> SoydelaVirgen : 09/07/20

--------------------------------------------- San Martin de Tours y La Virgen de los Buenos Aires / La Inmaculada Concepción y San Ponciano | Patronos de la Ciudad de Buenos Aires / Patronos de la Ciudad de La Plata -----------------------

MES DE SEPTIEMBRE: 7° Día de la Mes de la Virgen de los Dolores

 


MES DE SEPTIEMBRE CONSAGRADO A LOS SIETE DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA

ORACIÓN DE PREPARACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Dios y Señor mío, que por el hombre ingrato os hicisteis también hombre, sin dejar por eso la divinidad, y os sujetasteis a las miserias que consigo lleva tal condición; a vuestros pies se postran la más inferior de todas vuestras criaturas y la más ingrata a vuestras misericordias, trayendo sujetas las potencias del alma con las cadenas fuertes del amor, y los sentidos del cuerpo con las prisiones estrechísimas de la más pronta voluntad, para rendirlos y consagrarlos desde hoy a vuestro santo servicio. Bien conozco, dueño mío, que merezco sin duda alguna ser arrojado de vuestra soberana presencia por mis repetidas culpas y continuos pecados, sepultándome vuestra justicia en lo profundo del abismo en castigo de ellos; más la rectitud de mi intención, y el noble objeto que me coloca ante vos en este afortunado momento, estoy seguro, mi buen Dios, Dios de mi alma, suavizará el rigor de vuestra indignación, y me hará digno de llamaros sin rubor.... Padre de misericordia.

No es esta otra más que el implorar los auxilios de vuestra gracia y los dones de vuestra bondad para que, derramados sobre el corazón del más indigno siervo de vuestra Madre, que atraído por su amor y dulcemente enajenado por su fineza viene a pedir esta merced, reflexione y contemple debidamente sus amargos dolores, y causarla de esta manera algún alivio en cuanto sea susceptible con esta ocupación y la seria meditación de mis culpas. Concededme, Señor, lo que os pido por la intercesión de vuestra Madre, a quien tanto amáis. Y vos, purísima Virgen y afligidísima Reina mía, interponed vuestra mediación para que vuestro siervo consiga lo que pide. Yo, amantísima Madre de mi corazón, lo tengo por seguro de vuestra clemencia; porque sé que todo el que os venera alcanzará lo que suplica, y. aunque este en la tribulación se librará de ella, pues no tenéis corazón para deleitaros en nuestras desgracias, y disfrutáis de tanto poder en el cielo que tenéis el primado en toda nación y pueblo ¡Feliz mil veces acierto a conseguir vuestras gracias para emplearme en tan laudable ejercicio! Derramad, Señora, sobre mí vuestras soberanas bendiciones; muévase mi alma a sentimiento en la consideración de vuestros santísimos dolores; inflamese mi voluntad para amaros cada vez más. Entonces sí que os podré decir: "Oh Señora, yo soy tu siervo" Consiga yo, en fin, cuanto os pido, siendo para mayor honra de Dios y gloria vuestra, como lo espero, consiguiendo seguro la salvación de mi alma. Amén.

DÍA VII

¡Cuán terrible sería vuestra aflicción Virgen santa! ¡Qué momentos tan amargos! ¡O pérdida la más sensible y dolorosa del mundo! No habíais aún, triste Virgen, conocido en vuestro Hijo señal alguna que os indicase estaría próxima su muerte. No esperabais de manera alguna tan funesto suceso Y sin embargo, Jesús ya no está contigo Jesús no está como en otras ocasiones delante de tus ojos, aliviando con su presencia tus penas Ah esto sí que es un desconsuelo Tampoco era de extrañar, Madre mía, presumieseis que los pérfidos judíos, movidos de algún estímulo de envidia, hubiesen ejecutado en él algún atentado ¡Qué ansias qué dudas qué temores os afligen! Como las cosas que por alguna violencia están fuera de su centro se inclinan a él, así vuestro amoroso pecho apetecía la vista de su querido y regalado padre, esposo y señor No perdonasteis diligencias y desvelos hasta encontrarle; no disteis reposo alguno a vuestro corazón hasta verle y hallarle

¡Digno ejemplo! ¡Admirable lección para nosotros, que habiendo perdido la prenda preciosa e inestimable de la gracia, nos estamos tranquilos y sin poner diligencia alguna para buscarla! ¡O desvarío y necedad digna de llorarse con lágrimas de sangre! ¡Vos, reina de mi vida, no os juzgabais ni teníais por segura sin vuestro amado Hijo, que era vuestro consuelo y vida, y nosotros, habiendo visto huir de nosotros a la que nos conduce a la patria feliz , y sin la que no podemos ver ni gozar al que es la alegría de los ángeles, y forma la felicidad esencial de los santos vivimos tan sin pena, que parece nada nos falta y que todo lo tenemos en casa!

