> SoydelaVirgen : 09/24/20

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24 de Septiembre: Memoria Litúrgica de Nuestra Señora de la Merced

 

El 1º de agosto de 2018 se cumplieron los 800 años de las Apariciones de Nuestra Señora de la Merced a San Pedro Nolasco, con miras a fundar una Orden dedicada a la redención de los cautivos.

En tiempos en que la mayor parte de España estaba sometida al yugo bárbaro de los sarracenos, numerosísimos fieles, retenidos en dolorosa cautividad, se veían sumamente expuestos a renegar de su fe cristiana y a comprometer así su salvación eterna. La Reina del Cielo, queriendo poner remedio a tan grandes males, había manifestado ya a Pedro Nolasco, famoso por su piedad tanto como por sus riquezas, en una primera visión en 1203, su voluntad de contribuir a la libe- ración de estos cautivos.

Proveniente de la noble familia de los Nolasco, emparentada con los condes de Tolosa y los Reyes de Aragón, Pedro Nolasco había nacido en 1189 cerca de Barcelona. Heredó de sus padres una muy cuantiosa fortuna que, tras renunciar al matrimonio para consagrarse a Dios, consagró al pago de rescates de cautivos cristianos prisioneros de los musulmanes; para lo cual simuló ser mercader, actuando principalmente en el reino de Valencia. Desde 1213 se había encargado de la educación del infante Jaime (el futuro Jaime I de Aragón), después de la muerte de su padre Pedro II en la batalla de Muret.

En la medianoche del 1º de agosto de 1218, cuando la Iglesia celebraba la fiesta de San Pedro ad vincula, la Virgen María, acompañada de ángeles y de santos, se apareció por segunda vez a San Pedro Nolasco, y le dijo:

« Hijo mío, soy la Madre del Hijo de Dios, que, para salvar y liberar al género humano, derramó toda Su Sangre sufriendo la muerte cruel de la Cruz. Vengo ahora a reclamar hombres que quieran, a ejemplo de mi Hijo, dar su vida por la salvación y la libertad de sus hermanos cautivos. Este sacrificio le será muy agradable. Deseo, pues, que se funde en mi honor una Orden cuyos religiosos, animados de viva fe y ardiente caridad, rediman a los esclavos cristianos del poder y de la tiranía de los Turcos, dándose a sí mismos como rescate, si es necesario, por aquellos que no puedan ser redimidos de otro modo. Tal es, hijo mío, mi voluntad; pues, cuando en la oración tú me pedías con lágrimas que remediara los sufrimientos de estos cautivos, yo presentaba tus súplicas a mi Hijo, el cual, para tu consuelo y para establecer esta Orden bajo mi nombre, me ha enviado a ti desde el Cielo. »

San Pedro Nolasco le contestó:

« Creo con fe viva que sois la Madre del Dios vivo, y que habéis venido a este mundo para alivio de los pobres cristianos que sufren sometidos a una bárbara esclavitud. Mas ¿quién soy yo, para llevar a cabo una obra tan difícil en medio de los enemigos de vuestro divino Hijo, y para sacar a sus hijos de sus crueles manos? »

Nuestra Señora lo alentó entonces diciéndole:

« No temas nada, Pedro, pues yo te asistiré en toda esta empresa; y para que tengas fe en mi palabra, verás en breve la ejecución de lo que te he anunciado, y mis hijos e hijas de esta Orden se gloriarán de llevar los hábitos blancos como estos de que ahora me ves revestida. »

Diciéndole esto, la Virgen desapareció. Alentado por esta visión celestial, el hombre de Dios sintió su corazón abrasarse de una ardiente caridad; ya no tuvo más que un deseo, el de consagrarse totalmente, él mismo junto con la Orden que debía instituir, a la práctica de este amor generoso por el que cada uno daría su vida por sus amigos y por su prójimo.

Esa misma noche, la Santísima Virgen se apareció también a San Raimundo de Peñafort y a Jaime I el Conquistador, Rey de Aragón, dándoles mandato de instituir una Orden religiosa, y persuadiéndoles a colaborar con su fortuna a la fundación de una obra tan importante.

