> SoydelaVirgen : 09/10/20

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10 de Septiembre: Memoria Litúrgica de san Nicolás de Tolentino, presbítero

 


San Nicolás de Tolentino (1245-1305) nació en San Angelo, Pontano (Italia). Fue un sacerdote, místico católico italiano y el primer santo de la Orden de San Agustín. Se dice que su madre, estando ya mayor, no había podido concebir; de manera que, junto a su esposo, decidieron hacer una peregrinación al Santuario de San Nicolás de Bari para pedir la gracia de tener un hijo. La mujer prometió a Dios que si Él le concedía este favor, ella consagraría su hijo a su servicio. Al tiempo, ella quedó embarazada.

Mientras crecía, el pequeño Nicolás pasaba horas en oración, alentado siempre por sus padres; escuchaba con entusiasmo la Palabra de Dios y se deleitaba en las buenas lecturas. Disfrutaba mucho de llevar a su casa a alguna persona pobre que encontraba en el camino y compartir el alimento en familia.

Después de escuchar el sermón de un fraile ermitaño de la Orden de San Agustín, decidió renunciar al mundo e ingresar a dicha Orden. Fue aceptado en el convento de los ermitaños del pequeño pueblo de Tolentino. Con el tiempo, realizó su profesión religiosa -no tenía ni 18 años- y en 1271 fue ordenado sacerdote en el convento de Cingoli.

Nicolás permaneció en Tolentino los siguientes 30 años, hasta su muerte. Allí predicó en las calles, administró los sacramentos a los pobladores y visitó asiduamente el asilo de ancianos, el hospital y la prisión; pasaba largas horas en oración y cuando no, estaba en el confesionario, atendiendo las necesidades espirituales de su gente. Vivía con marcada sencillez y ascetismo, ayunaba con periodicidad y se alimentaba principalmente de verduras y hortalizas.

A San Nicolás de Tolentino se le atribuyen muchísimos milagros, tanto en vida como post mortem. Cuando por gracia de Dios obraba alguno, pedía a quienes lo presenciaron que guarden reserva y no digan nada a nadie. “Denle las gracias a Dios, no a mí", solía decir.

Los fieles, impresionados por las conversiones que se producían gracias a su testimonio de vida, le pedían constantemente que intercediera por las almas del purgatorio. Esto le valió, muchos años después de su muerte, ser llamado “patrón de las santas almas” o “protector de las ánimas del Purgatorio.

Nicolás padeció por varios años de fuertes dolores de estómago, y por períodos su salud se quebraba completamente. Un día, estando gravemente enfermo, se le apareció la Virgen María y le dio instrucciones para que pidiera un trozo de pan, lo mojara en agua y se lo comiera, con la promesa de que se curaría por su obediencia (otro relato señala que fue la misma Virgen quien le dio de comer los trozos de pan). Así, Dios curó a San Nicolás por intercesión de la Virgen y a partir de este hecho el Santo empezó a bendecir trozos de pan para dárselos a los enfermos. Con este sencillo gesto, muchos quedaron curados. En memoria de estos milagros, el día de su festividad, se preparan los “panecillos de San Nicolás”, para ser compartidos entre los devotos. ​

San Nicolás murió el 10 de septiembre de 1305 y fue enterrado en la iglesia del convento de Tolentino, su hogar por más de tres décadas.

En 1345 se exhumaron sus restos y se halló su cuerpo incorrupto. Este fue expuesto y le fueron amputados los brazos para que sirvan como reliquias. Se dice que los brazos sangraron como si se tratase de una persona viva. Un siglo después se repitió el milagro, siendo que los brazos amputados fueron hallados intactos y empapados en sangre.


Oración a san Nicolás de Tolentino

¡Oh glorioso Taumaturgo y Protector de las almas del purgatorio, San Nicolás de Tolentino! Con todo el afecto de mi alma te ruego que interpongas tu poderosa intercesión en favor de esas almas benditas, consiguiendo de la divina clemencia la condenación de todos sus delitos y sus penas, para que saliendo de aquella tenebrosa cárcel de dolores, vayan a gozar en el cielo de la visión beatífica de Dios. Y a mi, tu devoto siervo, alcánzame, ¡oh gran santo!, la más viva compasión y la más ardiente caridad hacia aquellas almas queridas. Amén.

