> SoydelaVirgen : 07/16/20

--------------------------------------------- San Martin de Tours y La Virgen de los Buenos Aires / La Inmaculada Concepción y San Ponciano | Patronos de la Ciudad de Buenos Aires / Patronos de la Ciudad de La Plata -----------------------

Bendición Solemne de la Solemnidad de Ntra. Sra. del Carmen



- El Señor esté con ustedes.
- Y con tu Espíritu. 

- Dios, Padre de bondad, llene de gozo
sus vidas al celebrar solemnemente la fiesta 
de la Santísima Virgen María del Monte Carmelo. Amén.

- Que El conceda a quienes llevan el Santo Escapulario
del Carmen la gracia de meditar y proclamar 
la Palabra a imitación de la Virgen María. Amén.

- Que El les haga sentir la protección materna de 
la Virgen María, en la hora de la muerte para que, 
purificados del pecado, gocen eternamente 
de su compañía. Amén.

- Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca para siempre. Amén. 

Bendición Solemne que puede ser utilizada en las Misa del 16 de Julio
Memoria Litúrgica de Ntra. Sra. del Carmen. 

Prefacio Propio de la Solemnidad de Ntra. Sra. del Carmen



PREFACIO DE LA BIENAVENTURADA 
VIRGEN MARÍA DEL MONTE CARMELO 

- El Señor esté con ustedes 
- y con tu Espíritu.

- Levantemos el corazón 
- Lo tenemos levantado hacia el Señor.

- Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
- Es justo y necesario. 

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación 
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre Santo,
Dios todopoderoso y eterno.

Y alabar, bendecir y proclamar tu gloria
en la solemnidad de la Bienaventurada y siempre
Virgen María.

Unida íntimamente al misterio de Cristo
no cesa de ser Madre de nuevos hijos en la Iglesia
y con su ejemplo los guía 
a seguir el camino de la caridad perfecta. 

Ella, con su afecto maternal 
y el encanto de sus virtudes,
ha suscitado en la Iglesia a la Orden del Carmelo
y le ha dado en el Escapulario un signo de su protección.

Ella es el modelo de la vida consagrada 
al servicio de Cristo, en la contemplación 
de la Palabra y en la entrega generosa a los hermanos. 

Por este don inmenso de tu amor te damos gracias 
y proclamamos tus grandezas cantando con los ángeles: 

Santo, Santo, Santo ... 

Jueves Eucarístico



ORACIÓN PARA UNA VISITA

¡Oh Jesús de mi alma, encanto único de mi corazón!, heme aquí postrado a tus plantas, arrepentido y confuso, como llegó el hijo pródigo a la casa de su padre. Cansado de todo, sólo a Ti quiero, sólo a Ti busco, sólo en Ti hallo mi bien. Tú, que fuiste en busca de la Samaritana; Tú, que me llamaste cuando huía de Ti, no me arrojarás de tu presencia ahora que te busco.

Señor, estoy triste, bien lo sabes, y nada me alegra; el mundo me parece un desierto. Me hallo en oscuridad, turbado y lleno de temor e inquietudes...; te busco y no te encuentro, te llamo y no respondes, te adoro, clamo a Ti y se acrecienta mi dolor. ¿Dónde estás, Señor, dónde, pues no gusto las dulzuras de tu presencia, de tu amor?

Pero no me cansaré, ni el desaliento cambiará el afecto que me impulsa hacia Ti. ¡Oh buen Jesús! Ahora que te busco y no te encuentro recordaré el tiempo en que Tú me llamabas y yo huía... Y firme y sereno, a despecho de las tentaciones y del pesar, te amaré y esperaré en Ti.

Jesús bueno, dulce y regalado padre y amigo incomparable, cuando el dolor ofusque mi corazón, cuando los hombres me abandonen, cuando el tedio me persiga y la desesperación clave su garra en mí, al pie del Sagrario, cárcel donde el amor te tiene prisionero, aquí y sólo aquí buscaré fuerza para luchar y vencer.

No temas que te abandone, cuando más me huyas, más te llamaré y verteré tantas lágrimas que, al fin, vendrás... Sí..., vendrás, y al posarte, disfrutaré en la tierra las delicias del cielo.

Dame tu ayuda para cumplir lo que te ofrezco; sin Ti nada soy, nada puedo, nada valgo... Fortaléceme, y desafiaré las tempestades.

Jesús, mío, dame humildad, paciencia y gratitud, amor..., amor, porque si te amo de veras, todas las virtudes vendrán en pos del amor.

Te ruego por los que amo... Tú los conoces, Tú sabes las necesidades que tienen; socórrelos con generosidad. Acuérdate de los pobres, de los tristes, de los huérfanos, consuela a los que padecen, fortalece a los débiles, conmueve a los pecadores para que no te ofendan y lloren sus extravíos.

Ampara a todos tus hijos, Señor, más tierno que una madre.

Y a mí, que te acompaño cuando te abandonan otros, porque he oído la voz de la gracia; a mí, que no te amo por el cielo, ni por el infierno te temo; a mí, que sólo busco tu gloria y estoy recompensado con la dicha de amarte, auméntame este amor y dadme fortaleza para luchar y obtener el apetecido triunfo.