San Raimundo de Peñafort había nacido de familia noble en el castillo de Peñafort, próximo a Villafranca del Penedés, provincia de Barcelona. Desde joven fue profesor de filosofía en Barcelona, y marchó luego a Bolonia para estudiar Derecho. En Bolonia conoció probablemente a santo Domingo de Guzmán, en cuya Orden entró a los 47 años. Fue nombrado capellán y confesor del papa Gregorio IX, quien le encargó la compilación de las decretales pontificias, que servirían luego de base para la redacción del código de Derecho canónico. Nombrado Maestro General de su Orden, ejerció dicho cargo dos años, durante los que redactó unas nuevas constituciones que fueron aprobadas en 1240. Era San Raimundo el confesor de San Pedro Nolasco y del Rey Jaime I.

Cuando al día siguiente de la visión fue San Pedro Nolasco al encuentro de San Raimundo, para comunicarle los deseos de la Virgen, este le dijo:

« He tenido esta noche la misma visión que tú, he sido favorecido con la visita de la Reina de los ángeles, y he escuchado de sus propios labios la orden que me ha intimado de trabajar con todas mis fuerzas en establecer esta Orden, y de alentar con mis sermones a los católicos fieles a colaborar en una obra de caridad tan sublime. He venido tan temprano a la catedral para darle gracias a Dios y a la Santísima Virgen. »

Mientras Pedro Nolasco hablaba con Raimundo de Peñafort, el Rey Jaime I de Aragón entró en la catedral, y fue a su encuentro para decirles:

« La gloriosa Reina de los ángeles se me apareció esta noche, radiante de belleza y de majestad, y me ordenó instituir, para la redención de los cautivos, una Orden que lleve el nombre de Santa María de la Merced o de la Misericordia; y, como reconozco en ti, Pedro Nolasco, un gran deseo de redimir a los esclavos, a ti te encargo la ejecución de esta obra. Y tú, Raimundo, cuya virtud y ciencia me son conocidas, serás el sostén de la Orden por tus predicaciones. »

Así fue como San Pedro Nolasco, alentado por San Raimundo de Peñafort, y con el apoyo del Rey Jaime I de Aragón, fundaba el 10 de agosto de 1218 la Orden de los Mercedarios, que tiene como nombre completo el de Orden Real y Militar de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de los Cautivos.

Fue, pues, inicialmente una Orden militar. De hecho, sus caballeros se hicieron ilustres en la ayuda que brindaron al Rey Jaime I de Aragón en la conquista de las islas Baleares (1229), entonces bajo la dominación musulmana, y del Reino de Valencia (1238), igualmente bajo el poderío sarraceno. El Rey Jaime I se apoyó igualmente en esta Orden para la pacificación de las poblaciones reconquistadas, y le concedió el privilegio de llevar sobre el pecho sus propias armas, el blasón del reino de Aragón, que siempre la ha distinguido.

La Orden, que había recibido la institución canónica del obispo de Barcelona, fue aprobada en 1235, a instancias de San Raimundo de Peñafort, por el Papa Gregorio IX, que le dio la Regla de San Agustín. Los mercedarios pronunciaban los tres votos tradicionales de las Ordenes regulares: pobreza, castidad y obediencia, a los que añadían un cuarto voto, emblemático de su misión peculiar: estar dispuestos a entregarse como rehenes cuando este fuese el único medio de liberar a un cautivo. Se entregaron a este « mercado » — tal es el sentido etimológico de la palabra latina « merces » — hasta que desapareció la piratería. Durante esta «compra» o « rescate » en sentido estricto, muchos misioneros fueron torturados, a veces hasta la muerte.

Dios mismo, por medio de la Virgen María, dio un rápido crecimiento a esta obra, que se difundió rápida y ampliamente por toda la tierra: primeramente en Aragón y Cataluña y en el resto de España, como en la Italia del siglo XIII; y después del descubrimiento de América, en República Dominicana, Perú, Colombia, Argentina y varios otros países de Hispanoamérica. Vio esta Orden florecer héroes de santidad, hombres de una caridad y de una piedad incomparables, que se dedicaban a recoger las limosnas de los cristianos para redimir a sus hermanos, y a menudo a entregarse como prenda para liberar a gran número de cautivos. Entre los más conocidos figuran San Serapión de Argel, San Pedro Armengol y San Ramón Nonato.