Estoy persuadido, Señora, de que no conocemos el estado tan fatal de nuestra alma en semejante situación, porque si consideramos que sin la gracia de Dios somos como sepulcros descubiertos que exhalan un fetidísimo hedor vasos de ira y de maldición mansión de los demonios leños secos y preparados para el fuego eterno objeto el más despreciable y provocador a los ojos de Dios no estaríamos un instante sin ella, ni daríamos otra vez cabida al pecado para robárnosla Si por el 'contrario considerásemos los bienes de esta gracia ; si reflexionáramos que es un adorno y vestidura imprescindible para entrar en aquel celestial convite de la gloria; que por ella nos hacemos amigos de Dios, sus delicias y, si se puede así decir, su embeleso y encanto, no haríamos
tan poco caso ni la miraríamos con tanto descuido. Si escuchásemos a que Ezequiel nos dice: "Que en cuanto el justo se aparta de su justicia y obra la iniquidad pierde el mérito de todas ellas, y el Señor no las recordará;" que el Apóstol nos exhorta a obrar con temor y temblor nuestra felicidad eterna;" y por último, a lo que él mismo escribe a los de Éfeso: "Tened entendido que todo fornicador, o inmundo, o avaro no tiene parte en la herencia del Señor," no correríamos tan precipitados en pos de nuestros vicios; no amaríamos tanto los bienes perecederos del mundo; no estimaríamos tanto sus honores y vanidades; solo la gracia, la gracia solo de Dios tendría el lugar preferente en nuestro corazón ¿De qué me sirven, Madre y Señora mía, todas las cosas de esta vida si de la noche a la mañana desaparezco de ella y soy trasladado al tribunal del Señor, supremo juez de todas mis acciones?

¡O gracia, exclamaré entonces, o gracia, que ahora me eres tan necesaria! ¡O justificación o inculpabilidad de vida! ¿dónde estás? ¡Los pasatiempos y vanidades de la tierra me han desamparado, dejándome en manos de mi condenación! ¡Ven, ven a mí, que contigo alcanzaré el perdón! ¡Pero ah cuán tarde te pretendo cuando ya no te puedo lograr! Mas ahora que tengo tiempo, Virgen Santísima, ahora que con esta reflexión me encuentro sumamente convencido, os prometo no mirarla ya con tanto descuido; si la pierdo o he perdido por mi debilidad y miseria, la buscaré con el mismo cuidado que vos al autor de ella vuestro Hijo Jesús, y no des cansaré hasta encontrarla, viviendo hasta tanto en un continuo desasosiego; que si así lo hago seré el más feliz de vuestros siervos, asegurando para siempre mi eterna fortuna.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS.

¿Por qué, o Dios mío, no he de daros las más humildes gracias, cuando en esta breve consideración os habéis dignado comunicar a mi alma los importantísimos conocimientos de unas verdades que tan olvidadas y menospreciadas tenía por mi abandono y necedad? ¿Por qué no he de concluir este saludable ejercicio rindiéndoos las más profundas alabanzas, cuando en él siento haberse encendido en mi corazón la llama del amor divino, que tan amortiguada es taba por un necio desvarío y por una fatal corrupción de mi entendimiento? Y pues que vos, que sois la verdad infalible y el verdadero camino que conduce a la patria celestial, habéis tenido a bien de comunicar a mi alma los efectos propios de vuestro amor, con los que puedo distinguir lo cierto é indudable que me sea útil a la salvación, y lo falso y mentiroso que me precipitará a mi perdición, por tanto, Señor, quiero aprovecharme desde este momento de tan divinas instrucciones, para caminar con libertad y seguridad entre tantos estorbos y peligros como me presenta este mundo miserable, y de este modo llegar más pronto a unirme con vos. Consígalo así, Virgen Santísima, para vivir compadeciéndome de vuestros dolores y aflicciones, y cumpliendo la promesa que os hice de ser siervo vuestro. Esta sea mi ocupación, estos mis desvelos y cuidados en este valle de lágrimas, porque así después disfrute en la celestial Jerusalén de vuestra compañía, en unión de tantos fieles Servitas que recibieron ya el premio de vuestros servicios, reinando a vuestro lado por los siglos de los siglos. Amen.

7 de Septiembre: Memoria Litúrgica de santa Regina, virgen y mártir

 


Hija de un ciudadano pagano de Alise, en Borgoña, la santa -cuya madre falleció al dar la luz- fue entregada a una nodriza que era cristiana y que la educó en la fe. Su belleza atrajo las miradas del prefecto Olybrius, quien, al saber que era de noble linaje, quiso casarse con ella, pero ella se negó a aceptarlo y no quiso atender los discursos de su padre, quien trataba de convencerla para que se casara con un hombre tan rico.

Ante su obstinación, su padre decidió encerrarla en un calabozo y, como pasaba el tiempo sin que Regina cediese, Olybrius desahogó su cólera haciendo azotar a la joven y sometiéndola a otros tormentos. Una de aquellas noches, recibió en su calabozo el consuelo de una visión de la cruz al tiempo que una voz le decía que su liberación esta próxima. Al otro día, Olybrius ordenó que fuera torturada de nuevo y que fuera decapitada después. En el momento de la ejecución, apareció una paloma blanquísima que causó la conversión de muchos de los presentes.