> SoydelaVirgen : 08/25/20

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25 de Agosto: Memoria Mensual de Ntra. Sra. del Rosario de San Nicolás e Inicio de su Mes.

 


Hoy nos unimos a todos los devotos de María en su advocación de Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás. 

Celebramos la Memoria Mensual y nos sumergimos junto a sus devotos a celebrar el Mes dedicado a honrar y de preparación para su gran Solemnidad el próximo 25 de septiembre. 

Hoy nos consagramos a su Inmaculado Corazón y le pedimos que nos lleve a ese Niño Jesús que sostiene en su brazo. 

ACTO DE CONSAGRACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

(25/08/1990; Mons. Domingo Salvador Castagna)

Madre de Dios y nuestra, que manifiestas la incomparable ternura del Padre y nos ofreces Su Misericordia. Hoy, convirtiendo este Santuario en el centro espiritual de los pueblos que representamos como peregrinos, deseamos pronunciar pública y solemnemente nuestra consagración a tu Inmaculado Corazón. Introducimos en él a todos nuestros hermanos, también a aquellos que no comparten nuestra fe en tu intercesión maternal.

Sabemos que esta oración de consagración pone bajo tu influjo de gracia, nuestras más hondas necesidades y nuestras esperanzas; nuestros propósitos de ser pueblo de Dios y de ordenar todos los asuntos de acuerdo con el Espíritu de Jesús. Tu presencia evangelizadora, que ha orientado el nacimiento de nuestros pueblos latinoamericanos, se manifiesta entrañable y activa en momentos como el actual, abrumado de conflictos y contradicciones. Nuestra consagración procede de una decisión, piadosamente madurada, de renovar la evangelización de toda la realidad humana en la que estamos inmersos.

Madre nuestra, estamos a tu lado, vigilantes y activos, serenos e inquietos, hambrientos de paz y combativos en la fe, fraternales y, al mismo tiempo, alertas para no desalentarnos ante la violencia y el odio que acechan la estabilidad de nuestra construcción social. Estamos a tu lado para que nos lleves por tus caminos, pero andando con las energías que tú misma nos obtienes de Dios.

Tu corazón de Madre es nuestro refugio, pero también el estímulo que necesitamos para purificar y transformar en el amor las culturas y estructuras de nuestros pueblos. Desde la Cruz, Jesús nos indicó, en Juan, que eras nuestra Madre y nos constituyó en tus fieles hijos. No salimos de nuestro asombro ante las pruebas innegables, esparcidas a lo largo de la historia, de que has aceptado tu misión singular. Hoy somos nosotros los herederos de tu solicitud materna y, por esta consagración, deseamos responderte con docilidad de hijos.

Cuida a nuestros pobres y desposeídos, a nuestros niños y jóvenes, a nuestros ancianos y enfermos, a cuantos sufren de la injusticia y el desorden causados por el egoísmo de unos pocos que se adueñan del destino de todos. Madre, “somos tuyos”, tu pueblo que procede de ciudades y naciones diversas. Queremos consagrarnos a ti con la sencillez de niños y confesar, ante todo el mundo, que confiamos en el éxito final de la Redención. “Somos tuyos” y anhelamos seguir peregrinando en la construcción del Reino de Dios por el camino que nuestros pecados a veces bloquean y que tu rápida y oportuna intervención vuelve a despejar. Recíbenos, Madre, abre para nosotros, en los signos de la fe de la Iglesia, los secretos que guardaste en tu Inmaculado Corazón. Amén.

Leemos y meditamos un mensaje de la Santísima Virgen María en San Nicolás de los Arroyos: 

Aquel día, decía la Santísima Virgen: 

"Hoy es un día de alegría para todos mis hijos. Desde Mi Santuario Bendigo a todos mis hijos. Desde Mi Santuario les doy el Amor que sólo la Madre de Cristo puede dar. Este es el Centro de oración para todos los que buscan la Paz para su espíritu. Glorificado sea el Nombre de Dios." (25/08/1990).