Adiós, Jesús de mi alma salgo de tu presencia, pero te dejo mi corazón; en medio del bullicio del mundo estaré pensando en Ti, y a cada respiración, entiende. oh Jesús, que deseo ser tuyo. Amén.

Monseñor Héctor Aguer: "La grieta en la Iglesia"



En la Argentina actual suele usarse el nombre de grieta para caracterizar la situación política, las divergencias ideológicas entre partidos o sectores de la sociedad, y la discordia, que torna imposible, o muy difícil de lograr, cualquier acuerdo o entendimiento. En realidad, son males ancestrales en nuestra historia. El nombre empleado, asumido por los comentaristas como un término técnico es por demás elocuente. La grieta es, por definición, la «quiebra o abertura que se hace naturalmente en cualquier cuerpo sólido»; es una rotura o hendidura que, aunque no llega a dividir del todo, implica pérdida o menoscabo. Así ocurre en el cuerpo social; por eso principalmente el país se empantana en el subdesarrollo. La grieta es todo lo contrario de la solidaridad, de la amistad social.

El fenómeno señalado se verifica también en la Iglesia, en las comunidades cristianas, y asimismo en este ámbito sucede desde los inicios. Me permito unas pocas referencias bíblicas. El menoscabo es doble, del orden de la fe y del de la caridad. Un caso bien notorio es el de la Iglesia de Corinto, tal como aparece en las dos cartas del Apóstol Pablo. Este reprueba severamente las discordias, por ejemplo: «En el Nombre de Nuestro Señor Jesucristo, yo los exhorto a que se pongan de acuerdo»; es decir, que digan todos lo mismo (tò autò légete pántes, que digan y piensen lo mismo); «que no haya divisiones (sjísmata, cismas) entre ustedes y vivan en perfecta armonía», con el mismo pensamiento, manera de ver, sentimiento (nóos) y el mismo juicio o convicción (gnōmē), 1 Cor 1, 10.

Pablo registra la gravedad de los hechos: «Cada uno afirma: yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo» (1 Cor 1, 12). Dios ha dispuesto otra cosa para la Iglesia: «Que no haya división -sjísma- y que todos los miembros del cuerpo sean mutuamente solidarios», literalmente: que se preocupen, tengan la misma solicitud -merimnōsin- los unos por los otros. La vida cristiana descarta los arrebatos, la agitación interior que infla el alma, la irritación, el resentimiento y la cólera (1 Tim 2, 8: joris orges kài dialogismoû); el ideal es vivir en paz unos con otros (1 Tes 5, 13: eirenéute en heautôi); ser pacientes con todos (ib. 14: makrothyméite pròs pántas), ayudarse mutuamente a llevar las cargas (Gál 6, 1-2: allelon tà báre bastádzete), y corregir con dulzura (ib. en pnéumati praÿtetos, con espíritu de suavidad).

 Todas estas actitudes son posibles, y se hacen necesarias, como aplicación y vivencia de una fe que se comparte unánimemente; los pastores de la Iglesia deben cuidar esa identidad de la fe, como servidores de Cristo, que alimentan con las enseñanzas de la fe y de la buena doctrina (1 Tim 4, 6: tes kalés didaskalías), rechazando los mitos ridículos, cuentos de viejas (ib. 7: graodeis mýthous). La exhortación del Apóstol a su discípulo Timoteo vale para todos los tiempos: «... arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y afán de enseñar» (2 Tim 4, 2: en páse makrothymía kái didajé). Sigue una profecía, cumplida reiteradamente en la historia de la Iglesia: «Llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina -tes hyglainoúses didaskalías-, por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas» -mýthous- (2 Tim 4, 2-4). ¡Una excelente descripción de las herejías y, en general, de los errores que dan la espalda a la gran tradición eclesial!. San Vicente de Lerins señalaba que los herejes no sólo no veneran la antigüedad, sino que se apegan a la novedad con todas sus fuerzas; con espíritu de disensión pretenden dar a la Iglesia un aspecto nuevo. Por eso concluía: «Evita las novedades profanas de lenguaje».

No es arbitrario considerar que la grieta actual de la Iglesia está íntimamente relacionada con las proyecciones del Concilio Vaticano II. Leyendo las discusiones de los Padres en el aula se advierte la contraposición de dos tendencias. Sin embargo, los documentos conciliares fueron aprobados por una casi unanimidad. En la votación final de cada uno de ellos, los votos negativos fueron, según los casos, 2, 3, 4, 5, 6, 10, 11, 14, 19, 35, 39, 70, 75, 164. El día de la conclusión de la Asamblea, cuando se aprobaron los últimos cuatro documentos, se desencadenó un momento de alegría en el que todos se abrazaban emocionados. Sin embargo, las divergencias que se notaron claramente en el aula conciliar, reaparecieron en el posconcilio. La invocación de un supuesto «espíritu del Concilio» inspiró toda clase de arbitrariedades en materia dogmática, moral, espiritual y de doctrina social. Pablo VI señaló que se trataba de una crisis de fe, y procuró hacerle frente en su magisterio de los años 1968 - 1978. Un caso digno de especial mención fue la oposición de vastos sectores eclesiales a la encíclica Humanae vitae. El largo pontificado de Juan Pablo II permitió hacer un balance y ubicar en su sitio las reformas realizadas. Lo mismo puede decirse del magisterio de Benedicto XVI, quien insistió recordando que los textos del Vaticano II deben ser leídos «a la luz de la gran tradición de la Iglesia». Este Papa dio un paso fundamental para superar la grieta litúrgica al autorizar el empleo de la forma extraordinaria del rito romano. El disenso tenía causas más profundas, que se revelan en la extensión de la grieta actual.

