> SoydelaVirgen : 08/22/20

--------------------------------------------- San Martin de Tours y La Virgen de los Buenos Aires / La Inmaculada Concepción y San Ponciano | Patronos de la Ciudad de Buenos Aires / Patronos de la Ciudad de La Plata -----------------------

Del 22 al 30 de Agosto: Novena en honor a san Ramón Nonato, religioso

 

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. 

Rezar la oración del día que corresponda:

DÍA PRIMERO

Dios y Señor mío, yo os doy infinitas gracias por todos los favores que hicisteis al glorioso San Ramón No-nacido; por cuyos méritos os suplico humildemente, que así como fuisteis tan liberal con el glorioso santo cardenal, lo seáis en esta ocasión conmigo, concediéndome el despacho de la petición que solicito en esta novena, para más serviros y amaros. Amén. Concluir con la oración final para todos los días.

Rezar la Oración final para todos los días.

DÍA SEGUNDO

Dulcísimo Jesús mío, mi Redentor, y Señor, yo os doy inmortales gracias por todas las mercedes que vuestra infinita benignidad concedió al glorioso Padre San Ramón No-nacido. Tantas maravillas obró vuestra Majestad en vuestro siervo San Ramón, que me dan motivo para valerme de su intercesión, para que Vos, Dios mío, por sus ruegos y merecimientos cumpláis esta mi petición, a mayor honra y gloria vuestra; espero en Vos, Jesús de mi alma, que pues a los que se han valido de tan grande Santo habéis socorrido en sus necesidades, me socorráis también las mías. Amén. Concluir con la oración final para todos los días.

DÍA TERCERO

¡Oh, Reina Purísima de la Merced, Madre de los necesitados y afligidos! A Vos vengo como hijo indigno que soy de tan grande Madre, para rendiros mil veces las debidas gracias, de tantos y tan grandes favores con que favorecisteis a vuestro siervo San Ramón No-nacido, de cuya intercesión me valgo en la presente ocasión para obtener el favor que pido en esta Novena. Confío que vos, soberana Reina, así como no le negasteis cosa al glorioso Santo de cuanto os pidió en la tierra, no le negareis ahora vuestra intercesión para con vuestro Santísimo hijo Jesús, a fin de que me conceda la gracia que deseo, para gloria vuestra, de vuestro Unigénito Hijo y bien de mi alma. Amén. Concluir con la oración final para todos los días.


DÍA CUARTO

Dios y Señor mío, yo os ofrezco los méritos de la santa obediencia de vuestro grande siervo el glorioso Cardenal San Ramón No-nacido, y os suplico que por ellos me concedáis una perfecta y total obediencia, con la cual obedezca yo en todo y por todo a vuestras divinas inspiraciones, a los preceptos de la Santa Iglesia, y en particular os ruego que, por los mismos merecimientos me despachéis la petición que por mano del glorioso Santo os ofrezco. Amén. Concluir con la oración final para todos los días.


DÍA QUINTO

Señor y Dios mío, yo indigno hijo vuestro, me postro delante de vuestra presencia, y os presento aquella santa y suma pobreza con que vivió el glorioso San Ramón No-nacido, suplicándoos de todo mi corazón, que por los merecimientos que adquirió vuestro Santo con el ejercicio de tan grande virtud, queráis purificar este mi corazón, comunicándome una verdadera pobreza y desnudez de espíritu, con la cual esté mi alma totalmente despegada de todo lo transitorio, y unida con el amor Divino. Y en particular os ruego, os dignéis favorecerme con la gracia que pido, a mayor honra y gloria vuestra. Amén. Concluir con la oración final para todos los días.


DÍA SEXTO

Dios y Señor mío, pues que os habéis mostrado tan amante de la pureza, queriendo que el eterno Verbo tomase carne de una purísima Virgen desposada, yo os presento, Señor, la angélica pureza de vuestro castísimo siervo San Ramón No-nacido. Y por los méritos que correspondieron a la virginidad de tan gran Santo, os suplico queráis quitar todas las manchas de mi alma, para que así sea digna de unirse con Jesucristo, y quede dispuesta para recibir el favor que pido en esta Novena. Amén. Concluir con la oración final para todos los días.

