> SoydelaVirgen : 06/13/20

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13 de Junio: Segunda Aparición de la Virgen Santísima en Fátima



Día 13 de junio de 1917.- 

Después de rezar el Rosario con Jacinta y Francisco y algunas personas que estaban presentes, vimos de nuevo el reflejo de la luz que se acercaba (y que llamábamos relámpago), y en seguida a Nuestra Señora sobre la encina, todo lo mismo que en mayo. 

-¿Qué quiere Usted de mí? - pregunté.
-Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene; que recéis el Rosario todos los días y que aprendáis a leer. Después diré lo que quiero. 
Pedí la curación de un enfermo. 
- Si se convierte, se curará durante el año.
- Quería pedirle que nos llevase al Cielo.
- Sí; a Jacinta y a Francisco los llevaré pronto. Pero tú quedarás aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. Él quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien la abrazare, le prometo la salvación; y estas almas serán amadas por Dios, como flores puestas por mí para adornar su Trono. 
- ¿Me quedo aquí sola? - pregunté, con pena. 
- No, hija. ¿Y tú sufres mucho? No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios. 

Fue en el momento en que dijo estas palabras, cuando abrió las manos y nos comunicó, por segunda vez, el reflejo de esa luz inmensa. En ella nos veíamos como sumergidos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se elevaba al Cielo y yo en la que esparcía sobre la tierra. 
Delante de la palma de la mano derecha de Nuestra Señora estaba un corazón, cercado de espinas, que parecían estar clavadas en él. 
Comprendimos que era el Inmaculado Corazón de María, ultrajado por los pecados de la Humanidad que pedía reparación. 


Himno a san Antonio de Padua



¡Salve, Antonio, venerado
con el bello lirio blanco,
el libro del Evangelio
y el Niño Dios en los brazos!

 El candor en ti rebosa
del corazón a los labios;
con alma pura penetras
la luz del Verbo encarnado.

Sagrario de la Escritura
eres por el Verbo santo
martillo de la mentira
y bálsamo de apenados.

A ti los pobres se acercan
buscando pan y milagros,
porque eres pobre y sencillo,
hermano entre los hermanos.

Cristo sólo es tu prodigio,
tu ciencia y poder sagrado,
Cristo en tu fe y tu deleite,
Cristo en tus brazos mostrado.

¡Honor a Cristo bendito,
presente en su pecho amado;
honor a Cristo en Antonio,
que en Cristo fue consumado! Amén.

(Himno de Laudes en la Fiesta de San Antonio de Padua, según el propio de la Orden Franciscana)

El Sábado día dedicado a la Virgen María



¿Por qué la Iglesia consagró el sábado al culto de Nuestra Señora? Desde el principio de los tiempos, la Santa Madre del Creador ha sido amada y venerada al modo que Cristo deseó para Ella. A lo largo de su historia, la Esposa del Señor buscó formas de honrarla y servirla adecuadamente. Conozca, pues, el origen de esta costumbre instituida por el Papa Beato Urbano II.


El Papa Beato Urbano II, habiendo huido a Francia por causa del emperador Enrique III, que le perseguía, celebró el Concilio en Claramonte, y ordenando diversas cosas para la gobernación del clero, mandó que se rezase cada día el Oficio de Nuestra Señora, y los sábados, si no hubiese Doble o Semidoble, fuese rezado el de Ella. Fue el primer Pontífice que concedió Cruzada contra infieles. Lo dice San Antonio de Florencia en su Segunda Parte Historial.

¿Por qué se dio el día del sábado a la Virgen? 
Hay algunas razones y congruencias. Una es porque el día que padeció algún santo suele celebrarse su fiesta, y la Virgen, si padeció martirio, fue el Viernes y el Sábado Santo. El Viernes fue dedicado al martirio del Hijo, y vino bien que el Sábado siguiente se dedicase al martirio de la Madre.

