> SoydelaVirgen : 09/06/20

--------------------------------------------- San Martin de Tours y La Virgen de los Buenos Aires / La Inmaculada Concepción y San Ponciano | Patronos de la Ciudad de Buenos Aires / Patronos de la Ciudad de La Plata -----------------------

MES DE SEPTIEMBRE: 6° Día de la Mes de la Virgen de los Dolores

 


MES DE SEPTIEMBRE CONSAGRADO A LOS SIETE DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA

ORACIÓN DE PREPARACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Dios y Señor mío, que por el hombre ingrato os hicisteis también hombre, sin dejar por eso la divinidad, y os sujetasteis a las miserias que consigo lleva tal condición; a vuestros pies se postran la más inferior de todas vuestras criaturas y la más ingrata a vuestras misericordias, trayendo sujetas las potencias del alma con las cadenas fuertes del amor, y los sentidos del cuerpo con las prisiones estrechísimas de la más pronta voluntad, para rendirlos y consagrarlos desde hoy a vuestro santo servicio. Bien conozco, dueño mío, que merezco sin duda alguna ser arrojado de vuestra soberana presencia por mis repetidas culpas y continuos pecados, sepultándome vuestra justicia en lo profundo del abismo en castigo de ellos; más la rectitud de mi intención, y el noble objeto que me coloca ante vos en este afortunado momento, estoy seguro, mi buen Dios, Dios de mi alma, suavizará el rigor de vuestra indignación, y me hará digno de llamaros sin rubor.... Padre de misericordia.

No es esta otra más que el implorar los auxilios de vuestra gracia y los dones de vuestra bondad para que, derramados sobre el corazón del más indigno siervo de vuestra Madre, que atraído por su amor y dulcemente enajenado por su fineza viene a pedir esta merced, reflexione y contemple debidamente sus amargos dolores, y causarla de esta manera algún alivio en cuanto sea susceptible con esta ocupación y la seria meditación de mis culpas. Concededme, Señor, lo que os pido por la intercesión de vuestra Madre, a quien tanto amáis. Y vos, purísima Virgen y afligidísima Reina mía, interponed vuestra mediación para que vuestro siervo consiga lo que pide. Yo, amantísima Madre de mi corazón, lo tengo por seguro de vuestra clemencia; porque sé que todo el que os venera alcanzará lo que suplica, y. aunque este en la tribulación se librará de ella, pues no tenéis corazón para deleitaros en nuestras desgracias, y disfrutáis de tanto poder en el cielo que tenéis el primado en toda nación y pueblo ¡Feliz mil veces acierto a conseguir vuestras gracias para emplearme en tan laudable ejercicio! Derramad, Señora, sobre mí vuestras soberanas bendiciones; muévase mi alma a sentimiento en la consideración de vuestros santísimos dolores; inflamese mi voluntad para amaros cada vez más. Entonces sí que os podré decir: "Oh Señora, yo soy tu siervo" Consiga yo, en fin, cuanto os pido, siendo para mayor honra de Dios y gloria vuestra, como lo espero, consiguiendo seguro la salvación de mi alma. Amén.

DÍA VI

Muy bien sabia, tristísima Señora, el Cielo a quién confiaba su tesoro. Tenía por seguro que, como era de infinito valor, se debía confiar a un cuidadoso y solícito custodio; y como conocía que ninguno mejor que vos lo sería, por lo mismo le depositó en vuestras manos Gran dignidad, pero muy dificultosa empresa para una criatura que no esté prevenida con las bendiciones de la celestial dulzura. Solo a vos ¡o María! se debió hacer tal entrega solo vuestro corazón podía responder de empresa tan soberana; y la cumplís con tal exactitud, que sois el dechado y modelo más perfecto. De vos, cuidadosísima Reina, podemos aprender a cumplir con las obligaciones a que Dios nos ha destinado En vos se halla descubierto nuestro vergonzoso olvido, o, mejor dicho, nuestro total abandono... Vuestras lecciones confunden cada vez más nuestra ignorancia pecaminosa y criminal ¡Por desgracia no vemos otra cosa en los días tan calamitosos en que vivimos, más que un olvido y abandono total de nuestras respectivas obligaciones! ¿Y qué nos hemos de prometer...? qué hemos de esperar de tan funesto proceder?

Lo dice el Salmista: "que el que declina en sus obligaciones será contado en el número de los inicuos.'' Sí, padres de familias; sí , amos y superiores del mundo, que tan poco celáis a vuestros hijos y domésticos , que los veis vivir sin sujeción, al gusto de su desenfreno y al arbitrio de su voluntad, sin amonestarles, sin castigarlos para que se enmienden en lo sucesivo; que los veis asociarse con malas compañías y faltar continuamente a sus respectivos deberes, criándose unos holgazanes y vagamundos, siendo después vuestro oprobio y el de la república, que no les tratáis como debéis, porque vosotros también vivís como no debíais, dándoles escándalo con vuestras desazones y quimeras frecuentes, y con vuestros desarreglos y palabras poco cautas y decentes seréis juzgados con los inicuos y condenados por toda la eternidad, y tendréis que sufrir las maldiciones que os echen en los infiernos cuando se vean condenados también por culpa y descuido vuestro Sí, hijos y súbditos que tan poco caso hacéis de aprovechar el tiempo, de respetar y obedecer a vuestros padres y superiores, de estar sujetos a lo que os mandan por vuestro bien , y de procurar dar pruebas de lo que sois aquí mismo, en este mundo serviréis de escarmiento a los demás, como otros muchos que finalizan su vida en afrentosos patíbulos, o sufren el insoportable peso de los grillos y cadenas, haciendo desgraciada su existencia; y en el otro recibiréis el castigo con los perversos, y sin fin Sí, por último, cristianos todos que tan descuidados sois en el cumplimiento de vuestras obligaciones, que tan poco caso hacéis de que Dios sea en ellas glorificado, y de lo mucho que podíais ganar para vuestras almas en ellas, como sería si, en ese trabajo en que le fatigas y sudas, o en ese destino en que padeces tantas incomodidades, lo sufrieses con paciencia y lo ofrecieses al Señor, para demostrar que cumplías aquí con tus deberes, y que esperabas la eterna retribución por ellos; y que finalmente, vosotros mismos conocéis los daños que os causa vuestra negligencia.....  seréis reputados con los mayores pecadores del mundo.

 Pero yo, Madre mía dulcísima, yo de mi parte y en nombre de todos los que oyeren o leyeren estas reconvenciones que les hago originadas de la reflexión, que he formado en este día, acerca del cuidado y diligencia que tuvisteis de vuestro santísimo Hijo, por cuyo bien tantas penas y aflicciones acometían á vuestro corazón yo, Señora , prometo la enmienda en cuanto hubiere faltado hasta aquí, y estimulado con vuestro ejemplo, pondré en adelante el cuidado más grande por ser fiel en el desempeño de mis deberes Así, Virgen dolorosísima, me haré envidiable a todo el mundo, admirable a cuantos no lo hagan; así seré el decoro de la sociedad, contribuiré a su bienestar y espléndido
acrecentamiento, los que me conozcan me juzgarán como vuestro verdadero siervo, y vuestras delicias y las de mi Dios serán ponerme algún día a vuestro lado.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS.

¿Por qué, o Dios mío, no he de daros las más humildes gracias, cuando en esta breve consideración os habéis dignado comunicar a mi alma los importantísimos conocimientos de unas verdades que tan olvidadas y menospreciadas tenía por mi abandono y necedad? ¿Por qué no he de concluir este saludable ejercicio rindiéndoos las más profundas alabanzas, cuando en él siento haberse encendido en mi corazón la llama del amor divino, que tan amortiguada es taba por un necio desvarío y por una fatal corrupción de mi entendimiento? Y pues que vos, que sois la verdad infalible y el verdadero camino que conduce a la patria celestial, habéis tenido a bien de comunicar a mi alma los efectos propios de vuestro amor, con los que puedo distinguir lo cierto é indudable que me sea útil a la salvación, y lo falso y mentiroso que me precipitará a mi perdición, por tanto, Señor, quiero aprovecharme desde este momento de tan divinas instrucciones, para caminar con libertad y seguridad entre tantos estorbos y peligros como me presenta este mundo miserable, y de este modo llegar más pronto a unirme con vos. Consígalo así, Virgen Santísima, para vivir compadeciéndome de vuestros dolores y aflicciones, y cumpliendo la promesa que os hice de ser siervo vuestro. Esta sea mi ocupación, estos mis desvelos y cuidados en este valle de lágrimas, porque así después disfrute en la celestial Jerusalén de vuestra compañía, en unión de tantos fieles Servitas que recibieron ya el premio de vuestros servicios, reinando a vuestro lado por los siglos de los siglos. Amen.

