> SoydelaVirgen : 07/31/20

--------------------------------------------- San Martin de Tours y La Virgen de los Buenos Aires / La Inmaculada Concepción y San Ponciano | Patronos de la Ciudad de Buenos Aires / Patronos de la Ciudad de La Plata -----------------------

Mes de Julio dedicado a la Virgen del Carmen - Día 24°



DÍA XXIV

Por la señal de la santa cruz. Señal de la Cruz.

Oración inicial 

Madre mía amantísima  del Carmen, aquí vengo a vuestra presencia con el más profundo respeto y veneración a ofreceros el ejercicio de este día, que consagro a vos por haberme admitido, a mí, el más miserable de los hombres, entre vuestros hijos predilectos los Carmelitas, para favorecerme con vuestra especial protección y amor. Yo os doy miles de gracias por ello, Madre mía, y os suplico que iluminéis mi entendimiento e inflaméis los efectos de mi corazón, para hacer con verdadero fruto este ejercicio, a fin de que merezca ser recibido por vos como un obsequio de vuestro hijo. Amén

Absolución general a los cofrades en la hora de la muerte

I

Al llegar el hombre aquella última hora de su peregrinación, qué es el momento más crítico de su existencia, cuando la enfermedad le aqueja, los remordimientos le acongojan y el tremendo juicio le aterra, sólo los consuelos de la religión aligerar su peso e infunden un rayo de esperanza en su afligida alma. Pero si para todo Cristiano está la iglesia, que como Madre les ayuda en la última hora prodigándoles los consuelos de la religión santa, los cofrades del Carmen tienen, además de los consuelos generales de la iglesia, las gracias, privilegios y ayuda especial de su más tierna y cariñosa madre. Entre las gracias qué concede a sus cofrades la Virgen del Carmen en aquella hora de más necesidad, está la absolución general. consiste en una indulgencia plenaria que se aplica a los cofrades en su última hora, por la cual se les perdonan todos los pecados y penas que por ellos debían sufrir aquí o en la otra vida. De suerte que recibiendo con buenas disposiciones está indulgencia, esto es, confesados y arrepentidos de todos sus pecados, o si no pueden confesarse repitiendo los nombres de Jesús y de María, y haciendo un acto de contricción y llevando el santo escapulario el cuello, quedan las almas limpias y hermosas cómo después de haber recibido el santo bautismo, volando directamente al cielo si murieren en aquella hora.
     Esta es una gracia muy singular indígena de todo a precio,qué María santísima del Carmen alcanza a sus hijos que visten el santo escapulario; porque habiendo les adoptado por hijos, les debe un amor entrañable, y el amor de una madre no puede ver a un hijo en grave necesidad, sin que le aplique Los remedios más eficaces que están en su mano. Ahora bien; si Dios ha determinado que aquella alma salga ya de este mundo, ¿Qué Gracias más grande y más eficaz podría alcanzar la María, en quién están todas las gracias, que una absolución con la cual quede limpia y reciba inmediatamente la bendición y el premio de Dios en la gloria? ¿Y qué otra gracia querían alcanzar los cofrades en aquella hora que ganar la bendición del padre, la amistad de Jesucristo y la especial protección y amor tierno de su más cariñosa Madre? La formidable y terrible sentencia que ha de condenar a los malditos del Padre a un fuego eterno, y la felicísima consolación qué infundirá en el alma la acogida de los benditos del Padre para gozar de su reino celestial, no deja lugar a duda para desear ante todas las cosas la buena acogida del supremo juez de vivos y muertos, y esto se consigue por medio de María, porque, como dice un piadoso autor, "si me acerco el juicio y tengo a la Madre de misericordia que se interesa por mi causa, ¿Quién me negara un juicio propio y favorable?" Esta protección, pues, de María no le faltará a los cofrades del Carmen en aquella última hora, cómo lo hago entender ella con la absolución que les concede.

II 

Piensa tú ahora, alma mía, lo que vale esta gracia En aquellos momentos de turbación y congoja, cuando vas a aparecer ante aquel tremendo tribunal; pero allí, sobre todo, es donde mejor conocerás los bienes inmensos que te trae esta gracia, y qué acaso sin ella no hubieras conseguido la salvación; y allí comprenderás también el escapulario de la Virgen María del Carmen ha sido el que te hallado por camino recto hasta introducirse en el puerto de salvación. ¡Qué consuelo tan grande inundara tu alma, qué alegría respirara tu corazón, cuando en el lecho de la muerte veas sobre tu pecho el santo escapulario! El, con una fuerza irresistible, repelar a todos los enemigos que quieran turbar tu alma, y con una atracción misteriosa hara descender sobre ti las bondades y misericordias de tu cariñosa Madre, que solícita acudira a tu amparo. Tú la llamarás, y Ella te escuchará; le mostrarás el santo escapulario, y Ella te reconocerá por hijo suyo, y con sonrisas celestial te bendecirá, te colmará de cuidados y caricias, y esperar a que tu alma, rompiendo su cárcel, salga del cuerpo para recibirla en su purísimo seno, le dará el ósculo de paz, y la conducirá ante su divino Hijo, y este, que conoce a los que son de su Madre por la señal del santo escapulario, la coronará y le dará su gloria eterna. Entonces cantarás un himno de alabanza a la Madre del Carmelo, repitiendo las palabras del santo profeta: En ti, Señora, he esperado, y por eso no te he sido confundido eternamente. 

