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16 de Octubre: Memoria Litúrgica de santa Eduviges, religiosa

 


A los doce años de edad Eduviges contrajo matrimonio con el duque Enrique de Silesia, quien sólo tenía 18. Tuvieron 7 hijos pero sólo una, Gertrudis sobrevivió a su madre y llegó a ser abadesa de Trebnitz. El marido de Eduviges fundó el gran monasterio de religiosas cistercienses de Trebnitz. Ambos fundaron además, otros muchos monasterios, con lo cual no sólo propagaron la vida religiosa, sino también la cultura germánica. Entre los monasterios fundados por los duques, los había de cistercienses, de canónigos de San Agustín, de dominicos y de franciscanos.

Enrique fundó el hospital de la Santa Cruz en Beslau y Santa Eduviges, un hospital para leprosas en Neumarkt. Cuando el esposo de la santa falleció, ésta tomó el hábito religioso de Trebnitz, pero no hizo los votos para poder seguir administrando sus bienes a favor de los pobres. Dios premió la fe de Santa Eduviges con el don de milagros y de profecías. Murió en octubre de 1243 y fue sepultada en Trebnitz. Su canonización se llevó a cabo en 1267.

16 de Octubre: Memoria Litúrgica de santa Margarita María de Alacoque, virgen

 


Nacida el 22 de julio de 1647 en Verosvres, en la diócesis de Autun, Margarita María Alacoque se consagró a Cristo desde niña. Tenía solo cinco años cuando, al escuchar hablar de los votos religiosos de su madrina, se ofreció a Dios pronunciando estas palabras que quedarían grabadas en su memoria y que repetiría más tarde: "Oh Dios mío, te consagro mi pureza y te prometo castidad perpetua".

A los 13 años, después de haber estado postrada en cama durante varios años debido a una parálisis, la Virgen la curó milagrosamente justo después de haber prometido consagrarse a Dios en la vida religiosa. Después de muchas vicisitudes y hostigamientos perpetrados por la mayoría de sus familiares, ingresó el 25 de mayo de 1671, a la edad de 23 años, en las Visitandinas de Paray-le-Monial, Borgoña.

Elegida por Nuestro Señor para ser la mensajera de su amor misericordioso, recibió tres grandes revelaciones que son el origen de la devoción al Sagrado Corazón. 

La más importante es la de junio de 1675, cuando Cristo le mostró su Corazón diciendo: "He aquí el Corazón que ha amado a los hombres con tanto extremo que no ha perdonado desvelos, hasta agotarse y consumirse por testificarles amor. Y por toda correspondencia solo recibe de la mayor parte de ellos ingratitudes, significadas en los menosprecios, desacatos, sacrilegios y frialdades con que me tratan en este Sacramento de amor". 

Cristo pidió que se estableciera una fiesta particular para honrar su Corazón, comulgando y haciendo reparación. A cambio, le dijo a su confidente: "Yo te prometo que mi Corazón se expandirá para difundir en abundancia las influencias de su amor divino sobre quienes le rindan este honor".

Habiéndose convertido en maestra de novicias, Santa Margarita María se dedicó a difundir el amor del Sagrado Corazón en las almas confiadas a ella. Murió piadosamente el 17 de octubre de 1690, a la edad de 43 años, pronunciando el nombre de Jesús. 

Tuvo que pasar más de un siglo antes de que la Iglesia la declarara venerable, en 1824, y otros cuarenta años para que el Papa Pío IX la beatificara en 1864, el año del Syllabus. Fue canonizada el 13 de mayo de 1920 por el Papa Benedicto XV.

Oración después de la comunión: "Habiendo participado, Señor Jesús, de los misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, concédenos, te rogamos, que, por la intercesión de la Santa Virgen Margarita María, despojándonos de las locas vanidades del siglo, merezcamos revestirnos de la humildad y mansedumbre de tu Corazón. Tú que vives y reinas".


Antes del nacimiento de santa Margarita María de Alacoque (1647-1690) hubo en la Iglesia muchas almas devotas del Sagrado Corazón, pero las maravillosas revelaciones dadas a esta gran santa fueron las que determinaron a la autoridad eclesiástica a promover y reglamentar el culto al Sagrado Corazón.

En 1639 Claudio Alacoque, notario real y juez ordinario de la señoría de Terreau, se casó con Filiberta Lamyn, hija de Francisco Lamyn, notario real de San Pedro el Viejo, cerca de Macón. Ocho años más tarde, el 22 de julio de 1647, nacía Margarita, quinto vástago de aquel matrimonio. Claudio vivía en la ciudad de Lauthecourt, en la actual diócesis de Autún. La casa está habitada hoy día por las Hermanas de San Francisco de Asís de Lyon y la habitación en que nació la Santa es la actual capilla.

La niña fue bautizada el 25 de julio con el nombre de Margarita. Fue padrino Antonio Alacoque, cura de Verosvres, primo hermano del padre de la niña; y madrina, Margarita de Saint-Amour, esposa de Claudio de Fautrieres, señor de Corcheval y diputado por la Nobleza en los estados de Charolais.

La madrina, que profesaba gran cariño a su ahijada, se la llevó al castillo de Corcheval, donde la tuvo tres años (1652-1655). El horror a todo pecado y una inconsciente inclinación a la pureza de alma se manifestaron muy pronto en Margarita, en forma tal que años más tarde escribió ella misma hablando de este período de su vida: «Sin saber cómo ni por qué, me sentía continuamente como obligada a repetir estas palabras: «Dios mío, os consagro mi pureza y os hago voto de perpetua castidad». Tenía ocho años cuando perdió a su padre. Su madre púsola entonces interna con las monjas Clarisas Urbanistas de Charolles. 

PRIMEROS SUFRIMIENTOS

Como estaba ya admirablemente instruida en las verdades de la religión, le permitieron recibir la primera comunión a los nueve años. «Después de esta comunión —escribe—, sentí tal amargor en todas las diversiones que, aunque las buscaba con pueril ansiedad, ya nunca pude encontrar en ellas gusto ni placer».

Inteligente y buena en sumo grado, pronto se ganó las simpatías y la amistad de la comunidad. Su candor infantil, santificado por la gracia, la impulsaba a la imitación de los actos de virtud que presenciaba, y en su sencillez, imaginándose que basta meterse en un convento para ser santa, soñaba con quedarse para siempre con las Clarisas de Charolles. Pero Jesús había dispuesto las cosas de otra manera.

Principió por iniciarla en el misterio del sufrimiento. Una enfermedad —reumatismo o parálisis— la acometió en 1657, y durante cuatro años la retuvo en un lecho de dolor. «Los huesos —dice— me perforaban la piel por todas partes». La enfermita tuvo que volver a la casa materna. Para verse libre de la enfermedad, hizo una promesa a la Santísima Virgen: «Sería una de sus hijas si recobraba la salud». Durante estos años de sufrimiento, la Virgen ocupó en el alma de la niña un lugar especialísimo.

Acercábase la hora en que la Divina Auxiliadora debía proteger de manera singularísima a su devota hija. Por aquella época, Margarita sufrió una crisis moral. La alegría de haber recobrado la salud, por una parte, y, por otra, su ardiente temperamento, la impulsaban a darse «buena vida». Sin preocuparse de cumplir las promesas hechas durante la enfermedad, volvió al regazo materno, ansiosa de gozar las ternuras del hogar. Pero la Providencia, que la predestinaba para ser una gran santa, permitió que cayeran sobre el corazón de la joven penas mucho más fuertes y punzantes que las padecidas hasta entonces.

La señora viuda de Alacoque, incapaz de llevar los asuntos de la familia, delegó su autoridad y la dirección de la casa en miembros de la familia de su difunto marido; a saber, en su suegra, en sus cuñados, en una tía paterna y hasta en una antigua y perversa criada, los cuales, juntos y por separado, hicieron sufrir a Margarita la más cruel e insoportable tiranía. Bastaba que se alejara para ir a la iglesia de Verosvres, distante apenas ochocientos metros de la casa materna, para que se le echase en cara tal proceder con malévolas sospechas; y hubiera permanecido sin comer días enteros si algunas pobres y generosas almas del pueblo no le hubiesen dado por compasión y al anochecer un poco de leche o fruta. Apenas osaba la joven alargar la mano para tomar un pedazo de pan de su propia mesa. Y aun tendrá más tarde el heroísmo de llamar a estas terribles «furias», «bienhechoras de su alma». Por una gracia especialísima, Jesús le dio a entender la felicidad que nos puede traer el sufrimiento, y Margarita lo saboreó a placer, llegando hasta a privarse del consuelo de manifestar tales penas a su madre.