9 de Septiembre: Santa María La Antigua, patrona de Panamá

 

La imagen de la Santísima Virgen María se encontraba en una capilla lateral de la Catedral de Sevilla-España. Esta Catedral fue reconstruida en el siglo XIV, pero se conservó solamente la pared en donde estaba la imagen, y se le llamó Santa María de la Antigua. En honor a esta advocación Enciso y Balboa fundaron en 1510 la ciudad de Santa María de la Antigua del Darién, cumpliendo una promesa pues ganaron la batalla, y dedicaron a Santa María La Antigua la casa del Cacique Cémaco; ésta fue la primera capilla dedicada a la Virgen María en Tierra Firme.

La ciudad de la Santa María de la Antigua fue sede de la primera Diócesis en Tierra Firme creada por el Papa León X con bula del 9 de Septiembre de 1513. En 1524 el segundo Obispo fray Vicente Peraza traslada la sede de esta Diócesis a la recién fundada ciudad de Panamá.

La ciudad fue incendiada en 1671 y reedificada junto al poblado de Ancón en 1673. La Patrona de la Catedral y de la Diócesis de Panamá fue desde 1513 Santa María La Antigua.

Proclamación como Patrona de Panamá 

El 9 de septiembre del 2000, Año Santo Jubilar, la Conferencia Episcopal Panameña proclama oficialmente a Santa María La Antigua como Patrona de la República de Panamá.

El 27 de febrero de 2001, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, en virtud de las facultades concedidas por el Sumo Pontífice Juan Pablo II, acoge la solicitud que elevara Mons. José D. Cedeño D. Arzobispo de Panamá, y confirma a Santa María La Antigua como Patrona ante Dios de la República de Panamá, con todos los derechos y privilegios litúrgicos como lo señalan las normas canónicas.

Su Fiesta Solemne se celebra el 9 de septiembre.

En la Arquidiócesis de Panamá Mons. José Dimas Cedeño, Arzobispo de Panamá en ese entonces, Proclama oficialmente a la Santísima y siempre Virgen María, Madre de Dios y Madre Nuestra, Patrona de la Arquidiócesis de Panamá, bajo el título de Santa María la Antigua, primera advocación mariana llegada a estas tierras istmeñas.

Esto fue el 9 septiembre de 1999, en el 486 aniversario de la creación de la Diócesis de Santa María La Antigua.

Según la instrucción de la Sagrada Congregación para el Culto Divino del 19 de marzo de 1973 en el No.7 le "corresponde al Obispo Diocesano aprobar la elección del Patrono o Patrona de la Diócesis que le ha sido confiada".

El 9 de septiembre de 1513 el Papa León X mediante la Bula "Pastoralis Officii Debitum" creó la Diócesis de Santa María La Antigua con sede en el poblado de este mismo nombre elevando su Capilla al rango de Catedral y asignándole perpetuamente como titular a la Santísima Madre de Dios bajo esta misma advocación.


Oración a Santa María La Antigua 

Oh, Santa María la Antigua, Patrona de Panamá;
Tú que conoces todas las luchas, anhelos, tristezas y
alegrías de nuestro pueblo acompañándole con amor maternal, en esta etapa de la Nueva Evangelización, ponemos
bajo tu amparo a nuestra Nación y a todos los que
habitamos en ella, para que como Tú, podamos con
fidelidad, entrega y amor cumplir la misión a la que
hemos sido llamados como testigos y discípulos misioneros del Evangelio. 

Te pedimos muy especialmente por nuestras familias,
para que florezcan en ellas los valores que brillaron en la familia de Nazaret, en la que Tú resplandeciste como una Madre abnegada junto al Justo San José,cuidando 
ambos fiel y generosamente del Verbo de Dios
que habitó entre nosotros.

Intercede por esta Iglesia panameña, para que surjan
vocaciones a la vida presbiteral, a la vida consagrada
y a la vida laical comprometida, de manera que nunca
falten el pan de la Palabra y de la Eucaristía, pues
como dice el Evangelio: “la mies es mucha y los obreros pocos” (Lc. 10, 2) 

Acuérdate de tus hijos (hágase una petición particular)
quienes te aclamamos y confiamos en Ti,
con la confianza de que intercedes por nosotros,
ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. 