Algunos autores que ejercen un influjo importante, consideran que el Concilio ha revolucionado la manera del hacer y del pensar creyente. Se propone entonces la construcción de un «humanismo nuevo», basado en un cambio radical de paradigmas en diálogo con otras religiones y culturas; la Iglesia tendría que hacerse levadura de la fraternidad universal. Llama la atención el empleo de términos clásicos del vocabulario masónico; la finalidad de la acción eclesial sería hallar, en contacto con otras tradiciones religiosas y renovando el proceso de deshelenización del cristianismo, pistas de resolución de los problemas que afectan a la humanidad de hoy.

La misión evangelizadora de la Iglesia es así alterada en sus elementos esenciales; se la desea incorporar a un proyecto mayor que la supera: una verdadera gnosis, análoga a la que San ireneo refutaba en el siglo II, en su obra «Contra las herejías». Se fomenta de este modo la grieta al reconocer un valor positivo al conflicto, con la convicción insólita de que conduciría a una unidad plena y a la creación de nueva vida; en este planteo asoma la inspiración hegeliana. La misión que el Señor encomendó a los Apóstoles con las palabras inconfundibles del mandato registrado al final de los Evangelios de Mateo y de Marcos, queda secularizada completamente: se trataría de concebir el planeta como patria, y la humanidad como pueblo, para empeñarse en un proyecto común, que ya no es procurar expresamente que todos los hombres crean en Jesucristo, asuman su enseñanza y cumplan todo lo que Él nos ha mandado.

Para emplear los símbolos del Apocalipsis podríamos decir: la Bestia de la tierra, el falso profeta, induce a adorar a la Bestia del mar, la potencia secular divinizada (cf. Apoc. 13). Los nuevos paradigmas de pensamiento y acción tendrían así cabida en el contexto del pluralismo ético-religioso que caracteriza al mundo contemporáneo, y diseñarían en él un modo de hacer la historia para alcanzar una unidad pluriforme que engendre nueva vida. En estos términos se habla. La finalidad es el cuidado de la naturaleza, la defensa de los pobres, la construcción de redes de respeto y fraternidad.

Con toda razón, el Cardenal Robert Sarah ha escrito que en comparación con la situación de la Iglesia actual, la crisis modernista, descrita y condenada por San Pío X, fue «un simple catarro». Obviamente, quienes permanecen fieles a la gran tradición eclesial, a la que conocen muy bien y a la que adhieren con amor, no pueden aceptar una transformación de la misión eclesial contraria a su identidad. La grieta afecta a los dos órdenes, el de la fe y el de la caridad; verdad y amor -alētheia y agápē- son inseparables; una especie de «concordia ecumenista» es incompatible con la integridad de la Verdad católica. La alteración de la conciencia teologal y teológica, con la pretensión de diseñar y realizar nuevos sistemas de presentación de la verdad cristiana, solo puede llevar a la ruina de la fe y el más estruendoso fracaso pastoral.

Los principales responsables de la grieta eclesial somos los hombres de Iglesia, con nuestros errores y pasiones (epithymíai, un término frecuente en la Escritura). Pero se debe incluir también un factor preternatural: aquel que es mentiroso -pséustes- y padre del pséudos, mentira, falsedad, acción disfrazada (cf. Jn 8, 44); el diablo, cuyo nombre -diábolos- designa a quien desune, separa, inspira odio o envidia (del verbo diabállo: entrometerse, apartar de algo, disuadir, calumniar, atacar, acusar). La etimología incluye la acción de mezclar y confundir, una especialidad suya; en el caso que nos ocupa importa recordar que la concordia en la Iglesia no puede asegurarse sino en la común aceptación de la Verdad, sin mezclas. La alteración del modo de hablar es en realidad consecuencia de un cambio de pensamiento. San Vicente de Lerins, un Padre del siglo V, como dijimos anteriormente, señalaba como característica de los herejes que no solo no veneran la antigüedad, sino que se apegan con todas sus fuerzas a la novedad; «dan una forma nueva al aspecto exterior de la Iglesia», decía, de allí su recomendación: «Evita las novedades profanas de lenguaje».

Una pregunta clave: ¿Qué papel se le reserva a Jesucristo en esos proyectos de nuevos paradigmas?. Me he referido especialmente a este problema fundamental para la misión de la Iglesia en mi artículo «Predicar a Jesucristo», publicado oportunamente en «InfoCatólica». Jesús afirma ser «la luz del mundo»; o se vive en la luz (phōs) siguiéndolo a Él, o se permanece en las tinieblas (skotía), Jn 8, 12. En la Última Cena le responde a Tomás, que busca orientación: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6). Son estos términos absolutos que revelan la identidad del Señor, están por encima de cualquier otra gnosis porque constituyen la única gnosis auténtica: Jesús es el Camino (hodós) que por la Verdad (alētheia) conduce a la Vida (zōḗ); así interpreta el pasaje la mayoría de los Padres de la Iglesia. Él es el camino, y la meta en su unión con el Padre (Jn 14, 10: «Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí»). Pedro afirmó ante el Sanedrín: «No existe bajo el cielo otro Nombre (ónoma) dado a los hombres, por el cual podamos alcanzar la salvación» (Hech 4, 12). Se trata, entonces, de la salvación; es interesante señalar que este término, sôtèría, ya en el griego clásico significaba la liberación, salud o conservación plenaria de la persona, seguridad para alguien tan inseguro como el ser humano. No puede reducirse a un beneficio provisorio, ni mezclarse con él. La Iglesia no puede dejar de proclamar esta realidad, de presentarla con el máximo respeto y amor por todos; es el servicio que les debe, ejercido con una prudencia que jamás se identifica con el acomodo o el relativismo, porque es sabiduría en el Espíritu Santo.