LAS GRANDES REVELACIONES (1673-1675)

La Superiora del convento, para informarse mejor, ordenó a Margarita en el mes de mayo de 1673 que escribiese cuanto pasaba en su interior. Por las copias de estas notas, sabemos que durante el primer año de vida religiosa de la obediente profesa de la Visitación, Jesucristo la había escogido ante todo como víctima expiatoria.

El Corazón de Jesús se le manifestó poco a poco. Del año 1672 al 1673 se realiza la preparación lenta a las visiones espirituales. En esta época le parece oír una voz que le dice: «Mira las ofensas y heridas que he recibido de mi pueblo escogido»; y Jesús pronuncia estas palabras con acento severo. A partir de este momento, las intervenciones sobrenaturales se concretan y precisan más y más, y la humilde hermana de la Visitación, hasta entonces reacia para admitirlas y creerlas, sométese a ellas con plena fe.

El 4 de octubre de 1673, mostróle el Señor a San Francisco de Asís «en un trono de gloria superior al de los demás santos», por lo mucho que se asemejó en la vida de sufrimiento a Nuestro Divino Salvador, siendo en recompensa uno de los más queridos y favorecidos de su Sagrado Corazón.

En el siguiente mes de diciembre, probablemente el día 27, fiesta del Discípulo amado, apareciósele Jesús, y le dijo: «Mi divino Corazón está tan inflamado de amor por los hombres, y particularmente por ti, que, no pudiendo contener en Sí mismo las llamas de su ardiente caridad, desea repartirlas sirviéndose de ti». «Después —añade la Santa— me pidió mi corazón y le colocó en el suyo adorable, donde lo vi como un átomo consumiéndose en ardiente horno».

En esta ocasión, oyó al Divino Maestro llamarla «Discípula queridísima de su Sagrado Corazón». Desde este día hasta el fin de su vida, sufrió un vivo dolor de costado. Después de este primer éxtasis no encontraba gusto en la conversación, y sólo a fuerza de violentos y extraordinarios esfuerzos conseguía fijar la atención en los actos que, como religiosa salesa, tenía obligación de cumplir. Exhausta de fuerzas y devorada por continua fiebre, la Hermana Margarita María se vio obligada a guardar cama.

Al notificar a la Madre de Saumaise estas revelaciones y la recomendación que el Salvador le hiciera de comulgar todos los primeros viernes de mes, replicóle la superiora con «cerrado desdén» como para humillarla. Mas no la abandonó Jesús y, para consolarla, prometió enviarle muy pronto un «siervo suyo». Este elegido del cielo fue el Beato Claudio de la Colombière, superior del colegio de Gray, dirigido por los beneméritos Padres de la Compañía de Jesús, hombre de eminente virtud y de gran discernimiento en la dirección de las almas, quien llegó a Paray-le-Monial en el año 1675, en calidad de superior de la residencia de los Padres. Poco tiempo después, visitó el monasterio para predicar unos ejercicios espirituales. Confortó a la confidente del Sagrado Corazón y reanimó su confianza; por otra parte, las palabras que salieron de sus labios autorizados acreditaron ante la comunidad a la Hermana Margarita María.

Uno de los días de la octava de Corpus —junio de 1675—, mientras adoraba al Santísimo Sacramento, Nuestro Señor le descubrió su Divino Corazón diciéndole: «Mira este Corazón que tanto ha amado a los hombres y que todo ha perdonado hasta consumirse y agotarse para demostrarles su amor; y en cambio, no recibe de la mayoría más que ingratitudes, por sus irreverencias, sacrilegios y desacatos en este sacramento de amor. Pero lo que me es todavía más sensible, es que obren así hasta los corazones que de manera especial se han consagrado a Mí. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando en dicho día, y reparando las ofensas que he recibido en el augusto sacramento del altar. Te prometo que mi Corazón derramará en abundancia las bendiciones de su divino amor sobre cuantos le tributen este homenaje y trabajen en propagar dicha práctica».

CARÁCTER DE LA SANTA - SU MUERTE

Para comprender bien la verdadera personalidad de Santa Margarita María, conviene que insistamos en algo acerca de su vida «externa».

En efecto, era una religiosa inteligente, flexible, buena para todo y apta para desempeñar cualquier cargo o empleo. Viósela sucesivamente ayudar en la enfermería, dedicada a la educación de las internas, maestra de novicias (1685-1687), enfermera de nuevo y también, por segunda vez, con las pensionistas; asistente (mayo de 1687), y propuesta para superiora en el año 1690. Pidió al Corazón de Jesús le librara de este último cargo, pero en todo lo demás procuró ajustarse a la máxima de San Francisco de Sales: «No pedir nada; no negarse a nada».

Las enfermedades, tan frecuentes como largas, que la aquejaron, extenuáronla de forma tal que a los cuarenta y tres años estaba completamente achacosa. «No viviré mucho más —decía en 1690—, pues ya no sufro». El 8 de octubre vióse acometida por una ligera fiebre. Al día siguiente principiaban los ejercicios espirituales, y la Hermana enfermera le preguntó si, a pesar de la dolencia, se sentía con fuerzas para recogerse en la soledad: «Sí —respondió—, pero va a ser en la soledad más profunda». Al día siguiente, en efecto, mientras el sacerdote le administraba la Extremaunción, la amada del Corazón de Jesús expiró dulcemente, pronunciando el nombre de Jesús.


Ya de regreso, Margarita, que estaba muy enferma, y sin tener un remedio seguro, buscó alivio en la Virgen Santísima. Le hizo una promesa de que si Ella le devolvía la salud se haría una de sus hijas. Apenas hizo la promesa, recobró la salud. Dice Sta. Margarita: "Recibí la salud, y una nueva protección de esta Señora la cual se declaró dueña de mi Corazón, que mirándome como suya, me gobernaba como consagrada a Ella, me reprendía mis faltas y me enseñaba a hacer la voluntad de Dios."

Además de la salud, esta promesa logró en Margarita un profundo sentido de unión con la Virgen, quién, desde ese momento, empezó a dirigir toda su vida. Pero no sin dificultades. "Apenas comencé a gozar de plena salud", recordará más tarde Margarita, " me fui tras la vanidad y afecto de las criaturas, halagándome que la condescendiente ternura que por mi sentían mi madre y mis hermanos me dejara en libertad para algunas ligeras diversiones y para consagrar a ellas todo el tiempo que deseara...".

La Virgen la reprende severamente cuando la veía dispuesta a sucumbir en la terrible lucha que sostenía en su interior. Estando en una ocasión rezando el rosario sentada, se le presentó la Virgen ante ella y le dijo "Hija mía, me admiro de que me sirvas con tanta negligencia." Y causaron tal impresión estas palabras en la vida de Margarita, que le sirvieron de aviso para toda su vida.

Pero la Virgen es también ternura y consuelo. Un día le dijo a Margarita: "Nada temas; tú serás mi verdadera hija, y yo seré siempre tu buena Madre.

Santa Margarita María hizo voto a la Virgen de ayunar todos los sábados y de rezar el oficio de su Inmaculada Concepción. Viendo su deseo de radical entrega, La Stma. Virgen le ayuda a alcanzar su meta.


Oración a santa Margarita María de Alacoque

¡Oh Bienaventurada Margarita María! depositaria venturosa del tesoro de los cielos, el Corazón Divino de Jesús, permite que, considerándote mi hermana, en este incomparable amor, te ruegue me des con generosidad, la parte que me corresponde en esa mansión de infinita caridad. Confidente de Jesús, acércame tú al Sagrario de su pecho herido; Esposa de predilección, enséñame a sufrir por la dilatación de aquel reinado cuya causa te confió el Maestro. Apóstol del Sagrado Corazón, consígueme que se realicen conmigo las promesas que en beneficio de su gloria, te hizo ochenta y siete veces el Amado; Discípula regalada del Divino Corazón, enséñame la ciencia de conocerlo como lo conociste tú, en el perfecto olvido de mí mismo y de la tierra. Víctima del Corazón de Jesús Sacramentado, toma el mío, y ocúltalo en la llaga donde tú viviste, compartiendo ahí las agonías del Cautivo del amor, de Jesús-Eucaristía. El, te dijo, hermana muy amada, que dispusieras en la eternidad del cielo, de este otro cielo, el de su Corazón Sacramentado; ¡Oh Margarita María! entrégamelo, pues, para consumirme en ese incendio, dámelo para llevarlo como vida redentora a los pobres pecadores y como glorificación de ese mismo Corazón Divino a las almas de los justos. ¡Ah, sí! compartamos, hermana mía el mismo sacrificio, el mismo apostolado, el mismo paraíso del Corazón Divino de Jesús: venga a nos su reino. 