Del 6 al 14 de Septiembre: Novena a Nuestra Señora de los Dolores II

 


NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES
 
ACTO DE CONTRICIÓN

 Dios de mi vida, único camino de mi eterna salud, y amable verdad que llena mi corazón: tú eres mi Padre amoroso, la infinita bondad, y la suma inocencia; pues ¿cómo estás en esa cruz muerto a manos de mis enormes culpas? Crucificado dueño mío: yo no debía estar delante de tí, porque atrevido provoco tu justicia, y aun insulto a tu paciencia: pero cuanto es grande mi maldad, tanto más confío en tu misericordia, en tu inmensa caridad y amor. Tú, dulce Jesús, me has de perdonar, porque soy despreciable y miserable, y estos son mis méritos, más los tuyos son sobreabundantes, el valor de tu Sangre infinito, y poderosos los ruegos de tu dolorosa Madre María Santísima, por cuya intercesión y por In clemencia espero que en mí no se malogren tus afrentas, tus dolores y tu muerte. Amén.


ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Afligidísima María: presente tienes a la causa de tus penas y de la muerte de tu amado Hijo Jesús: mis culpas han llenado de escándalo al mundo, de llanto a los ángeles de par, tu alma purísima de amargura, y de dolor el amante corazón del hombre Dios. Gemidora Tortolita, Cándida Paloma, Corderita mansa, y dolorosa Madre mía: a tus plantas estoy lleno de pesar: y pues entiendes el idioma mudo de los corazones, puedanle mis suspiros, y recibe agradable los gemidos de mi alma: confieso mi ceguedad y dureza; pero ya me arrepiento de un proceder tan desagradecido e impío, y en los días de esta novena y los que me resto de vida, te acompañaré llorando tus angustias y tus tormentos. Mis sentidos, potencias, y toda mi alma se entregan a tí: a tí claman, y en mi muerte sean mi refugio tus agudísimos dolores: por los mismos te ruego, ampares a mis bienhechores y enemigos; remedies las necesidades de la iglesia: nos confirmes en tu verdadera devoción: alivies a las almas del Purgatorio, y nos alcances del Señor, si fuere su voluntad, 
(Aquí se hace la petición) 
que por tu medio consigamos la penitencia final, porque nuestras culpas no nos sepulten en el abismo, pues ese lugar terrible, casa del eterno llanto y de la desesperación, no puede ser para los que se acogen a ti, e interponiendo tus penas procuran en la vida no desmerecer tu patrocinio. Amén.

DÍA PRIMERO

Esa candela que aviva
De mí amor luciente llama,
A tu fe, María, proclama,
Constante, ardorosa y viva.

Tu dignación la reciba
Porque mi dicha se entable;
E iluminándome afable,
Haz que mi don sea perfecto,
Y que el corazón o afecto
A tas ojos sea agradable.

CONSIDERACIÓN

María Santa: como escogida ab eterno para digna Madre de Dios, en el primer instante de tu animación fuiste inmaculada: ¡qué predilección! ¡qué singularidad! ¡qué gloria! Desde entonces, en extremo pequeñita, estabas llena de gracia y sabiduría, eras la mas grande criatura, y exceptuando a Jesucristo, la obra más acabada que salió de la diestra del Omnipotente. Era tú la más iluminada, tu caridad la más ardiente, y tu esperanza la más sólida; así tu amor penetró basta el cielo de los ciclos: lloró la ingratitud de los hombres, y atrajo del seno del Padre al suspirado de las gentes: puede decirse que ya eras dolorosa, porque creíste, porque esperabas el cumplimiento de las profecías, el remedio del mundo, y no ignorabas que su Libertador lo seria por medio de una muerte la más ignominiosa y cruel. ¡Qué tormentos causaron tan duras verdades en tu encendido corazón!

Las siete Ave Marías…

ORACIÓN

Santísima Señora: competencia están tus grandezas y mis miserias. Y o concebido en pecado nací a este valle de lágrimas derramándolas, y luego tomé posesión de los males y de la muerte; más los méritos del crucificado Jesús, por medio del bautismo, rompieron mis Cadenas y fui borrado del negro padrón de los prescitos. Aún más obró conmigo su misericordia: me vistió la candidísima estola de su gracia; me previno auxilios suficientes y eficaces; me puso bajo tu amparo, constituyéndote Madre de pecadores, y en su iglesia dejó vinculados para mi remedio, admirables sacramentos. Pero ¡o piadosa Madre mía! cuantas veces he destrozado esa nupcial vestidura adornaba a mi alma para las bodas con1 el Cordero. Te suplico pues, humillado, que con nuevas culpas no la manche y menosprecie, sino que con tu maternal amor hagas que la conserve hasta el fin de mi vida, limpia, brillante e inconsútil. Amén.


SONETO

Que se ha de decir todos los días.
Si sin consuelo en tu penar te miro
Al pie de ese afrentoso duro leño,
Donde mi Redentor, mi dulce Dueño,
Pendiente exhala su último suspiro:
su amor, mi culpa, tu piedad admiro!
¡será justo, me miréis con ceño
Si olvidar pena tanta es el empeño,
Y de tí desgraciado me retiro?
Mas baste ya, benéfica María:
Al mundo me entregaron mis antojos:
¡Pero cuánto le pesa al alma mía!
Muera la culpa, no haya más enojos,
Que mis lágrimas corran a porfía,
Y fuentes de dolor serán mis ojos.


DÍA SEGUNDO

Esas tan hermosas flores
Frutos son de hollada tierra,
Que, aunque despreciada, encierra
Riqueza, virtud, primores:

De nuestra alma los amores
Señora, a tí las aplican,
Pues tu humildad significa:
Recíbelas bondadosa,
Dulce Madre dolorosa,
Porque a tu honor se dedican.

CONSIDERACIÓN

Obediente María: tú vas al templo a llenar la ley cumpliendo los preceptos del Señor: le presentas la hostia viva, pura, santa, é inmaculada: él tesoro inestimable de los cielos, y el holocausto matutino en quien tiene sus complacencias. Simeón, viejo venerable, lo ofrece con respetuosa alegría, conociendo al Redentor: glorifica a su Eterno Padre con cánticos sublimes, y ya quiere morir en paz, porque sus ojos vieron la gloria de Israel y salud de todos los pueblos. Vuelvese a tí compungido y profético, diciendo: ¡oh Madre de Dios! ¿ves al hermoso inocente niño que sostienen estos mis débiles y dichosos brazos? pues sabe, Virgen Madre, que sale a luz del mundo para que todos lo gocen, si todos lo quieren; pero advierte: ¡qué dolor! Vendrá tiempo en que será la piedra del escándalo, lo detestará su pueblo escogido, y con pertinacia pedirá su muerte. Entonces a tu amante corazón lo atravesará el cuchillo más cruel.

Las siete Ave Marías…

ORACIÓN

Humildísima Reina: tú eres la sola Virgen Madre, la toda limpia, antes, en el parto, y después del parto; más el fruto de tu vientre fue la santidad por esencia: pues ¿cómo ambos os presentáis con señas de culpados? Gran María, con qué prudencia guardabas en tu pecho los secretos del Señor; y cuan humilde recibías como nuevas las amargas predicciones del Profeta santo. Nada se te ocultó, ya habías visto levantar la mano que hirió el rostro de Jesús con la más afrentosa bofetadas los azotes que descarnarían sus delicadísimas espaldas: las espinas penetrantes de la corona: los gruesos clavos: la cruz en que había de espirar, y la lanza que rompería su costado. Por estos recuerdos dolorosos que anticipó tu ciencia, y que tanto afligieron tu alma, te suplico, que pues la virtud de la humildad fué el cimiento de tu elevación, castigue yo mi soberbia, procurando imitarte en lo posible, y cumpla con el consejo de Jesús, pues dijo: que aprendiésemos de su Majestad a ser mansos y humildes de corazón. Amén.