MES DE SEPTIEMBRE: 10° Día de la Mes de la Virgen de los Dolores

 


MES DE SEPTIEMBRE CONSAGRADO A LOS SIETE DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA

ORACIÓN DE PREPARACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Dios y Señor mío, que por el hombre ingrato os hicisteis también hombre, sin dejar por eso la divinidad, y os sujetasteis a las miserias que consigo lleva tal condición; a vuestros pies se postran la más inferior de todas vuestras criaturas y la más ingrata a vuestras misericordias, trayendo sujetas las potencias del alma con las cadenas fuertes del amor, y los sentidos del cuerpo con las prisiones estrechísimas de la más pronta voluntad, para rendirlos y consagrarlos desde hoy a vuestro santo servicio. Bien conozco, dueño mío, que merezco sin duda alguna ser arrojado de vuestra soberana presencia por mis repetidas culpas y continuos pecados, sepultándome vuestra justicia en lo profundo del abismo en castigo de ellos; más la rectitud de mi intención, y el noble objeto que me coloca ante vos en este afortunado momento, estoy seguro, mi buen Dios, Dios de mi alma, suavizará el rigor de vuestra indignación, y me hará digno de llamaros sin rubor.... Padre de misericordia.

No es esta otra más que el implorar los auxilios de vuestra gracia y los dones de vuestra bondad para que, derramados sobre el corazón del más indigno siervo de vuestra Madre, que atraído por su amor y dulcemente enajenado por su fineza viene a pedir esta merced, reflexione y contemple debidamente sus amargos dolores, y causarla de esta manera algún alivio en cuanto sea susceptible con esta ocupación y la seria meditación de mis culpas. Concededme, Señor, lo que os pido por la intercesión de vuestra Madre, a quien tanto amáis. Y vos, purísima Virgen y afligidísima Reina mía, interponed vuestra mediación para que vuestro siervo consiga lo que pide. Yo, amantísima Madre de mi corazón, lo tengo por seguro de vuestra clemencia; porque sé que todo el que os venera alcanzará lo que suplica, y. aunque este en la tribulación se librará de ella, pues no tenéis corazón para deleitaros en nuestras desgracias, y disfrutáis de tanto poder en el cielo que tenéis el primado en toda nación y pueblo ¡Feliz mil veces acierto a conseguir vuestras gracias para emplearme en tan laudable ejercicio! Derramad, Señora, sobre mí vuestras soberanas bendiciones; muévase mi alma a sentimiento en la consideración de vuestros santísimos dolores; inflamese mi voluntad para amaros cada vez más. Entonces sí que os podré decir: "Oh Señora, yo soy tu siervo" Consiga yo, en fin, cuanto os pido, siendo para mayor honra de Dios y gloria vuestra, como lo espero, consiguiendo seguro la salvación de mi alma. Amén.

DÍA X

¿Quién es, Virgen dolorosísima, el que causa tanto pesar a vuestro corazón? ¿Quién aumenta de tal manera vuestros clamores y suspiros? ¡Quién ha de ser! Aquel a Dios que oísteis de la divina boca de vuestro amantísimo Hijo ¡Ay, Señora mía, ¡que yo soy el motivo principal que os se paró de vuestro santísimo Hijo por mí se despide hoy de vos yo soy la causa de vuestra aflicción! ¿Quién lo diría, que vuestro siervo os había de arrebatar la prenda que más apreciáis? ¿Cuándo se habrá oído semejante atrevimiento? Pero Reina mía sería yo ingrato y obstinado si prosiguiese en tal consideración, y no os restituyese el gozo y alegría que os causa vuestro santísimo Hijo Es verdad que ya no le perdéis de vista pues que le gozáis intuitivamente, pero os entristecéis, en el modo que cabe, cada vez que le posponemos a las criaturas y a los apetitos desordenados, no haciendo el aprecio que se merece por Redentor de nuestras almas y querido vuestro.