Devoción de santa Teresa de Ávila al glorioso san José

 


Querría yo persuadir a todos fuesen muy devotos de este glorioso Santo, por la experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios que no la vea más aprovechada en la virtud...

La devoción a san José no ha ocupado un lugar importante en la piedad de la Iglesia. Incluso después del Vaticano II se ha reducido. Santa Teresa contribuyó considerablemente a la extensión de esta devoción, poniendo todos los medios a su alcance. Ella escribió páginas brillantes que sacaron la figura del padre de Jesús del anonimato y la plantó en la religiosidad popular de su tiempo. Sin duda Teresa marcó un hito en esta piedad de los sencillos.

1. No se puede entender la devoción teresiana a san José si no se comprende la religiosidad popular. Esa expresión del pueblo y la gente sencilla, portadores de la revelación de Dios. El Señor se revela a los mansos y humildes de corazón.

2. Otra nota característica que nos muestra santa Teresa cuando habla a san José es la experiencia personal. Muy propio de los escritos teresianos. Teresa escribe desde su propia vida y para la vida de sus lectores. Con frecuencia va a recurrir a lo que ha visto y oído en su existencia como creyente y en las personas con las que se ha relacionado.

3. Tenía la Santa de Avila 27 años, se encuentra postrada en la cama, no podía andar, a veces se arrastraba por el suelo. Está viviendo en el monasterio de la Encarnación. Sale de la clausura para ser curada. Se recurre a todos los medios posibles en aquella sociedad. Regresa a Avila. Se llega a tal extremo de gravedad que se la da por muerta. Varios años en el lecho, no se podía mover, tenía que ser ayudada por las enfermeras. En estas circunstancias recurre a san José y su vida va volviendo a la normalidad poco a poco. Desde este momento la devoción a san José y su familiaridad con él, va a marcar un hito en su vida. Partiendo de esta realidad escribe Teresa:

“Tomé por abogado y señor al glorioso san José, y encomendéme mucho a él. Comencé a hacer devociones de Misas y cosas muy aprobadas de oraciones, y tomé por abogado a san José…; y él hizo, como quien es, que pudiese levantarme y andar y no estar tullida” (Libro de la Vida 6).

4. Partiendo de esta experiencia que ha sido tan decisiva en su vida, ella va a recomendar la devoción a san José y su poderosa intercesión. El Esposo de María va a ser un abogado e intercesor en todos los contratiempos. San José será un personaje familiar y entrañable en el hogar teresiano. Los textos que transcribo tienen una fuerza de convicción que han sido citados por muchos predicadores.

“”No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer”.

“Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma”.

“A otros parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas”.

“Querría yo persuadir a todos fuesen muy devotos de este glorioso Santo, por la experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios que no la vea más aprovechada en la virtud, porque aprovecha en gran manera las almas que a él se encomiendan”.

“Sólo pido por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción”.

5. Teresa fue discreta en sus devociones populares, esta afirmación hay que tomarla observando el conjunto de la cristiandad en aquellos tiempos y el bosque inmenso de oraciones, santos, novenas, rosarios, misas, ángeles, imágenes…a los que se encomendaban los creyentes. “De devociones a bobas nos libre Dios” va a afirmar en el Libro de la Vida.


15 de Octubre: Memoria Litúrgica de santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia

 


Santa Teresa de Ávila (1515-1582), cuya fiesta celebramos el 15 de octubre, fue la fundadora de las carmelitas descalzas. Apóstol incansable, escritora, poeta, mística excepcional. Es una de las grandes maestras de la vida espiritual.

"En la cruz está la vida y el consuelo, y ella sola es el camino para el cielo...".
En este mes de octubre el santoral nos ofrece la vida de dos insignes carmelitas, ambas de nombre Teresa, que unieron a Jesús. Teresa de Lisieux, y la fundadora Teresa de Cepeda y Ahumada, considerada una de las grandes figuras de la Iglesia, de poderoso influjo en santos y beatos. Imposible precisar el número de personas anónimas que la eligieron y continúan tomándola como modelo, pero seguro que son multitud. Se han vertido tantas reflexiones en torno a ella que nada nuevo se puede añadir. Seguimos admirados de su entrega, agradeciendo a Dios su fecunda existencia. 

Vino al mundo el 28 de marzo de 1515 en Ávila, España; tenía una personalidad impactante. Mujer de empuje, audaz, soñadora, apóstol incansable, mística, escritora y poeta. Ha logrado que su vida y obra, que mantiene su frescura original, prosiga en lo alto de este podium de santidad. Se enamoró de Cristo precozmente, y quiso derramar su sangre por Él siendo mártir a la edad de 6 años; huyó para ello con su hermano Rodrigo, pero los encontraron. La vida eremítica formó parte de sus juegos infantiles. Después, pasó un tiempo entre devaneos, atrapada por el contenido de libros de caballería y el cortejo de un familiar. Su madre murió dejándola en la difícil edad de los 13 años. Internada por su padre a los 16 en el colegio de Gracia, regido por las madres agustinas, echaba de menos a su primo.

Aunque se hallaba en contacto con la vida religiosa, el mundo seguía disputándosela a Cristo; ser monja no estaba en sus planes. Hasta que en 1535, después de ver partir a Rodrigo, casarse a una de sus hermanas, e ingresar una amiga en el monasterio de la Encarnación, hablando con ésta descubrió su vocación, y entró en el convento a pesar de la oposición paterna. Una grave enfermedad la devolvió a los brazos de su padre en 1537. Luchó contra la muerte y venció, atribuyéndolo a san José, aunque le quedaron secuelas. En 1539 volvió a la Encarnación. La vida en el convento era demasiado ligera. Tanta apertura y comodidades, entradas y salidas, no eran precisamente lo más adecuado para una consagrada. Y en la Cuaresma del año 1544, el de la muerte de su padre, ante la imagen de un Cristo llagado, con ardientes lágrimas suplicó su ayuda; le horrorizaba ofenderle.

Comenzó a experimentar la vida de perfección como ascenso de su alma a Dios, y a la par recibía la gracia de verse envuelta en místicas visiones que incendiaban su corazón, aunque hubo grandes períodos templados por una intensa aridez. Susurros de su pasión impregnaban sus jornadas de oración: "Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero". Demandaba fervientemente la cruz cotidiana: "Cruz, descanso sabroso de mi vida, Vos seáis la bienvenida […]. En la cruz está la vida y el consuelo, y ella sola es el camino para el cielo".

En una de las visiones le fue dado a contemplar el infierno. Fue tan terrible que determinó el rigor de su entrega y emprendió la reforma carmelitana así como su primera fundación. Tenía 40 años, y Dios iba marcándole el camino que debía seguir. San Juan de la Cruz se unió a su empeño. La reforma no fue fácil. Las pruebas de toda índole, insidias del diablo, contrariedades, problemas internos, dudas y vacilaciones de su propio confesor, así como el trato hostil dispensado por la Iglesia, entre otros, le infligieron grandes sufrimientos. A pesar de su frágil salud, tenía un potente temperamento y no se dejaba amilanar; menos aún, cuando se trataba de Cristo. Así que, acudió a los altos estamentos, se codeó con reyes y nobleza, fue donde hizo falta, y se entregó en cuerpo y alma a tutelar y enriquecer espiritualmente las fundaciones con las que regó España. Todas nacieron a impulso del mismo Dios que las inspiraba.

Era una excepcional formadora. Tenía alma misionera; lloró amargamente pensando en las necesidades apostólicas que había en tierras americanas, donde hubiera querido ir. Plasmó sus experiencias místicas en obras maestras, imprescindibles para alumbrar el itinerario espiritual como "El camino de la perfección", "Pensamientos sobre el amor de Dios" y "El castillo interior", que no vio publicadas en vida. La Inquisición estuvo tras ella; incluso quemó uno de sus textos por sugerencia de su confesor. Fortaleza y claridad, capacidad organizativa y sabiduría para ejercer el gobierno, confianza y entereza en las contrariedades, humildad, sencillez, sagacidad, sentido del humor, una fe y caridad heroicas son rasgos que también la definen.

Devotísima de San José decía: "solo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no creyere y verá por experiencia cuan gran bien es recomendarse a ese glorioso Patriarca y tenerle devoción". Aunó magistralmente contemplación y acción. Recibió dones diversos: éxtasis, milagros, discernimiento.

Murió en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582. Pablo V la beatificó el 24 de abril de 1614. Gregorio XV la canonizó el 12 de marzo de 1622.