En 1265 nacía la Orden de las Religiosas Mercedarias, bajo la inspiración de Santa María de Cervelló, que fue elegida como primera Priora bajo el nombre de María del Socorro.

A partir de 1317, la Orden de la Merced perdió su carácter militar y se hizo clerical, recibiendo miembros sacerdotes. Los Mercedarios jugaron también un papel muy importante en la evangelización del Nuevo Mundo; Antonio de Almansa, por ejemplo, fue el capellán de la expedición de Diego de Almagro, en 1535, en Chile. En 1690 fue asimilada a una Orden mendicante, haciéndose entonces misionera y dedicada a las obras de caridad.

Al espiritualizarse, la Orden de la Merced se enriqueció de una connotación nueva. La palabra guardaba el sentido de « rescate » (« reemptio », que significa « volver a comprar »), expresando así la « redención » de los pecadores por la « misericordia divina » obtenida por la muerte de Cristo en la Cruz. Por lo mismo, los Mercedarios aseguraron la capellanía de las galeras bajo el Antiguo Régimen, y la de las prisiones y hospitales, que hoy en día se siguen repartiendo con la Orden de los Trinitarios.

Así pues, las Apariciones de Nuestra Señora de la Merced, y su mandato de fundar una Orden bajo su patrocinio, destinada a redimir a los cautivos del poder de los infieles, son sumamente aleccionadoras para todo católico, especialmente en los días que nos toca vivir hoy. En efecto:

1º- Por ellas Nuestra Señora nos muestra el valor enorme de la Fe católica, en este caso la fe de los cautivos en riesgo de apostatar, que debe ser defendida incluso al precio de la vida, en este caso la de los religiosos que así lo prometían mediante un voto que le era propio.

2º- Nos muestra igualmente que no puede haber caridad más perfecta y sublime que la que nos lleva a preservar la fe de los débiles, necesaria para poder salvarse; como no puede haber tampoco mayor pecado contra la caridad, que disminuir o poner en peligro esa fe, llevando a los católicos a convivir religiosamente con los infieles, a través de un ecumenismo absolutamente ajeno y contrario a la Religión Católica.


Tucumán, fue fundada por don Diego de Villarroel en 1565, pero el día de Nuestra Señora de las Mercedes de 1685 fue trasladada al sitio actual.

El Cabildo en 1687 nombró a Nuestra Señora de las Mercedes como Patrona y Abogada de la ciudad, por los muchos favores que la Virgen dispensó a los tucumanos.

La victoria argentina en la batalla de Tucumán del 24 de septiembre de 1812, es acreditada a Nuestra Señora de las Mercedes. En ella se decidió la suerte de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Los españoles eran unos tres mil y los argentinos apenas mil ochocientos. Belgrano, el general argentino, puso su confianza en Dios y en Nuestra Señora de las Mercedes, a quien eligió por Patrona de su Ejército.

En la mañana del 24 de septiembre de 1812, día del combate, el general Belgrano estuvo orando largo rato ante el altar de la Virgen. El ejército argentino obtuvo la victoria. En el parte que transmitió al Gobierno, Belgrano hizo resaltar que la victoria se obtuvo el día de Nuestra Señora de las Mercedes, bajo cuya protección se habían puesto las tropas.

El parte dice textualmente: 'La patria puede gloriarse de la completa victoria que han tenido sus armas el día 24 del corriente, día de Nuestra Señora de las Mercedes bajo cuya protección nos pusimos ".

El general Belgrano puso en manos de la imagen de la Virgen su bastón de mando. La entrega se efectuó durante una solemne procesión con todo el ejército, que terminó en el Campo de las Carreras, donde se había librado la batalla.