Por tanto, Señora mía, y para ejecutar los sentimientos que os dignáis inspirarme en estas breves reflexiones que en memoria de vuestros dolores medito y considero vos aquí mismo en vuestra presencia a daros una firme señal de verdadero siervo, y a despedirme con efecto y de corazón de todas las cosas que fueron causa de vuestra aflicción y de la muerte de vuestro querido Hijo ¡Oídme Madre de mi alma, oídme, que ya empiezo con santa resolución y eficaz propósito! ¡A Dios, honras y deleites que tanto me hacéis ofender a Dios, a mi Salvador A Dios, respetos humanos, murmuraciones, envidias, blasfemias y escándalos que habéis sido mis favoritos , y ahora conozco el mal que habéis causado a mi alma a Dios pereza, poco amor a las cosas santas, pasiones y vicios que me impedisteis tanto el camino de mi salvación y me pusisteis á peligro de perderme a Dios, mundo infame , escuela de maldad y teatro del vicio, que pues me has tenido engañado, te abandono y me aparto de ti a Dios, en fin, todas las cosas que podáis haber sido causa de la ofensa de mi Dios, que desde ahora os detesto y me aparto de vosotras! ¡Quiero ser fiel siervo de mi Señora, y por eso os desamparo y olvido!

María Santísima me ama, estima y quiere como hijo por lo mismo quiero a ella sola amar, estimar y querer. Ella me prepara bienes eternos por premio, y vosotros me disponéis un interminable precipicio en paga. Por último, soy su siervo y quiero cumplir exactamente mis deberes. ¡Consolaos Madre mía dulcísima, que, si troqué vuestras cadenas tan estimables y dignas de aprecio por otras despreciables é insufribles, no supe lo que me hice! Mas ahora arrojo de mí estas para estrecharme con aquellas. ¡Feliz soy con ellas, porque me guían a mi patria y reino vuestro, y me librarán de los males que padecería en los abismos por toda la eternidad!

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS.

¿Por qué, o Dios mío, no he de daros las más humildes gracias, cuando en esta breve consideración os habéis dignado comunicar a mi alma los importantísimos conocimientos de unas verdades que tan olvidadas y menospreciadas tenía por mi abandono y necedad? ¿Por qué no he de concluir este saludable ejercicio rindiéndoos las más profundas alabanzas, cuando en él siento haberse encendido en mi corazón la llama del amor divino, que tan amortiguada es taba por un necio desvarío y por una fatal corrupción de mi entendimiento? Y pues que vos, que sois la verdad infalible y el verdadero camino que conduce a la patria celestial, habéis tenido a bien de comunicar a mi alma los efectos propios de vuestro amor, con los que puedo distinguir lo cierto é indudable que me sea útil a la salvación, y lo falso y mentiroso que me precipitará a mi perdición, por tanto, Señor, quiero aprovecharme desde este momento de tan divinas instrucciones, para caminar con libertad y seguridad entre tantos estorbos y peligros como me presenta este mundo miserable, y de este modo llegar más pronto a unirme con vos. Consígalo así, Virgen Santísima, para vivir compadeciéndome de vuestros dolores y aflicciones, y cumpliendo la promesa que os hice de ser siervo vuestro. Esta sea mi ocupación, estos mis desvelos y cuidados en este valle de lágrimas, porque así después disfrute en la celestial Jerusalén de vuestra compañía, en unión de tantos fieles Servitas que recibieron ya el premio de vuestros servicios, reinando a vuestro lado por los siglos de los siglos. Amén.

MES DE SEPTIEMBRE: 9° Día de la Mes de la Virgen de los Dolores

 


MES DE SEPTIEMBRE CONSAGRADO A LOS SIETE DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA

ORACIÓN DE PREPARACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Dios y Señor mío, que por el hombre ingrato os hicisteis también hombre, sin dejar por eso la divinidad, y os sujetasteis a las miserias que consigo lleva tal condición; a vuestros pies se postran la más inferior de todas vuestras criaturas y la más ingrata a vuestras misericordias, trayendo sujetas las potencias del alma con las cadenas fuertes del amor, y los sentidos del cuerpo con las prisiones estrechísimas de la más pronta voluntad, para rendirlos y consagrarlos desde hoy a vuestro santo servicio. Bien conozco, dueño mío, que merezco sin duda alguna ser arrojado de vuestra soberana presencia por mis repetidas culpas y continuos pecados, sepultándome vuestra justicia en lo profundo del abismo en castigo de ellos; más la rectitud de mi intención, y el noble objeto que me coloca ante vos en este afortunado momento, estoy seguro, mi buen Dios, Dios de mi alma, suavizará el rigor de vuestra indignación, y me hará digno de llamaros sin rubor.... Padre de misericordia.