Oración a santa Teresa de Jesús 

Oh, Santa Teresa, Virgen seráfica, querida esposa de Tu Señor Crucificado, tú, quien en la tierra ardió con un amor tan intenso hacia tu Dios y mi Dios, y ahora iluminas como una llama resplandeciente en el paraíso, obtén para mí también, te lo ruego, un destello de ese mismo fuego ardiente
y santo que me ayude a olvidar el mundo, las cosas creadas,
aún yo mismo, porque tu ardiente deseo era verle adorado
por todos los hombres. 
Concédeme que todos mis pensamientos, deseos y afectos
sean dirigidos siempre a hacer la voluntad de Dios,
la Bondad suprema, aun estando en gozo o en dolor, 
porque Él es digno de ser amado y obedecido por siempre.
Obtén para mí esta gracia, tú que eres tan poderosa con Dios,
que yo me llene de fuego, como tú, con el santo amor de Dios.  Amén.


Oración escrita por Santa Teresa de Ávila

Oración de Santa Teresa
Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda,

La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.

Eleva el pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
Nada te turbe.

A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
Nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
Todo se pasa.

Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.

Ámala cual merece
Bondad inmensa;
pero no hay amor fino
Sin la paciencia.

Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
Todo lo alcanza.

Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
Quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios su tesoro,
Nada le falta.

Id, pues, bienes del mundo;
id, dichas vanas,
aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta.

14 de Octubre: Memoria Litúrgica de san Calixto, papa y mártir

 


San Calixto (Roma, c. 155 - c. 222) fue el decimosexto Papa de la Iglesia Católica. Su periodo de pontificado abarcó de 217 a 222. La fiesta de este Papa se celebra cada 14 de octubre.

Calixto fue el primer Papa liberto. Es decir, tuvo la condición de esclavo, sometido al trabajo en las minas, pero que pudo obtener su libertad. Una vez libre, se entregó completamente al servicio de la comunidad cristiana.

San Ceferino, su predecesor en el papado, lo convirtió en su hombre de confianza y le encargó el cuidado y administración de las catacumbas -inicialmente el cementerio cristiano- pero que, como se sabe, se convirtieron en lugar de refugio para los cristianos perseguidos. Bajo su administración las catacumbas llegaron a tener hasta 4 niveles y más de 20 kilómetros de corredores. Hoy, las Catacumbas de San Calixto son uno de los principales lugares históricos de Roma. En ella reposan los restos de varios papas, mártires y santos.

A la muerte de San Ceferino en el 217, Calixto fue elegido Sumo Pontífice. Durante su pontificado soportó la férrea oposición de Hipólito, quien lo acusó de ser indigno de su cargo. Para Hipólito un liberto carecía de la dignidad apropiada para conducir la Iglesia. Además, se opuso a que hombres que hubiesen dejado atrás la poligamia o el concubinato pudiesen ser ordenados sacerdotes, aún habiendo pedido perdón y convertido sus vidas a Cristo. Similares restricciones y rechazos pretendía Hipólito para otros cristianos conversos, o para aquellos que habían cometido apostasía y querían regresar al seno de la Iglesia. El espíritu pastoral de Calixto rechazó todas estas formas de rigorismo por considerarlas contrarias al mandato de Cristo sobre la caridad.

Lejos de cambiar de actitud, Hipólito también acusó sin éxito a Calixto de ser un propagador de herejías sobre la Trinidad.

Víctima de la persecución contra los cristianos, San Calixto fue llevado a una mazmorra, sin comida y sin luz. Semanas después fue encontrado tranquilo y saludable. Hoy, la tradición conserva el testimonio de sus palabras:

"Acostumbré a mi cuerpo a pasar días y semanas sin comer ni beber, y esto por amor a mi amigo Jesucristo, así que ya soy capaz de resistir sin desesperarme".

Entonces la autoridad imperial dispuso que lo echaran a un profundo pozo y que la boca del hoyo fuera cubierta con tierra y escombros. San Calixto murió enterrado. Se dice que sobre aquel lugar se alza la Iglesia de Santa María en Trastevere. Las actas de los mártires dan cuenta de que San Calixto fue el segundo Papa mártir, después de San Pedro.

13 de Octubre: Memoria Litúrgica de san Eduardo, rey y confesor

 


Venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del reino que os está preparado desde la creación del mundo. (San Mateo, 25, 34)

Eduardo III, sabio y profundo legislador, pasó primero 35 años en Normandía durante el reinado de los invasores normandos. Llamado a Inglaterra por el concierto unánime de las voluntades, hizo florecer en ella la justicia y la paz. Edificó numerosas iglesias y fundó la abadía de Westminster. Extremadamente caritativo, llevó un día a un pobre en sus espaldas y le dio una sortija de gran valor. Nada rehusaba de lo que se le pedía en nombre de San Juan Evangelista, el cual le advirtió sobre la hora de su muerte, acaecida en 1066 a la edad de 65 años.

MEDITACIÓN SOBRE SOBRE LA FELICIDAD DEL HOMBRE EN ESTA VIDA

I. Tres cosas pueden hacernos felices, tanto al menos cuanto lo podemos ser en este lugar de destierro. La primera es la buena conciencia: sin ella, ni los placeres, ni los honores, ni el cumplimiento de todos nuestros deseos podrían contentarnos. Si tienes el alma pura, todo lo desagradable que pueda sucederte no debe turbarte. ¡Qué consuelo poder decirse: Hago lo que depende de mi para estar bien con Dios! ¿Puedes, tú, con verdad, decirlo? ¿No te reprocha nada tu conciencia?
II. La segunda condición para ser feliz es abandonarse generosamente a la providencia de Dios, consagrarse a Él sin reserva, no querer sino lo que El quiere y recibir de su mano con agradecimiento el bien y el mal, pues lo uno y lo otro son efectos de su bondad. Las aflicciones, el ayuno, las enfermedades, no son penosos para los que los soportan, sino solamente para los que los reciben a disgusto.(Salmo)

III. La tercera condición es considerar cuál es voluntad de Dios en todo lo que nos acaece. Dios tiene sus designios y el demonio los suyos. ¿Cuál es designio de Dios en esta enfermedad que te envía? Que la soportes con resignación, mediante el pensamiento de la muerte y del Paraíso. El demonio, por lado, quiere arrojarte en la impaciencia y en la murmuración. Dios es tan bueno que no permitiría más que sucediese ningún mal en el mundo, si no fuese Lo suficientemente poderoso como para sacar bien del mal. (San Agustín)

Conformidad con la voluntad de Dios - Orad por los que os gobiernan.

ORACIÓN

Oh Dios, que habéis coronado con la gloria eterna al bienaventurado rey Eduardo, vuestro confesor, haced, os lo suplicamos, que honrándolo en la tierra, podamos reinar un día con él en el Cielo. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.


13 de Octubre: Última Aparición de Nuestra Señora en Fátima

 


13 DE OCTUBRE DE 1917— LA SEXTA APARICIÓN

Desde el 12 de octubre ya habían llegado unas 50 000 personas  a Fátima para estar cerca del lugar de las apariciones. “Toda la noche y la mañana cayó una lluvia delgada y persistente, que mojaba los campos, embarrando el tierra y penetrando con su humedad fría   a las mujeres y niños, hombres y animales, que estaban avanzando apresuradamente a lo largo de los caminos enlodados hacia el lugar del milagro (testimonio de Maria Madelana del Martel Patricio).

Mientras tanto, en Aljustrel, la madre de Lucía estaba muy perturbada con el pensamiento de la tragedia que seguiría, si el milagro predicho no sucediera. Lucía no logró calmarla. Finalmente, Maria Rosa y su esposo decidieron acompañar a su hija diciendo   “si nuestra hija se muriera, entonces querrían morir a su lado” (Sor Lucía). Al contrario, los padres de Francisco y Jacinta no tenían miedo para nada, porque creían en las apariciones de Nuestra Señora.
“Llegando a Cova da Iria, junto a la encina” Lucía recuerda, “llevada de un movimiento interior, pedí al pueblo que cerrasen los paraguas para rezar el Santo Rosario”. Arriba en la carretera, protegidos por sus automóviles, estaban aquellos que no tuvieron el valor de aventurarse al lodazal arcilloso de Cova. Ellos presenciaron un espectáculo que los dejó estupefactos: “En determinado momento”, escribe uno de ellos, “esta masa confusa y compacta cierra los paraguas y se descubre a sí misma en un gesto sea de humildad o de respeto, pero dejándome sorprendido y lleno de admiración, porque la lluvia continuaba insistentemente, humedeciendo las cabezas de todos, empapando e inundándolo todo”.
Alrededor de la una y media de la tarde, Lucía miró en dirección del este y le dijo a Jacinta: “¡Oh Jacinta! ¡Arrodíllate, que Nuestra Señora viene! ¡Ya vi el relámpago!” Esta vez Lucía parecía caer en un éxtasis: “El rostro de la niña”, recuerda una testigo, “se hizo cada vez más bello, tomó un tinte rosado y sus labios se hicieron delgados”. Jacinta codeó a Lucía y le dijo: “¡Habla, Lucía, Nuestra Señora ya está aquí!” Entonces Lucía despertó, tomó dos veces un profundo aliento como alguien sin aliento, y comenzó la conversación con Nuestra Señora.