Por último: podríamos decir que existe una única grieta (si cabe ese nombre) necesaria, imprescindible, evangélica. Los Sinópticos, al presentar la predicación de Jesús muestran que ella, que Él es signo de contradicción; así lo anunció el anciano Simeón a María: Jesús sería sêmeion antilegómenon, y a la Madre una espada le atravesaría el corazón; entonces quedarían al descubierto los íntimos pensamientos de los hombres (Lc 2, 34s.). Jesús mismo declara que no vino a traer la paz (eirene) sino la espada (májaira), y expone los términos de esa grieta: «He venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra» (Mt 8, 34 s.). Vino a separar (dijásai); este verbo, dijádzo, significa dividir en dos. Es la división contraria a la que provoca el Enemigo; de su influjo perverso precisamente separa, en función de la Verdad, del Amor, de la salvación. Suscita la libertad, para que esa elección, lejos de menoscabar, solidifique el Cuerpo de la Iglesia, para que reine en él -entonces sí- la paz, la armonía de la fraternidad. ¿Paradojal?. Es el misterio mismo de Cristo y de su Evangelio. La grieta es una salida, un éxodo. Cito a Joseph Ratzinger: «No podemos encontrar a Dios sino en este éxodo, en este salir de la comodidad de nuestro presente para entrar en el ocultamiento de la luminosidad proveniente de Dios».

El cristianismo no es irenista. Quien prefiera otra cosa a Cristo no es digno de Él. San Benito expresó bellamente, en su Regla, instrumento fundamental de la edificación de Europa, el absoluto del cristianismo: «No anteponer absolutamente nada a Cristo» (Nihil omnino Christo praeponere). Omnino: entera, absolutamente, totalmente.

+ Héctor Aguer, Arzobispo emérito de La Plata

Académico de Número de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas.

Académico Honorario de la Pontificia Academia de Santo Tomás de Aquino (Roma).

Secuencia de Ntra. Sra. del Monte Carmelo



SECUENCIA

Flor del Carmelo, viña florida, 
esplendor del cielo, Virgen fecunda y singular. 
Madre tierna, intacta de hombre, 
muéstrate propicia con los carmelitas 
¡Estrella del mar!

Raíz de Jesé que has germinado una Flor 
[Jesús], permítenos estar siempre cerca de ti. 
Lirio que creces entre las espinas, 
consérvanos puros, a nosotros 
que somos tan débiles.

En las dudas danos consejos prudentes, 
en las adversidades danos tu consuelo. 
Tú que eres la armadura fuerte del que lucha, 
cuando la guerra enfurece, 
danos la defensa de tu Escapulario.

Dulce Madre, Virgen purísima, 
muéstrate propicia a los cristianos, 
Estrella del Mar. 
Puerta y llave del paraíso;
Madre, haz que alcancemos 
el lugar donde estás coronada de gloria. 
Amén. Aleluya.

Letanías de la Virgen del Carmen

Se repite
Señor, ten piedad
Cristo, ten piedad
Señor, ten piedad

Cristo, óyenos
Cristo, escúchanos

ten misericordia de nosotros
Dios Padre Celestial, ten piedad
Dios Hijo Redentor del mundo,
Dios Espíritu Santo,
Santa Trinidad, un solo Dios,

ruega por nosotros
Santa María, Madre de Dios, 
Madre del que busca a Dios, 
Madre del que rema para Dios, 
Madre del que mira al cielo, 
Madre del que busca la tierra, 
Virgen del horizonte abierto, 
Virgen que camina sobre las aguas, 
Virgen con el timón de la fe, 
Virgen con la vela de la esperanza, 
Virgen con la vela del amor, 
Virgen con la vela de la gracia, 
Virgen con el ancla del temor de Dios, 
Vencedora de toda tormenta, 
Vencedora de todo miedo, 
Vencedora en todo peligro, 
Reina de los océanos, 
Reina de los marineros, 
Reina de los que confían en Dios, 
Reina de los que se dejan empujar por Dios, 
Reina de los pescadores, 
Estrella de los mares,
Estrella del anochecer, 
Estrella que da paso al amanecer, 
Estrella que guía a buen puerto, 
Estrella que ilumina la noche, 
Mano que calma la desorientación, 
Mano que cura las heridas, 
Mano que conduce hacia el destino, 
Mano que eleva el espíritu, 
Mano que levanta al abatido, 
Mano que socorre al perdido, 
Mano que empuja la barca de nuestra fe, 
Santa María, Virgen del Carmelo, 

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos Señor
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos, Señor
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten misericordia de nosotros.
 