No es esta otra más que el implorar los auxilios de vuestra gracia y los dones de vuestra bondad para que, derramados sobre el corazón del más indigno siervo de vuestra Madre, que atraído por su amor y dulcemente enajenado por su fineza viene a pedir esta merced, reflexione y contemple debidamente sus amargos dolores, y causarla de esta manera algún alivio en cuanto sea susceptible con esta ocupación y la seria meditación de mis culpas. Concededme, Señor, lo que os pido por la intercesión de vuestra Madre, a quien tanto amáis. Y vos, purísima Virgen y afligidísima Reina mía, interponed vuestra mediación para que vuestro siervo consiga lo que pide. Yo, amantísima Madre de mi corazón, lo tengo por seguro de vuestra clemencia; porque sé que todo el que os venera alcanzará lo que suplica, y. aunque este en la tribulación se librará de ella, pues no tenéis corazón para deleitaros en nuestras desgracias, y disfrutáis de tanto poder en el cielo que tenéis el primado en toda nación y pueblo ¡Feliz mil veces acierto a conseguir vuestras gracias para emplearme en tan laudable ejercicio! Derramad, Señora, sobre mí vuestras soberanas bendiciones; muévase mi alma a sentimiento en la consideración de vuestros santísimos dolores; inflamese mi voluntad para amaros cada vez más. Entonces sí que os podré decir: "Oh Señora, yo soy tu siervo" Consiga yo, en fin, cuanto os pido, siendo para mayor honra de Dios y gloria vuestra, como lo espero, consiguiendo seguro la salvación de mi alma. Amén.

DÍA IX

Indecible sería el dolor vuestro, Madre mía, en tal situación... No sois vos solamente, Señora, la que os admiráis de la obstinación de los judíos por no reconocer en sus acciones tan asombrosas al divino Jesús por el Redentor que esperaban, sino que yo también extraño una ilusión semejante en obcecarse a los resplandores luminosos de antorcha tan divina. Culpables eran y dignos de castigo pero a lo menos eran de poca fe Yo sí , y los demás que nos gloriamos de católicos, somos culpables, porque ilustrados de tan superior luz, y enriquecidos con un don tan favorito, vivimos de tal manera , que damos á entender, o que hemos extinguido sus rayos, o que no queremos apreciarle como se merece... ¡Tanta gloria que gozamos los españoles de católicos, y tan poco como lo demostramos! ¿Qué fe es la nuestra? ¿Cuál la fe de los españoles?

¡Ah! Presumo, que es una fe la más vana e infructuosa una fe exhausta y amortiguada.... fe inferior a la de los demonios, que al menos creen y se estremecen Presumo ¿Qué oigo presumo? No, no, fuera esta expresión no es presunción, es realidad comprobada con los más funestos hechos... ¡Ojalá fuera una mera presunción! ¡Ojalá me engañase! Hablen nuestras obras ¿Qué fe es la tuya, criatura infeliz, que, si observas en algo los mandamientos de tu Dios, si cumples con el precepto anual de confesarte, si vas a misa, si honras y obedeces a tus padres o superiores, es más por humanos respetos o terrenas conveniencias, que no porque creas que todo esto es muy conveniente a la salud de tu alma? ¿Qué fe es la tuya, si cuando recibes al Señor de cielos y tierra, si cuando asistes al tremendo y adorable sacrificio del Altar, si cuando concurres a los divinos Oficios es con irreverencia, distracción, descompostura y profanidad, y con tan poco espíritu, que claramente manifiestas no hacerlo sino
por pura ceremonia, y sin avivar la fe sacrosanta que te avisa, que te declara, que te enseña la grandeza, la excelencia é inefable bondad con que tan accesible se ofrece a tu miseria é indignidad, y te colma de infinitos bienes, prendas seguras para tu gloria?