—¿Qué es lo que Su Gracia quiere?
—Quiero decirte que hagan aquí una capilla en honor mío, que soy la Señora del Santo Rosario, que continúen rezando el Santo Rosario todos los días. La guerra está acabándose y los soldados volverán pronto a sus casas.
—Tengo muchas cosas que pedirle: si cura a los enfermos, si convierte a unos pecadores, etc.
—Unos, sí; otros, no. Es preciso que se enmienden; que pidan perdón por sus pecados. Que no ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido.
—¿Usted desea algo más?
—Nada más.
—Entonces tampoco voy a pedirle nada más.

Durante  la  aparición   la   multitud   pudo   ver   tal   como   el 13 de septiembre, la misma nube formada alrededor de la encina, elevándose en el aire antes de desparecer. Entonces Lucía gritó: “¡Miren el sol!”. En ese preciso momento toda la multitud pudo contemplar el espectáculo  extraordinario  de  la  “danza  del  sol”. La lluvia paró de repente, las nubes se dispersaron rápidamente y el Cielo estaba claro. “Miramos sin dificultad hacia el sol que no nos enceguecía… Todo estaba en silencio y quietud, todos estaban mirando hacia arriba. En un cierto momento el sol pareció detenerse, y entonces comenzó a moverse y a danzar hasta que parecía soltarse del firmamento y caerse sobre nosotros. Fue un momento terrible.” (Testimonio de Ti Sarto, el padre de Francisco y Jacinta). La promesa de Nuestra Señora había sido cumplida a la letra: todos lo han visto.

Durante los diez minutos en que la multitud presenciaba el espectacular milagro cósmico, los tres niños disfrutaron un espectáculo aún más bello. La Santísima Virgen les cumplió las promesas del 19 de agosto y del 13 de septiembre Les fue dado que admiraran en el firmamento, tres imágenes sucesivas:
La visión de la Sagrada Familia: “Desaparecida Nuestra Señora en la inmensidad del firmamento, vimos al lado del sol a San José con el Niño Jesús y a Nuestra Señora vestida de blanco con un manto azul. San José con el Niño Jesús parecían bendecir al mundo, pues hacían con las manos unos gestos en forma de Cruz ”.

La visión de la Virgen de los Dolores: “Poco después, pasada esta aparición, vi a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, que me daba la sensación de ser la Virgen de los Dolores Nuestro Señor parecía bendecir al mundo de la misma forma que San José ”.

La visión de Nuestra Señora del Carmen: “Se disipó esta aparición y me pareció ver a Nuestra Señora en forma semejante a Nuestra Señora del Carmen ”.

COMENTARIO

Importancia del mensaje

Si consideramos las apariciones de Nuestra Señora en la Cova da Iría, observamos que el Gran Milagro, que Nuestra Señora había prometido hace tres meses, es el evento esencial y la cuestión importante de la última aparición. Esto parece ser confirmado por el hecho que el mensaje de por sí es muy breve en comparación con los tres primeros, y parece ser solamente una repetición de lo que ya había sido hablado varias veces. Es verdad que esta última aparición es ciertamente un resumen solemne de todo el mensaje de Fátima, como si Nuestra Señora resumiera Su gran mensaje en algunas frases cortas fáciles de memorizar. El mensaje aparenta ser semejante al método de pregunta y respuesta en nuestros catecismos. De esta manera, aún una simple alma es capaz de recordar lo que dijo la Madre Celestial.
No obstante, el mensaje es mucho más importante de lo que parece a primera vista, porque es la propia declaración de Nuestra Señora en este día: “quien soy y lo que quiero” En realidad Ella  ya había expresado muchas veces lo que quiere, y Ella hará muchas más precisiones sobre Sus deseos hasta después del 1917, en las apariciones de Pontevedra y Tuy.
Si ella anuncia solemnemente ahora, el 13 de octubre, “lo que quiere”, Ella misma está poniendo en claro que el mensaje de este día tiene un significado especial, sobresaliente y excepcional. Para enfatizar su importancia, Ella anuncia a los niños dos veces, en agosto y septiembre, las visiones que tendrán el privilegio de contemplar Como una regla general, podemos considerar que si Nuestra Señora anuncia algo de antemano (y no sólo una vez), entonces será excepcionalmente importante No podemos olvidar que ésta será la última aparición, como la culminación de las anteriores, y que la misma está íntimamente relacionada con el gran Milagro del Sol: las anunciadas tres visiones de los niños tienen lugar al mismo tiempo que la gente contempla el Gran Milagro, que fue predicho tres veces.
Meditemos en las diferentes partes del mensaje, no en su orden cronológico, pero para comprender en la manera más profunda, quién es Ella y lo que quiere.
¿Qué es lo que quiere Nuestra Señora?
Comencemos con la solicitud de Nuestra Señora que hizo la mayor impresión en los niños. 
Lucía escribe: “De todas las palabras habladas en esta aparición, las palabras que más profundamente quedaron grabadas en mi corazón eran aquellas sobre la solicitud que hizo Nuestra Madre Celestial: ’Que no ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido’” ¡Cuánto amor en esa queja, cuánta ternura en su solicitud! ¿Quién me permite hacer resonar esto a través de todo el mundo, de manera que todos los hijos de Nuestra Madre Celestial puedan escuchar el sonido de su voz?