DÍA SÉPTIMO

Dios y Señor mío, Vos sólo sabéis aquel ardor soberano, con que siempre os estuvo amando, y deseando amaros más y más vuestro gran siervo y amigo San Ramón No-nacido, ansioso siempre de que todos los humanos corazones se abrasasen en divinos amores. Yo, confiado en vuestra misericordia infinita, os suplico humildemente, que por aquel corazón del Serafín San Ramón, os dignéis de abrasar el mío con llamas de vuestro amor y favorecerme con el despacho de la merced que os pido, por los merecimientos de la ardiente caridad de este gran Santo, mi abogado. Amén. Concluir con la oración final para todos los días.

DÍA OCTAVO

Dios y Señor mío, con toda la humildad en mí posible, vengo a pediros un favor, valiéndome de los grandes merecimientos que tuvo San Ramón No-nacido: por el ejercicio heroico de su humildad profunda, alcanzaba de Vos lo que os suplicaba; la misma humildad de vuestro Santo os ofrezco, para que por ella me hagáis de tal manera humilde, que por vuestro amor deje mi propia estimación. Asimismo os ruego os dignáis concederme, para gloria vuestra y salvación mía, la merced que os pido. Amén. Concluir con la oración final para todos los días.

DÍA NOVENO

Eterno y Omnipotente Dios y Señor mío, hoy es el último día de esta mi Novena, y si hasta ahora no he sabido disponerme para alcanzar el favor que deseo, os suplico me deis luz para debidamente disponer mi alma; y para que lo hagas te presento los martirios, trabajos, aflicciones, azotes y demás penas que tuvo el glorioso San Ramón No-nacido. Así, por tan grandes méritos que alcanzó por estas penas, concededme, Señor, un deseo fervoroso de padecer por Vos, y un cumplimiento a mi petición que todos estos nueve días ha pedido y pido, para honra vuestra y de mi glorioso Santo. Amén. Concluir con la oración final para todos los días.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Gloriosísimo San Ramón No-nacido! De todo corazón me gozo de que la majestad soberana de nuestro Dios y Señor os haya hecho tan grande Santo, adornándoos con tantas prerrogativas y mercedes; de todas las cuales doy a la Santísima Trinidad infinitas e inmortales gracias, y a Vos, Santo mío, mil parabienes.

Por esos admirables favores, y por la sangre que vertieron vuestros santos labios con el penoso martirio del candado, os suplico humildemente intercedáis ante la Divina Majestad por el aumento de la Santa Fe católica, la extirpación de las herejías, la quietud y sosiego de los reinos cristianos, la conversión de los infieles, y libertad de los pobres cautivos cristianos. También, Santo mío, os pido seáis mi intercesor, para que así como perseverasteis muchas horas vivo dentro del cuerpo de vuestra madre difunta, así esta mi pobre alma persevere viva en la vida de la gracia, dentro de la cárcel de este corruptible cuerpo, y salga de él a su tiempo en paz, para alabar a Dios en compañía de los Ángeles y Santos, por toda la eternidad; y para que mejor lo pueda conseguir, os suplico me alcancéis el favor que ahora os voy a pedir:

Hágase aquí la petición

Así confío lo haréis, amantísimo Padre mío, pues de Vos se dice alcanzáis de Dios todo cuanto vuestros devotos os piden, estando ellos afligidos; pero si acaso ha de ser para mayor gloria de Dios, y bien de mi alma el que se dilate, o no consiga la gracia que deseo, alcanzadme, Santo mío, perfecta resignación en la voluntad de mi Dios y Señor, para que así quede mi alma en paz, mientras el Señor me conserve la vida, y después, por medio de una dichosa muerte llegue a gozar las delicias de la eterna Patria. Amén.

