> SoydelaVirgen : 09/08/20

--------------------------------------------- San Martin de Tours y La Virgen de los Buenos Aires / La Inmaculada Concepción y San Ponciano | Patronos de la Ciudad de Buenos Aires / Patronos de la Ciudad de La Plata -----------------------

MES DE SEPTIEMBRE: 8° Día de la Mes de la Virgen de los Dolores

 


MES DE SEPTIEMBRE CONSAGRADO A LOS SIETE DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA

ORACIÓN DE PREPARACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Dios y Señor mío, que por el hombre ingrato os hicisteis también hombre, sin dejar por eso la divinidad, y os sujetasteis a las miserias que consigo lleva tal condición; a vuestros pies se postran la más inferior de todas vuestras criaturas y la más ingrata a vuestras misericordias, trayendo sujetas las potencias del alma con las cadenas fuertes del amor, y los sentidos del cuerpo con las prisiones estrechísimas de la más pronta voluntad, para rendirlos y consagrarlos desde hoy a vuestro santo servicio. Bien conozco, dueño mío, que merezco sin duda alguna ser arrojado de vuestra soberana presencia por mis repetidas culpas y continuos pecados, sepultándome vuestra justicia en lo profundo del abismo en castigo de ellos; más la rectitud de mi intención, y el noble objeto que me coloca ante vos en este afortunado momento, estoy seguro, mi buen Dios, Dios de mi alma, suavizará el rigor de vuestra indignación, y me hará digno de llamaros sin rubor.... Padre de misericordia.

No es esta otra más que el implorar los auxilios de vuestra gracia y los dones de vuestra bondad para que, derramados sobre el corazón del más indigno siervo de vuestra Madre, que atraído por su amor y dulcemente enajenado por su fineza viene a pedir esta merced, reflexione y contemple debidamente sus amargos dolores, y causarla de esta manera algún alivio en cuanto sea susceptible con esta ocupación y la seria meditación de mis culpas. Concededme, Señor, lo que os pido por la intercesión de vuestra Madre, a quien tanto amáis. Y vos, purísima Virgen y afligidísima Reina mía, interponed vuestra mediación para que vuestro siervo consiga lo que pide. Yo, amantísima Madre de mi corazón, lo tengo por seguro de vuestra clemencia; porque sé que todo el que os venera alcanzará lo que suplica, y. aunque este en la tribulación se librará de ella, pues no tenéis corazón para deleitaros en nuestras desgracias, y disfrutáis de tanto poder en el cielo que tenéis el primado en toda nación y pueblo ¡Feliz mil veces acierto a conseguir vuestras gracias para emplearme en tan laudable ejercicio! Derramad, Señora, sobre mí vuestras soberanas bendiciones; muévase mi alma a sentimiento en la consideración de vuestros santísimos dolores; inflamese mi voluntad para amaros cada vez más. Entonces sí que os podré decir: "Oh Señora, yo soy tu siervo" Consiga yo, en fin, cuanto os pido, siendo para mayor honra de Dios y gloria vuestra, como lo espero, consiguiendo seguro la salvación de mi alma. Amén.

DÍA VIII.

Como que el poseer y gozar María Santísima de su amabilísimo Hijo era la cosa que en su parecer, como era efectivamente, en cerraba el mayor bien y la felicidad más grande, como era un tesoro el más grande y de infinito valor , y como formaba todas sus complacencias y delicias, por consiguiente no debe causar admiración el verla poseída de dolor y angustias al considerar que algún día se había de desprender de semejante alhaja, y que se la habían de ar rebatar de entre sus brazos. Y mucho más si se detenía a recordar el modo tan bárbaro y cruel con que habían de apagar tan divina luz, y los oprobios que habían de acompañar a tan abominable acción lo que sí me admira, Madre mía de mi corazón; lo que sí me admira, repito, es el poco caso que hago de las lecciones que me dais, y lo poco que me aprovecho de los ocultos arcanos que en ellas se encierran para mi bien Vos, Virgen santa, os llenáis de amargura al presentir el fin que espera a vuestro tierno y regalado Hijo, porque es el objeto único de vuestro amor, y del que recibís tantas gracias y consolaciones y yo, reina de mi vida, vivo tan descuidado del único bien, de la prenda que más estimo, y de la que me ha de hacer feliz por toda la eternidad, que es mi alma ¿Y yo, para decirlo más claro, si es que puedo sin llenarme de rubor, hago tan poco caso de mi salvación y de conseguir que mi alma sea feliz y afortunada por toda la eternidad?