Ntra Sra del Rosario de San Nicolás, ruega por nosotros.

25 de Agosto: Aniversario de Acción de Gracias en la Arquidiócesis de Salta

 


El 25 de agosto el pueblo salteño, celebra un día de acción de gracias en el aniversario de la protección del Señor y la Virgen del Milagro en el terremoto de 1948.

Por tercera vez los santos patronos salvaron a su pueblo de Salta. La ciudad fue sacudida casi un minuto con tanta violencia que hasta llegaron a tocar solas algunas campanas de las altas torres de los templos. 

En aquella oportunidad el Gobierno y Curia Eclesiástica labraron un acta donde se dejaba constancia de la protección del Señor del Milagro. Dice la misma acta que la intensidad del terremoto producido en esa fecha fue similar a la que destruyó casi por completo la ciudad de San Juan, sin embargo no se registraron daños mayores ni víctimas personales en Salta.

Señor del Milagro, ten misericordia de nosotros.

Virgen del Milagro, gloria de este pueblo en quien siempre halla todo su remedio.

25 de Agosto: Memoria Litúrgica de la beata María del Tránsito Cabanillas del Jesús Sacramentado, virgen

 


Nace el 15 de agosto de 1821 en San Roque, Córdoba. Sus padres, Felipe Cabanillas y Francisca Antonia Sánchez, constituyeron una familia de once hijos bajo una educación cristiana, hijos de los cuales cuatro, incluyendo a la Madre María del Tránsito, consagraron sus vidas a Dios.
En su bautismo le pusieron el nombre María del Tránsito Eugenia de los Dolores, al que más adelante, le agregaría "de Jesús Sacramentado" por su gran devoción.
A los 12 años, su primera comunión la realizó en una capilla de campo. A los 15 años se confirmó. Los dones del Espíritu Santo intensificaron su sentido sobrenatural de la vida, la atenta escucha de la voz de Dios, el deseo de la imitación del Señor.
Durante su juventud tuvo dos grandes compañeras, sus hermanas Josefa y Nicasia. Para los demás hermanos, por la diferencia de edad, ella era la madrecita. A pesar de siempre tener un intenso llamado a la vida seria y recogida, nunca pudo evadir los deberes que tenía por ser la joven dueña de casa. Cosas como las galas, la música, la fama nunca le atrajo su mirada; más bien cuando cerraba los ojos veía en su alma la belleza del Señor Jesús que cautivaba su espíritu.
Perdió a su padre a los 29 años, quien era su gran amigo, por lo que la herida que sintió fue muy profunda. En ese momento Jesús empezaba a prepararle una nueva senda. Luego se sobrepuso de la muerte de su madre y de sus hermanos Eufemia, Isabel y Emiliano, que fallecieron en 1875.
En el año de 1878 la Madre María del Tránsito, acompañada por solo dos jóvenes, fundó la Congregación Hermanas Terciarias Misioneras Franciscanas. El lugar donde estaba lo denominaron Colegio de Santa Margarita de Cortona, en el que tenían como principales objetivos "promover las obras de caridad y misericordia y dar educación gratuita a las hijas de los pobres y desamparados". La nueva congregación tuvo una gran extensión y un rápido crecimiento vocacional.
En 1879 se le solicitó al Ministro General de la Orden el nombramiento del Padre Poreca como Director y la Madre Tránsito como Madre Superiora. Luego de siete meses se fundó en Concepción de Río Cuarto el Colegio Nuestra Señora del Carmen siendo designada Superiora Mayor.
En 1882 se fundó en Villa Nueva (Córdoba) la tercera casa, dedicada a la Inmaculada Concepción.
Para 1883, las casas de Villa Nueva y san Vicente ya tenían más de un centenar de alumnas y la de Río Cuarto, trescientas veinte.
Antes de que la Madre Tránsito entregara por completo su alma a Dios, sus últimas palabras fueron: "YO YA NO LES HAGO FALTA, PORQUE NO PUEDO HACER NADA. PERO, CUANDO MUERA, DESDE EL CIELO LES HARÉ MUCHO BIEN".
Así fue que el día 25 de Agosto de 1885, luego de una crónica enfermedad, partió hacia la Casa Paterna la Madre Tránsito Cabanillas de Jesús Sacramentado, quien recibió los santos sacramentos con devoción y piedad. Recibió la muerte como regalo del Señor, edificando a las hermanas con su gozosa esperanza. Fue sepultada en el terreno destinado a la Iglesia de Santa Margarita de Cortona en la ciudad de Córdoba.
Fue beatificada, por Juan Pablo II, el 14 de abril del 2002.

