Oración para todos los días
Dios todopoderoso que hiciste de nuestro Padre Domingo un testimonio vivo de la verdad y del amor, te rogamos nos concedas la gracia y la fuerza de seguir sus caminos, dejándonos guiar por tu sabiduría que viene de lo alto. Haz que por su mediación, sintamos en nosotros la urgencia de anunciar al mundo el Evangelio. Haznos, Señor, vivir siempre en la esperanza y en la confianza de tu santa voluntad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Día 1: Domingo Hablaba con Dios y de Dios
Ha sido siempre el objetivo de las almas grandes. Desde la experiencia cristiana que habla del Dios encarnado, a ese Dios se le busca en el propio interior, somos carne de Dios y en el otro, también encarnación de Dios. Surge así la relación clásica entre el cultivo de la vida interior y el darse a los demás: contemplación y acción; ¿complementarias?, ¿opuestas?.
Santo Domingo fue un fraile de su tiempo. Por lo tanto esencialmente contemplativo. Los momentos de oración eran los momentos más propios de su vida de canónigo regular. Pero las circunstancias – a través de las cuales es necesario descubrir el plan de Dios, y él lo descubrió, – le pusieron en contacto con una humanidad doliente y extraviada en el sur de Francia. Esto dio forma nueva a su oración.
La espiritualidad de Domingo es una espiritualidad de encarnación. Desde los hombres y para los hombres. Sus primeros biógrafos insisten en cómo continuamente hablaba de Dios. Pero también de cómo hablaba largamente con Dios. En este dialogo con Dios. La oración siempre es diálogo, y por lo tanto más escucha que charla, quería saber que sería de los pecadores.
A partir de ese momento su contemplación se centró en descubrir a Dios, su proyecto de amor a los hombres en esos hombres y mujeres con los que se encontró. Santo Domingo sabía de Dios en momentos de oración individual o comunitaria, en el estudio de su palabra. La contemplación le hizo a Domingo descubrir la necesidad de la predicación. Esta predicación, este contacto con esa humanidad, le hicieron humanizar su insistente oración.
Mirar a Domingo es necesario para entender y saber llevar a la práctica la siempre dialéctica relación entre oración y acción, silencio y predicación. Para que la espiritualidad no sea espiritualismo alienante, sino espiritualidad de ser humano que vive entre seres humanos, siente, goza y sufre con ellos, y está a su servicio para entregarles una Palabra escuchada, orada, estudiada, es decir, contemplada.
En la contemplación es donde más se une la inteligencia y la voluntad; gracia y naturaleza; y allí en la contemplación nace la predicación.
Con este espíritu Domingo fundó el Monasterio de Prulla, y desde entonces nuestras monjas dominicas están dedicadas al servicio divino, en oración continua y austeridad de vida que implica obras de penitencia, así como renuncias, con plena madurez de libertad. Su oración es contemplativa, pero en razón del carisma de toda la Orden, del que ellas participan, su oración es también apostólica. Las monjas predicadoras, sin abandonar el claustro, ni hacerse oír fuera de él, según requiere su vocación, cooperan de manera propia al ministerio de los frailes, invocando la iluminación del Espíritu Santo para que los predicadores, llevados por el amor de Dios, que es el alma del apostolado, sean voz de la palabra divina, en espíritu y en verdad, con integridad y pureza. Y a la vez instan al Espíritu Santo a que disponga, en actitud ampliamente receptiva, superadora de toda sabiduría humana, a los que escuchan el acto profético de la predicación, para que la palabra germine y obre eficazmente en ellos.
Oración Final
Santo Domingo, inspíranos a vivir un Evangelio integral, como respuesta a un mundo que busca y nos reta; y así, Padre, tu ejemplo nos estimule, y la Verdad nos ilumine en el estudio y la oración; y ambos nos urjan a transmitir a los demás lo que contemplamos y vivimos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Día 2: Domingo Hombre de la Palabra: Predicador
A la oración Domingo, lleva los problemas de su predicación, las circunstancias en las que se hayan las personas a las que se dirige, las dificultades que encuentra en su misión: dificultades durante el día, oración más intensa durante la noche. Oración en la que, junto a la experiencia de Dios, une la experiencia de la humanidad pecadora, extraviada, con la que se encuentra, que le lleva a las lágrimas.
Ora de noche y de día. En realidad su predicación es oración y su oración predicación. Es una vida con dos vertientes, pero que se juntan en la cima. En ese lugar de conjunción es donde se sitúa la espiritualidad de Domingo.
En el santo es una oración cargada de afecto: oración «afectiva» como la llaman los teóricos de la mística. Afectiva porque en ella se junta el amor a Dios, el sentirse amado por él, con el amor a los hombres, por los que llora. Y su petición más continua que le diera Dios «verdadero amor para cuidar y trabajar eficazmente en la salvación de los hombres…» como nos dice el Beato Jordán. Es el mismo afecto que le impulsa en su misión de predicador.
Santo Domingo ha pasado a la historia precisamente por ser predicador y por fundar la Orden de los Frailes Predicadores. La predicación es el signo más distintivo de su relevancia histórica. Pero no fue el fundador de la predicación, que va unida al mismo ser de la Iglesia, sino un modo de predicar.
Es el corazón de Domingo quien le lleva a sus compromisos con las personas. Ese afecto le hace ser paciente con ellas. El diálogo largo y continuado es el modo de manifestar su interés por las personas. No es el catedrático que expone y defiende una tesis, para que triunfe la verdad, sin más, Domingo es predicador, va directamente al interior de la persona, les predica porque sufre con ellas, sus preocupaciones son las suyas, hace suyo su dolor, su error, su pecado y quiere caminar junto con ellas para superar todo lo que haya de negativo.
Oración Final
Concédenos, Santo Domingo, vocaciones nuevas, que continúen tu obra de la «Sagrada Predicación», hablando con Dios o de Dios, para que, así, padre, se cumpla lo que tú mismo prometiste, en honor a la Verdad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Día 3: "Caritas Veritatis"