Es otra razón que, así como en el día del sábado cesó Dios las obras de la Creación y descansó, en ninguna alma descansó así el Espíritu Santo, como en la de Cristo y en la de su Soberana Madre. En las otras almas hubo alguna repugnancia, a lo menos de Pecado Original, y algún venial, mas en la de Cristo y en la de la Virgen no hubo tal repugnancia, pues ni hubo pecado venial ni Original.

Es la tercera razón que Dios bendijo el día del Sábado; así la bienaventurada Virgen María fue bendita por las tres Personas: el Padre la bendijo escogiéndola por Hija, el Hijo la bendijo escogiéndola por madre y el Espíritu Santo la bendijo escogiéndola por esposa. El ángel la bendijo cuando la saludó, y todo el mundo la bendice, porque la reverencia y loa.

La cuarta razón es porque el Sábado es medio entre el día del gozo, que es el Domingo, y el día penoso, que es el Viernes; así la Virgen es medianera entre Dios y los hombres.

La Devoción de san Antonio de Padua a la Virgen María



San Antonio, como todo buen franciscano, profesaba gran amor, devoción, admiración y veneración por la Santísima Madre de Dios, la Virgen María. La natividad de la Virgen, todas sus virtudes, la Anunciación, la maternidad divina, el dolor de ver sufrir y morir a su Hijo, su espíritu de oración, etc., fueron algunos de los muchos argumentos tratados por el beato Antonio en sus prédicas al pueblo de Dios. En éste y otros próximos artículos, nos aproximaremos a descubrir la intensa espiritualidad mariana del Santo.

LA NATIVIDAD DE LA VIRGEN

Dice San Antonio: «Orgullo de las alturas, firmamento de pureza, talla vista del cielo en su espectáculo de gloria (Si 43,1). Estas palabras resaltan la pureza de la natividad de María. Como cada estrella se distingue de las demás por su resplandor, de la misma manera la natividad de la beata Virgen María se distingue de la de todos los otros santos. La natividad de María colmó de luz el mundo, que antes estaba entre nieblas y sombras de muerte».
En primer lugar, el Santo destaca la pureza de la natividad de María. Un verdadero "firmamento de pureza", un "espectáculo de gloria", constituye la concepción de aquella que fue preservada del pecado original, a fin de acoger dignamente en su vientre al Hijo de Dios. En efecto, María es la lnmaculada Concepción, cuya integridad no fue opacada por ningún tipo de mancha.
Por eso, el resplandor de su nacimiento se distingue claramente del nacimiento de todos los otros santos. Estos, gozaron de los beneficios de la redención actuada por el Hijo de Dios, pero portaron en sí, como todos los mortales, la herida producida por el pecado original.

EL NOMBRE DE MARÍA

Afirma el Santo: «"El nombre de la Virgen era María" (Lc 1 ,27). Este nombre es una torre inexpugnable. El pecador que se refugie junto a ella será salvado. Nombre dulce, nombre que reconforta al pecador, nombre de beata esperanza. "Señora, tu nombre es suspiro del alma". "Tu nombre es perfume de unción". El nombre de María es alegría en el corazón, miel en la boca, melodía para los oídos».
Para la cultura hebraica, el nombre representa la persona misma. Puede expresar las circunstancias de su nacimiento y por ende le recuerda su historia, sus orígenes, y le anuncia su misión. Incluso, en el transcurso de la historia de una persona se puede dar un cambio de nombre, que simboliza una transformación importante que ha acontecido en su vida, tallo sucedido con Abraham y Sara (cf. Gen 17,5ss).
El nombre de Dios es aquel que posee el significado del nombre de todos los hombres y de todas las cosas, expresa la verdad de su obra y de su persona. El nombre de Dios, en el AT, se hizo prácticamente un sustitutivo de su persona, sin llegar a ser Dios mismo, por eso no se lo podía nombrar.
Teniendo en cuenta estos datos bíblicos no nos deben sorprender todos los atributos que San Antonio otorga al nombre de María. Lo compara con una 'torre', por lo tanto un refugio, un 'lugar' reconfortable, un lugar de esperanza. ¿Para quién?, para el pecador, para aquellos hijos que el Señor quiere rescatar.
El nombre de María es también comparado por el Santo con preciosos dones espirituales: "perfume de unción", es decir salud y consolación; el nombre de María es alegría, miel y melodía, o sea gozo, sentido y plenitud de vida. Todo esto pone de manifiesto todas las bendiciones de las cuales fue destinataria la Madre del Señor: "Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno" (Lc 1,42). Ella es realmente la mujer feliz que escuchó la Palabra y creyó (cf. Lc 1,45).