25 de Agosto: Memoria Litúrgica de san José de Calasanz, presbítero

San José de Calasanz (1557-1648) fue un sacerdote y educador español. Calasanctius, como también se le conoce, fue un gran defensor y propulsor de la educación en una época en la que estudiar era un privilegio. Precisamente, el santo fundó la primera escuela pública gratuita de Europa, propuesta educativa que replicó dando lugar a las denominadas ‘Escuelas Pías’. Fue además fundador de la Orden de los Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, cuyos miembros son conocidos como escolapios.

José nació en Peralta de la Sal, Aragón, España, el 11 de septiembre de 1557. Sus padres fueron don Pedro de Calasanz -quien llegó a ser alcalde de Peralta- y doña María Gastón. De ellos recibió una educación esmerada, gracias a la que adquirió una amplia cultura -propia de alguien mayor- y una sólida formación cristiana. Luego asistió a la escuela local de Peralta, donde continuó sus estudios.

A los dieciséis años expresó su deseo de ser sacerdote. Inicialmente su padre no estuvo de acuerdo: la muerte de su madre y después la de su hermano mayor hizo pensar a don Pedro que José tenía que encargarse de la administración de los bienes familiares. Providencialmente el tiempo haría cambiar de opinión a don Pedro, de manera que José logró estudiar filosofía y derecho canónico en la Universidad de Lérida, y teología en las universidades de Valencia y Alcalá de Henares.

En 1583, con 25 años, José sería ordenado sacerdote. Se le envió a la Seu d'Urgell (Seo de Urgel), en la provincia de Lérida, cerca a los Pirineos catalanes. Por aquel entonces Urgel era una región convulsionada especialmente a causa del bandolerismo. José pasó algunos años allí, en los que tuvo que enfrentar un periodo sin obispo, por sede vacante. Fueron años difíciles en los que se desempeñó como secretario del capítulo catedralicio, y en los que también tuvo la oportunidad de conocer las necesidades y carencias de mucha gente. 

En 1591, se trasladó a Roma, en busca de un horizonte pastoral distinto, alentado por la idea de hacer carrera eclesiástica allí. 

En Roma no encontró aquello que esperaba. Sin embargo, no perdió la esperanza y siguió pensando en hacer algo por la Iglesia y la gente necesitada. José siempre había sido un hombre piadoso, dado a la oración, y las circunstancias hicieron que ponga aún más su confianza en Dios y la Virgen Santísima. Cuando comenzó a recorrer las calles y barrios de la Ciudad Eterna, vio como muchos niños estaban abandonados a su suerte, sin recibir aquello que él sí había recibido: educación, un trato amable y una fe. Ése fue el germen de la creación de las Escuelas Pías, abiertas a todos, gratuitas, concebidas a la luz del Evangelio; las que serían las primeras escuelas públicas cristianas de Europa. 

Una vez que San José de Calasanz tuvo maduras sus ideas, comenzó a buscar apoyo y financiamiento para su proyecto de escolarización. Lamentablemente nadie pudo apoyarlo. Por eso en 1597 pidió utilizar la sacristía de la parroquia de Santa Dorotea en Roma -ubicada en una zona pobre de la ciudad- y allí empezó a dar clases. 

Con el correr de los meses, las ‘Escuelas Pías’ fueron aumentando y con ello también creció el número de estudiantes. A quienes trabajaban en ellas se les empezó a llamar ‘escolapios’. Sería ese el grupo de hombres con el que San José formaría la Orden de los Clérigos Regulares de las Escuelas Pías, consagrados exclusivamente a la educación. 