ANTÍFONA. Oh, Bienaventurado Ramón, que con todo su corazón amó a Cristo, y para ejemplo de su caridad no dudó en quedarse cautivo por librar a los cautivos. Oh dichosa vida, que aunque no la quitó la espada de los perseguidores, no por eso perdió el mérito del martirio.

- Mi corazón y mi carne,
- Se alegran por el Dios vivo.

ORACIÓN. Oh Dios, que hiciste admirable a San Ramón No-nacido, tu confesor, en librar a tus fieles del cautiverio de los impíos: concédenos por su intercesión, que nos libres de las cadenas de los pecados, practiquemos con libre voluntad las cosas que te son agradables. Por Cristo, Nuestro Señor. Amén

¿Cómo puedo amar más a la Virgen María?

 


Quien haya reconocido y contemplado profundamente el amor indecible de la Virgen María, quiere responder a este amor con el mayor amor posible de un niño. 

Solemos mirar con reverencia, y tal vez un poco de envidia, la devoción de los grandes santos que han hecho y sufrido tanto por María, y desearíamos convertirnos al menos en una miniatura de San Bernardo, Grignion de Montfort, Maximiliano Kolbe. No podemos imaginar que exista alguna posibilidad de amar a la Virgen María aún más.

Ahora sabemos que nadie amaba a María más que su propio Hijo. La amaba con toda la perfección de su naturaleza humana y divina. Hizo más por ella que por todas las demás criaturas juntas, como lo demuestran los privilegios más extraordinarios que Dios haya concedido a cualquier criatura: la Concepción Inmaculada, la Plenitud de Gracias, la Virginidad Perpetua, la Maternidad Divina, la Maternidad Espiritual como Corredentora y Medianera de todas las Gracias, y finalmente su Asunción en cuerpo y alma al cielo, etc.

Ahora hemos recibido la gracia inconmensurable de estar completamente unidos a Cristo por medio de la gracia santificante, así como los miembros del cuerpo están unidos a la cabeza y forman un todo único con Él. Así poseemos con Cristo la misma vida, es decir, la vida divina, en la cual podemos participar verdaderamente. La plenitud de esta vida está en la cabeza, y desde la cabeza fluye hacia cada uno de los miembros a través de la acción del Espíritu Santo, que es el alma de este cuerpo místico.

Por medio de esta vida sobrenatural vivimos la vida del mismo Cristo, como los sarmientos viven la vida de la vid, como el miembro vive la vida de todo el Cuerpo. Así, cuando sufrimos, oramos, trabajamos, amamos, etc., unidos a la vida de Cristo, entonces es Cristo quien continúa en nosotros su sufrimiento, su oración, su trabajo, su propio amor, etc.

Por lo tanto, nuestro amor por María es más que una imitación lejana de la devoción de Jesús a su Madre Celestial. Así como nuestra vida sobrenatural es una participación, continuación y, en cierto sentido, prolongación de la vida de Cristo, así también nuestro amor a María debe ser una participación, continuación y prolongación del amor de Cristo a María. Por eso, si amamos a María, no somos nosotros quienes la amamos, sino es Cristo "nuestra vida", quien ama a María ¡en nosotros, a través de nosotros, con nosotros!

Este es el más sublime amor y devoción que se puede tener por María, que contiene en sí mismo la devoción de todos los ángeles y santos.

Por eso, cuando Cristo nos dice que nos ha dado un ejemplo y nos pidió que hiciéramos lo mismo que Él, entonces no sólo tenemos que imitarla, sino que debemos honrar, glorificar y amar a María unida a Él.

¡Qué gozo inconmensurable para un hijo de María poder "amarla tanto" y darle así la mayor alegría!

¡Solo por esta razón el "Mihi vivere Christus est" debe ser la realidad completa de nuestra vida!

"¡Amar a María es mi sentir en todo momento!"

22 de Agosto: Memoria Litúrgica de Santa María, Reina

 

“Es una Reina que da todo lo que posee compartiendo, sobre todo, la vida y el amor de Cristo”, dijo San Juan Pablo II al referirse a la Virgen como Reina del Universo. La Fiesta fue instituida por el Papa Pío XII en 1954.