Belgrano se dirigió hacia las andas en que era conducida la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes, y le entregó el bastón que llevaba, poniéndolo en las manos de la Virgen y proclamándola como Generala del Ejército.

Al tener conocimiento de estos actos de devoción las religiosas de Buenos Aires, remitieron a Belgrano cuatro mil escapularios de Nuestra Señora de la Merced para que los distribuyera a las tropas. El batallón de Tucumán se congregó antes de partir rumbo a Salta, frente al atrio del templo de Merced, donde se les entregaron los escapularios, tanto los jefes como oficiales y tropas los colocaron sobre sus uniformes.

El 20 de febrero de 1813 los argentinos que buscaban su independencia se enfrentaron nuevamente con los españoles en Salta. Antes de entrar en combate, Belgrano recordó a sus tropas el poder y valimiento de María Santísima y les exhortó a poner en Ella su confianza. Formuló también el voto de ofrendarle los trofeos de la victoria si por su intercesión la obtenía.

Con la ayuda de la Madre de Dios vencieron nuevamente a los españoles, y de las cinco banderas que cayeron en poder de Belgrano, una la destinó a Nuestra Señora de las Mercedes de Tucumán, dos a la Virgen de Luján y dos a la Catedral de Buenos Aires.

A partir del año 1812, el culto a Nuestra Señora de las Mercedes adquiere una gran solemnidad y popularidad. En 1813, el Cabildo de Tucumán pide al gobierno eclesiástico la declaración del vicepatronato de Ntra. Sra. de las Mercedes "que se venera en la Iglesia de su religión" y ordena de su parte que los poderes públicos celebren anualmente su fiesta el 24 de septiembre. La Autoridad Eclesiástica, por Decreto especial, declara el 4 de septiembre de 1813 festivo en homenaje a Nuestra Señora de las Mercedes el 24 de septiembre.

Después del 31 de agosto de 1843, es declarada oficialmente Vice Patrona, jurando su día por festivo y disponiendo se celebre cada año una Misa solemne con asistencia del Magistrado y que por la tarde se saque la imagen de la Santísima Virgen en procesión, como prueba de gratitud por los beneficios dispensados.

Al cumplirse el centenario de la batalla y victoria de Tucumán, la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes fue coronada solemnemente, en nombre del Papa San Pio X, en 1912.

El 22 de junio de 1943, el Presidente de la República, General Pedro P. Ramirez, por decreto aprobado el día anterior con sus ministros, dispuso por el artículo 1ro:

"Quedan reconocidas con el grado de Generala del Ejército Argentino: la Santísima Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de las Mercedes, y la Santísima Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen".

Los artículos 2,3 y 5 se refieren a la imposición de la banda y faja que corresponde a los generales de la nación. El gobierno Argentino proclama así, solemnemente, ante el mundo, su religiosidad.

En 1945, el Gobierno Nacional designó a Nuestra Señora de las Mercedes Patrona Principal de la Aeronáutica Militar.

En Santa Fe la imagen se venera en el templo del Milagro, Paraná se venera en la catedral, en Córdoba en la Iglesia de los Padres Mercedarios, y así en muchos otros lugares.

Himno a Ntra. Sra. de La Merced (I)

 

Mira a tu pueblo hermosa Señora, 
que lleno de júbilo con fe te implora. 

¡Bendice, Madre, toda esta grey,
oh, Santa Virgen de la Merced! 

Nuestros pasos fortalece para que sigamos 
las huellas de Cristo, siéndole fieles. 

Dulce y compasivo es tu corazón de Madre,
refugio del que peca, auxilio suave. 

Hondo océano de luz y paz son tus ojos
que alumbran los pasos de peregrinos. 

Amparo seguro de todas las familias 
irradias a Cristo, con él nos cuidas. 

Hasta el cielo, Madre, se eleva nuestro canto.
Ruega por nosotros, que seamos santos.

Ante el trono de tu Hijo siempre intercedes 
oh, Virgen bendita, de las Mercedes. 

Pedimos, oh Madre, compasión y consuelo; 
de tu dulce mano, subir al cielo.