Tras comprobar los buenos resultados y la magnífica gestión de las escuelas, los escolapios recibieron el apoyo de la Santa Sede, así como el apoyo de muchas familias acomodadas que deseaban participar de la iniciativa. 

"En Roma he encontrado la manera definitiva de servir a Dios, haciendo el bien a los pequeños, y no lo dejaré por nada del mundo", decía San José Calasanz. 

"Pues si desde la infancia el niño es imbuido diligentemente en la piedad y en las letras, ha de preverse, con fundamento, un feliz transcurso de su vida entera" - Constituciones de las Escuelas Pías, escritas por San José de Calasanz (1622).

San José de Calasanz murió el 25 de agosto de 1648 en Roma, a los 90 años. Su gran obra, las Escuelas Pías se encuentran hoy repartidas en los cinco continentes.


Oración a san José de Calasanz 

Bienaventurado san José de Calasanz 
elegido por el Señor para cuidar a los niños y jóvenes
para darles amor, refugio, educación y oración,
elegido por tus virtudes para formar y educar su espíritu
en la sabiduría, el amor y la piedad,
y prepararlos en ante la vida y sus durezas.

San José de Calasanz, tú que lleno de bondad y entrega
contribuiste grandemente a la reforma de la sociedad
y con infatigable actividad e invencible paciencia
animaste a todos los que llamabas tus hijos a la perseverancia,
hoy acudo ante ti para rogar por mi hijo(a)

Decir aquí su petición

Enséñale a ser una buena persona
y que tu ejemplo le sirva para ser mejor.
Aléjale de falsos amigos, de malas compañías,
de quien quiera dañarle o busque su perdición,
aléjale de cualquier vicio o dependencia
y de todo enemigo peligro, accidente y mal. 

Tú que con amor y devoción te entregaste a Dios Padre
y a nuestra Madre, la Santísima Virgen María,
tú que nunca dejaste de confiar en su protección, 
te ruego lleves hasta Ellos mis suplicas, 
ruega por mi hijo(a) ....... que necesita ayuda:
diles que en su bendita misericordia siempre estén a su lado,
pídeles que pongan en su camino gente honesta
y que dirijan sus pasos por las sendas correctas.
Suplícales llenen su corazón de fortaleza y sabiduría
y goce de buena salud de cuerpo y espíritu.

Tu que a tantos niños y jóvenes diste alivio y consuelo
haz que no sufra por carencias ni por necesidades,
que sus anhelos y metas se cumplan
y su vida esté llena de amor, paz y bendiciones
para que alcance la felicidad y la prosperidad.
Por tu humildad, caridad, paz y alegría con los necesitados
ahora quiero solicitar tu especial asistencia 
en estos momentos que mi hijo(a) ....... pasa por dificultades,
ruega a los Cielos que envíen ayuda para remediar 
este problema que tanto me intranquiliza y causa angustia:

(exponer la necesidad o problema
y pedir confiadamente lo que se desea conseguir).

Glorioso san José de Calasanz,
por el amor que diste y sigues dando a los niños y jóvenes
no dejes que mi hijo(a) pase por esta mala situación,
intercede para que mis deseos se hagan realidad
y vea en breve solucionado mi sufrimiento y aflicción,
que de tu inmensa caridad venga tu auxilio
al concederme los favores que a ti pido y de ti espero. 
Protege, cuida y ampara a mi hijo(a) hoy y siempre,
te lo imploro por la Virgen María,
por su Hijo nuestro Señor Jesucristo,
por el Padre Eterno y por el Espíritu Santo. Así sea.