LA BELLEZA DE MARÍA

Predica el Santo: «De la belleza de María, su madre, dice el Hijo: "Tú eres bella, amiga mía, suave y graciosa como Jerusalén" (Cant. 6,4). Bella por la humildad, amiga por la caridad, suave por la contemplación, graciosa por la virginidad, como la Jerusalén celeste en la cual habita Dios. Y la Virgen es su morada, porque está escrito: "Quien me ha creado, reposó en mi tienda" (cf. Ecli. 24,10), es decir, en mi vientre».
María es comparada en primer lugar con Jerusalén, la ciudad santa, la ciudad del gran rey. Pero dando un paso más, el parangón llega a la Jerusalén celeste, la morada eterna de Dios, su reino definitivo.
María es bella porque es humilde, es decir, no una belleza excéntrica y de simple apariencia, sino una belleza que es reflejo de Aquel que es el Bello por excelencia, una belleza que da consistencia y transparencia a las cosas y a los seres.
María es amiga porque es caritativa, solidaria, pronta al servicio, acompañando a su prima Isabel, viendo la necesidad del vino en Cana, compartiendo la oración con los apóstoles, estando al pie de la cruz de su hijo y de todos los que sufren.
María es poseedora de una suavidad que no es simple delicadeza femenina, sino que le viene donada por la brisa constante del Espíritu, que sopla en lo profundo del corazón humano clamando ¡Abbá!, es decir ¡Padre! La suavidad que regala la mirada de Dios que purifica la mirada humana. Una suavidad de la cual se impregnan aquellos que toman contacto con el silencio eterno de Dios.
Su virginidad la hace 'graciosa', es decir llena de gracia. Esto es posible porque María dejó su corazón, de modo total y exclusivo, disponible para Dios. Por eso pudo ser colmada de la gracia del Señor, pues nada más buscó ni apeteció.
En fin, María fue tienda, morada, casa para el Señor, pues lo acogió y lo portó en su seno. Portó en su corazón al Bello por excelencia, que desde ella irradia belleza al mundo.

MARÍA POSEEDORA DE LAS VIRTUDES DE TODOS LOS JUSTOS

Nos enseña San Antonio: «La Virgen María, mientras permaneció aquí en la Iglesia militante, poseyó y practicó las virtudes de todos los justos. Efectivamente está escrito: "En mí toda la gracia del camino y la verdad, en mí toda esperanza de vida y de virtud". También tuvo una gran Piedad por los penitentes; por eso dijo: "No tienen vino", que es como decir: derrama, oh Hijo, sobre los penitentes la gracia de tu amor, porque no tienen el vino de la compunción» .
Afirma San Francisco de Asís que quien posee una virtud las posee a todas, y quien ofende a una de ellas a todas ofende. En sintonía de espíritu, el beato Antonio afirma que María, la gran mujer justa del Evangelio, posee y practica las virtudes de todos los justos. Esto equivale a decir, que quien quiera transitar los senderos de la justicia, en su ser y obrar, teniendo a María como modelo no equivocará los pasos. María, pues, es la Discípula que marcó el primer sendero de seguimiento de aquel que es Camino, Verdad y Vida. Por eso, su esperanza fue colmada de vida, de gracia y bendición. Ella es instrumento y mediadora preeminente para que la gracia del amor del Hijo se derrame sobre los penitentes.
 
