para la vida eterna.
¡Fuente admirable, yo os felicito y me felicito! Os felicito por que os veo tan enriquecida como la criatura más predilecta, como la criatura sobre quien siempre ha descansado la mano del Señor. Y me felicito, porque estas mismas gracias y prerrogativas me fortifican en la fe, me sostienen en la esperanza y me encienden en la caridad.
¡Oh Madre mía, y cuánto vales en la presencia de mi Dios! ¡En verdad soy muy desgraciado! Y si miro el actual estado de mi alma me asusto y me acobardo y mi vergüenza llega al extremo de huir de mí mismo y de procurar ocultarme como los primeros padres para con Dios, me animo y cobro nuevos esfuerzos.
Ea pues protectora, abogada y madre mía, vuelvo a Ti mis humillados ojos. ¿Despreciarás al que te pide socorro en sus necesidades? ¿Dejarás sin consuelo al que deposita en tu bondadoso corazón sus esperanzas? Para inclinarte a mis preces y a mis ruegos, te dedico y consagro este día. En un martes naciste y en otro martes pasaste a mejor vida, que en martes sienta yo tu influencia, tu bondad y tu misericordia; más si quieres probar mi fidelidad y mi perseverancia te ofrezco no desistir jamás y esperar pacientemente hasta que me consueles, si conviene a la honra y gloria de Dios, aumento de tus cultos y bien de mi alma. Amén.
Se dice la petición reflexionando por un breve rato.
Oración I
¡Oh madre mía, Señora Santa Ana!
Humildemente te suplico, por la amargura
que experimentó tu corazón santísimo en tantos años
de esterilidad; por la tristeza y dolor que te atormentó
en la presentación y separación de tu amadísima Hija,
y por el pesar que tuviste en la muerte de tu esposo,
que me obtengas la gracia de sufrir con paciencia y
resignación los trabajos y amargura, los pesares y
aflicciones con que el Señor fuere servicio de visitarme
durante mi permanencia en la tierra.
(Se reza un Avemaría)
Oración II
Felicísima Señora Santa Ana,
que por el gozo que tuvo tu purísimo corazón
cuando el Ángel te anunció tu maternidad;
por los gozos y transportes de tu alma,
al tener en tus brazos a María y al
alimentarla con tu leche, yo te suplico
que tu protección me atienda, para que lleve
una vida inmaculada, sin mancharme jamás
con el pecado mortal.
(Se reza un Avemaría)
Oración III
Gloriosísima Señora Santa Ana,
por las gracias que Dios te concedió,
por tu heroicas virtudes,
por las caricias que recibiste de tu
Santísima Hija, por tu muerte preciosa en los ojos
del Señor; por los consuelos que en ese dulce
sueño recibiste de María, en cuyos brazos expiraste,
te pido y suplico me concedas una muerte tranquila,
con los sacramentos y demás auxilios un acto de amor divino
que me endulce ese amargo trance, para el cual te invoco.
Quiero vivir amándote y diciendo: "Jesús, José y María os entrego por las manos de mi Señor, Santa Ana, el corazón y el alma"
(Se reza un Avemaría)
Jaculatorias finales
Se repite
Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad
Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos
Ten misericordia de nosotros
Dios, Padre celestial,
Dios, Hijo Redentor del mundo,
Dios, Espíritu Santo,
Santa Trinidad, un solo Dios verdadero,
Ruega por nosotros
Santa Ana,
Descendiente de la familia de David,
Hija de los patriarcas,
Fiel esposa de san Joaquín,
Madre de María, la Virgen Madre de Dios,
Amable madre de la Reina del Cielo,
Abuela de nuestro Salvador,
Amada de Jesús, María y José,
Instrumento del Espíritu Santo,
Ricamente dotada de las gracias de Dios,
Ejemplo de piedad y paciencia en el sufrimiento,
Espejo de obediencia,
Ideal del autentico feminismo,
Protectora de las vírgenes,
Modelo de las madres cristianas,
Protectora de las casadas,
Guardiana de los niños,
Apoyo de la vida familiar cristiana,
Auxilio de la Iglesia,
Madre de misericordia,
Madre merecedora de toda confianza,
Amiga de los pobres,
Ejemplo de las viudas,
Cura de los que sufren del mal,
Madre de los enfermos,
Luz de los ciegos,
Voz de quienes no pueden hablar,
Oído de los sordos,
Consuelo de los afligidos,
Alentadora de los oprimidos,
Alegría de los ángeles y santos,
Refugio de los pecadores,
Puerto de salvación,
Patrona de la buena muerte,
Auxilio de cuantos recurren a ti,
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,
perdónanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,
escúchanos Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo,
ten misericordia de nosotros.
- Ruega por nosotros beatísima santa Ana,
- para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno, que te has complacido en escoger a Santa Ana para que de ella naciera la Madre de tu amado Hijo. Haz, te rogamos, que cuantos la honramos con especial confianza podamos, por su intercesión, alcanzar la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.