Oración.

"Señor, Tú, desde el estandarte de la Cruz, nos dejaste como compañera y Madre a Santa María Virgen. Al celebrar su memoria, bajo la advocación del “Carmelo”, te pedimos que bendigas los surcos de nuestra vida. Son constantes los tropiezos a nuestra fe y los contrastes y contradicciones de nuestra vida cristiana.
Por ello mismo, te pedimos que la Virgen del Carmen salga a nuestro encuentro en toda circunstancia, para que siendo testigo de nuestro intento de seguirte y crecer en nuestra fidelidad al Evangelio, pueda presentar ante Ti, Señor, nuestra súplica y nuestros deseos de alcanzar lo que más nos hace falta para llegar a ese fin. Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén".

Oraciones a la Virgen del Carmen

ORACIÓN

¡Oh Virgen Santísima Inmaculada, belleza y esplendor del Carmen! Vos, que miráis con ojos de particular bondad al que viste vuestro bendito Escapulario, miradme benignamente y cubridme con el manto de vuestra maternal protección. Fortaleced mi flaqueza con vuestro poder, iluminad las tinieblas de mi entendimiento con vuestra sabiduría, aumentad en mí la fe, la esperanza y la caridad. Adornad mi alma con tales gracias y virtudes que sea siempre amada de vuestro divino Hijo y de Vos. Asistidme en vida, consoladme cuando muera con vuestra amabilísima presencia, y presentadme a la augustísima Trinidad como hijo y siervo devoto vuestro, para alabaros eternamente y bendeciros en el Paraíso. Amén.


SALUTACIONES

1ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los serafines, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque me habéis dado vuestro Escapulario. Ave María.

2ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los serafines, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario sois salud de mi alma. Ave María.

3ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los tronos, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario me protegéis contra todos los peligros. Ave María.

4ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis una y mil veces; las dominaciones, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario me defendéis de las tentaciones del enemigo. Ave María.

5ª. Madre mía del Carmen y Reina de mi corazón, bendita seáis; los querubines, los santos y los justos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario sois la paz y la alegría de mi alma. Ave María.

6ª. Madre mía del Carmen, bendita seáis; los arcángeles, los justos y los santos os llenen de alabanzas, porque con vuestro Escapulario me habéis hecho especialísimo hijo vuestro. 
Ave María.

7ª. Madre mía, madre de mi corazón y Reina de mi amor, os doy mi alma, mi vida, mi corazón, y quiero que os alaben las Virtudes y todas las criaturas, porque con vuestro Escapulario me habéis infundido la esperanza de que os veré en el cielo... No me dejéis, Madre mía. Ave María.


POR LAS ALMAS DEL PURGATORIO

¡Virgen Santa! Durante toda mi vida habéis sido mi tierna Madre; Vos me habéis obtenido gracias sin número en todos los peligros y en todas mis penas, y Vos no me abandonaréis en la hora terrible de mi muerte. Mas hoy os pido una gracia especial, como bondadosa consoladora de los afligidos, y es la de que tengáis piedad de las desgraciadas almas que el reato de culpas retiene cautivas en el fuego del Purgatorio. Vos, amantísima Reina del Carmelo, me habéis permitido que os llame mi buena y dulce Madre: sedlo también de las infortunadas almas por las cuales yo suplico a vuestro corazón tan compasivo. Dejaos conmover por mis lágrimas y mis plegarias, para que los sufridos lamentos que parten de aquel lugar de tristeza y de miseria lleguen hasta Vos, y, cual piadosa medianera entre Dios y las almas que están allí detenidas, obtener su pronta liberación. Esta es la gracia que os solicito ¡oh Madre de Dios! y que os ruego concedáis á vuestros hijos.

No dejéis de utilizar el poder que se dignó concederos vuestro Unigénito Hijo, especialmente en el día vuestro del sábado. Amén.


ACTO DE CONSAGRACIÓN 

¡Oh Inmaculada Madre de Jesús y Madre mía, María! yo me consagro todo a Vos, como hijo y esclavo vuestro, sin reserva; aceptad la oferta y tomad posesión de mí, continuando en mí, como en vuestra vida mortal, amando a Dios y a los hombres y haciendo bien a todos. Bendecidme, oh Madre, y concededme morir un día, de amor, en vuestros brazos.

Rezar tres Avemarías, agregando después de cada una, la siguiente jaculatoria: 

Madre mía, mi corazón ya no es mío, sino tuyo, 
y tuyo para siempre. 

16 de Julio: Memoria Litúrgica de Nuestra Señora del Carmen



El 16 de Julio de 1251, mientras San Simón Stock rezaba fervorosamente en su convento de Cambridge (Inglaterra), se le apareció Nuestra Señora revestida del hábito carmelita, portando en Dus brazos al Niño Jesús y extendiéndole un escapulario le dijo estas palabras:

               "Recibe, queridísimo hijo, este Escapulario de tu Orden, señal de Mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los Carmelitas. Todo aquel que muera con él revestido, no arderá en las llamas del infierno. Él es, pues, una señal de salvación, una seguridad de paz y de eterna alianza..."