1°) "No ofendan mas a Dios porque ya esta muy ofendido"
Ya ha sido dicho muchas veces cuánto ofende el pecado a Dios,  y cuán importante es que no permanezcamos en nuestro pecado, sino que nos convirtamos. Fátima es el aviso solemne a todos los pecadores, sobre las consecuencias desastrosas del pecado. Especialmente en nuestros tiempos, cuando la gente ofende a Dios (hasta católicos), y lo consideran como “algo normal”, cuando casi nadie sabe cuánto hiere el pecado al corazón de Dios; este aviso es de gran actualidad: “¡Basta ahora, ya es demasiado!”
Sin embargo, en esta aparición, Nuestra Señora enfatiza con palabras fuertes “¡es demasiado!” ¿Qué es lo que significa? Sabemos que cada pecado, aún el más pequeño, ya “es demasiado”, y que   es una imposibilidad, si consideramos la infinita majestad y misericordia de Dios, sumado al hecho que el pecado es de alguna manera
la negación de Dios y el esfuerzo de eliminarlo y destruirlo. Desde el primer pecado de Adán y Eva y a lo largo de todos los tiempos, Dios es ofendido en demasía.
Pero hoy, la “mujer envuelta en el sol” obra un milagro increíble de manera que cada uno pueda creer; se acerca a “cada uno” de  Sus hijos con una delicadeza indescriptible  Sus ojos brillan como  el sol, Ella arde de amor como el sol, Ella permanece ante mí en    su majestad y Su corazón habla más que sus labios: “¡Hijo mío, mi querido hijo! Por favor, no ofendas más a Dios, ¡porque ya lo has ofendido DEMASIADO! Innumerables veces tus pensamientos, tus deseos, tus palabras y tus acciones han merecido la condenación eterna ¿Cuánto más tiempo vas a continuar provocando la Santidad infinita de Dios? Yo, tu Madre Celestial, vengo ahora a ti para decirte lo que yo quiero: salvarlos, mis hijos, a cualquier precio, de los fuegos del infierno. El infierno existe, y como ya has ofendido a Dios demasiado, te encuentras a un metro del abismo eterno. Yo, tu amada Madre, ¡no puedo soportar más esto! ¡Yo lloro y agonizo por ti! Por favor no sigas por este camino, sino será demasiado tarde Para tantos que no han dejado de pecar, ¡fue demasiado tarde!
Pero esto no es todo. Tenemos que apreciar más profundamente el sentido de este llamado ansioso: un corazón noble nunca puede decir “suficiente” en su amor, siempre quiere amar más y sin límites. Por el contrario, el mínimo daño, la más pequeña ofensa hacia el amado es siempre “demasiado”, el corazón amante  no  soporta nada que hiera al amado. Y aquí Nuestra Señora lamenta de nuevo: “¿No ves el amor infinito de mi Hijo, toda Su Sangre derramada  por ti, como Él mismo se aniquiló en la pequeña Hostia por ti, para que estés cerca de Él en el Santísimo Sacramento? Él quien es casi siempre olvidado, abandonado y despreciado por ti, ¡no te olvida ni te abandona! Además: ¿no ves que mi amor maternal es mayor que aquél de todas las madres del mundo reunidas?” De esta manera, Ella me conduce hacia la intimidad de Su Inmaculado Corazón para
despertar mi corazón, ponerle fuego y encender en él el amor hacia Dios. Sin embargo, el primer y fundamental acto de amor es evitar todo lo que pone triste y hace llorar al amado; y todo lo que podría herirlo es siempre ¡DEMASIADO!
Entremos otro paso más profundo en el Corazón de Nuestra Madre y preguntémosle sobre este “demasiado” Seguramente me abrirá Su Corazón para que pueda verlo para mi salvación. Ya hemos considerado esto antes. Pero más allá de Su infinito amor hacia nosotros, Sus hijos perdidos, Ella nos ama aún de otra manera: No nos olvidemos nunca que la Inmaculada contempla incesantemente en el Cielo la misma esencia de Dios. Más que ninguna otra criatura, y más que todas las otras criaturas (almas y ángeles reunidos), Ella LO conoce y lo ama Ella comprende que toda la creación, incluyendo Ella misma, es estrictamente nada delante de Dios, menos que lo es una pequeña gota en comparación con el océano infinito. Pero Ella no sólo comprende Su infinita MAJESTAD, Ella comprende LA MISMA ESENCIA DE LA SANTISIMA TRINIDAD: “¡DIOS ES AMOR!” Su único amor es una fiel copia del amor eterno del Hijo al Padre, del amor del Padre al Hijo y del amor de ambos en sí mismos: EL ESPIRITU SANTO. 
Como la Esposa Inmaculada del Espíritu Santo, Ella recibe SU AMOR total y completamente en Su Corazón: las llamas de Su Corazón son la presencia de DIOS–AMOR en medio de las criaturas.
Ahora este amor es “luz, ¡y no hay oscuridad en Él!” Esto significa que el amor de Dios no puede tolerar ninguna oscuridad. En Fátima, ELLA viene a la oscuridad pecaminosa de este mundo, y en este día, como conclusión de sus peticiones, Ella nos dice lo que realmente quiere.  En la luz de la majestad y el amor inagotable de Dios grita  y expele de Su Corazón que ES AMOR: “¡Ya no ofendan más a Dios, que ya está muy ofendido! Te suplico, déjate invadir por este océano brillante e infinito. ¡Él lo desea con una ansia ilimitada! ¡Ven a mi Inmaculado Corazón para aprender de mí cómo recobrar <tu primer amor que has perdido>!” Quienquiera que permita  ser  tocado  por estas palabras y por el CORAZON del que proceden, debe responder inmediatamente: “¡Oh sí! Te he descuidado y ofendido ya demasiado. ¡Te he insultado demasiadas veces! Dame la gracia para cambiar y no ofenderte más, mi divino Amor ”.

No es difícil descubrir en esta frase los temas centrales del mensaje de Fátima: “conversión y reparación”. “No ofenderlo más” significa conversión. Este es también el comentario de Sor Lucía: “Considero entonces, que es la voluntad de Dios hacer uso de mí para recordar al mundo que es necesario evitar el pecado, y hacer reparación al Dios ofendido, por medio de la oración y la penitencia”. 

2°) "Recitar el Santo Rosario cada día"
Nada ha sido repetido por Nuestra Señora en Fátima tan frecuentemente, como esta petición. Si dejar de ofender a Dios y por ende, agradarle y de esta manera salvar almas, son consideradas las metas de las apariciones en Fátima, entonces presento el Santo Rosario como el medio universal para alcanzar la meta.
Por consiguiente, podemos considerar la aparición de este 13 de octubre como una solemne conclusión de lo que Nuestra Señora comenzó a revelar ya en el siglo XII a San Domingo, cuando le dio el Santo Rosario como un medio para convertir a los herejes. Dos siglos más tarde, el Venerado Alanus de Rupe recibe las famosas 15 gracias especiales prometidas a aquellos que rezan el Santo Rosario con devoción. De nuevo, dos siglos más tarde, la primera Cruzada del Rosario, iniciada por San Pio V, que provocó la victoria milagrosa en Lepanto (1571) de una pequeña armada católica contra la inmensa armada de los turcos islámicos. A esto le siguieron victorias milagrosas similares en Manila (1646), Viena (1683), Peterwardein (1716), etc. Otra vez, dos siglos más tarde, Nuestra Señora misma le muestra al mundo la importancia del Santo Rosario cuando aparece en Francia Lourdes es la manifestación grandiosa del poder extraordinario del Santo Rosario ¡Pero en ninguna parte pide por su recitación con tanta insistencia como en Fátima!

Antes del 1917, el Santo Rosario era rezado durante el mes de octubre y en algunas ocasiones importantes. Solamente cuando Nuestra Madre Celestial insistió seis veces que se rezara diariamente, se estableció esta costumbre en todo el mundo. Nos damos cuenta de la extrema importancia del Santo Rosario cuando consideramos sus innumerables frutos y efectos. Pero el testigo más sorprendente de su importancia es Nuestra Señora misma, cuando, en este día, revela quién es Ella: “Yo soy Nuestra Señora del Santo Rosario”. Meditaremos sobre este título más abajo, y también daremos una breve respuesta por qué el Santo Rosario es tan único y tan absolutamente grande. Después de la Santa Misa y la Divina Liturgia, es la oración más importante de la Iglesia. 
En Fátima, Nuestra Señora también nos muestra uno de los efectos o frutos más importantes del Rosario:
Primero, el 13 de mayo, declara a Francisco que él iría al Cielo, pero que tendría que recitar muchos Rosarios Ahora, esta intimidación no sólo toca a Francisco, sino a todos. En otras palabras, nuestra salvación y particularmente nuestra santidad está íntimamente relacionada con el Santo Rosario. 
Segundo, cuando Lucía pregunta por la sanación de gente enferma, o por ayuda en otras dificultades, Nuestra Señora repite muy frecuentemente, que “ellos deben recitar el Rosario diariamente para recibir estas gracias”. 

Tercero, Sor Lucía explicó al Padre Fuentes que ahora (para los últimos tiempos) Dios nos da los dos últimos medios de salvación: la devoción al Santo Rosario y al Inmaculado Corazón de María.     

Y si Ella dice que son los últimos, entonces no habrán más. Esto nos muestra la gran importancia del Santo Rosario en nuestros tiempos apocalípticos, tanto que únicamente estas dos devociones garantizan nuestra fidelidad y perseverancia durante las luchas finales. 

Finalmente, en este 13 de octubre, Nuestra Señora revela otro gran efecto del Santo Rosario: obtiene el fin de la guerra Consideremos este último punto detalladamente:
Estamos en el año 1917, la Primera Guerra Mundial entra en su fase más horrible y mortal. Casi no hay una familia en Europa que no haya tenido que enviar a sus hijos a la guerra, y todos estaban preocupados con la cuestión. Con esa perspectiva, podemos comprender por qué Nuestra Señora se refiere varias veces a esa Guerra Mundial y promete su fin.

Sin embargo, el mensaje de Nuestra Señora no sólo concierne     a la gente que vivía en 1917, sino que por medio de ellos, concierne a todas las gentes de todos los tiempos.  Similarmente, vemos en      el Evangelio que Nuestro Señor mismo anuncia proféticamente la destrucción de Jerusalén (que sucederá en el año 70), y entrelaza este evento histórico con el fin del mundo. Podemos aplicar este lenguaje profético de Nuestra Señora en Fátima: directa e inmediatamente, habla del fin de la Primera Guerra Mundial y del retorno a casa de los soldados Pero estas mismas palabras deben ser comprendidas por todas las gentes en todos los tiempos. Todo el que viene a Fátima, recibe la promesa de Nuestra Señora: ¡La guerra terminará y los soldados retornarán a sus casas! ¿Como podemos entender esto? Debemos preguntarnos, ¿qué significa “guerra” y particularmente “fin de la guerra” para nosotros?