Oración final

Gloriosísima Virgen, Reina de los Ángeles, Madre de Dios y de los Carmelitas, María Santísima, yo el más indigno de vuestros hijos acudo a vuestras plantas con el afecto que me inspira vuestro amante corazón y la confianza que me da en santo escapulario, prenda vuestra riquísima y señal de mi salvación, para presentaros las suplicas y afectos que mi corazón ha formado en este día en obsequio vuestro para más amaros y mejor serviros. Vos como Madre de Dios y dispensadora de todas las gracias del cielo, todo lo podéis, y como Madre amante y especial de los que visten vuestro santo escapulario, no os negareis a recibir mis pobres suplicas y alcanzarme el  remedio de mis necesidades, la gracia de que mi alma os ame y sirva cada día mas durante mi vida y después merezca ser ayudado de vos en la hora de mi muerte. 

Pídase  ahora con toda confianza la gracia que se desea alcanzar de la Virgen del Carmen

EJEMPLO

Enfermó de gravedad, en el reino de Nápoles, una mujer hermana de la cofradía de la Virgen del Carmen, y la familia envío a llamar a un padre Carmelita para que le diera la absolución general en el artículo de la muerte. El Padre Prior del convento mandó al instante un religioso, el cual apenas hubo hecho un poco de camino, encontró un joven ceñido de espada, qué le preguntó a dónde iba. El Padre respondió que a dar la absolución a una mujer que estaba muriendo en tal parte. A esto contestó El joven: " no os incomodéis, Padre, porque esa mujer ha muerto ya; vengo yo de allí y la he visto muerta." Volviase al convento el Padre y estaba allá cerca, cuando dijo entre sí: " ¿Tengo que dar yo crédito a aquel que no sé quién es, ni si pertenece a este país?. Que esté viva, que esté muerta, quiero ir allá para poder dar razón a mi superior." Volvió hacia la casa de la enferma, y cuando llegó al lugar de antes, encontrar mismo joven, qué de nuevo le preguntó a dónde iba; y cuando le contestó el religioso, monto aquel en cólera y le dijo "¿Es que yo no tengo crédito? ¿Le he dicho que está ya muerta y aún quiere ir?" El religioso le respondió humildemente que quería cumplir con la obediencia y marchó adelante. El joven comenzó a injuriarle con palabras y a  insultarle groseramente. Cuando llegaron al lugar, vió el religioso en la ventana de una casa una mujer que esperaba con ansia su llegada, le dijo " Padre, venga pronto, porque está muriendo"  entonces se volvió el religioso para echar en cara al otro su mentira, pero ya no lo vió, ni pudo saber cómo había desaparecido, teniendo por cierto que era el demonio en forma de joven, Qué quería impedir el bien qué se le hacía aquella alma. Subió el religioso, y luego que aplicó a la moribunda la indulgencia plenaria con la bendición y absolución, manifestó la enferma en su semblante una alegría nueva, y una tal satisfacción, qué comunicando su consuelo a los circunstantes, expiró con la paz del Señor, dando pruebas de la protección qué le dispensaba en aquella hora su Patrona y Madre la Virgen del Carmen. 

Obsequio. Pedir a la virgen todos los días la gracia de merecer su ayuda en la hora de la muerte. 

Sentencia. María no sólo socorra a sus queridos siervos en la hora de la muerte, sino que también les sale al encuentro para animarles y acompañarles al divino tribunal. 
(San Jeron., Carta a Santa Eust.) 

Oremus. 
Deus, qui Beatissimae semper virginis, et genitricis tuae Mariae singulari titulo Carmeli ordinem decorasti: concede propitius, ut cujus hodie commemorationem solemni celebramus officio, ejus muniti presidiis ad gaudia sempiterna pervenire mereamur. Qui vivis, et regnas in secula seculorum. Amen.

Oración de la Mañana (Viernes en Período de Pandemia)



En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. (Podemos hacer la Señal de la Cruz, mojando nuestra frente con Agua Bendita)


En este Viernes vamos a pedir juntos la protección de Dios.