DÍA TERCERO

Como a Reina liberal,
Poderosa gran María,
Un tributo en. este día
Te dona mi afecto leal:
Es un signo material

Que la vanidad no vicia,
Recíbelo, pues, propicia,
Si en pequeño manifiesta
Que ya nuestra alma detesta
A la insaciable avaricia.

CONSIDERACIÓN

María Señora: cuantas riquezas te donaron los reyes Magos, las distribuiste santamente, quedándote en Jerusalén la más desconocida y pobre para el mundo; pero dueña de un tesoro inapreciable, de tu Jesús hermoso, cuya felicidad y grandeza admiraban los propios cielos. Entonces fue cuando el rey Herodes, tan celoso como sangriento, procuraba por tu divino infante, y Dios te ordena que huyas para Egipto: partes a media noche, venerando sus disposiciones, pues estaba en su querer trasportaros milagrosamente; mas no quiso trastornar el orden natural, y sí quería que tan luego practicases virtudes grandes para nuestra enseñanza. Caminas, pues, llegas a la ciudad de Gaza, y atraviesas por sesenta leguas, arenosos desiertos, con trabajos indecibles y aun sin el necesario sustento. Hombres, que amáis la vanidad y el fausto: veda la familia más santa, pobre, sin abrigo, y desconsolada: y sabed para vuestra confusión, que las aves tienen nidos; y cuevas las vulpejas donde recogerse: más el Hijo de Dios aun no tuvo sobre qué reclinar su cabeza.

Las siete Ave Marías…

ORACIÓN

Madre amorosa: las criaturas te castigan como si fueses delincuente hija de Adán: huyes por los despoblados esperando de las fieras la piedad que te niegan los hombres: aun el hielo y los vientos atormentan a tu amado y tierno niño; tiembla de frió y llora como verdadero hombre: humano socorro no lo tienes; con el fuego de tu amoroso y casto pecho lo refrigeras; ¿qué dolor! ¡O amor inmenso del Hijo de María, qué oficioso eres y qué ejemplar! Alegraos en Dios, pobres y desamparados, y nadie se queje de su Providencia. Mirad al Criador mismo afligido por aquellos a quienes dio el ser: el hombre, el hombre ingrato asecha su vida, y lo persigue de muerte. Así caminan angustiados el Hijo más inocente, el Esposo más fiel, y la Madre más pura y delicada. Por tan penoso viaje te pedimos, Señora, que despreciando lo terreno, y siendo tu pobreza el modelo más digno, nunca se apodere de nuestro corazón el vicio de la avaricia, y solo seamos solícitos por las riquezas celestiales. Amén.

DÍA CUARTO

Esa azucena, que hermosa
En limpio cristal campea,
Da de tu pureza idea
Cándida, recta, olorosa.
¡O dulce María graciosa

¡Sin la culpa concebida!
Hoy mi devoción convida
Y te obsequia reverente;
Si eres del Omnipotente
La sola, santa y querida.

CONSIDERACIÓN

Prudentísima María: por el gran concurso que en Jerusalén celebraba la Pascua, pedía la decencia que los hombres se separasen de las mujeres: y tú debías consolidar una costumbre u orden tan honesta, porque eras purísima y la digna Madre del amor hermoso. Por esta razón tú consideraste el que Jesús acompañaba a tu fidelísimo Esposo José; pero, sobre todo, pudo ocultarse de tí el santo Niño, porque él mismo lo dispuso así con sabia y particular providencia: pues siendo tú el indefectible amante Girasol que miraba cara a cara al sol de justicia Jesús, en tu amor no cabía descuido ni desentendimiento. Pero cuán intenso fue tu dolor, cuando en el lugar que debías unirte con tu amado Hijo, no lo hallaste, y preguntabas a José por la Luz de tus ojos, por el Encanto dulcísimo de tu corazón. Los ángeles que te acompañaban callaron, no podían consolarte, y aun te negó saber dónde podrías recobrarle. Tu prudencia y humildad te martirizaron cobre toda ponderación; y fue tu dolor tan agudo y sin medida, porque atribuiste la pérdida de tu amoroso Niño a tu demérito y negligencia.

Las siete Ave Marías…

ORACIÓN

Amable María: por tres días buscaste a tu querido, Jesús en los caminos y en el poblado, preguntando a todos, llena de amargura, como allá la esposa en los cantares: Hijas de Jerusalén, ¿habéis visto a mi amado? no le encuentro: ¡ay de mí! dadme flores, porque su fragancia refrigere las angustias de mi corazón. ¡Ya desfallezco! ¡yo muero de amor! ¡Se ha ausentado de mis ojos! ¡no merezco yo su amable compañía! ¿Qué haré? ¡oh! si le viereis, decidle: que es mi dulce amor: que ¿por qué lo ha hecho así con esta su humilde esclava, con esta su afligida Madre? que al fin lo soy y tengo derecho para buscar a la vida de mi alma. Si no lo conocéis, sabed sus señas: es su rostro blanco, así como él lirio que se señora en los valles, y rubicundo como el apacible colorido de la rosa: son sus ojos como los de las inocentes palomas, y por sus labios se derraman las dulzuras: es hermosísimo: es escogido entre millares. Así te lamentabas, Señora: y por este dolor te pido, que el enemigo doméstico de mi carne, ya no triunfe de mí, porque no agravie a tu hijo santo, ni a tu pureza: que huya de comunicaciones opuestas a la honestidad, porque no pierda a Dios: y que no le desagraden mis obras, palabras y pensamientos. Amén.

DÍA QUINTO
Alma mía: porque definas
A tu Reina dolorosa,
Ofrécele lastimosa
Esa corona de espinas:

Mas si pintar determinas
Cuánto fue su sufrimiento,
No cabe en entendimiento:
Jamás Marra se inmutó,
Antes al Señor pidió
Por quien causó su tormento.

CONSIDERACIÓN

María, refugio nuestro: hubo tiempo en el que irritado Dios sofocó con un diluvio de aguas, el que de culpas inundaba toda la tierra: pereció todo viviente, y por una familia preservada renace otra vez el mundo: miró piadoso la proscrita prole de Adán, y aunque era el León de Judá y Dios de las venganzas, tenía presentes sus promesas, le podían los clamores de los justos, y se complació, porque no era ya tan distante el tiempo en que su Unigénito, manso corderito, quitaría los pecados de los hombres, y destruiría, muriendo, el imperio de la muerte. Nació Jesús, lo goza el mundo treinta y tres años: y llegada su hora, esto es, la de entregarse a los tormentos, se despide de tí para sufrirlos, quiere tal bendición, y que con la voluntad del Padre Eterno y la suya, te unas, para que se verifique la humana redención. ¡Oh Madre! ¿Qué nosotros los redimidos a tanto costo y con tanto amor, seamos tan desagradecidos a un Padre Dios tan bueno, a un Jesús crucificado tan paciente, y a tí, Virgen la más dolorosa? Para ponderar esta dignación y tan acrisolado ardiente amor, no hay palabras: ¿y se hallarán las que puedan expresar nuestra criminal ingratitud?

Las siete Ave Marías…

ORACIÓN

Admirable María: al Unigénito del Padre, impasible y divino, tú lo vestiste de carne mortal, y como su verdadera Madre (más que todas las mujeres lo son de sus hijos) lo ofreces para que expíe los delitos de un mundo: grande oblación que al Eterno se reservó el evaluarla, pues eras tú la sola pura criatura, que conocía en alto grado la inocencia de Jesús, la gravedad de la culpa, y que podías con el más agudo dolor, comparar estemos tan opuestos y distantes. ¡O miseria de los hombres, decías, causa de una pasión tan cruel! Agradeced la, mortales, lloradla, y aprovechaos de su infinito precio. Sí, dolorosa Madre; disfrutemos tanto mérito, dadnos compunción, lágrimas, y un íntimo sentimiento por los dolores de Jesús; y te suplicamos por los que padeció tu alma, cuando tu Hijo inocentísimo se despidió de tí para ir a padecer y dar su vida por nosotros, que aprendamos de tu conformidad y de tu amor para con aquellos que se prevenían a azotarlo, mofarlo y crucificarlo, a perdonar a quien nos ofendiere; y no sea nuestro corazón como el de las fieras, siempre pronto a la ira y a la venganza; sino que imitando tu mansedumbre, nos experimente el prójimo pacientes y sufridos. Amén.