¡O necedad! ¡O desvío lastimoso! ¿Qué es, pero conseguir de esas honras porque tanto me afano de esos negocios que tantos desvelos me causan, y por cuya consecución ni como, ni bebo, ni sosiego, ni descanso? ¿Qué puede ser más que el aprecio, la distinción y el nombre de los hombres? ¿Qué... más que el pasar una vida cómoda, sin carecer de nada vivir agasajado, obsequiado, reverenciado y aun temido? Pero y todo esto, ¿qué vale? ¿De qué me servirá en aquel momento crítico, en aquel pesado lance de mi juicio? ¡Ah! Si esta noche escucharé la voz del Evangelio que, como al rico, me dice: Hoy mismo será la separación de tu cuerpo y de tu alma, y vendrás a dar me cuenta ¿de qué te sirve todo eso que has congregado, si estás vacío de buenas obras?... Conozco, Princesa del empíreo, mi insensatez y demencia.... No desprecio ni un leve consejo de mis amigos cuando pertenece al logro de mis deseos y con tanta desvergüenza hallo y menosprecio los que me da mi Redentor, hablando a Marta y en ella a todos los cristianos.... diciendo: "¿Para qué te afanas y turbas con tantos negocios, cuando uno solo es necesario?" Oigo clamar á los Profetas en el antiguo Testamento, a los Evangelistas y san Pablos en el nuevo, y que sin intermisión me gritan y amonestan el camino que debo llevar, y el negocio único de mi salvación, en que me debo ocupar con esmero y solicitud, Pero yo, sordo y ciego, doy más crédito y me guio por mis apetitos y pasiones, que no al mismo Señor que me vino a salvar. ¿Es posible, alma mía, es posible que antepongas esa tu pasión, tu tibieza, tu poco recogimiento, tu libertinaje y desenfrenamiento al consejo adorable de tu Redentor, y a los avisos de tus más fieles apreciadores? ¿Es posible que prefieras esos bailes, torneos y banquetes, esas palabras amatorias, esos desahogos livianos, y en suma, tantas culpas y delitos que te han de perder y condenar sin remedio, a las saludables doctrinas de los que de veras te aman, y a las tan útiles instrucciones de los que desean verte glorificada y feliz en su compañía?

Abre, alma mía, los ojos, y aprovéchate de la luz que en esta ocasión te ofrece tu misericordiosa Madre Expurga y sacude con su ayuda todos cuantos estorbos te se presentan, y conoce que algún día te alegrarás de haberlo hecho así. ¡Sí Reina mía, me aprovecharé de vuestras saludables lecciones, que tanto contribuyen a mi eterna salud! ¿Con qué os podré pagar beneficios tan inestimables? Por tanto, Virgen mía, os propongo mirar con más interés mi propia salud ; que si así lo hago me podré gloriar de siervo vuestro en esta vida, y os acompañaré en premio eternamente.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS.