¿Qué fe? ¡Ah, y qué dolor! ¿Qué fe es la tuja, insensata, estúpida y bárbara criatura, si cuando oculto en el Sacramento de la Eucaristía, pero existente y real como en el solio de su gloria, derramando bondad sale como pan de vida en forma de Viático para consolar a los afligidos enfermos, te resistes a doblarle la rodilla, á quitarte el sombrero, a acatarle como merece; te incomodas si lo ves reverenciado, ¿y aun tuerces de calle por no encontrarte con él? ¿Qué fe cuando hemos visto robados los vasos sagrados por manos impuras, y arrojadas las sagradas formas o por los altares o por los suelos? ¿Qué fe? ¡Dios mío! ¿Qué fe la de muchos católicos que pronuncian las proposiciones más escanda losas, que enseñan los errores más heréticos, que siembran el aire con palabras horrendas y sacrílegas contra vos, contra María Santísima, contra la Iglesia santa y sus respetables ministros, reputando a la religión como obra de los hombres, enseñándola como ilusión y publicándola como un aborto del fanatismo y de la superstición? ¿Qué fe? ¡Tiembla la pluma y se resiste a escribir tales horrores!

¿Qué fe? ¿A dónde, ni para qué proseguir cuando la España llora con lágrimas de sangre los funestos espectáculos que presenta la prevaricación y el naufragio funesto cíe la fe en el corazón de muchos católicos españoles? Concluyamos, Madre mía, conociendo y confesando con mengua y confusión nuestra, que somos mucho más culpables que los judíos, pues, aunque aquellos crucificaron al Redentor, no le conocían por tal, Pero nosotros que le confesamos y reconocemos nuestro Redentor, nuestra salud, nuestra vida y resurrección, y sin embargo ejecutamos acciones tan sacrílegas, que sin duda ellos no hubieran hecho si le hubieran conocido ¡O Virgen dolorosísima! ¿Es este el modo de enjugar vuestras lágrimas y mitigar vuestras penas? ¡No, Señora mía! Mas si nos enmendamos y reconocemos de tan torpe conducta, suavizaremos tus aflicciones y consolaremos vuestro corazón así os lo prometo, Reina de mi vida, en cuanto esté de mi parte: a lo menos por mi propia utilidad y bien de mi alma, para poder así gozar el título de vuestro verdadero siervo en este valle, y después besar vuestras hermosísimas manos en la gloria.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS.

¿Por qué, o Dios mío, no he de daros las más humildes gracias, cuando en esta breve consideración os habéis dignado comunicar a mi alma los importantísimos conocimientos de unas verdades que tan olvidadas y menospreciadas tenía por mi abandono y necedad? ¿Por qué no he de concluir este saludable ejercicio rindiéndoos las más profundas alabanzas, cuando en él siento haberse encendido en mi corazón la llama del amor divino, que tan amortiguada es taba por un necio desvarío y por una fatal corrupción de mi entendimiento? Y pues que vos, que sois la verdad infalible y el verdadero camino que conduce a la patria celestial, habéis tenido a bien de comunicar a mi alma los efectos propios de vuestro amor, con los que puedo distinguir lo cierto é indudable que me sea útil a la salvación, y lo falso y mentiroso que me precipitará a mi perdición, por tanto, Señor, quiero aprovecharme desde este momento de tan divinas instrucciones, para caminar con libertad y seguridad entre tantos estorbos y peligros como me presenta este mundo miserable, y de este modo llegar más pronto a unirme con vos. Consígalo así, Virgen Santísima, para vivir compadeciéndome de vuestros dolores y aflicciones, y cumpliendo la promesa que os hice de ser siervo vuestro. Esta sea mi ocupación, estos mis desvelos y cuidados en este valle de lágrimas, porque así después disfrute en la celestial Jerusalén de vuestra compañía, en unión de tantos fieles Servitas que recibieron ya el premio de vuestros servicios, reinando a vuestro lado por los siglos de los siglos. Amén.