DÍA SEXTO

Tu gustar no fue exquisito,
Ni deleitosas bebidas
Fueron de tí apetecidas:
Ajena eras de delito.

Tú abstinencia solicito
Que esa oferta represente,
Porque frugal y prudente
Fue tan sabia tu templanza,
Que el alma alimento afianza,
Y al cuerpo lo conveniente.

CONSIDERACIÓN

¡Oh Reina de los mártires, adolorida Madre mía! tú no viste azotar materialmente al inculpable Jesús, pero sí lo mirabas de un modo milagroso, a la manera que sentías en tu cuerpo todos sus tormentos y dolores, como sí en realidad fueses herida y crucificada; pues en tí, porque eras singularísima en todo, obró el Señor imponderables maravillas. Para azotar, pues, al inocente Hijo tuyo, previno la infernal malicia de los judíos seis sayones robustos, impíos, sanguinarios, y de unas costumbres depravadas, los que obrando como de acuerdo con todo el abismo, quítenle la vestidura blanca que por escarnio mandó ponerle Herodes, y significaba en realidad su. inocencia; le arrancan Ja túnica que le labraron tus virginales manos cuando pequeño, y crecía con su Majestad: y expusieron desnudo ante un rabioso concurso al purísimo, al hermosísimo Jesús. Lo atan fuertemente a una columna, y variando de crueles instrumentos, y remudándose los seis verdugos, descargaron innumerables azotes en todo su cuerpo delicadísimo, pero en particular .sobre sus espaldas sacrosantas, con tanta sevicia y diabólica furia, que los huesos se descubrían por vanas partes. ¡Oh que afrenta, qué crueldad y que dolor!

Las siete Ave Marías…

ORACIÓN

Afligida Señora yo no debía proferir la fiereza con que azotaron a tu amado Jesús, sin que aprensado mi corazón no fluyera mi alma por los ojos con el más doloroso llanto y el entonces sería el más adecuado estilo con que podría explicar mi sentimiento por este tu dolor incomparable. Porque ver atadas las liberales manos del Todopoderoso: que lo azotan hasta en su rostro adorable: mirar por los suelos retazos de su carne sagrada: verlo que cae desmayado en un lago de sangre: y que.... Pero Virgen santa, Mujer fuerte, dolorosísima Madre: no ofenda yo este paso lastimoso y sangriento queriendo pintar y presentar a los hombres con tan culpable serenidad y tan toscamente. Sangre del Cordero Jesús, derramada por mí con tanto amor, lava a mi alma, sánala como ungüento saludable: bastará una sola gota para hacerme feliz, y aun para que lo fuese todo el mundo. Impétrala, María, para aquellos que se duelen contigo, apreciando tormento tan afrentoso; y pues a padecer tan cruel, añadió mi amable Jesús la falta de alimento, y la sobra de sed, sustentándose con dolores y hieles amargas: yo te ruego que castigues mí gula, sea mi manjar el Pan de los Ángeles, y apague mi sed en las perennes fuentes del Salvador. Amén.

DÍA SÉPTIMO

Con qué bella propiedad
El óleo y luz simbolizan
Los amores que te hechizan,
Y tu eximia caridad.

En Dios viviste, es verdad,
Y en tu alma el Señor vivía;
Pero tu amor descendía
Al hombre con proporción,
Pues siempre tu corazón
En divino fuego ardía.

CONSIDERACIÓN

Dolorosa María, Jesús está muerto, consumado nuestro rescate, y el Padre Dios copiosamente satisfecho. Judíos ingratos: ya están cumplidos los deseos de vuestra ferocidad y perfidia. ¡Fariseos hipócritas, impíos Escribas: ya habéis saciado vuestra infernal envidia! ¡El Ungido del Señor pendiente de un infame patíbulo, ya no tiene movimiento, está sin alma! ¡El trastorno de la naturaleza confirma que padece su Autor! ¡una obscuridad espantosa circunda toda la tierra! ¡ya no son insensibles los peñascos! el velo misterioso del templo se rasgó en dos partes; y muchos sepulcros se abrieron, como ofreciéndose para depositar su cuerpo sacrosanto. Con tantos prodigios, aún permanecían ciegas la incredulidad y la obstinación: un soldado, (Señora, tú lo viste y Juan dió testimonio de esta verdad) un soldado empleó con la sevicia más cruel su dura lanza en el Costado de Jesús difunto. Ángeles del cielo: ponderad si podéis el sumo dolor de María; pues para solo su amante corazón lo reservó el Señor: y lo injuriosa que fue a Jesucristo esta penetrante herida.

Siete Ave María…

ORACIÓN

Angustiada Señora: luego que desclavan a tu difunto Hijo, lo recibes amorosa y desconoces aquel perfectísimo cuerpo que formó el Espíritu Santo. No eran ya sus ojos brillantes: quebrados estaban y amortecidos: cárdenos y silenciosos sus rubicundos labios: sus manos y pies con taladros crueles: su costado, con una ancha y profunda herida abierto atrozmente: fuera de su lugar los huesos, y sin que tuviese parte alguna donde no mirases un azote, o una contusión, o una lastimosa herida. ¡Muerte incensurable! tú no tenías jurisdicción sobre Jesús y María; pero ambos fueron víctimas del amor. ¡O martirizadas inocencias, cuanto os debemos los pecadores! Felices de nosotros si nos aprovechamos de una pasión tan copiosa, y no desmerecemos tanta predilección. Te suplicamos, atribulada María, por el dolor que sufriste cuando estrechabas en tus brazos a Jesús muerto, que no nos devore la envidia, con muerte de nuestras almas; sino que alegres por el bien del prójimo, aun procuremos su temporal y eterna felicidad. Amén.

DÍA OCTAVO

Mi alma, Señora, te ofrece
La dulce obra de la abeja,
Que diligente, bosqueja
La virtud que te engrandece.

Tu continuo obrar exprese
La reptilita volante,
Tan benéfica y constante:
Pues con vida prodigiosa
Fuiste santa y laboriosa
Desde tu primer instante.


CONSIDERACIÓN

Tristísima María: desde esa piedra en que estás sentada, y simboliza tu constancia en el padecer y la dureza de mi corazón, tú convidas a los que viven en amargura, para que la contrapesen con tus penas, y confiesen que no hay dolor que iguale a tu dolor. Con razón te quejas de que no hay quien te consuele: oímos tus tiernos sollozos; tus modestos gemidos: miramos los dos raudales de lágrimas que corren por tus pálidas mejillas, y que estás sola y totalmente desamparada; y nada nos puede: es muy cruel nuestra ingratitud, somos insensibles. Por lo menos, Señora, peco hace que tenías el doloroso consuelo de abrigar en tu seno al cárdeno deshojado lirio de tu Jesús: con tus lágrimas humedecías su cuajada sangre, la limpiabas reverente, y osculabas afectuosa las heridas de aquel destrozado cadáver; pero ahora ese lóbrego sepulcro te lo ha usurpado, y santamente avariento con tal tesoro, desea también poseer el de tu dolorido corazón: y así fue, Señora, tú vuelves casi sin alma hacia Jerusalén, y te recoges a llorar tu tristísima soledad.