¿Por qué, o Dios mío, no he de daros las más humildes gracias, cuando en esta breve consideración os habéis dignado comunicar a mi alma los importantísimos conocimientos de unas verdades que tan olvidadas y menospreciadas tenía por mi abandono y necedad? ¿Por qué no he de concluir este saludable ejercicio rindiéndoos las más profundas alabanzas, cuando en él siento haberse encendido en mi corazón la llama del amor divino, que tan amortiguada es taba por un necio desvarío y por una fatal corrupción de mi entendimiento? Y pues que vos, que sois la verdad infalible y el verdadero camino que conduce a la patria celestial, habéis tenido a bien de comunicar a mi alma los efectos propios de vuestro amor, con los que puedo distinguir lo cierto é indudable que me sea útil a la salvación, y lo falso y mentiroso que me precipitará a mi perdición, por tanto, Señor, quiero aprovecharme desde este momento de tan divinas instrucciones, para caminar con libertad y seguridad entre tantos estorbos y peligros como me presenta este mundo miserable, y de este modo llegar más pronto a unirme con vos. Consígalo así, Virgen Santísima, para vivir compadeciéndome de vuestros dolores y aflicciones, y cumpliendo la promesa que os hice de ser siervo vuestro. Esta sea mi ocupación, estos mis desvelos y cuidados en este valle de lágrimas, porque así después disfrute en la celestial Jerusalén de vuestra compañía, en unión de tantos fieles Servitas que recibieron ya el premio de vuestros servicios, reinando a vuestro lado por los siglos de los siglos. Amen.

8 de Septiembre: Fiesta de la Natividad de la Virgen María

 


Hoy es el día del nacimiento de la Santísima Virgen, canta la Iglesia: Nativitas est hodie sanctae Mariae Virginis.

Nos hizo el cielo en este día un magnifico presente, un presente de inestimable valor, dice San Bernardo. Este fue propiamente el día en el cual se comenzaron a disipar las espesas tinieblas en que por más de cinco mil años yacía sepultado el mundo, rayando la primera luz en el nacimiento de aquella brillante aurora, esperada por tantos siglos, y objeto tan largo tiempo de los anhelos y deseos de tantos patriarcas y profetas. Celebremos todos el nacimiento de la Madre de Dios, dice San Juan Damasceno, por la cual fue como reintegrado todo el género humano, siendo ella la que convirtió en alegría la tristeza que nos causó nuestra primera madre Eva.

Así como la aurora es el fin de la noche, dice el abad Ruperto, de la misma manera este nacimiento fue el fin de nuestros males, y el principio de nuestra dicha y de nuestro consuelo.

Hasta entonces no había visto el mundo nacimiento más recomendable, así por la nobleza de la sangre y circunstancias de sus padres, como por la santidad y por el mérito de aquella tierna Niña que nacía para consuelo de todo el universo, y para admiración de toda la corte celestial.

El milagroso nacimiento de aquella Niña fue presagio cierto de su mérito y de su excelencia. ¡Oh dichosos padres, exclama San Juan Damasceno, que disteis a luz una Virgen que será Madre de Dios sin dejar de ser hija vuestra! ¡Dichoso el vientre, oh, Virgen Santa, que te llevó, y dichosos los pechos que te amamantaron! Dénse prisa todos los fieles, exclama el devoto Sergio de Hierápolis, por venir a saludar a la que acaba de nacer, porque antes de su nacimiento estaba predestinada para ser Madre de Dios, y con ella renace y se renueva el mismo mundo. Venid, pueblos; venid, naciones, de cualquiera condición que fuéreis; venid a celebrar el nacimiento de esta Virgen, con la cual, por decirlo así, nació nuestra salvación.

¿Cuándo hubo motivo más justo de regocijo? ¿En qué otro día hemos de expresar más nuestro alborozo, puesto que en el nacimiento de la Santísima Virgen, como dice San Ildefonso, comenzó en cierta manera el nacimiento de Jesucristo? Hasta aquí solo había mirado Dios la tierra como región de llantos, destinada para morada de miserables delincuentes; pero desde el mismo instante en que María se dejó ver en el mundo, ya hay en él un objeto en que se complace mucho el mismo Dios, y ya no le puede mirar con ojos siempre irritados.

Esta fue la Santísima Virgen desde el primer instante de su Inmaculada Concepción; y habiéndose multiplicado en todos los instantes aquel inmenso caudal de gracias, de luces, de sabiduría y de virtudes, concibamos, si fuera posible, cuál sería el tesoro de merecimientos con que se hallaría enriquecida el día de su nacimiento.