25 de Agosto: Memoria Litúrgica de san Luis IX, rey de Francia

 


Nació en Poissy el 25 de Abril de 1214, y a los doce años, a la muerte de su padre, Luis VIII, es coronado Rey de los franceses bajo la regencia de su madre, la princesa castellana Doña Blanca de Castilla, Reina de Francia. Ejemplo raro de dos hermanas, Doña Blanca y Doña Berenguela, que supieron dar sus hijos, más que para reyes de la tierra, para Santos y fieles discípulos del Señor. Las madres, las dos Princesas hijas del rey Alfonso VII de Castilla, y los hijos, los Santos Reyes San Luis y San Fernando.

         En medio de las dificultades de la regencia supo la Reina Doña Blanca infundir en el tierno infante los ideales de una vida pura e inmaculada. No olvida el inculcarle los deberes propios del oficio que había de desempeñar más tarde, pero ante todo va haciendo crecer en su alma un anhelo constante de servicio divino, de una sensible piedad cristiana y de un profundo desprecio a todo aquello que pudiera suponer en él el menor atisbo de pecado. «Hijo -le venía diciendo constantemente-, prefiero verte muerto que en desgracia de Dios por el pecado mortal».

          Es fácil entender la vida que llevaría aquel santo joven ante los ejemplos de una tan buena y tan delicada madre. Tanto más si consideramos la época difícil en que a ambos les tocaba vivir, en medio de una nobleza y de unas cortes que venían a convertirse no pocas veces en hervideros de los más desenfrenados, rebosantes de turbulencias y de tropelías. Contra éstas tuvo que luchar denodadamente Doña Blanca, y, cuando el reino había alcanzado ya un poco de tranquilidad, hace que declaren mayor de edad a su hijo, el futuro Luis IX, el 5 de Abril de 1234.  

          Ya Rey, no se separa San Luis de la sabia mirada de su madre, a la que tiene siempre a su lado para tomar las decisiones más importantes. En este mismo año, y por su consejo, se une en matrimonio con la virtuosa Margarita, hija de Ramón Berenguer, Conde de Provenza. Ella sería la compañera de su reinado y le ayudaría también a ir subiendo poco a poco los peldaños de la santidad.
          En lo humano, el reinado de San Luis se tiene como uno de los más ejemplares y completos de la Historia. Las Cruzadas, son una muestra de su ideal de caballero cristiano, llevado hasta las últimas consecuencias del sacrificio y de la abnegación. En la política, San Luis ajustó su conducta a las normas más estrictas de la moral cristiana. Sabía que el gobierno es más un deber que un derecho; el hacer el bien buscando en todo la felicidad de sus súbditos.

          Desde el principio de su reinado San Luis lucha para que haya paz entre todos, pueblos y nobleza. Todos los días administra justicia personalmente, atendiendo las quejas de los oprimidos y desamparados. Desde 1247 comisiones especiales fueron encargadas de recorrer el país con objeto de enterarse de las más pequeñas diferencias. Como resultado de tales informaciones fueron las grandes ordenanzas de 1254, que establecieron un compendio de obligaciones para todos los súbditos del Reino.

          El reflejo de estas ideas, tanto en Francia como en los países vecinos, dio a San Luis fama de bueno y justiciero, y a él recurrían a veces en demanda de ayuda y de consejo. Con sus nobles se muestra decidido para arrancar de una vez la perturbación que sembraban por los pueblos y ciudades. En 1240 estalló la última rebelión feudal a cuenta de Hugo de Lusignan y de Raimundo de Tolosa, a los que se sumó el rey Enrique III de Inglaterra.