Las siete Ave Marías…

ORACIÓN

Desconsolada Señora, llegaste a Jerusalén: tus pasos trémulos, tu palidez y tu silencioso llanto, te daban a conocer por María, la triste Madre del que llamaban infame crucificado: y como estabas tan lastimosa, era tanta tu modestia, tu presencia tan atractiva, y eras sobre todo amabilísima, nadie podía contener sus lágrimas al mirarte tan llena de amarguras. Entras a la casa del Cenáculo, y luego se inundó de llanto, de gemidos, de dolor: entonces vuelves los ojos a tu triste compañía, diciendo Juan, discípulo el más amado de Jesús, ¿dónde está tu divino Maestro? Amante Magdalena, ¿quién le separó de tu querido? Mujeres piadosas y parientas mías, ¿qué desamparo es el nuestro? Ya murió mi Hijo, pero con qué crueldad! hurtado, sediento, coronado de espina?, azotado con la mayor dureza, y clavado en una cruz Enmedio de dos ladrones, nadie lo asistía, se le negó todo alivio, ni yo, triste de mí, pude socorrerlo. ¡O hijo mío dulcísimo! ¡ya estás enterrado, y ni aun de lejos puedo ver el lugar de tu sepultura! desamparada María: por esta tu soledad tan acerba, te pedimos, no seamos perezosos, y que este vicio no nos prive de acompañarte; pues si no apreciamos tus tormentos y los de Jesús, sobre la desgracia de ser pecadores, se añadirá la infelicidad de ser ingratos: y la consecuencia de tanto mal, es terrible: no sea así, por tus dolores y soledad.

DÍA NOVENO

Esa daga tan sangrienta
Hoy compungido te ofrezco,
Que aunque verte no merezco
Tu grande piedad me alienta.

Aguda y muy cruel presenta
Lo acerbo de tu dolor:
Que se acabe le desamor
Y en mi pecho esté clavada:
«Justo es muera con espada
Quien emplea en tí su rigor.

CONSIDERACIÓN

Atormentada María: aunque siempre fuiste dolorosa. Jerusalén en sus palacios, calles y montes, te ofrecía motivos de pena inestimable: aquellos lugares santos donde Jesús padeció algún tormento particular, tú los visitabas contemplativa, reverente y fervorosa, regándolos con tus preciosas lágrimas; y esto fue propiamente cimentar el ejercicio del Vía-Crucis, que así es de santo y recomendable. En la calle de la amargura, mirabas al Cordero Jesús cargando la leña para ser el holocausto más sangriento: en el balcón de la casa de Pilatos, no era hombre el que este juez inicuo mostró al pueblo, sino el oprobio de todos, el gusano más despreciable: y en el monte Calvario lo admirabas, sí, pero fijo y levantado en una cruz, así como la serpiente en el desierto, para salud universal. pero a estas y otras memorias amargas que afligían tu corazón, sobresalía el sentimiento, de que nosotros, los que nos llamamos fieles cristianos, y decimos ser tus devotos, olvidaríamos tantas finezas de Jesús: finezas prodigiosas: finezas no merecidas: desahogos de su amor y de un precio inestimable. ¡O ingratitud la más torpe! ¡O necedad la más maligna y depravada!

Las siete Ave Marías…

ORACIÓN

Devoto de María: demosle consuelo, como a nuestra Madre, y cultos como e Santísima: compadezcamos sus penas v congojas, y esperemos su protección y favores. ¡Pero ay de nosotros, Señora! venimos a implorar tu piedad, a lastimarnos de tus dolores, a pedirte beneficios: y el estar hincados nos incomoda, si la oración no es breve, nos cansa: nos fingimos ocupaciones importantes, y ya estamos ansiosos por alejarnos de tu amable presencia. ¡Que desgracia! Nuestra confianza es tan vana, que presuntuosos creemos nos bastan cuatro palabras, dichas con solo la boca, vagas y sin alma, para que en el pronto nos oigas y nuestra petición sea despachada. ¡Qué satisfacción tan infeliz! ¿Y nuestra devoción? Se reduce a exterioridades, en nada nos mejora, y con culpas renovamos tus dolores y la muerte de Jesús, procediendo tan estúpidos, que en una propia ara incensamos a Dios y al mundo. ¡Qué mistura tan delincuente! Que no sea así, Madre mía: haz que el fuego de tu amor encienda en nuestros férreos corazones, porque se ablanden, con el martillo de los trabajos sufridos con paciencia; labralos con la necesaria mortificación de los sentidos. configuralos, entonces sí que se semejarán al tuyo, traspasado de una daga, y al de Jesús circundado de espinas y ocupado con una cruz afrentosa, y podremos esperar nos concedas lo que te hemos pedido en esta novena en gloria de Dios, felicidad nuestra, y desagravio de tus dolores. Amén.

6 al 14 de Septiembre: Novena en honor a Nuestra Señora de los Dolores

 


Por la Señal de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos Señor Dios Nuestro. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN

Adorable Redentor mío: después de haber marcado ignominiosamente tantas ocasiones mis pensamientos que debía haberse elevado a vos, mis palabras que debían haber publicado vuestras maravillas en el orden de la naturaleza y de la gracia, y mis obras que debían haber sido todas de santidad y edificación; conociendo al fin, que el honor de hijo vuestro por la gracia es únicamente apreciable, que vuestros dones son los que constituyen la riqueza sólida y permanente, y que no hay más placeres que los de la virtud, de la que sois el Padre, el Amigo y el Modelo, ocurro á vos en este día, penetrado de la más dulce y segura confianza, y para alcanzar el generoso perdón de mis amargos extravíos, interpongo el eficaz valimiento de vuestra augusta Madre y corredentora mía, compasiva, en su tierna advocación de la Soledad, prometiendo con sinceridad la reforma de mi vida, para honor de la religión santa que profeso, triunfo nuevo y solemne de vuestra divina gracia, y prenda segura de mi gloriosa inmortalidad. Amén.

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Oh Madre divina, sensible y tierna de mi Libertador amoroso: vos, Señora, sois en esta advocación de la Soledad, así por la belleza de la imagen, como por los prodigios que obráis en las almas de vuestros devotos, conocida y tierna, y constantemente venerada. Yo me doy los parabienes de haber conocido esta imagen vuestra, porque al fijarlos ojos en ella, toda mi alma recibe una luz y unos afectos inefables: mi memoria la hace de cuanto os he debido, como corredentora ilustre y compasiva del género humano; mi entendimiento conoce, con la claridad más brillante, vuestras virtudes excelsas, vuestros méritos distinguidos, vuestros sacrificios inmortales; y mi voluntad es llevada hacia vos por una fuerza irresistible, y os ofrece en las aras de la veneración y gratitud, unos afectos que reciben todo su valor de la feliz acogida que encuentran en vuestro espíritu maternal, tan accesible como generoso, tan tierno como compasivo. Dadme, pues, Señora, que, en el curso de estos nueve días, yo pueda cantar y llorar vuestra Soledad; cantarlas en el estilo más culto, á proporción de mi deseo, y llorarlas con las lágrimas de un corazón humillado y contrito, que, por vuestra deseada y segura aceptación, serán las perlas más preciosas de vuestro cuello divino, y el valor único de mi suspirada inmortalidad. Amén.


PRIMER DÍA

¡Oh soberana Señora! Cuan terrible fue vuestra angustia, cuando presentando en el templo magnífico de Jerusalén al adorable fruto de vuestro vientre sagrado, fue vuestra alma noble y generosa, rara y divina, penetrada del cuchillo más agudo, al oír y meditar la catástrofe de un Hijo tan inocente quien, por desarmar el brazo vengador de su ofendido Padre, quiso ser la victima de tormentos increíbles, y el precio infinito de nuestra libertad suspirada; cuánto, cuanto, bellísima María, compadezco vuestra cruel angustia en unos momentos de tan edificante y solemne ceremonia; pero consolaos, Señora mía, con que el augusto Presentado, fue la brillante luz de los gentiles, y la gloria inmortal del pueblo escogido; así como es ahora en el cielo ya glorioso y triunfante, el que respeta vuestra mediación poderosa en beneficio nuestro, para que seamos temporal y eternamente felices. Amén.


GOZOS

De vuestras angustias crueles
¿Quién podrá formar idea?
¡Oh soberana Señora!
Vos sois la esperanza nuestra.