En la Encíclica “Ad Caeli Reginam” (punto 15), que trata sobre la dignidad y realeza de María, se lee que “Cristo, el nuevo Adán, es nuestro Rey no sólo por ser Hijo de Dios, sino también por ser nuestro Redentor”.

“Así, según una cierta analogía, puede igualmente afirmarse que la Beatísima Virgen es Reina, no sólo por ser Madre de Dios, sino también por haber sido asociada cual nueva Eva al nuevo Adán”.

Por su parte, el Papa Benedicto XVI mientras celebraba esta Fiesta en el 2012 dijo que María “es Reina precisamente amándonos y ayudándonos en todas nuestras necesidades, es nuestra hermana y sierva humilde".

He aquí una de las tantas razones por las cuales el Papa Francisco ha twiteado este mes pequeñas oraciones de súplica a la Madre de Dios por la paz en el mundo y en especial por los cristianos en Medio Oriente.

Como la del 14 de agosto que dice: “María, Reina de la paz, ayúdanos a erradicar el odio y a vivir en armonía”. O la del día siguiente, en la que pide a María, Reina del Cielo, que nos ayude a transformar el mundo según el designio de Dios.


María, como Madre del Hombre-Dios, Rey del universo por derecho de naturaleza y por mérito de conquista, es Reina Madre. La dignidad real de María ha recibido el tributo de homenaje más insigne y la justificación teológica más amplia y convincente por boca de los Sumos Pontífices.

León XIII veneró a María, con todo el pueblo cristiano, "elevada sobre la gloría de todos los santos, coronada de estrellas por su divino Hijo, sentada junto a Él, Reina y Señora del universo". (Encíclica lucunda semper, 8 de septiembre 1894) . Indagando, a continuación, en su vida los títulos y méritos de tan universal soberanía, que une a Madre e Hijo en el imperio espiritual del mundo, escribió el Papa: "Mientras que es elegida para Madre, sin dudar un momento se proclama y se confiesa esclava del Señor. Y, como ha prometido santamente, y santa y prontamente establece, desde este momento, una perpetua comunidad de vida con su Hijo Jesús, ya sea en la alegría o en el llanto. De esta manera, llega a tales alturas de gloria como ningún ángel podrá jamás alcanzar, porque ninguno podrá parangonarse con Ella, ni en virtud, ni en méritos. Por esto Ie pertenece a Ella la corona del cielo y, porque se convertirá en la Reina de los mártires, la corona de la tierra. Así, en la celestial ciudad de Dios estará sentada en el trono, coronada por toda la eternidad, junto a su Hijo, porque constantemente, durante toda su vida, pero de manera especial en el Calvario, beberá con Él el cáliz rebosante de amargura". (Encíclica Magnae Dei Matris, 8 de septiembre 1892).

Pío XII no es menos generoso en las alabanzas a la celestial Señora cuando afirma: "Jesús es Rey de los siglos, por naturaleza y por conquista; por Él, subordinadamente a Él, María es Reina, por gracia, por parentesco divino, por conquista, por singular elección. Su reino es vasto como el reino de su Hijo Dios, porque nada se halla excluido de su dominio. Por lo cual, la Iglesia saluda a María como Señora y Reina de los ángeles y de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes; por idéntico motivo, la aclama como Reina del cielo y de la tierra, gloriosa y dignísima Reina del universo y nos invita a invocarla, de día y de noche, entre los gemidos y lágrimas en que abunda tanto este destierro: Salve Regina, Mater misericordiae, vita, dulcedo, spes nostra, salve (Mensaje radiofónico del 13 de mayo 1946).

Esta certeza recibió un nuevo sello, cuando el Romano Pontífice Pío XII, como digna coronación del Congreso Internacional Mariológico-Mariano y, para perpetuo y más vivo recuerdo del primer centenario de la definición de la Inmaculada Concepción, proclamó en la Encíclica Ad Coeli Reginam (11 octubre 1954), la festividad litúrgica de la realeza de María.