 San Luis combate contra ellos y derrota a los ingleses en Saintes (22 de Julio de 1242). Cuando llegó la hora de dictar condiciones de paz el vencedor desplegó su caridad y misericordia. Hugo de Lusignan y Raimundo de Tolosa fueron perdonados, dejándoles en sus privilegios y posesiones. Si esto hizo con los suyos, aún extremó más su generosidad con los ingleses: el tratado de París de 1259 entregó a Enrique III nuevos feudos de Cahors y Périgueux, a fin de que en adelante el agradecimiento garantizara mejor la paz entre los dos Estados.
      Fue exquisito en su trato, sobre todo, en sus relaciones con el Papa y con la Iglesia. Cuando por Europa arreciaba la lucha entre el emperador Federico II y el Papa por causa de las investiduras y regalías, San Luis asume el papel de mediador, defendiendo en las situaciones más difíciles a la Iglesia. En su reino apoya siempre sus intereses, aunque a veces ha de intervenir contra los abusos a que se entregaban algunos clérigos, coordinando de este modo los derechos que como rey tenía sobre su pueblo con los deberes de fiel cristiano, devoto de la Silla de San Pedro y de la Jerarquía. Para hacer más eficaz el progreso de la religión en sus Estados se dedica a proteger las iglesias y los sacerdotes. Lucha denodadamente contra los blasfemos y perjuros, y hace por que desaparezca la herejía entre los fieles, para lo que implanta la Inquisición romana, favoreciéndola con sus leyes y decisiones.

LA SANTA CORONA DE ESPINAS DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

        Personalmente da un gran ejemplo de piedad y devoción ante su pueblo en las fiestas y ceremonias religiosas. En este sentido fueron muy celebradas las grandes solemnidades que llevó a cabo, en ocasión de recibir en su palacio la Corona de Espinas, que con su propio dinero había desempeñado del poder de los venecianos, que de este modo la habían conseguido del empobrecido emperador del Imperio griego, Balduino II. En 1238 la hace llevar con toda pompa a París y construye para ella, en su propio palacio, una esplendorosa capilla, que de entonces tomó el nombre de Capilla Santa, a la que fue adornando después con una serie de valiosas reliquias entre las que sobresalen una buena porción del santo madero de la Cruz y el hierro de la lanza con que fue atravesado el costado del Señor.

        A todo ello añadía nuestro Santo una vida admirable de penitencia y de sacrificios. Tenía una predilección especial para los pobres y desamparados, a quienes sentaba muchas veces a su mesa, les daba él mismo la comida y les lavaba con frecuencia los pies, a semejanza del Maestro. Por su cuenta recorre los hospitales y reparte limosnas, se viste de cilicio y castiga su cuerpo con duros cilicios y disciplinas. Se pasa grandes ratos en la oración, y en este espíritu, como antes hiciera con él su madre, Doña Blanca, va educando también a sus hijos, cumpliendo de modo admirable sus deberes de padre, de rey y de cristiano.
         Sólo le quedaba a San Luis testimoniar de un modo público y solemne el gran amor que tenía para con Nuestro Señor, y esto le impulsa a alistarse en una de aquellas Cruzadas, llenas de fe y de heroísmo, donde los cristianos de entonces iban a luchar por su Dios contra sus enemigos, con ocasión de rescatar los Santos Lugares de Jerusalén. A San Luis le cabe la gloria de haber dirigido las dos últimas Cruzadas en unos años en que ya había decaído mucho el sentido noble de estas empresas, y que él vigoriza de nuevo dándoles el sello primitivo de la cruz y del sacrificio.

En un tiempo en que estaban muy apurados los cristianos del Oriente, el Papa Inocencio IV tuvo la suerte de ver en Francia al mejor de los reyes, en quien podía confiar para organizar en su socorro una nueva empresa. San Luis, que tenía pena de no amar bastante a Cristo Crucificado y de no sufrir bastante por Él, se muestra cuando le llega la hora, como un magnífico soldado de su causa. Desde este momento va a vivir siempre con la vista clavada en el Santo Sepulcro, y morirá murmurando: «Jerusalén».

       En cuanto a los anteriores esfuerzos para rescatar los Santos Lugares, había fracasado, o poco menos, la Cruzada de Teobaldo IV, Conde de Champagne y Rey de Navarra, emprendida en 1239-1240. Tampoco la de Ricardo de Cornuailles, en 1240-1241, había obtenido otra cosa que la liberación de algunos centenares de prisioneros.