Vos sois la mujer más grande.
Vos sois la mujer más bella,
Vos sois del sol adorada,
De la luna y las estrellas
Vuestras angustias excitan
La compasión dulce, tierna:

El artífice dichoso
Para hacer obra tan bella,
Se preparó comulgando
Al Autor de la belleza:
Con razón todos admiran
Una obra tan estupenda:

En este mundo tranquilo
Donde virtudes campean,
De mil almas virtuosas
Tan sublimes como tiernas,
Vuestra Soledad adoran
Y con ternura veneran:

Los que ocurren a este templo
Y os miran desde la puerta,
En lágrimas se deshacen
Sin poder resistir a ellas:
Porque os miran muy hermosa,
Y accesible en gran manera:

Los pecadores, los justos,
Los enfermos, aquí encuentran
Perdón, aumentos de gracia,
Y medicina estupenda:
Porque para todos sois
Respetable medianera:

Se rezan siete Ave Marías, se hace la petición y se concluye con la siguiente:

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Angustiada excelsa Virgen Madre; quién ha sido la causa de vuestras inefables penas, sino quien fue la causa del sacrificio cruel, ¿meritorio é inmortal de vuestro Hijo incomparable? A mí, pues, me toca enjugar vuestras lágrimas, ahogar vuestros suspiros, endulzar vuestras amarguras, embalsamar vuestras heridas, y convertir vuestro abatido semblante en el rostro más alegre y placentero; ¿Y de qué modo, Señora mía? Meditando en vos en los momentos que mi devoción os consagre. Vos, encerrada en ese nicho, me predicáis el útil recogimiento: vos, entregada constantemente al silencio, me instruís de sus preciosas ventajas; vos, con un semblante que pinta la más cruel angustia, pero dulce y apacible, me dais lecciones de la importante conformidad; y vos, asociada con las almas santas y ejemplares, me dais a entender, que no debo tratar sino con ángeles y no con personas que pongan obstáculos funestos a mi santificación apetecible y suspirada inmortalidad. Ea pues, angustiada María, inspiradme y cultivad en mí tan divinos sentimientos, y penetradme de vuestros disgustos inauditos, para tener después de mi muerte una gran parte en la inmensidad de vuestra gloria. Amén.

SOLILOQUIO

Oh amabilísimo Jesús de mi alma, cayó en este lago mi vida, y pusieron sobre mi Corazón la piedra! Ya llego, Hijo mío, la hora que se acabase nuestra compañía: ya llegó la triste hora de verme sola en la tierra: ya llegó la hora de que me lloren sola todas las criaturas; y ya llegó la última hora de apartarme de tu sepultura. ¿Pero dónde iré y moraré sin tu morada? cómo podré vivir sin tu vista? Oh hijo de mis entrañas! Aquí en este sepulcro he de perseverar de noche y de día, aunque me consuman los fríos, el sol y las aguas. Si tuve valor en mi pedí para verte crucificado, muerto y con el pecho abierto a mis ojos, también tendré aliento en mi alma para estarme en tu sepulcro sola. Gustosa aquí me sepultara para estar siempre donde tu estuvieras; más ya que no puede ser mi persona, sepúltese conmigo mi alma; y pues es tan tuya, aquí la pongo a tus pies con todo mi corazón, imprimiendo en esta piedra mis lágrimas para eterna memoria de mi soledad.



SEGUNDO DÍA

Angustiadísima Señora: cuánto os compadezco en vuestra huida a Egipto para libertar de un príncipe cruel y sanguinario, al Autor inocente de la paz y de la vida. Herodes ignoraba que la conservación del perseguido, era todo el plan seguro del amor, de la misericordia y de la justicia; por eso vos, impulsada por una fuerza tan oportuna como celestial, emprendisteis un viaje fatigoso, acompañada del varón justo, escoltada de los espíritus soberanos, y sosteniendo el dulce peso de un Niño Dios, que era el placer incomparable de los cielos y la tierra. Gracias os damos, Señora, por vuestra conformidad en la cruel angustia de este viaje memorable, y humildemente os pedimos nos alcancéis del augusto Libertado, la pronta fuga de todos los peligros de alma y cuerpo, para venerar como conviene tan dolorosas fatigas, y proporcionarnos de este modo nuestra felicidad temporal y eterna. Amén.

SOLILOQUIO

Si según su mérito he de llorar yo a mi difunto Hijo, ¿quién dará fuentes de lágrimas a mis ojos, y mares a mi cabeza para llorar estos tres días? Oh difunto Hijo de la más dichosa madre! no te puedo llorar como mereces. ¿Qué madre tuviera a Dios por Hijo que no se deshiciera en llanto? Si toda mi alma se trasformará en penas, si todo mi cuerpo se convirtiera en lágrimas, aun fuera muy poco para tu merecimiento. Ayudadme, discípulo amado; ayudadme, maestra de lágrimas Magdalena; ayudadme, mujeres piadosas; ayudadme ángeles y hombres, ayudadme a llorar la pasión y muerte de mi Hijo Dios, y luego después lloradme a mí que me ha puesto en tan lastimosa soledad.


TERCERO DÍA

Angustiadísima Virgen Madre; este título tan glorioso y tierno, os causó, Señora, una pesadumbre ¡decible, cuando en compañía del más puro y fiel de los esposos, echasteis menos a vuestro Jesús, al volver a Jerusalén. ¡Qué de temores por tan dolorosa pérdida! qué de lágrimas por su inesperada desaparición! ¡qué vueltas y revueltas! ¡qué preguntas, qué sospechas y sentidas conversaciones! Y todo ciertamente, lo más natural y más debido. Pero después, Señora, que se presenta a vuestros divinos ojos, y a los afectos incomparables de vuestro Corazón maternal, en el augusto templo, disputando con los doctores, y disipando con sus divinas luces las sombras de su ignorancia, promoviendo de este modo solemne y ejemplarmente los sagrados intereses de su Padre celestial. ¡Qué alegría tan pura para vuestra alma angustiada antes por su pérdida! ¡qué recobró tan sorprendente! ¡qué posesión tan feliz, y qué momentos tan afortunados! Concededme, pues, ¡olí Virgen de la Soledad! en albricias de júbilo tan tierno y memorable, que cuando tenga la desgracia de perder por la culpa a tan accesible y generoso Redentor, lo encuentre en el santo templo y ú los pies de su respetable ministro, por una verdadera y fructuosa penitencia, dádiva de vuestra mediación, fruto precioso de su muerte, y prenda rica y segura de mi eterna bienaventuranza. Amén.

SOLILOQUIO

Oh Hijo de mis entrañas Jesús! ya me es preciso el irme de aquí. ¡Pero qué digo! ¿Cómo es posible el irme, si es dejarte? ¿Qué embarazo hallas en que yo me muera? Si ya se acabó tu pasión y tu vida, acábese Cambien la mía arrimada a esta piedra, y darás a mi cuerpo la honra de enterrarme junto a tu sepulcro; pero Hijo y Dios mío, quiero la muerte, si tú quieres que yo en tanta soledad viva; pues siendo tu querer el mejor, a este se rinde gustosa mi voluntad. A Dios, Hijo mío, ¡Jesús! ¡A Dios, Hijo de mi corazón! A Dios pido resucites con presteza para que resucite mi alma. ¡Y oh sepulcro del más hermoso cielo! ¡A Dios, tesoro del cadáver más rico! A Dios relicario del más bello cuerpo, quédate en paz glorioso con mi Jesús, mientras yo voy a llorar mi soledad.

CUARTO DÍA

Angustiadísima Señora mía: oh qué dolor tan vivo y tan profundo el de vuestro Corazón maternal, al ver en la calle de la Amargura el más bello de los hijos de los hombres, en el más lastimoso estado, ha carrera tan dolorosa, se os presenta un Soberano reducido a la condición de un siervo, un Ser de fortaleza invicta, agobiado bajo el peso de una cruz; un Dios de inocencia y santidad con el degradante estertor de un hombre criminal, digno de un suplicio infame; y un Hijo vuestro, adocenado con los hijos de las mujeres oscuras y vulgares. Yo Señora mía, no extravío que los ángeles, entonces invisibles, escribieran con su undoso llanto en la memoria de las generaciones agraciadas, un encuentro tan lastimoso, que os hizo víctima inocente de la angustia más cruel y compasiva. Los suspiros, las lágrimas, la dolorosa meditación de millones de almas escogidas, serán hasta la consumación de los siglos, sagradas ofrendas y tiernos homenajes que os presenten y tributen en las aras de su compasión laudable. Yo con ellas, Señora mía, os compadezco, os admiro, y os adoro en este paso tan sensible: alcanzadme la perseverancia en tan religiosos sentimientos, y que yo sea después de mi muerte, por vuestra poderosa intercesión, uno de los participantes de vuestro júbilo puro, tan debido como celestial y eterno. Amén.