Respondemos todos rezando: "Protégenos hoy, Señor"

- Te ofrecemos, Señor, los deseos y proyectos de nuestra jornada, dígnate aceptarlos y bendecirlos como primicias de nuestro día. 

- Concédenos, crecer hoy en tu amor a fin de que todo concurra para nuestro bien y el de nuestros hermanos. 

- Haz Señor, que el ejemplo de nuestra vida resplandezca como una luz ante los hombres, para que todos den gloria al Padre que está en los cielos. 

Ilumina Señor nuestros corazones y fortalece nuestras voluntades, para que sigamos siempre el camino de tus mandatos reconociéndote como nuestro guía y Maestro. 
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


A Jesús, le pedimos que salve, que nos ayude como silenciosamente nos ayudó siempre.

Señor Jesús, Santo Cristo, Esperanza que nunca nos defrauda, ten piedad de nosotros y líbranos de todo mal. Te suplicamos que doblegues el flagelo de este virus, que se difunde en todo el mundo, que cures a los enfermos, preserves a los sanos, sostengas a quienes trabajaban por la salud de todos. Muéstranos Señor, tu misericordia, y sálvanos por tu gran amor. Te lo pedimos por la intercesión de María, Madre tuya y madre nuestra, que con su amor fiel nos acompaña. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. 

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.


Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos de misericordia, en esta pandemia de Coronavirus y consuela a los que se encuentran confundidos. Amén. 

31 de Julio: Memoria Litúrgica de san Ignacio de Loyola, presbítero


Oh Dios, que, para mayor gloria de tu nombre, fortaleciste a tu Iglesia militante con un nuevo socorro por medio de San Ignacio: concédenos benigno que, peleando en la tierra con su ayuda y a imitación suya, merezcamos ser con él coronados en el cielo. Por Cristo Nuestro Señor.

San Ignacio nació en 1491, en el castillo de Loyola en Azpeitia, cerca de los Pirineos. Su padre, don Bertrán, era señor de Ofiaz y de Loyola, jefe de una de las familias más antiguas y nobles de la región. Y no era menos ilustre el linaje de su madre, Marina Sáenz de Licona y Balda. Iñigo (pues ése fue el nombre que recibió el santo en el bautismo) era el más joven de los ocho hijos y tres hijas de la noble pareja.

Entró a la carrera militar, pero en 1521, a la edad de 30 años, siendo ya capitán, fue gravemente herido mientras defendía el Castillo de Pamplona. Al ser herido su jefe, la guarnición del castillo capituló ante el ejército francés.

Los vencedores lo enviaron a su castillo de Loyola a que fuera tratado de su herida. Le hicieron tres operaciones en la rodilla, dolorosísimas, y sin anestesia; pero no permitió que lo atasen ni que nadie lo sostuviera. Durante las operaciones no prorrumpió ni una queja. Los médicos se admiraban. Para que la pierna operada no le quedara más corta le amarraron unas pesas al pie y así estuvo por semanas con el pie en alto, soportando semejante peso. Sin embargo quedó cojo para toda la vida.

Con el objeto de distraerse durante la convalecencia, Iñigo pidió algunos libros de caballería (aventuras de caballeros en la guerra), a los que siempre había sido muy afecto. Pero lo único que se encontró en el castillo de Loyola fue una historia de Cristo y un volumen de vidas de santos. Iñigo los comenzó a leer para pasar el tiempo, pero poco a poco empezó a interesarse tanto que pasaba días enteros dedicado a la lectura. Y se decía: "Si esos hombres estaban hechos del mismo barro que yo, bien yo puedo hacer lo que ellos hicieron". Inflamado por el fervor, se propuso ir en peregrinación a un santuario de Nuestra Señora y entrar como hermano lego a un convento de cartujos. Pero tales ideas eran intermitentes, pues su ansiedad de gloria y su amor por una dama, ocupaban todavía sus pensamientos. Las fluctuaciones duraron algún tiempo. Ello permitió a Iñigo observar una diferencia: en tanto que los pensamientos que procedían de Dios le dejaban lleno de consuelo, paz y tranquilidad, los pensamientos vanos le procuraban cierto deleite, pero no le dejaban sino amargura y vacío. Finalmente, se resolvió a imitar a los santos y empezó por hacer toda penitencia corporal posible y llorar sus pecados.

Apenas terminó su convalecencia se fue en peregrinación al famoso Santuario de la Virgen de Monserrat. Allí tomó el serio propósito de dedicarse a hacer penitencia por sus pecados. Cambió sus lujosos vestidos por los de un pordiosero, se consagró a la Virgen Santísima e hizo confesión general de toda su vida.