Oremos con San Antonio: 

Señora nuestra,
única esperanza,
ilumina nuestra mente
con el esplendor de tu gracia,
purifícala con el candor de tu pureza,
cobíjala con el calor de tu presencia.
Reconcílianos a todos nosotros
con tu Hijo Jesús. Amén.

13 de Junio: Memoria Litúrgica de san Antonio de Padua, presbítero y doctor de la Iglesia



Nació en Lisboa, en 1195. Santo franciscano de origen portugués, sacerdote y doctor de la Iglesia. Su nombre de nacimiento era Fernando Martins; era hijo primogénito de Martín de Alfonso, caballero portugués descendiente de nobles franceses (los Bouillon), y de María Taveira.

Estudió en la escuela catedralicia, donde un tío suyo era maestrescuela; más tarde, en torno a 1210, ingresó en el monasterio de canónigos regulares de San Agustín de San Vicente de Fora, cerca de Lisboa. Allí tuvo como maestros al propio prior, Pedro, y a un hombre de amplios conocimientos como Petrus Petri. Pero su familia y amigos no aceptaron su vocación y trataron de hacerle abandonar.

Para evitar estas presiones renunció a la herencia familiar y se trasladó en 1212 al monasterio de Santa Cruz de Coimbra, importante centro de enseñanza religiosa que contaba con una gran biblioteca. En este otro lugar recibió la influencia de la escuela teológica de San Víctor (París) a través de profesores que habían estudiado allí. Tampoco en Coimbra encontró tranquilidad, pues el monasterio se vio afectado por el enfrentamiento entre el rey Alfonso II de Portugal y el papa Inocencio III: su propio prior, Juan, fue excomulgado por apoyar al primero.

Hacia 1219, fecha en que probablemente era ya sacerdote, conoció a la pequeña comunidad franciscana de Coimbra, establecida poco antes en el eremitorio de Olivais, y se sintió atraído por su modo de vida fraterno, evangélico y en pobreza. Cuando poco después llegaron a su monasterio restos de los primeros mártires franciscanos, muertos en Marrakech, decidió ingresar en la nueva orden, que a causa de su reciente creación aún estaba poco extendida y carecía del prestigio que alcanzaría más adelante. Fray Juan Parenti, provincial de España, presidió la sencilla ceremonia de toma de hábito franciscano (verano de 1220), en la que cambió el nombre de Fernando por el de Antonio (el eremitorio de Olivais estaba dedicado a San Antonio Abad), símbolo de su cambio de vida.

Tras un breve noviciado, e impulsado por el ejemplo de los mártires franciscanos, parece que en otoño de ese mismo año embarcó hacia Marruecos junto con otro hermano de orden, fray Felipe de Castilla, para alcanzar él mismo el martirio. Sin embargo, al poco de desembarcar contrajo la malaria, enfermedad que le dejaría secuelas para toda la vida; convaleciente todo el invierno, se vio obligado a abandonar el país.

Su intención era ahora llegar a las costas españolas y desde ellas volver por tierra a Portugal, pero una tempestad llevó el barco en que viajaba hasta Sicilia. Permaneció algún tiempo en Milazzo (costa noreste de la isla), donde había una comunidad franciscana, para completar su recuperación. En junio de 1221 asistió al capítulo de su orden en Asís ("capítulo de las Esteras", que convocó a 3.000 franciscanos); allí conoció a San Francisco de Asís y decidió no regresar a Coimbra para ponerse al servicio de fray Gracián, provincial de la Romaña (circunscripción franciscana que abarcaba todo el norte de Italia).

Éste lo envió durante un año al eremitorio de Montepaolo (cerca de Forli) para que se fortaleciese antes de encomendarle alguna misión de apostolado. A mediados de 1222, ya con buena salud, predicó en la catedral de Forli (sin haber preparado previamente sus palabras, pero con gran profundidad) con ocasión de unas ordenaciones de franciscanos y dominicos.