         Ante la invasión de los mogoles, unos 10.000 kharezmitas vinieron a ponerse al servicio del sultán de Egipto y en Septiembre de 1244 arrebataron la ciudad de Jerusalén a los cristianos. Conmovido el Papa Inocencio IV, exhortó a los Reyes y pueblos en el Concilio de Lyón a tomar la cruz, pero sólo el monarca francés escuchó la voz del Vicario de Cristo.

         Luis IX, lleno de fe, se entrevista con el Papa en Cluny (Noviembre de 1245) y, mientras Inocencio IV envía embajadas de paz a los tártaros mogoles, el Rey apresta una buena flota contra los turcos. El 12 de Junio de 1248 sale de París para embarcarse en Marsella. Le siguen sus tres hermanos, Carlos de Anjou, Alfonso de Poitiers y Roberto de Artois, con el duque de Bretaña, el conde de Flandes y otros caballeros, obispos, etc. Su ejército lo componen 40.000 hombres y 2.800 caballos.

         El 17 de Septiembre los hallamos en Chipre, sitio de concentración de los cruzados. Allí pasan el invierno, pero pronto les atacan la peste y demás enfermedades. El 15 de Mayo de 1249, con refuerzos traídos por el duque de Borgoña y por el conde de Salisbury, se dirigen hacia Egipto. «Con el escudo al cuello -dice un cronista- y el yelmo a la cabeza, la lanza en el puño y el agua hasta el sobaco», San Luis, saltando de la nave, arremetió contra los sarracenos. Pronto era dueño de Damieta. Sin embargo, cuando el ejército, es atacado del escorbuto, del hambre y de las continuas incursiones del enemigo, decidió por fin, retirarse, se vio sorprendido por los sarracenos, que degollaron a muchísimos cristianos, cogiendo preso al mismo Rey, a su hermano Carlos de Anjou, a Alfonso de Poitiers y a los principales caballeros.

Era la ocasión para mostrar el gran temple de alma de San Luis. En medio de su desgracia aparece ante todos con una serenidad admirable y una suprema resignación. Hasta sus mismos enemigos le admiran y no pueden menos de tratarle con deferencia. Obtenida poco después la libertad, que con harta pena para el Santo llevaba consigo la renuncia de Damieta, San Luis desembarca en San Juan de Acre con el resto de su ejército. Cuatro años se quedó en Palestina fortificando las últimas plazas cristianas y peregrinando con profunda piedad y devoción a los Santos Lugares de Nazaret, Monte Tabor y Caná. Sólo en 1254, cuando supo la muerte de su madre, Doña Blanca, se decidió a volver a Francia.
         A su vuelta es recibido con amor y devoción por su pueblo. Sigue administrando justicia por sí mismo, hace desaparecer los combates judiciarios, persigue el duelo y favorece cada vez más a la Iglesia. Sigue teniendo un interés especial por los religiosos, especialmente por los franciscanos y dominicos. Conversa con San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, visita los monasterios y no pocas veces hace en ellos oración, como un monje más de la casa.

         Sin embargo, la idea de Jerusalén seguía permaneciendo viva en el corazón y en el ideal del Santo. Si no llegaba un nuevo refuerzo de Europa, pocas esperanzas les iban quedando ya a los cristianos de Oriente. Los mamelucos les molestaban amenazando con arrojarles de sus últimos reductos. Por si fuera poco, en 1261 había caído a su vez el Imperio Latino, que años antes fundaran los occidentales en Constantinopla. En Palestina dominaba entonces el feroz Bibars (la Pantera), mahometano fanático, que se propuso acabar del todo con los cristianos. El Papa Clemente IV instaba por una nueva Cruzada. Y de nuevo San Luis, ayudado esta vez por su hermano, el Rey de Sicilia, Carlos de Anjou, el Rey Teobaldo II de Navarra, por su otro hermano Roberto de Artois, sus tres hijos y gran compañía de nobles y prelados, se decide a luchar contra los infieles.
         En esta ocasión, en vez de dirigirse directamente al Oriente, las naves hacen proa hacia Túnez, enfrente de las costas francesas. Tal vez obedeciera esto a ciertas noticias que habían llegado a oídos del Santo de parte de algunos misioneros de aquellas tierras. En un convento de dominicos de Túnez parece que éstos mantenían buenas relaciones con el sultán, el cual hizo saber a San Luis que estaba dispuesto a recibir la fe cristiana. El Santo llegó a confiarse de estas promesas, esperando encontrar con ello una ayuda valiosa para el avance que proyectaba hacer hacia Egipto y Palestina.