Nuestra Señora del Monte Carmelo, llamada comúnmente Virgen del Carmen, es una de las advocaciones marianas más populares. Su denominación procede del llamado Monte Carmelo, en Israel, un nombre que deriva de la palabra Karmel que  podría traducir como 'jardín', donde el Profeta Elías vivía con una pequeña comunidad de discípulos. Una gran sequía asolaba la región y el Profeta subió a la montaña para pedir lluvia y divisó una nubecilla de luminosa blancura de la cual brotaba el agua en abundancia; comprendió que la visión era un símbolo de la llegada del Salvador esperado, que nacería de una doncella inmaculada para traer una lluvia de bendiciones. Desde entonces, aquella pequeña comunidad se dedicó a rezar por la que sería madre del Redentor.

Aquella comunidad siguió su existencia a lo largo de los siglos. Según la tradición, la Virgen María todavía en carne mortal se les apareció y los alentó a seguir en esa vida de oración. Más tarde se construyó un templo dedicado a Ella. La devoción se extendió a Europa por los ataques musulmanes en Tierra Santa.

El 16 de julio de 1251, la Virgen del Carmen se apareció a San Simón Stock, superior general de la Orden, al que le entregó sus hábitos y el escapulario, principal signo del culto mariano carmelita. Según es tradición la Virgen prometió liberar del Purgatorio a todas las almas que hayan vestido el escapulario durante su vida, el sábado siguiente a la muerte de la persona y llevarlos al cielo, creencia que ha sido respaldada por los Pontífices.

La devoción mariana hacia la Virgen del Carmen se extendió a muchos países de Europa y América, destacando entre ellos España.

El formulario de esta fiesta es un filial homenaje a la Madre de Dios y Madre nuestra, la Virgen María, por su constante protección e intercesión por sus hijos. Ella es la madre del amor puro que promete la vida eterna a quien le ama. En las tres oraciones, la Iglesia no cesa de reclamar su poderosa intercesión. Destaca por su hermosura textual y musical la secuencia compuesta en sus primeros versos por San Simón Stock.

Nuestra Señora se apareció al papa Juan XXII y le dijo: “Como una tierna madre, descenderé al purgatorio el sábado siguiente a la muerte de quienes hayan vestido el escapulario y los llevaré a las mansiones celestiales de la vida eterna”. Este privilegio fue promulgado y enseñado por dicho papa en la famosa bula Sacratissimo Uti Culmine, de 1322. Aun así, la Santa Sede no dio su ratificación definitiva hasta 1908, durante el pontificado de san Pío X.

San Alfonso dice: “Así como los hombres se enorgullecen de que otros lleven sus trajes distintivos, la Santísima Virgen María se complace cuando sus siervos visten su escapulario como una marca distintiva de consagración a su servicio y de su condición de miembros de la familia de la Madre de Dios”.

El papa Benedicto XV concedió 500 días de indulgencia cada vez que se besara el escapulario. La maternidad de María no se limita solo a los católicos, sino que se extiende a todos los hombres.

Se han obrado muchos milagros de conversión en acatólicos de buena voluntad que han llevado y practicado la devoción al escapulario.

En Lourdes, la Virgen escogió el 16 de julio de 1858, fiesta de Nuestra Señora del Carmen -en que la Iglesia conmemora su aparición a San Simón Stock- para aparecerse por decimoctava y última vez. En efecto, se apareció a Santa Bernardita en la fiesta de Nuestra Señora del Carmen.

Nuestra Señora de Fátima, el 13 de octubre de 1917, apareció con el escapulario carmelita en su mano, manifestando a los niños videntes -Lucía, Jacinta y Francisco- su intención de que todos los hombres vistan tal escapulario.

María nos enseñó el valor del escapulario. Cuando lo usamos como una oración, Nuestra Señora nos lleva al Sagrado Corazón de su Divino Hijo. Es bueno, por tanto, tomar el escapulario en la mano cuando nos dirigimos a Nuestra Señora. La oración dicha así, mientras se sostiene el escapulario místico, no puede ser más perfecta, sobre todo en los momentos de tentación en que más necesitamos la poderosa intercesión de la Madre de Dios. El maligno espíritu se ve completamente impotente cuando aquel que lleva el escapulario invoca a María con devoción.

El escapulario representa tres cosas: Es un signo de nuestra Fe católica, por la cual nos hacemos hijos y siervos de María. Es un signo de nuestro amor hacia la Madre de Cristo, quien es también nuestra propia madre espiritual. Es señal de la protección de Nuestra Señora, que cuida de sus hijos y servidores.


Disposiciones para recibir el Escapulario: 

- Haber recibido debidamente el Escapulario, es decir, impuesto por un sacerdote con poder para tal (actualmente cualquier sacerdote con uso legítimo de órdenes tiene ese poder). 

- Que el Escapulario sea como prescribe la Iglesia, es decir, hecho con dos pedazos de lana (y no de otro material) unidos entre sí por cordones, de forma cuadrangular o rectangular y de color marrón. 

- Que una parte caiga sobre el pecho y otra sobre la espalda. 

- Guardar la castidad cada uno según su estado (perfecta para los solteros y matrimonial para los casados). 

- Rezar las oraciones prescriptas por el sacerdote que lo impuso. 

Al vestir el Escapulario, y durante toda la vida, es muy importante que sepamos apreciar su profundo y rico significado, como pertenencia a una Orden, a la del Carmen, con obligación de vivir según su rica espiritualidad y su propio carisma. Quien viste el escapulario debe procurar tener siempre presente a la Santísima Virgen y tratar de copiar sus virtudes, su vida y obrar como Ella. María, obró, según sus palabras: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". 