En la Santa Misa Tridentina, la fiesta de la Realeza de María se celebraba el 31 de mayo de 2020.

La Naturaleza de la Realeza de María Santísima


El reino de Santa María, a semejanza y en perfecta coincidencia con el reino de Jesucristo, no es un reino temporal y terreno, sino más bien un reino eterno y universal: -"Reino de verdad y de vida, de santidad, de gracia, de amor y de paz" (cfr. Prefacio de la Misa de Cristo Rey).
 
a) Es un reino eterno porque existirá siempre y no tendrá fin (cfr. Lc. 1,33) y, es universal porque se extiende al Cielo, a la tierra y a los abismos (cfr. Fil. 2,10-11).
 
b) Es un reino de verdad y de vida. Para esto vino Jesús al mundo, para dar testimonio de la verdad (cfr. Jn. 18,37) y para dar la vida sobrenatural a los hombres.
 
c) Es un reino de santidad y justicia porque María, la llena de gracia, nos alcanza las gracias de su Hijo para que seamos santos (cfr. Jn. 1,12-14); y de justicia porque premia las buenas obras de todos (cfr. Rom. 2,5-6).
 
d) Es un reino de amor porque de su eximia caridad nos ama con corazón maternal como hijos suyos y hermanos de su Hijo (cfr. 1 Cor. 13,8).
 
e) Es un reino de paz, nunca de odios y rencores; de la paz con que se llenan los corazones que reciben las gracias de Dios (cfr. Is. 9,6).
 
Santa María como Reina y Madre del Rey es coronada en sus imágenes -según costumbre de la Iglesia- para simbo­lizar por este modo el dominio y poder que tiene sobre todos los súbditos de su reino.
 
La oración Colecta de la Memoria de Santa María Reina dice: "Oh Dios, que nos han dado como Madre y como Reina, a la Madre de tu Unigénito; concédenos, por su intercesión, el poder llegar a participar en el Reino celestial de la gloria reservada a tus hijos".

La Virgen María, Reina de los Ángeles y de los hombres


En 1954 el Papa Pío XII, instituyó la fiesta Litúrgica del Reinado de María al coronar a la Virgen en Santa María la Mayor, Roma. En esta ocasión el Papa también promulgó el documento principal del Magisterio acerca de la dignidad y realeza de Maria, la Encíclica Ad coeli Reginam (Oct 11, 1954).
 
El pueblo cristiano siempre ha reconocido a María Reina por ser madre del Rey de reyes y Señor de Señores. Su poder y sus atributos los recibe del Todopoderoso: Su Hijo, Jesucristo. Es El quien la constituye Reina y Señora de todo lo creado, de los hombres y aún de los ángeles.
 
Juan Pablo II, el 23 de julio del 1997, habló sobre la Virgen como Reina del universo. Recordó que "a partir del siglo V, casi en el mismo período en que el Concilio de Efeso proclama a la Virgen 'Madre de Dios', se comienza a atribuir a María el título de Reina. El pueblo cristiano, con este ulterior reconocimiento de su dignidad excelsa, quiere situarla por encima de todas las criaturas, exaltando su papel y su importancia en la vida de cada persona y del mundo entero".
 
El Santo Padre explicó que "el título de Reina no sustituye al de Madre: su realeza sigue siendo un corolario de su peculiar misión materna, y expresa simplemente el poder que le ha sido conferido para llevar a cabo esta misión. (...) Los cristianos miran con confianza a María Reina, y esto aumenta su abandono filial en Aquella que es madre en el orden de la gracia".
 
"La Asunción favorece la plena comunión de María no sólo con Cristo, sino con cada uno de nosotros. Ella está junto a nosotros porque su estado glorioso le permite seguirnos en nuestro cotidiano itinerario terreno. (...). Ella conoce todo lo que sucede en nuestra existencia y nos sostiene con amor materno en las pruebas de la vida".