DÍA XXIV
Por la señal de la santa cruz. Señal de la Cruz.
Oración inicial
Madre mía amantísima del Carmen, aquí vengo a vuestra presencia con el más profundo respeto y veneración a ofreceros el ejercicio de este día, que consagro a vos por haberme admitido, a mí, el más miserable de los hombres, entre vuestros hijos predilectos los Carmelitas, para favorecerme con vuestra especial protección y amor. Yo os doy miles de gracias por ello, Madre mía, y os suplico que iluminéis mi entendimiento e inflaméis los efectos de mi corazón, para hacer con verdadero fruto este ejercicio, a fin de que merezca ser recibido por vos como un obsequio de vuestro hijo. Amén
Absolución general a los cofrades en la hora de la muerte
I
Al llegar el hombre aquella última hora de su peregrinación, qué es el momento más crítico de su existencia, cuando la enfermedad le aqueja, los remordimientos le acongojan y el tremendo juicio le aterra, sólo los consuelos de la religión aligerar su peso e infunden un rayo de esperanza en su afligida alma. Pero si para todo Cristiano está la iglesia, que como Madre les ayuda en la última hora prodigándoles los consuelos de la religión santa, los cofrades del Carmen tienen, además de los consuelos generales de la iglesia, las gracias, privilegios y ayuda especial de su más tierna y cariñosa madre. Entre las gracias qué concede a sus cofrades la Virgen del Carmen en aquella hora de más necesidad, está la absolución general. consiste en una indulgencia plenaria que se aplica a los cofrades en su última hora, por la cual se les perdonan todos los pecados y penas que por ellos debían sufrir aquí o en la otra vida. De suerte que recibiendo con buenas disposiciones está indulgencia, esto es, confesados y arrepentidos de todos sus pecados, o si no pueden confesarse repitiendo los nombres de Jesús y de María, y haciendo un acto de contricción y llevando el santo escapulario el cuello, quedan las almas limpias y hermosas cómo después de haber recibido el santo bautismo, volando directamente al cielo si murieren en aquella hora.
Esta es una gracia muy singular indígena de todo a precio,qué María santísima del Carmen alcanza a sus hijos que visten el santo escapulario; porque habiendo les adoptado por hijos, les debe un amor entrañable, y el amor de una madre no puede ver a un hijo en grave necesidad, sin que le aplique Los remedios más eficaces que están en su mano. Ahora bien; si Dios ha determinado que aquella alma salga ya de este mundo, ¿Qué Gracias más grande y más eficaz podría alcanzar la María, en quién están todas las gracias, que una absolución con la cual quede limpia y reciba inmediatamente la bendición y el premio de Dios en la gloria? ¿Y qué otra gracia querían alcanzar los cofrades en aquella hora que ganar la bendición del padre, la amistad de Jesucristo y la especial protección y amor tierno de su más cariñosa Madre? La formidable y terrible sentencia que ha de condenar a los malditos del Padre a un fuego eterno, y la felicísima consolación qué infundirá en el alma la acogida de los benditos del Padre para gozar de su reino celestial, no deja lugar a duda para desear ante todas las cosas la buena acogida del supremo juez de vivos y muertos, y esto se consigue por medio de María, porque, como dice un piadoso autor, "si me acerco el juicio y tengo a la Madre de misericordia que se interesa por mi causa, ¿Quién me negara un juicio propio y favorable?" Esta protección, pues, de María no le faltará a los cofrades del Carmen en aquella última hora, cómo lo hago entender ella con la absolución que les concede.
II
Piensa tú ahora, alma mía, lo que vale esta gracia En aquellos momentos de turbación y congoja, cuando vas a aparecer ante aquel tremendo tribunal; pero allí, sobre todo, es donde mejor conocerás los bienes inmensos que te trae esta gracia, y qué acaso sin ella no hubieras conseguido la salvación; y allí comprenderás también el escapulario de la Virgen María del Carmen ha sido el que te hallado por camino recto hasta introducirse en el puerto de salvación. ¡Qué consuelo tan grande inundara tu alma, qué alegría respirara tu corazón, cuando en el lecho de la muerte veas sobre tu pecho el santo escapulario! El, con una fuerza irresistible, repelar a todos los enemigos que quieran turbar tu alma, y con una atracción misteriosa hara descender sobre ti las bondades y misericordias de tu cariñosa Madre, que solícita acudira a tu amparo. Tú la llamarás, y Ella te escuchará; le mostrarás el santo escapulario, y Ella te reconocerá por hijo suyo, y con sonrisas celestial te bendecirá, te colmará de cuidados y caricias, y esperar a que tu alma, rompiendo su cárcel, salga del cuerpo para recibirla en su purísimo seno, le dará el ósculo de paz, y la conducirá ante su divino Hijo, y este, que conoce a los que son de su Madre por la señal del santo escapulario, la coronará y le dará su gloria eterna. Entonces cantarás un himno de alabanza a la Madre del Carmelo, repitiendo las palabras del santo profeta: En ti, Señora, he esperado, y por eso no te he sido confundido eternamente.