La Iglesia recuerda el día del nacimiento de la Virgen María cada 8 de septiembre. La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la Dormición, en agosto. En Occidente fue introducida hacia el siglo VII y era celebrada con una procesión-letanía, que terminaba en la Basílica de Santa María la Mayor.

El Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María.

Sin embargo, ya en el siglo V existía en Jerusalén el santuario mariano situado junto a los restos de la piscina Probática, o sea, de las ovejas. Debajo de la hermosa iglesia románica, levantada por los cruzados, que aún existe -la Basílica de Santa Ana- se hallan los restos de una basílica bizantina y unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda que se ha considerado como la casa natal de la Virgen.

Esta tradición, fundada en apócrifos muy antiguos como el llamado Protoevangelio de Santiago (siglo II), se vincula con la convicción expresada por muchos autores acerca de que Joaquín, el padre de María, fuera propietario de rebaños de ovejas. Estos animales eran lavados en dicha piscina antes de ser ofrecidos en el templo.

La fiesta tiene la alegría de un anuncio premesiánico. Es famosa la homilía que pronunció San Juan Damasceno (675-749) un 8 de septiembre en la Basílica de Santa Ana, de la cual extraemos algunos párrafos:

"¡Ea, pueblos todos, hombres de cualquier raza y lugar, de cualquier época y condición, celebremos con alegría la fiesta natalicia del gozo de todo el Universo. Tenemos razones muy válidas para honrar el nacimiento de la Madre de Dios, por medio de la cual todo el género humano ha sido restaurado y la tristeza de la primera madre, Eva, se ha transformado en gozo. Ésta escuchó la sentencia divina: parirás con dolor. A María, por el contrario, se le dijo: Alégrate, llena de gracia!

¡Oh feliz pareja, Joaquín y Ana, a ustedes está obligada toda la creación! Por medio de ustedes, en efecto, la creación ofreció al Creador el mejor de todos los dones, o sea, aquella augusta Madre, la única que fue digna del Creador. ¡Oh felices entrañas de Joaquín, de las que provino una descendencia absolutamente sin mancha! ¡Oh seno glorioso de Ana, en el que poco a poco fue creciendo y desarrollándose una niña completamente pura, y, después que estuvo formada, fue dada a luz! Hoy emprende su ruta la que es puerta divina de la virginidad. De Ella y por medio de Ella, Dios, que está por encima de todo cuanto existe, se hace presente en el mundo corporalmente. Sirviéndose de Ella, Dios descendió sin experimentar ninguna mutación, o mejor dicho, por su benévola condescendencia apareció en la Tierra y convivió con los hombres".

Si pensamos por cuántas cosas podemos hoy alegrarnos, cuántas cosas podemos festejar y por cuántas cosas podemos alabar a Dios; todos los signos, por muchos y hermosos que sean, nos parecerán tan sólo un pálido reflejo de las maravillas que el Espíritu de Dios hizo en la Virgen María, y las que hace en nosotros, las que puede seguir haciendo... si lo dejamos.


Dios planeó desde toda la eternidad toda la obra admirable de la Encarnación del Verbo como culminación de la creación del Universo; y como quiera que en la mente sapientísima de Dios cabía simultáneamente la previsión del mal del hombre y de su restauración por medio del mismo verbo revestido de carne mortal, dentro de toda esta visión divina estaba también con preponderante papel, la persona y la misión de María Madre del Verbo hecho carne. Así, pues, la razón misma de ser de la Virgen María estaba en los designios del Altísimo aun antes del tiempo, en su carácter de Madre del Verbo Encarnado.

Nosotros pensamos y proyectamos, pero muchas veces nuestros proyectos, por hermosos y hacederos que parezcan, permanecen en la ineficacia; no ocurre así con Dios, cuyo poder no tiene límites. De ahí que, al pensar Dios desde toda la eternidad en María, Madre de su Hijo Unigénito hecho carne, confiera a esta elegida un carácter muy específico para su existencia. Por eso podemos concluir que la elección de María no es el escoger una persona determinada para una misión específica, sino la predestinación desde antes de los siglos de una Madre para Jesucristo.