MES DE SEPTIEMBRE: 24° Día de la Mes de la Virgen de los Dolores

 


MES DE SEPTIEMBRE CONSAGRADO A LOS SIETE DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA

ORACIÓN DE PREPARACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Dios y Señor mío, que por el hombre ingrato os hicisteis también hombre, sin dejar por eso la divinidad, y os sujetasteis a las miserias que consigo lleva tal condición; a vuestros pies se postran la más inferior de todas vuestras criaturas y la más ingrata a vuestras misericordias, trayendo sujetas las potencias del alma con las cadenas fuertes del amor, y los sentidos del cuerpo con las prisiones estrechísimas de la más pronta voluntad, para rendirlos y consagrarlos desde hoy a vuestro santo servicio. Bien conozco, dueño mío, que merezco sin duda alguna ser arrojado de vuestra soberana presencia por mis repetidas culpas y continuos pecados, sepultándome vuestra justicia en lo profundo del abismo en castigo de ellos; más la rectitud de mi intención, y el noble objeto que me coloca ante vos en este afortunado momento, estoy seguro, mi buen Dios, Dios de mi alma, suavizará el rigor de vuestra indignación, y me hará digno de llamaros sin rubor.... Padre de misericordia.

No es esta otra más que el implorar los auxilios de vuestra gracia y los dones de vuestra bondad para que, derramados sobre el corazón del más indigno siervo de vuestra Madre, que atraído por su amor y dulcemente enajenado por su fineza viene a pedir esta merced, reflexione y contemple debidamente sus amargos dolores, y causarla de esta manera algún alivio en cuanto sea susceptible con esta ocupación y la seria meditación de mis culpas. Concededme, Señor, lo que os pido por la intercesión de vuestra Madre, a quien tanto amáis. Y vos, purísima Virgen y afligidísima Reina mía, interponed vuestra mediación para que vuestro siervo consiga lo que pide. Yo, amantísima Madre de mi corazón, lo tengo por seguro de vuestra clemencia; porque sé que todo el que os venera alcanzará lo que suplica, y. aunque este en la tribulación se librará de ella, pues no tenéis corazón para deleitaros en nuestras desgracias, y disfrutáis de tanto poder en el cielo que tenéis el primado en toda nación y pueblo ¡Feliz mil veces acierto a conseguir vuestras gracias para emplearme en tan laudable ejercicio! Derramad, Señora, sobre mí vuestras soberanas bendiciones; muévase mi alma a sentimiento en la consideración de vuestros santísimos dolores; inflamese mi voluntad para amaros cada vez más. Entonces sí que os podré decir: "Oh Señora, yo soy tu siervo" Consiga yo, en fin, cuanto os pido, siendo para mayor honra de Dios y gloria vuestra, como lo espero, consiguiendo seguro la salvación de mi alma. Amén.

DIA XXIV

Gravísimos deben ser, compasiva Virgen, los tormentos que en el infierno padezcan las almas de los condenados, cuando sois tan cuidadosa y deseáis con tantas ansias librar de ellos a los mortales. Los motivos principales que les hacen tan crueles entre otros descubro solo tres. Uno de ellos es la Pasión del Redentor, que solo se dirigió a librarlos de ellos, y que con tanta osadía menospreciaron; otro es el furor de los demonios, ministros destinados para la justa venganza de Dios; y el último es la enormidad de la culpa, y la misma gravedad del pecado que clama por el castigo. ¡O miserables, que visteis padecer al mismo Hijo de Dios y rey absoluto de cielos y tierra por vosotros sin necesidad, y le volvéis las
espaldas con torpe ignominia! Sufrió por vuestro bien tormentos inauditos, y por lo mismo es razón que vosotros los sufráis también eternamente.