SOLILOQUIO

¿Oh vosotros que andáis el camino del dolor, adonde me lleváis? dónde cabe que yo me aparte de aquí? qué dirá de mi corazón mi alma, ¿si yo lo pierdo de vista? qué dirá de mí el Padre Eterno, que me aparto del cadáver de su Unigénito Hijo? qué dirá la eterna Sabiduría de que dejo sola en el sepulcro la carne que tomó en mis entrañas? qué de mi amor el Espíritu Santo, que dejo solo el cadáver más precioso? en qué se conocerá que soy yo la Madre del mejor Hijo? yo a tomar descanso, y mi Dios Hijo en un sepulcro! ¡Mi Jesús en una oscura soledad, y yo entrarme en Jerusalén! ¿qué madre soy? ¡que amor le tengo, pues no me vuelvo aprisa al sepulcro! Primero es mi cariño que mi descanso, primero es mi honra que mi vida, pues vuelva yo al Calvario, y persevere de noche y de día en el sepulcro, hasta que mis ojos lo vean resucitado. Pero si por disposición del Altísimo ha de ser mi alma mártir en todo, séalo también en perder de vista el sepulcro. Vamos a mi mayor soledad, que en hacer yo siempre la voluntad de mi Dios, consiste mi honor, mi amor y mi maternidad.

QUINTO DÍA

Angustiadísima Señora: ¡estáis ya, qué dolor! en la alta cumbre del monte de la mirra, con los dulces y bellos ojos fijos en el más tierno y solemne espectáculo: se les presenta llagado de la cabeza a los pies, el más hermoso de los hijos de los hombres, asegurado con los clavos más agudos en un suplicio tan infame como desmerecido. No hay ciertamente ideas ni palabras adecuadas para pintar en el lienzo de la grande historia de los crímenes, el que inundó vuestro espíritu soberano de la angustia más cruel. ¡Qué estupidez la del hombre! Clavar unas manos divinas que derramaban la abundancia, y sostenían en un perfecto equilibrio la máquina del universo, para que no tocara su disolución horrenda; dejar sin movimientos unos pies que corrieron toda la Palestina en busca de los pecadores y enfermos, para darles la gracia y la salud; y colocar ensangrentado y moribundo al Hijo del Eterno Padre, en quien tenía sus amorosas complacencias. Pero Virgen hermosa y angustiada, la previsión de los preciosos y útiles efectos de un sacrificio tan doloroso y tan sensible, debió restablecer en vuestro espíritu la dulce tranquilidad. Vuestro Hijo muere; pero la justicia del Eterno Padre queda satisfecha: la redención del hombre dichosamente consumada, y de su costado cruelmente herido nace una Iglesia inmortal y pura, ataviada con las joyas de unos Sacramentos, ¡que darán al Esposo en cada uno de los fieles! dignos de tan augusto nombre, inocencia y fortaleza, perdón y alimento, victoria, carácter y grata fecundidad. Consolaos, pues Señora, y consolad nos, para que vuestras angustias crueles, meditadas y sentidas por nosotros, sean semillas nobles y fecundas de nuestro verdadero honor, de nuestra sólida dicha de nuestra deseada y feliz inmortalidad. Amén.

SOLILOQUIO

Oh dulcísimo Hijo mío Jesús! ¿Dónde estás? ¿Como ya no te veo, y cómo sin verte vivo? ¿Sepultado mi Hijo Dios, y yo sin morir? No lo creyera de mi corazón. Oh Juan, discípulo amado muéstrame a tu divino Maestro! Oh Magdalena! ¿dónde está aquel amabilísimo Jesús que tanto amabas? ¡Oh parientas mías María Cleofás y María Salomé! ¿Qué se ha hecho vuestro pariente Jesús? Murió todo nuestro gozo, y murió en una afrentosa cruz: murió atormentada de espinas su cabeza, clavados sus pies y manos, alanceado su pecho, desnudo y desamparado de todos. De qué hombre, por malísimo que haya sido, ¡se lee tal vilipendio! Oh Hijo mío! Anoche te prendieron, esta mañana le azotaron y sentenciaron, a medio día te crucificaron, esta tarde te vi muerto y sepultado, y ahora tan lejos de mí, que aún no puedo ver tu sepulcro. ¡Oh qué bien dijo el profeta que mi amargura había de pasar a amarguísima! ¿Porque qué amargura más amarga que esta soledad y memoria?

SEXTO DÍA

Virgen angustiadísima: en esta situación lastimosa del descendimiento de vuestro Jesús divino y amado, os considero sagrada víctima de un dolor incomparable. ¿Quién desclavará y bajará del suplicio más afrentoso el Cuerpo sagrado y purísimo? Quien os proporcionará un lienzo para cubrir su desnudez? ¿y quién un sepulcro para depositar el tesoro de los cielos y la tierra? Consolaos, Señora mía, porque la divina Providencia no puede dejar sin cubrir tan piadosas necesidades, de la que es su Hija querida, su Madre pura y amante, y su Esposa inmaculada y fiel. Varones justos serán sus instrumentos, varones justos, cuya piedad ilustre forma el carácter más meritorio y apreciable, harán con ternura y placer unos oficios, que sonarán en los fastos de la misericordia hasta la consumación de los siglos. Alcanzad me, Señora, por vuestra intercesión eficaz y omnipotente, que la piedad indisputable de los ministros sagrados de la reconciliación me sepárenmela pasión dominante, me vistan con la túnica purísima de la gracia, y me escondan de las asechanzas de mis enemigos despiadados en el alegre sepulcro de la conversión más apetecible y ejemplar, para que pongáis en ejercicio la tierna advocación de refugio de pecadores, que siempre ha sido mi única esperanza de salud, de gracia, de preciosa muerte, y de feliz y eterna inmortalidad Amén.

SOLILOQUIO

Oh Jesús de mi corazón! mira mi pobreza y soledad: ni tengo casa donde para mi decencia y la tuya recoger mi pobre persona tengo donde reclinar la cabeza ni me han quedado padres a quien volver la cara ni tengo a mi celestial esposo que con su justo trabajo nos buscaba a ti y el alimento. La orfandad de mis padres Señora Santa Ana y Señor San Joaquín, lanudo suplir mi esposo José. La viudez de mi esposo José no me era penosa viviendo tú mí Jesús; pero muerto tú, mi Jesús, que eres mi Padre, mi Esposo, mi Hijo y mi Dios ¿cómo he de vivir en tanto desamparo, pobreza y soledad? Oh Jesús de mi corazón! amo por toda mi vida la virtud de la pobreza, venero y adoro tu sabia providencia divina, que sabiendo esto no escusaste privarme de tan dichosos padres y de tan feliz esposo. Y te ruego, por esta orfandad y viudez, resucites presto para alivio de mi soledad.


SÉPTIMO DÍA

Señora y Madre mía de la Soledad: ya queda en un sepulcro nuevo, ungido con esencias aromáticas, envuelto con un sudario de más valor que la púrpura de los reyes, y empapada en las preciosas lágrimas vuestras, y de los espíritus soberanos, el cadáver adorable del que tuvo con vos las más íntimas y respetables relaciones. Ya estáis llorando en el más fúnebre silencioso recinto, la congojosa muerte del que nos ha dado con ella una vida feliz e interminable: vuestros lindos y modestos ojos, oscurecidos ahora con las sombras del más justo dolor, no tardan en deslumbrarse con los esplendores de su inmortal triunfo: vos la primera gozareis de su presencia, y entonces los instrumentos de su cruel martirio, serán marcados para siempre con vuestros ósculos, como los de la paz, salud, gloria y perpetua felicidad del género humano. Bendita sea, y siempre celebrada en este santo templo y fuera de él, una Soledad, que, constituyendo vuestra solemne y maravillosa advocación, es nuestro precio, nuestra paz, nuestro placer, ventura y esperanza. Vuestras sagradas angustias que hemos bendecido y adorado en el curso de estos nueve días, nos garanticen por la aceptación divina, y por vuestra eficaz y poderosa intercesión, todos los bienes de ambos órdenes, espiritual y temporal, que, como pasajeros en la tierra, y habitantes futuros del empíreo, deseamos, y humildemente os pedimos. Por vos, Señora, triunfe la fe de la incredulidad; la gracia, del pecado; la paz, de la discordia; la abundancia, de la escasez; la salud, de la enfermedad; y que cada uno de vuestros devotos y reconocidos amantes hijos, comenzando a dormir reclinados sobre vuestro pecho dulce, sensible y maternal, el sueño de la muerte, despertemos algún día con júbilo y placer eterno en la mansión afortunada de los dichosos escogidos. Amén.