Significado del Escapulario

- El amor y la protección maternal de la Virgen. La madre siempre trata de cobijar a sus hijos. 

- Pertenencia a María. Llevamos una marca que nos distingue como sus hijos escogidos. El Escapulario se convierte en el símbolo de nuestra consagración a María. Consagrarse es "pertenecer a María"; es reconocer su misión maternal sobre nosotros y entregarnos a Ella para dejarnos guiar, enseñar, moldear por Ella y en su Inmaculado Corazón. Así podremos ser usados por Ella para la extensión del Reino de su Hijo. 

- El suave yugo de Cristo. El Escapulario simboliza ese yugo que Jesús nos invita a cargar, pero que María nos ayuda a llevar. 

El privilegio sabatino 

La predilección de María Santísima por el Carmen fue confirmada de modo aún más maternal en el siglo siguiente, cuando se apareció al futuro Papa Juan XXII, entonces cardenal, en Avignon, Francia. 
Allí le prometió una especial asistencia para los que llevasen el Escapulario del Carmen, diciendo que los libraría del Purgatorio el primer sábado después de su muerte. 

Mes de Julio dedicado a la Virgen del Carmen - Día 9°



Día IX

Por la señal de la santa cruz. Señal de la Cruz. 

Oración inicial

Madre mía amantísima del Carmen, aquí vengo a vuestra presencia con el más profundo respeto y veneración a ofreceros el ejercicio de este día, que consagro a vos por haberme admitido, a mí, el más miserable de los hombres, entre vuestros hijos predilectos los Carmelitas, para favorecerme con vuestra especial protección y amor. Yo os doy miles de gracias por ello, Madre mía, y os suplico que iluminéis mi entendimiento e inflaméis los efectos de mi corazón, para hacer con verdadero fruto este ejercicio, a fin de que merezca ser recibido por vos como un obsequio de vuestro hijo. Amén

Entrega del santo Escapulario

I

Este es el diploma más auténtico y explícito que se acredita la filiación especial de los Carmelitas y el amor singularisimo de María a la orden y a cada uno de sus miembros: el santo Escapulario.
Vivía en Inglaterra el santo Simón Stock que, prevenido con las bendiciones del cielo, había dado, ya desde niño, muestras de la gran santidad a qué Dios le llamaba, manifestándose en él de una manera especial la grandísima devoción que profesaba a la virgen María. A la edad de 12 años se retiró, ejemplo del Bautista, a un desierto, y allí, en la concavidad del tronco de un árbol, retirado de todo trato humano, pasaba las noches y los días en altísima contemplación y austerisima penitencia.
Veinte años estuvo en esta soledad labrando su espíritu, como preciosa piedra que debía colocarse en la Jerusalén celeste. Avisado por la virgen, tomó el hábito de su orden del Carmen, qué hacía poco se había establecido en occidente. Su espíritu altísimo y su gran sabiduría, no menos que su prudencia superior, hicieron recaer sobre él el generalato de la órden, que gobernó por espacio de 20 años.
Viendo el santo general que su orden estaba muy perseguida de los enemigos más temibles, acudir constantemente a María para que salvase su religión y le suplicaba que le diese alguna muestra sensible y exterior de su especial amor y protección, porque con ella estaba seguro el santo que se humillarían sus enemigos.
Era el 16 de julio de mil 251 cuando el santo acudió como solía a la protección de María para que defendiera su orden, vio abrirse los cielos y aparecer en las nubes, radiante de Gloria y acompañada de los Ángeles y serafines, a la madre de Dios María santísima, qué vestido con el hábito del Carmen, traía en sus purisimas manos el santo Escapulario, y acercándose al santo, llena de Gloria e inspirando amor y confianza, le dijo:" recibe, hijo mío muy amado, este Escapulario de tu orden, señal de mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los Carmelitas; el que muriere con él no se condenará. He aquí la señal de salud, salvación en los peligros, convención de paz y de pacto sempitero" . ¡Oh admirable misericordia y bondad de la madre de Dios! ¡Oh amor grandísimo e invencible para sus Carmelitas! bastaba haber confortado al santo con alguna palabra de consuelo; bastaba haberle dado el santo Escapulario; pero quiso añadir aquellas consoladoras e inolvidables palabras, dignas de grabarse en todos los corazones: señal de mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los Carmelitas, y el que muriere con él no se condenará: <in quo quis pie moriens æternum non patietur incendium.> ¿No es esta una demostración nunca vista de la predilección qué tiene María a su orden?
¿No son estas palabras de María nacidas todas de lo más mínimo y afectuoso de su corazón?
Es cierto que también a San Ildefonso Arzobispo de Toledo le trajo María del cielo una casulla, a San franco Carmelita el hábito, y a otros tantos otras prendas; pero eran favores particulares que se concretaban a la persona a quien se hacían y no llevaban ninguna promesa, ni de su especial filiación, ni para la vida futura; más el don del santo Escapulario, además de que su virtud se extiende hasta la otra vida, apartandonos del infierno y liberándonos del purgatorio, es la prueba más clara y como un testimonio o un contrato con el cual María ratifica y manifiesta una vez más, que la orden del Carmen y cada uno de sus miembros militan bajo su filiación especial: " "Signum confraternitatis meæ"

II

¿Qué más podrías esperar tu de tu madre, alma mía, que recibir un don tan rico, un recuerdo tan grato, un beneficio tan singular que lleva en sí el amor más fino de una Madre, la protección más segura de una Reina, el amparo más continuo del cielo, la consolación más firme, la esperanza más fundada y la dicha más verdadera de tu corazón? Porque todo esto es María para ti: es Madre la más cariñosa, es Reina la más misericordiosa, es Cielo de alegría para el corazón, consolación la más pura, esperanza sin temor, dicha la masa inefable después de Dios, y todo esto te lo da en este día con el Don del Santo Escapulario, en el cual ha puesto ella su virtud y todas sus gracias.