Visita de la Santísima Virgen


Cerca de Manresa había una cueva y en ella se encerraba a dedicarse a la oración y a la meditación. Una noche, se le apareció la Madre de Dios, rodeada de luz y llevando en los brazos a Su Hijo. Al terminar la convalecencia, hizo una peregrinación al santuario de Nuestra Señora de Montserrat, donde determinó llevar vida de penitente. Su propósito era llegar a Tierra Santa y para ello debía embarcarse en Barcelona que está muy cerca de Montserrat.  La ciudad se encontraba cerrada por miedo a la peste que azotaba la región. Así tuvo que esperar en el pueblecito de Manresa, no lejos de Barcelona y a tres leguas de Montserrat. El Señor tenía otros designios más urgentes para Ignacio en ese momento de su vida.  Lo quería llevar a la profundidad de la entrega en oración y total pobreza. Se hospedó ahí, unas veces en el convento de los dominicos y otras en un hospicio de pobres. Para orar y hacer penitencia, se retiraba a una cueva de los alrededores. Así vivió durante casi un año.

A las consolaciones de los primeros tiempos sucedió un período de aridez espiritual; ni la oración, ni la penitencia conseguían ahuyentar la sensación de vacío que encontraba en los sacramentos y la tristeza que le abrumaba. A ello se añadía una violenta tempestad de escrúpulos que le hacían creer que todo era pecado y le llevaron al borde de la desesperación. En esa época, Ignacio empezó a anotar algunas experiencias que iban a servirle para el libro de los "Ejercicios Espirituales". Finalmente, el santo salió de aquella noche oscura y el más profundo gozo espiritual sucedió a la tristeza. Aquella experiencia dio a Ignacio una habilidad singular para ayudar a los escrupulosos y un gran discernimiento en materia de dirección espiritual. 

La Compañía de Jesús

Ignacio y sus compañeros decidieron formar una congregación religiosa para perpetuar su obra. A los votos de pobreza y castidad debía añadirse el de obediencia para imitar más de cerca al Hijo de Dios, que se hizo obediente hasta la muerte. Además, había que nombrar a un superior general a quien todos obedecerían, el cual ejercería el cargo de por vida y con autoridad absoluta, sujeto en todo a la Santa Sede. A los tres votos arriba mencionados, se agregaría el de ir a trabajar por el bien de las almas adondequiera que el Papa lo ordenase.

La primera de las obras de caridad consistiría en "enseñar a los niños y a todos los hombres los mandamientos de Dios". La comisión de cardenales que el Papa nombró para estudiar el asunto se mostró adversa al principio, con la idea de que ya había en la Iglesia bastantes órdenes religiosas, pero un año más tarde, cambió de opinión, y Paulo III aprobó la Compañía de Jesús por una bula emitida el 27 de septiembre de 1540. Ignacio fue elegido primer general de la nueva orden y su confesor le impuso, por obediencia, que aceptase el cargo. 

Ignacio pasó el resto de su vida en Roma, consagrado a la colosal tarea de dirigir la orden que había fundado. Entre otras cosas, fundó una casa para alojar a los neófitos judíos durante el período de la catequesis y otra casa para mujeres arrepentidas. En cierta ocasión, alguien le hizo notar que la conversión de tales pecadoras rara vez es sincera, a lo que Ignacio respondió: "Estaría yo dispuesto a sufrir cualquier cosa por el gozo de evitar un solo pecado". Con la ayuda del rey Juan III, Javier se trasladó a la India, donde empezó a ganar un nuevo mundo para Cristo. Los padres Goncalves y Juan Nuñez Barreto fueron enviados a Marruecos a instruir y asistir a los esclavos cristianos. Otros cuatro misioneros partieron al Congo; algunos más fueron a Etiopía y a las colonias portuguesas de América del Sur.

Fundó casas de su congregación en España y Portugal. Envió a San Francisco Javier a evangelizar el Asia. De los jesuitas que envió a Inglaterra, 22 murieron martirizados por los protestantes. Sus dos grandes amigos Laínez y Salmerón fueron famosos sabios que dirigieron el Concilio de Trento. A San Pedro Canisio lo envió a Alemania y este santo llegó a ser el más célebre catequista de aquel país. Recibió como religioso jesuita a San Francisco de Borja que era rico político, gobernador, en España. San Ignacio escribió más de 6 mil cartas dando consejos espirituales.

Su lema era: "Todo para mayor gloria de Dios". Y a ello dirigía todas sus acciones, palabras y pensamientos: A que Dios fuera más conocido, más amado y mejor obedecido.


Su muerte

Como casi cada año se enfermaba y después volvía a obtener la curación, cuando le vino la última enfermedad nadie se imaginó que se iba a morir, y murió subitamente el 31 de julio de 1556 a la edad de 65 años.

En 1622 el Papa lo declaró Santo y después Pío XI lo declaró Patrono de los Ejercicios Espirituales en todo el mundo. Su comunidad de Jesuitas es la más numerosa en la Iglesia Católica.