         Pero todo iba a quedar en un lamentable engaño que iba a ser fatal para el ejército del Rey. El 4 de Julio de 1270 zarpó la flota de Aguas Muertas y el 17 se apoderaba San Luis de la antigua Cartago y de su castillo. Sólo entonces empezaron los ataques violentos de los sarracenos.

     El mayor enemigo fue la peste, ocasionada por el calor, la putrefacción del agua y de los alimentos. Pronto empiezan a sucumbir los soldados y los nobles. El 3 de Agosto muere el segundo hijo del Rey, Juan Tristán, cuatro días más tarde el Legado Pontificio y el 25 del mismo mes la muerte arrebataba al mismo San Luis, que, como siempre, se había empeñado en cuidar por sí mismo a los apestados y moribundos. Tenía entonces cincuenta y seis años de edad y cuarenta de reinado.
     Pocas horas más tarde arribaban las naves de Carlos de Anjou, que asumió la dirección de la empresa. El cuerpo del Santo rey fue trasladado primeramente a Sicilia y después a Francia, para ser enterrado en el panteón de San Dionisio, de París. Desde este momento iba a servir de grande veneración y piedad para todo su pueblo. Unos años más tarde, el 11 de Agosto de 1297, era solemnemente canonizado por Su Santidad el papa Bonifacio VIII en la iglesia de San Francisco de Orvieto (Italia).


Oración a san Luis IX 

Glorioso san Luis de Francia,
hijo de reyes ejemplares y piadosos
que supieron llenar tu alma de pureza y piedad
y te educaron para reinar en la tierra con amor y justicia
y sobre todo y ante todo, para alabar y servir a Dios.
Dotado de grandes virtudes y noble corazón
fuiste desde niño fiel seguidor del Señor
y viviendo entre los lujos y riquezas de la corte
nunca te alejaste de la santidad y moral cristiana,
poniendo todo tu empeño y vida al servicio de los demás.

Admirable san Luis de Francia
que con oración penitencia y sacrificio
y siempre entregado a hacer el bien
solo quisiste la felicidad y bienestar de tus súbditos,
buscando la paz, el entendimiento y la armonía
entre los más adinerados y los más pobres,
entre los más afortunados y los más desdichados
administrando la justicia sin importar clase y condición,
mediando para evitar abusos y discriminaciones
atendiendo personalmente a los pobres,
desamparados, enfermos y abandonados,
resolviendo sus desgracias, infortunios y adversidades,
hoy acudo a ti para implorar tu caridad y generosidad,
tú que fuiste padre afectuoso de tu pueblo
y sembraste la paz y la justicia entre todos ellos,
intercede ante el Padre misericordioso
para que me ayude en mis preocupaciones y conflictos,
y me conceda lo necesario para solucionar
esto que tanto me atormenta y aflige:

(pedir con gran esperanza lo que se quiere conseguir)

Venerable san Luis ayúdame en mis serias dificultades,
haz que pueda salir airoso en mis problemas judiciales,
aleja la miseria, la ruina y las carencias de mi vida,
dame la tranquilidad y sosiego que tanto preciso
para que en mi hogar haya paz, dicha y bienestar;
rey Santo, tú que sentiste tanto amor por nuestro Señor,
que con fe y heroísmo dirigiste las Cruzadas
para rescatar los santos lugares en Jerusalén,
enséñame a seguir tu ejemplo de entrega, fe y caridad
y haz que cada día ame más a Jesucristo,
a quien por tu mediación, oh santo protector,
espero ver y amar eternamente en la Patria Celestial. Amén.

Rezar tres Padrenuestros, tres Avemarías y tres Glorias.