¡Ah Madre de mi corazón! ¿Es posible que seamos tan estúpidos que tan poco cuidado pongamos por no vernos afligidos con tan terribles tormentos? Si hubierais tenido presente tanta necedad, ¿cuánto más lo sentiríais? Y a la verdad que es digno de llorarse con lágrimas de sangre el que, por unos gustos terrenos y momentáneos, permitamos hacernos dignos de una eterna condenación ¡Cuántos de los que yacen sepultados en aquellos oscuros calabozos darían por muy feliz su suerte si les permitieran volver a este mundo al estado de viadores, para merecer en su muerte la eterna gloria! No es exageración Escuchad los clamores del rico avariento, el cual, viendo que no se le concedía el corto alivio de que Lázaro le socorriese con una gota de agua, exclamaba diciendo "Padre Abraham, te ruego que a lo menos le envíes a la casa de mi padre para avisar a cinco hermanos que tengo procuren no venir a este lugar de tormentos "Oíd sino los clamores rabiosos de aquel padre o madre, que revolcándose en las voraces llamas y mordiéndose las carnes, se lamenta diciendo: malditos hijos, que por no haberos castigado a su tiempo y criado bien, apartándoos de las malas compañías y de las modas corrompidas, estamos penando en este fuego sin esperanza de alivio!

¡Malditos padres, contestarán los hijos sumidos también en aquel funesto lugar,
que por el mal ejemplo y doctrina que nos disteis con vuestra desarreglada vida, y por el poco cuidado que de nosotros tuvisteis, somos atormentados con estas penas indecibles! ¡Desgraciados de nosotros, gemirán los demás condenados, que por haber vivido sin temor de Dios y al antojo de nuestras pasiones, ya en usuras, ya en murmuraciones, ya en deshonestidades, ya en bromas y diversiones perjudiciales, y ya en fin en todo género de vicios, nos cogió la muerte en pecado, y por juicios justos del Señor nos condenamos! ¡Antes no podíamos ver el ayuno, teníamos horror a la penitencia, huíamos de toda mortificación, y ahora sufrimos mucho más que todo aquello, hasta rechinar y crujir los dientes! ¡Dios mío, qué penas tan gravísimas serán estas, cuando Isaías admirado prorrumpe: "Quién de vosotros podrá habitar en aquellos sempiternos ardores!"

Siendo vos, Madre mía de los Dolores, tan solícita por librar a vuestros siervos de las horribles penas del infierno, que por ello padecéis resignada los tormentos y penas de la muerte de vuestro santísimo Hijo, ¿Qué insensato sería yo en no corresponder a vuestros amorosos designios, costándome tan poco? Solo con aborrecer y no dar entrada en mí á la culpa, evito arder en los abismos para siempre Pues desde ahora, Señora mía, os lo prometo por daros muestras de gratitud, por aliviar en algún modo vuestras penas, y por llegar algún día a gozar con vos de la eterna felicidad de la gloria.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS.

¿Por qué, o Dios mío, no he de daros las más humildes gracias, cuando en esta breve consideración os habéis dignado comunicar a mi alma los importantísimos conocimientos de unas verdades que tan olvidadas y menospreciadas tenía por mi abandono y necedad? ¿Por qué no he de concluir este saludable ejercicio rindiéndoos las más profundas alabanzas, cuando en él siento haberse encendido en mi corazón la llama del amor divino, que tan amortiguada es taba por un necio desvarío y por una fatal corrupción de mi entendimiento? Y pues que vos, que sois la verdad infalible y el verdadero camino que conduce a la patria celestial, habéis tenido a bien de comunicar a mi alma los efectos propios de vuestro amor, con los que puedo distinguir lo cierto é indudable que me sea útil a la salvación, y lo falso y mentiroso que me precipitará a mi perdición, por tanto, Señor, quiero aprovecharme desde este momento de tan divinas instrucciones, para caminar con libertad y seguridad entre tantos estorbos y peligros como me presenta este mundo miserable, y de este modo llegar más pronto a unirme con vos. Consígalo así, Virgen Santísima, para vivir compadeciéndome de vuestros dolores y aflicciones, y cumpliendo la promesa que os hice de ser siervo vuestro. Esta sea mi ocupación, estos mis desvelos y cuidados en este valle de lágrimas, porque así después disfrute en la celestial Jerusalén de vuestra compañía, en unión de tantos fieles Servitas que recibieron ya el premio de vuestros servicios, reinando a vuestro lado por los siglos de los siglos. Amen.