Su provincial le nombró predicador y le encargó ejercer su ministerio por todo el norte de Italia, donde se extendía por muchos lugares el catarismo. Recorrió así, enseñando, numerosos lugares. Su labor catequética en Rímini en 1223, por ejemplo, fue difícil, pero sus exhortaciones y discusiones públicas acabaron teniendo éxito, logrando convertir entre otros a Bononillo, obispo cátaro. A finales de este año o principios de 1224 estuvo también en Bolonia, enseñando teología a otros frailes franciscanos en el convento de Santa María de la Pugliola; fue el primer maestro de la orden, recibiendo para ello el permiso de San Francisco, que le escribió una carta llamándole "mi obispo".

Hacia 1224 o 1225, sus superiores lo trasladaron al sur de Francia, donde los albigenses tenían más fuerza que en Italia. Su método para combatir la herejía consistió en llevar una vida ejemplar, en charlas con los no creyentes y en catequesis para fortalecer la fe de los cristianos. Prosiguió su enseñanza teológica en Montpellier (donde se formaban los franciscanos y dominicos que iban a predicar en la región) y Tolosa (ciudad con fuerte presencia albigense), además de ser guardián del convento de Le Puy-en-Velay (al oeste de Valence y Lyon) y, desde el capítulo de Arlés de 1225, custodio de Limoges. Como tal estableció la residencia de los franciscanos de la ciudad en una antigua ermita benedictina y fundó un convento cerca de Brieve.

A finales de 1225 participó en el sínodo de Bourges, que examinó la situación de la región. San Antonio de Padua señaló a los prelados la necesidad de vivir sencillamente para dar ejemplo; el obispo de Bourges, Simón de Sully, respondió a sus palabras y aplicó en lo sucesivo la reforma de costumbres, ayudándose de franciscanos y dominicos para la evangelización de su diócesis.

La muerte de San Francisco el 3 de octubre de 1226 le obligó a viajar a Asís, como custodio de Limoges, para asistir al capítulo general que debía elegir nuevo ministro general; éste tuvo lugar el 30 de mayo de 1227, siendo elegido fray Juan Parenti. Buen conocedor de la valía de Antonio, le nombró provincial de Romaña. Muy querido por sus frailes, recorrió los lugares de su provincia donde había conventos franciscanos; uno de ellos fue Vercelli, donde predicó en la catedral con gran impacto y conoció al teólogo y canónigo regular Tomás Galo.

También por entonces debió estar durante estancias largas en Padua, donde fundó una escuela de franciscanos y comenzó a escribir una serie de sermones. Fruto de su labor fue el aumento de las misiones de predicación y la fundación de numerosos conventos. En el capítulo general de 1230, reunido con ocasión del traslado de los restos de San Francisco a su basílica de Asís, pidió a Parenti que le retirase el cargo, a causa de su mala salud.

El general aceptó su renuncia a cambio de formar parte de una comisión que debía presentar al papa Gregorio IX varias cuestiones sobre la regla franciscana que el pontífice debía estudiar y aprobar. Ante él y la curia romana predicó por entonces Antonio, siendo escuchado con entusiasmo: el papa lo llamó "Arca del Testamento". Es posible que colaborase en la redacción de la bula Quo elongati, respuesta a los problemas planteados por la orden al pontífice.

Después marchó al que sería su último destino, Padua, en la que se entregó con tal ardor que en lo sucesivo a su nombre quedaría asociado el de la ciudad: Antonio de Padua. Se instaló primero en la capilla de la Arcella, junto al convento de clarisas, pero solía predicar en el convento franciscano de Santa María, extramuros de la ciudad.