La liturgia de la Iglesia dedica con insistencia a la Madre del Señor en sus festividades los textos de los libros sapienciales en los que aparece la Sabiduría, o la Esposa, en la mente de Dios desde antes de los tiempos:

"Desde el principio y antes de los siglos me creó, y para la eternidad viviré " (Ecl 24, 9)

"Yahvé me creó en el comienzo de sus designios, antes de sus obras más antiguas. Desde la eternidad fui constituida, desde el comienzo, antes del origen de la tierra."

"Cuando el abismo no existía, fui yo engendrada, cuando no había fuentes ricas en aguas. Antes que los montes fueran fundados, antes de las colinas fui yo engendrada " ( Prov 8, 22-25 )

Estas expresiones son aplicables a la Madre de Dios.

En la Bula "Ineffabilis Deus" de Pío IX leemos cómo "El Dios inefable, habiendo previsto desde toda la eternidad la lastimosísima caída de todo el género humano por la transgresión de Adán, decretó la primera obra de su bondad en el misterio oculto desde los siglos, por medio de la encarnación del Verbo.

"Es pues, la elección y predestinación de María algo íntimamente unido al decreto de la Redención que había de realizarse por el Verbo tan unido, que, concluye el Papa Pío IX, el destino de la Virgen fue preestablecido en un mismo decreto con la Encarnación de la Divina Sabiduría."

Esta predestinación de Nuestra Señora, desde la eternidad, para ser Madre de Dios, empieza a realizarse con el tiempo. He aquí cómo lo expresa el Concilio Vaticano II:

" El benignísimo y sapientísimo Dios, al querer llevar a término la redención del mundo, cuando llegó la plenitud del tiempo, envió a su Hijo hecho de mujer... para que recibiésemos la adopción de hijos (Gál 4 4-5)

El cual por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación descendió de los cielos, y se encarnó por obra del Espíritu Santo de María Virgen." (Credo de la Misa: Símbolo de Constantinopla)

Este misterio divino de salvación se nos revela y continúa en la Iglesia, a la que el Señor constituyó como su Cuerpo y en ella los fieles, unidos a Cristo, su Cabeza, en comunión con todos sus santos, deben también venerar la memoria "en primer lugar, de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo" (Canon de la Misa. Concilio Vaticano II: Constitución Apostólica "Lumen Gentium", capítulo VIII n.52).


Oración

Padre Celestial, Tú has querido que en María
se reflejase tu amor.

¡Gracias por habernos dado una madre tan
perfecta! Ella es para nosotros una nueva
revelación de todos los tesoros de bondad
que se encuentran escondidos en tu corazón
paterno, nos muestras hasta que punto Tú
eres bueno y dulce en tu amor.

Con su ternura y su solicitud, ella nos
hace conocer el afecto delicado y vigilante
que te une a Tí con nosotros, puesto que
toda la fuerza de tu amor materno desciende
a ella de tu corazón de Padre.

En María no hay nada que no le haya sido dado
expresamente por Tí: ella trae a nosotros tú
imagen, nos hace descubrir tu rostro de amor.

Sin el consuelo de su presencia y la continuidad
de sus atenciones, nos faltaría una de las pruebas
más evidentes de que Tú estás continuamente cercano
a nosotros, para sostenernos, consolarnos, y
protegernos. Su mirada bondadosa y su inmensa piedad
para con los pecadores, como somos nosotros, nos
invitan a creer que tu misericordia es inconmensurable y
que no se deja vencer por la ingratitud y por la maldad.

María nos muestra cómo Tú nos amas y nos impulsa a
confiarnos completamente a tu amor.

¡Te damos gracias porque te agrada manifestarte y
darte a nosotros a través de ella! Amén.

Oración breve

Concede, Señor, a tus hijos el don de tu gracia, para que, cuantos hemos recibido las primicias de la salvación por la maternidad de la Virgen María, consigamos aumento de paz en la fiesta de su Nacimiento. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.