Primero, significa que somos miembros de la Iglesia Militante    y nuestra vida es una Guerra Cristiana. Las guerras públicas de la gente y las naciones uno contra el otro son sólo una expresión y un símbolo de la guerra entre el bien y el mal, entre la gracia y el pecado, entre Nuestra Señora y el diablo, entre Cielo e infierno.
En una guerra necesitamos buenas armas, y no sólo eso. Los soldados tienen que ser hábiles y estar bien entrenados en el uso  de las armas  El arma por excelencia ofrecida por Nuestra Señora  es el Santo Rosario. Y si usamos ese arma conforme con el deseo de nuestra “comandante en jefe”, Ella nos anuncia solemnemente que esta guerra terminará y los soldados podrán ir a su hogar, que final- mente alcanzarán el hogar eterno. 

Segundo, esto significa que debe haber alguien que gana y alguien que pierde las batallas; debe haber una derrota y una victoria. La victoria: toda victoria verdadera en este mundo es obtenida por ELLA, y por medio de Ella por todos aquellos que meditan los misterios del Rosario. Esto es confirmado por la Iglesia, quien declara la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias como también la fiesta de Nuestra Señora del Santo Rosario. 

Tercero, el final de la guerra y el resultado de la victoria es PAZ. No hay victoria o paz sin Ella — esto ya lo ha demostrado con las victorias milagrosas del siglo XVI en adelante; este también será el mensaje en Tuy. En Fátima, Nuestra Señora vino a revelar que Ella es el único dispensario del don de la paz, y que quiere que obtengamos esa paz a través del Santo Rosario (véase también las apariciones del 13 de mayo, 13 de julio, 13 de septiembre).
En otras palabras, el Santo Rosario es el único pacificador en nuestra vida. La paz de las armas no puede ser sino una condición externa de la verdadera paz que San Agustín y Santo Tomás definen como la “tranquilidad del orden” Ahora sabemos que nuestro corazón es un campo de batalla y que “el diablo gira incesantemente alrededor nuestro como un león rugiente tratando de devorarnos”.

Es difícil tener la paz en nuestras almas y muy frecuentemente estamos preocupados, inquietos y agitados. Los más pequeños eventos nos hacen perder la paz de nuestro corazón. Qué preciosa es entonces la promesa de Nuestra Señora, que el Santo Rosario nos da la atmósfera de orden y armonía. La más alta y verdadera paz, no obstante, es una vida en amistad con Dios, una vida en la gracia santificante. Y esta gracia es otorgada y conservada gracias al Santo Rosario. Asimismo, podemos extender esta promesa a todas las situaciones e instituciones que necesitan absolutamente la atmósfera de paz si quieren sobrevivir: las familias, las escuelas, las parroquias, conventos, pueblos, etc.
Efectivamente, el 13 de octubre Nuestra Señora nos dijo lo que quiere De manera sorprendente y original, les recuerda a sus hijos la meta de sus vidas y la necesidad de alejarse radicalmente (=conversión) de todo lo que ofenda a Dios, y también la importancia de consolar el amor infinito, que ya “ha sido muy ofendido”, haciendo actos de reparación por los pecados. Pero Ella no es sólo una maestra que nos recuerda y enseña sobre la única necesidad   de la gran verdad en nuestra vida. Como la mejor de las madres, nos da los medios necesarios para ganar la batalla contra el diablo  y el pecado. Y aquí aparece el tercer gran tema de Fátima: la consa- gración. Ciertamente en este día Ella no habla directamente del acto de consagración, pero explica el sentido interior y la vida de consagración, sin la que los más solemnes actos y oraciones no tendrían ningún sentido.  El Rosario es la devoción que, de manera práctica  y simple, consagra nuestra vida diaria a Dios por medio de María. 

3°) "Yo soy la Señora del Santo Rosario"
Después de haber considerado lo que quiere Nuestra Señora, aprenderemos ahora quién es Ella Al igual que en Lourdes, aunque sus confidentes la habían reconocido desde el primer instante, Ella todavía no quiso revelar su nombre ¿Por qué este retraso, cuál es el misterio, si no es el de guiar nuestra atención aún más al nombre que es la expresión concreta del mismo misterio de su persona?

En Lourdes, Nuestra Señora no reveló Su nombre hasta el 25 de marzo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”; y Bernardita observó: “éstas fueron las últimas palabras que Ella me dijo”.
En Fátima también, Ella no reveló Su nombre hasta la última de las apariciones en Cova da Iría: “Yo soy Nuestra Señora del Santo Rosario” A nuestro conocimiento, es la primera vez que Nuestra Señora pronunció tales palabras; y es de suma importancia explo- rarlas a fondo, dado que la Madre Celestial (similar a Lourdes), nos permite entrar dentro de la misma esencia de Su ser, de Su inefable misterio. 

“Yo soy…”
Estrictamente hablando, no hay criatura que pueda declarar tal cosa: “¡Yo soy!”, porque de nosotros mismos ¡somos nada! Toda criatura debería responder a la pregunta “quién eres tú” con las palabras de San Juan Bautista: “¡yo no soy!” Hemos recibido lo que somos y lo que tenemos; esto significa que recibimos nuestro ser, nuestras cualidades, nuestros talentos como una limitada parti- cipación del ser y de las perfecciones de Dios. Nunca podemos decir “yo soy sabiduría” sino solamente “yo recibí una parte de  la sabiduría de Dios”; ó “yo soy la vida” sino “yo recibí mi vida como una limitada participación en la vida de Dios” Sólo Dios puede decir “¡Yo soy!” Y Él dijo precisamente esto cuando reveló a Moisés por primera vez en la historia Su propio nombre “¡Yo soy quien Yo soy!” Luego, Nuestro Señor Jesucristo también aplicará a sí mismo la prerrogativa divina cuando dice: “¡Yo soy la Vida!
¡Yo soy la Verdad! ¡Yo soy la Resurrección! ¡Antes que Abraham fuese, yo soy!”
Aún así, ambas veces, en Lourdes y en Fátima, Nuestra Señora dice claramente “Yo soy” al definir su propia esencia y revelar su nombre profundo ¿No es una blasfemia atribuirse a sí mismo algo que sólo Dios puede decir? Esta objeción fue hecha en Lourdes en el proceso canónico en el cual se decidió sobre la autenticidad de la aparición. 
San Maximiliano nos da una explicación maravillosa Describe que el Espíritu Santo es de hecho la siempre santa, siempre “inmaculada” concepción del Padre y del Hijo, la unión del Padre y el Hijo, su Amor mutuo. Sólo Él puede decir estricta y debidamente: “¡Yo soy la eterna, purísima, santísima, Inmaculada Concepción!” Nuestra Señora fue creada como la Esposa del Espíritu Santo: “Si entre las criaturas la esposa toma el nombre del esposo porque pertenece a él, se une a él, se hace su igual y se convierte, en unión con él, en el instrumento por medio del cual se crea nueva vida, cuánto más verdadero es esto para el nombre del Espíritu Santo. Inmaculada Concepción es el nombre de la Mujer en la cuál Él vive en ese Amor que es fructífero para todo el orden sobrenatural.”

Por lo tanto, Nuestra Señora es la única criatura que puede decir “Yo soy”, porque está completamente unida a la Santísima Trinidad, pero más especialmente al Espíritu Santo. San Maximi- liano no puede encontrar palabras equivalentes para expresar cómo el Espíritu Santo y la Inmaculada son uno: “Ella es la pura presencia de El en el mundo; El está tan unido a Ella que uno puede hablar de una casi-encarnación: “¿Qué tipo de unión es ésta? Es sobre todo interior: es la unión de todo el ser de Ella con el ser del Espíritu Santo. El Espíritu Santo mora en ella, vive en Ella desde el primer instante de Su existencia, y Él va a hacerlo siempre y por toda la eternidad ”.

“Yo soy… Nossa Senhora“
La versión inglesa “I am Our Lady…” no es la traducción exacta de “Nossa Senhora”, que es la palabra femenina para “Senhor”, y significa “ama” o “dueña”. Uno podría traducir la frase completa: “Yo soy la Reina del Santo Rosario” La palabra “Senhora” denota autoridad, reino y gobierno. De hecho, Fátima es una manifestación extraordinaria del poder real de la Madre de Dios, de la OMNIPOTENTIA SUPPLEX (omnipotencia suplicante).

Esta frase, sin embargo, es un problema Gramaticalmente correcto se diría: “Yo soy vuestra Reina”, “Yo soy la Reina”, etc. Pero Ella dice: Yo soy… ¡Nuestra Señora!
Quizás adoptó la expresión común de “Nuestra Señora”, que la gente en todo el mundo Le ha dado. Ella ama tanto esta invocación que se la atribuyó a sí misma “Yo soy realmente aquella que vosotros llamáis <Nuestra Señora>  Vosotros me llamáis <Nuestra Señora>  y tenéis razón, ¡yo lo soy!”.
Por medio de esta expresión poco común, Ella trata de explicar que es realmente “Señora”, la Reina que recibió de Su Hijo divino la plena dignidad real y autoridad ejecutiva.  Pero esta autoridad    y poder es “nuestra”, nos pertenece María es “Nuestra Señora”, parte de nosotros: en otras palabras, Su autoridad y poder es sólo para nuestro bien, para nuestra causa, para nuestra felicidad. 
“Yo soy Nuestra Señora del Santo Rosario”
Su autoridad real se especifica en la palabra “Rosario”. Esto significa que el Santo Rosario es el lugar y la atmósfera en la cual Ella ejerce su ser como Reina, Dama y Señora.