Escribió, por petición del cardenal Reinaldo dei Segni (el futuro Alejandro IV), una serie de sermones según las fiestas del año litúrgico y predicó hasta el agotamiento la Cuaresma de 1231; a sus sermones diarios asistió gran parte de la ciudad y consiguió del Consejo Mayor de la ciudad la liberación de los deudores presos por no tener medios con qué pagar sus deudas (origen del "Estatuto de San Antonio"). Poco después, el podestá Esteban Badoer le rogó que solicitase al poderoso Ezzelino IV da Romano la liberación de varios nobles paduanos que tenía prisioneros; de este modo, viajó a Verona y se entrevistó con Ezzelino, aparentemente sin éxito, si bien unos meses después de la muerte de Antonio acabaría por ceder.

En mayo, habiendo empeorado su salud por el viaje, se retiró al cercano lugar de Camposampiero para descansar y terminar de escribir los Sermones. Pero la gente tuvo conocimiento del lugar en que estaba y acudió en masa a oírle y pedirle consejo. El viernes 13 de junio sufrió un colapso y, ante el próximo fin, pidió que le trasladasen a Padua. Así se hizo, aunque para evitar las multitudes se detuvieron en la Arcella, donde murió Antonio esa misma tarde tras recibir la extremaunción y recitar los salmos penitenciales. No tenía aún cuarenta años, y había ejercido su intensa predicación poco más de diez.

Orador sagrado, fundador de hermandades y de cofradías, teólogo y hombre de gobierno, dejó varios tratados de mística y de ascética y se publicaron todos sus sermones. Un año después de su muerte fue beatificado. Su culto, muy popular, se generalizó a partir del siglo XV. Su representación más valiosa se debe a Goya, quien lo plasmó en San Antonio de la Florida. Fue proclamado doctor de la Iglesia en el año 1946. Su fiesta se celebra el 13 de junio.


"Señora, tu nombre es suspiro del alma.
Tu nombre es perfume de unción.
El nombre de María es alegría en el corazón,
miel en la boca, melodía para los oídos".

Junio: Mes del Sagrado Corazón de Jesús - Día N° 12.



✠ Señal de la Cruz.

Acto de contrición. 

Oración Preparatoria

Dulcísimo Corazón de Jesús, en quien la Santísima Trinidad depositó tesoros inmensos de celestiales gracias. Aquí nos tienes ante tu presencia, pidiéndote perdón de nuestras culpas e implorando tu misericordia. Nos pesa, ¡oh buen Jesús!, de haberte ofendido, por ser Tú tan bueno que no mereces tal ingratitud. Concédenos un corazón semejante al tuyo, y la gracia que humildemente te pedimos, si ha ser para mayor gloria de Dios, tu sagrado culto y bien de nuestras almas. Amén.

Reflexión diaria

El Corazón de Cristo vive en el Evangelio, ¡Nadie ha amado, ni ama, ni amará más que Él! ¿Dónde podemos aprender a conocerlo? ¿Quién nos puede enseñar lo que esconde este Corazón? ¿Los Santos' ¿Los libros de los sabios? Por ellos sabemos mucho, pero, ¿dónde lo descubrimos en todo lo que es? Lo haremos meditando silenciosamente a los pies del Sagrario, leyendo lentamente el Santo Evangelio y aprendiendo a saborear lo que él enseña en cada una de sus páginas.

A cada invocación decimos: "Bendito sea el Sagrado Corazón"

- Bendito sea el Corazón que ofrece el perdón a los pecadores.
- Bendito sea el Corazón abierto por la lanza.
- Bendito sea el Corazón de donde nació la Iglesia, la nueva Eva.
- Bendito sea el Corazón que recibió tanta ingratitud a cambio de su amor. 

- Jesús, manso y humilde de corazón
- haz nuestro corazón semejante al tuyo.

Oremos. Omnipotente y sempiterno Dios, mira el Corazón de tu amantísimo Hijo, las alabanzas y satisfacciones que en nombre de los pecadores te ofrece y concede el perdón a quienes te imploran misericordia en el nombre de tu mismo Hijo, Jesucristo, el cual vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Sagrado Corazón de Jesús,
en vos confío. (3 veces)

✠ Señal de la Cruz.