Oración final
Gloriosísima Virgen, Reina de los Ángeles, Madre de Dios y de los Carmelitas, María Santísima, yo el más indigno de vuestros hijos acudo a vuestras plantas con el afecto que me inspira vuestro amante corazón y la confianza que me da en santo escapulario, prenda vuestra riquísima y señal de mi salvación, para presentaros las suplicas y afectos que mi corazón ha formado en este día en obsequio vuestro para más amaros y mejor serviros. Vos como Madre de Dios y dispensadora de todas las gracias del cielo, todo lo podéis, y como Madre amante y especial de los que visten vuestro santo escapulario, no os negareis a recibir mis pobres suplicas y alcanzarme el remedio de mis necesidades, la gracia de que mi alma os ame y sirva cada día mas durante mi vida y después merezca ser ayudado de vos en la hora de mi muerte.
Pídase ahora con toda confianza la gracia que se desea alcanzar de la Virgen del Carmen
EJEMPLO
Enfermó de gravedad, en el reino de Nápoles, una mujer hermana de la cofradía de la Virgen del Carmen, y la familia envío a llamar a un padre Carmelita para que le diera la absolución general en el artículo de la muerte. El Padre Prior del convento mandó al instante un religioso, el cual apenas hubo hecho un poco de camino, encontró un joven ceñido de espada, qué le preguntó a dónde iba. El Padre respondió que a dar la absolución a una mujer que estaba muriendo en tal parte. A esto contestó El joven: " no os incomodéis, Padre, porque esa mujer ha muerto ya; vengo yo de allí y la he visto muerta." Volviase al convento el Padre y estaba allá cerca, cuando dijo entre sí: " ¿Tengo que dar yo crédito a aquel que no sé quién es, ni si pertenece a este país?. Que esté viva, que esté muerta, quiero ir allá para poder dar razón a mi superior." Volvió hacia la casa de la enferma, y cuando llegó al lugar de antes, encontrar mismo joven, qué de nuevo le preguntó a dónde iba; y cuando le contestó el religioso, monto aquel en cólera y le dijo "¿Es que yo no tengo crédito? ¿Le he dicho que está ya muerta y aún quiere ir?" El religioso le respondió humildemente que quería cumplir con la obediencia y marchó adelante. El joven comenzó a injuriarle con palabras y a insultarle groseramente. Cuando llegaron al lugar, vió el religioso en la ventana de una casa una mujer que esperaba con ansia su llegada, le dijo " Padre, venga pronto, porque está muriendo" entonces se volvió el religioso para echar en cara al otro su mentira, pero ya no lo vió, ni pudo saber cómo había desaparecido, teniendo por cierto que era el demonio en forma de joven, Qué quería impedir el bien qué se le hacía aquella alma. Subió el religioso, y luego que aplicó a la moribunda la indulgencia plenaria con la bendición y absolución, manifestó la enferma en su semblante una alegría nueva, y una tal satisfacción, qué comunicando su consuelo a los circunstantes, expiró con la paz del Señor, dando pruebas de la protección qué le dispensaba en aquella hora su Patrona y Madre la Virgen del Carmen.
Obsequio. Pedir a la virgen todos los días la gracia de merecer su ayuda en la hora de la muerte.
Sentencia. María no sólo socorra a sus queridos siervos en la hora de la muerte, sino que también les sale al encuentro para animarles y acompañarles al divino tribunal.
(San Jeron., Carta a Santa Eust.)
Oremus.
Deus, qui Beatissimae semper virginis, et genitricis tuae Mariae singulari titulo Carmeli ordinem decorasti: concede propitius, ut cujus hodie commemorationem solemni celebramus officio, ejus muniti presidiis ad gaudia sempiterna pervenire mereamur. Qui vivis, et regnas in secula seculorum. Amen.