¿Qué es el Santo Rosario?
“Rosarium“ es el ramo de las más bellas rosas de virtud, amor     y santidad ofrecidas al Altísimo para nuestra salvación. Es la cadena que une el Cielo con la tierra, el ancla que encadena el barco del alma con el puerto eterno. Es la corona de las más bellas joyas, el más precioso regalo para el Rey eterno “Yo soy Nuestra Señora del Rosario” significa: “Yo misma soy la conexión entre el Cielo y la tierra, la escalera con la cual Dios baja al mundo y por   la cual vosotros retornáis a Dios. Yo soy la <Señora>, la autoridad para ordenar y mandar a todas las “rosas”, todas las buenas obras e intenciones de mis hijos, que han de ser ofrecidas a Dios. Yo tomo todas las joyas de mis hijos y uno a ellas todas mis virtudes y mi inmenso amor para así hacer una corona inmaculada, digna para poner sobre la cabeza de mi Hijo divino como un acto supremo de honra, adoración y sumisión”.

Una vez más: ¿Qué es el Santo Rosario? Es la vida, la muerte      y la resurrección de Nuestro Señor revivida, meditada en nuestro corazón ¡con y en María! “Yo soy Nuestra Señora del Santo Rosario” significa que Ella es la “Señora” de la vida, muerte y resurrección de  Nuestro  Señor  recordada  y  revivida  en  nuestros  corazones  y presente en el altar de nuestra salvación. ¿Pero es que esto significa que el reavivamiento espiritual de los 33 años de Nuestro Señor está en nosotros? Simplemente significa que Jesucristo mismo entra en nuestras almas con Su Preciosa Sangre, para limpiarnos de nuestros pecados, para purificarnos de la lepra espiritual, para liberarnos de las cadenas del diablo y para convertirnos del camino que lleva al abismo eterno. Después de habernos purificado, Nuestro Señor llena nuestra alma con la vida de Dios, con Su luz y bondad eterna y final- mente, con Su gloria perpetua.
Ahora, Nuestra Señora es la Madre y Reina de este reavivamiento espiritual en Jesucristo: Ella lo hace venir una y otra vez dentro de las almas de Sus hijos con todas las gracias de conversión, purificación, santificación y glorificación.

Entonces, el título “Yo soy Nuestra Señora del Santo Rosario” significa: ¡Yo soy la Medianera de Todas las Gracias!
Su Mediación está perfectamente descrita en el Santo Rosario como ya lo hemos visto: Ella es la conexión, el lazo de Dios hacia nosotros (la teología nombra esto la mediación descendiente; mediatio descendens), pero también el lazo de nosotros hacia Dios (la teología nombra esto la mediación ascendente; mediatio ascendens). El Santo Rosario es en primer lugar la ilustración de la misericordia infinita de Dios, El viene de Su plenitud y luz eterna a nuestra oscuridad    y nuestra nada. Nuestra Señora es el canal a través del cual la luz,  la gracia y la misericordia infinita desciende a nuestros corazones. San Maximiliano Kolbe dice: “Gesta Dei per Immaculatam” — todos los “gestos” de Dios hacia nosotros por medio de la Inmaculada. Segundo,  el Santo  Rosario es la ilustración de  nuestra respuesta   a Dios, de nuestro retorno a Dios por medio de Ella, conforme con la antigua frase de los Padres “per Mariam ad Jesum” o conforme con sus propias palabras: “Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te lleva a Dios”.

Su Mediación universal es explicada por Nuestra Señora más concretamente en las tres visiones que tuvieron los niños, mientras los peregrinos contemplaban el Milagro del Sol.
“Primero tuvimos la visión de la Sagrada Familia: San José y el Niño Jesús bendiciendo al mundo, y a la izquierda, Nuestra Señora, tal como apareció sobre la encina ”.
“Yo soy la Señora del Santo Rosario, y primero, de los misterios gozosos ”. Como Medianera nos trae estos misterios a nuestro corazón y de este modo nos hace conocer a Nuestro Señor ¡en Su personalidad divina y humana! Él vino mediante Ella al mundo; mediante Ella nació en Belén, mediante Ella San Juan fue santificado, y es Ella quién lo trae a nuestras almas (mediatio descendens).
Asimismo, por la meditación del Santo Rosario, Ella nos lleva espiritualmente a Nazaret, a Belén, a Egipto, y de nuevo a Nazaret, para que imitemos la vida oculta de Nuestro Señor y copiemos en nuestra vida de familia, la vida de la Sagrada Familia (meditatio ascendens).  En la medida en que nos unamos a la Sagrada Familia   e imitemos su vida, recibiremos “la bendición de San José y del Niño Jesús”.
“Entonces la luz cambió y de repente apareció la Virgen como Nuestra Señora de los Dolores. Nuestro Señor, que bendecía la multitud, reemplazó a San José. Nuestro Señor apareció en Su adultez y estaba vestido de rojo, sin duda para recordarnos el manto púrpura, con el cual fue vestido en el pretorio, durante la escena de los ultrajes y la coronación con espinas”.

Nuestra Señora es la Señora de los misterios dolorosos: cuando se encontraba al pie de la Cruz, Nuestro Señor Le dió todos los frutos y gracias que emanaban de Sus miles de heridas y Su Corazón traspasado. Ella recogió en Su Corazón todos los frutos del trabajo de redención, de Su Santa Pasión y Su Muerte en la Cruz. Allí Nuestro Señor declaró que Ella será nuestra Madre para dar todas las gracias a Sus amados hijos (meditatio descendens).  Y por medio  de la meditación  de  estos misterios,  Ella  nos invita a permanecer y arrodillarnos al lado de Ella al pie de la Cruz, donde Nuestro Señor “atraerá a sí mismo y a Su Padre Celestial” todos aquellos que han perseverado fielmente en Su Fe y Su gracia, protegidos y guiados por Su Madre, la Madre de los Dolores (meditatio ascendens). 

“Esta aparición también desapareció y vi a Nuestra Señora una vez más, esta vez parecida a Nuestra Señora del Carmen”.
Finalmente, Ella es la Señora de los misterios gloriosos: Ella nos trae el triunfo sobre el diablo, el pecado, y la condenación; Ella    nos trae la vida eterna; Ella brinda todas las glorias de la Iglesia Triunfante a nuestro corazón. Ella nos ofrece el escapulario como símbolo del cuidado y la protección materna (meditatio descendens) Queremos llevar el escapulario fiel y devotamente, queremos reconocer y proclamar que somos Sus hijos y que Ella es “Nuestra 
Señora y Nuestra Reina” y así prepararnos para una muerte santa (véanse las promesas del escapulario). Este es el más bello tema de la meditatio ascendens, una ascensión espiritual en Ella y con Ella hasta la resurrección eterna y la vida en el Cielo. 

¿Cuál es el gran mensaje de Fátima? ¿Quién es ELLA que viene a nuestro rescate en las horas más oscuras de este mundo?
“YO SOY LA NUESTRA SEÑORA DEL SANTO ROSARIO”, dice.
Y esto significa: “YO SOY LA MEDIANERA DE TODAS LAS GRACIAS”.
¿Pero dónde está la sede de todas las gracias? ¿Dónde está el mismo centro de mi ser más íntimo (“yo soy”)?
¡ES MI INMACULADO CORAZON!

Llegamos a la conclusión de que en verdad, Nuestra Señora mediante Sus pocas palabras durante la última aparición en Cova da Iría, nos entregó en su sustancia el misterio completo de Fátima; y es exactamente este misterio que todos deben aceptar y creer. No es simplemente una opción para un cierto grupo de devotos de Nuestra Señora. Es para todos los hombres que viven en este mundo: para que los no creyentes se conviertan; para que los indiferentes sean celosos; para que los pecadores regresen al estado de gracia; para que los fervorosos sean santos; para que “todos los que están sentados en la oscuridad y en las sombras de muerte” encuentren la vida eterna y la paz perpetua. Encontramos todas estas categorías de personas presentes en este día en Fátima, siendo testigos de uno de los milagros más grandes jamás vistos en el mundo.