SOLILOQUIO

¡Oh Hijo de mis entrañas, Jesús! ¿Qué para tal muerte y pasión te concebí, le parí y te crie? Con gusto hemos conversado en esta vida, a nadie hemos agraviado fielmente me has atendido y yo con toda fidelidad te he servido como a mi Hijo Dios verdadero. Pero ¿porque motivo los cruelísimos judíos te crucificaron? ¿qué causa diste para que te dieran tan afrentosa muerte? cometiste alguna maldad para que te sentenciasen así? No, hijo amabilísimo dignación tuya ha sido redimir tan á costa luya y mía al género humano, dejándoles a mares la doctrina y los ejemplos. Gustosísima me ha sido esta redención de que puedo recibir los plácemes por la gloría que se sigue a Dios y a los hombres.

OCTAVO DÍA

¡Oh Jesús, oh Dios de piedad y misericordia! me pesa de todo mi corazón de haber considerado tan poco aquella Hora en que moriste por mí con tanto amor: dejé pasarla tantas veces, sin agradecerte en ella aquella muerte y tu amor: pésame, Señor, me pesa pídote perdón con toda humildad, y espero, mediante el favor de tu gracia, que me acordaré en adelante de aquella dichosa Hora, con más agradecimiento y correspondencia de amor; lo espero, Señor mío Jesucristo, y le pido este favor para mí y para todas las criaturas, por los méritos de aquella santa muerte. Te doy infinitas gracias, oh Jesús, de haber padecido por mí en aquella Hora tan afrentosa v dolorosa muerte, por mí, miserable é ingrata criatura: te ofrezco los méritos de tu pasión santísima, muerte y cruz, porque, aunque seas mi juez, eres también mi salvador: no quiero entrar de otra suerte contigo en juicio, si no es poniendo tus santísimos méritos y muerte, entre ti y mi alma pecadora. Dadme, oh Jesús, dadme a mí, y a todas las criaturas, por tu muerte santísima, dolorosísima, la gracia de morir a los pecados y a todo lo criado fuera de ti, para vivir solamente por ti y en ti. Oh Jesús, por tu muerte santísima, dad en aquella Hora la vida a algunos pecadores: hacedles misericordia, por haber muerto en esa Hora por todos ellos. Jesús crucificado, por tu muerte santísima, por tu sangre preciosísima, y por tus llagas, perdonadme todos mis pecados conocidos y no conocidos. Oh Dios Padre, Padre de misericordia, te ofrezco tu amantísimo Hijo pendiente en la Cruz, todo llagado, traspasado de los clavos y espinas, todo ensangrentado y muerto por nosotros. Y por eso, aunque mis maldades me repulsen de ti, su amor me llama y me convida a ti. Y cuanto más me agravan y me humillan mis maldades, tanto más me levantan, alegran y consuelan sus piedades: toda nuestra esperanza está, en que somos sus hermanos, sus miembros, su carne y sus huesos, pues él es nuestra cabeza. Satisface en todo rigor y abundancia a tu justicia, por las ofensas de todo el mundo: el ruega y llora por nosotros: su santísima ánima está triste hasta la muerte por nosotros, está en agonía, y en un grandísimo desamparo por nosotros: clama con una voz grande por nosotros, y muere de amor por nosotros. Recibe, Padre de piedad, ese sacrificio divino: él se encargó de nuestras deudas, él es nuestro rescate, nuestro interventor, nuestro abogado, y nuestra vida. Él es el Cordero de Dios inocentísimo y sin mancha, quien quita los pecados del mundo: lo que te ofrecemos, Señor, es la sangre de un Dios derramada por nosotros, es la muerte de un Dios padecida por nosotros, es Dios mismo, que vuestro amor nos ha dado con todos los tesoros de su piedad; por su amor y por su muerte danos la vida. Amén.

ORACIÓN

Acuérdate, piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído que acogiéndose alguno a tu amparo, solicitando tu favor 5pidiendo tu ayuda, haya sido desamparado. Animado yo con tal confianza, vengo a ti, a ti ocurro, delante de ti, pobre pecador gimiendo asisto: no quieras despreciar. Madre del Verbo, mis palabras, sino óyelas Y escúchalas favorable, por tus siete principales acerbísimos dolores. Amén Jesús.

SOLILOQUIO

¡Oh Nazareno mío, que dabas consuelo a los vivos, y dabas vida a los muertos! ¡oh gran Profeta, poderoso en obras y palabras! ¿qué hiciste para que los judíos te crucificaran? ¿Son estas las gracias que dan a tus buenas obras? ¿es esta la paga de tu verdadera doctrina? ¿es este el premio que dan a la virtud y milagros? ¿tanto han podido las manos de los hombres contra su humanado Dios? ¿á esto ha llegado la maldad del mundo? ¿á tanto ha llegado la malicia del demonio? ¿á tanto ha llegado la bondad y clemencia de mi Hijo? ¿tan grande es el aborrecimiento que tiene Dios al pecado? ¿tan grande es el rigor de la divina justicia? ¿en tanto estima Dios la salvación de las almas? ¡Oh Hijo de mi corazón, Jesús! Mira como estoy en mi soledad, ten misericordia de mí; apresura tu resurrección, mira que voy a toda prisa a espirar.

NOVENO DÍA

Purísima Virgen, afligidísima Señora, santísima María; ¿qué haré yo para consolarte en la terrible pena que padeces? ¿Con qué palabras te significaré el dolor que me parte el corazón al verte en tan lastimosa soledad? Ha muerto, Señora, el Hijo de tus entrañas, la lumbre de tus ojos, el alma de tu vida, la vida de tu alma, el objeto más tierno de tu amor. Tú lo viste espiraren un madero infame: tú lo viste acabar la vida con una muerte lastimosa y afrentosa: tus ojos fueron testigos de los agudos dolores, de los atroces tormentos que estuvo tolerando por espacio de tres horas: tú lo oíste quejarse de la sed que le afligía, Y no pudiste socorrerlo en tan triste coyuntura: tú lo viste dar las últimas boqueadas, sin poderle ministrar el más ligero alivio, y ahora estás repasando en tu memoria todo este tropel de penas y congojas; que cosa puede haber que le consuele? Yo no la encuentro, Señora, y solo vengo a suplicarte me permitas hacerte compañía, le acompañaré compadecido y lastimado de tu desamparo: te acompañare arrepentido de la mucha parte que he tenido en tu aflicción: te acompañaré resuello ano apartarme de tu presencia un solo instante, a no olvidar jamás tu pena, y a pedirle la gracia de morir de dolor de haber pecado. Amén.

SOLILOQUIO

¡Oh Redentor del Mundo, que no pudiendo todas las criaturas posibles destruir el pecado, bajaste del cielo para con tu muerte destruirlo! ¿y que ha de haber criaturas tuyas que desprecien tu preciosísima Sangre? ¿Qué, no se han de salvar todos, cuando por salvar a todos has muerto? ¿Qué, lo que padeciste por salvarlos les ha de servir a muchos de mayor tormento? ¿Qué, muchos de los que mi Hijo Dios me dio al pie de la cruz por Hijo adoptivo, han de ir a ser esclavos eternos del demonio? ¡Oh Hijo de mi corazón, Jesús! ¿Cómo yo estoy en esta soledad viva, sabiendo que hay almas por quienes has derramado en vano tu sangre preciosa? Sábete, Hijo mío Dios, que lo que dejo en esto de sentir es porque no puedo sentirlo más.