Recíbelo, pues, con fe, con amor, con entusiasmo, llévatelo a lo más recóndito de tu corazón, porque él es la preciosa margarita en el Evangelio, qué para poseerla vendió el hombre todo lo que tenía; el será para ti la sal que te preservará de la corrupción; el será, en fin, la lámpara encendida que busca el esposo de las almas, y cuya luz alumbrará y dirigir a tus pasos hacia fijarlos en las playas de una eterna felicidad.
Recibe pues, este donde tú amorosa Madre como un presente riquísimo del cielo, estrella lo contra tu corazón y procura mover a este con los más ardientes afectos para agradecer a tu buena Madre está gracia, y dile: Madre mía amantísima del Carmen, agradezco en el alma este favor, aprecio vuestro santo Escapulario más que todas las riquezas del mundo, mi lengua no cesara de alabaros y mi corazón jamás se olvidará de Vos, y antes quiero que mi lengua se pegue al paladar que cese de alabaros, y antes quiero olvidarme de mí que a vos olvidaros. Pero no, no me olvidaré, porque vos habéis robado mi corazón y ya no es mío, sino vuestro; por eso ya sólo entiende en amaros, sólo entiende en serviros y está esperando de vos para cumplir vuestro agrado.
Vuestra misericordia ha hecho cosas grandes en mi, y en este día me habéis alcanzado la bendición del padre, habéis hecho recaer sobre mí la primogenitura, me habéis adornado con vestido de Gloria y me habéis introducido en vuestro Carmelo santo; por todo os bendigo y alabo, os doy millones de gracias, y en este día consagrado a vos recordaré vuestras misericordias y cantaré vuestras alabanzas aquí en la tierra, seguro de que vos me llevaréis después a cantároslas en el cielo.

Oración final

Gloriosísima Virgen, Reina de los Ángeles, Madre de Dios y de los Carmelitas, María Santísima, yo el más indigno de vuestros hijos acudo a vuestras plantas con el afecto que me inspira vuestro amante corazón y la confianza que me da en santo escapulario, prenda vuestra riquísima y señal de mi salvación, para presentaros las suplicas y afectos que mi corazón ha formado en este día en obsequio vuestro para más amaros y mejor serviros. Vos como Madre de Dios y dispensadora de todas las gracias del cielo, todo lo podéis, y como Madre amante y especial de los que visten vuestro santo escapulario, no os negareis a recibir mis pobres suplicas y alcanzarme el remedio de mis necesidades, la gracia de que mi alma os ame y sirva cada día mas durante mi vida y después merezca ser ayudado de vos en la hora de mi muerte.

Pídase ahora con toda confianza la gracia que se desea alcanzar de la Virgen del Carmen.

Ejemplo

El P. Svanington, secretario de San Simón Stok, refiere el siguiente hecho, del que por otra parte fue testigo una población entera, ocurrido, según varios autores, el mismo día en el qué el santo general recibiera el sagrado Escapulario, y según otros un año después.
Iba el santo padre Simón a Winchester con el fin de obtener del diocesano cartas de recomendación para el Sumo Pontífice Inocencio IV, cuando ve venir apresuradamente a su encuentro al deán de la iglesia de Santa Elena, de la propia ciudad, D. Pedro de Lintonia."Venid a socorrer a mi hermano Waltero, qué, herido mortalmente en un duelo, se está muriendo impenitente y desesperado." Penetra el bendito padre en el aposento del desdichado waltero, y lo encuentra Blasmefando y encomendando al demonio su alma y en el cuidado de vengarlo de su enemigo. El santo general hizo sobre el moribundo la señal de la cruz y colocó sobre el ensangrentado cuerpo el mismo sagrado vestido que recibiera de María. en el mismo instante Waltero cambia la feroz expresión de su semblante en la de un arrepentido penitente, derrama abundantes lágrimas, confiesa a San Simón sus enormes crímenes, y apoco muere en el oscuro del señor. Refirió D. Pedro de Lintonia al P. Svanington que, estando orando ferozmente por su desesperado hermano, oyó una voz, sin duda celestial, qué le decía: levántate, Pedro: ve en busca de mi amado siervo Simón, y haz que venga aquí.
Este es el primer milagro, qué, visiblemente a lo menos, obró la santísima virgen por medio del santo Escapulario.

Obsequio. todas las noches antes de acostarse besar el santo escapulario diciendo: "Virgen del Carmen, vuestro esclavo soy, con vuestro permiso a dormir me voy."

Sentencia. El que llevaré la insignia de María será escrito su nombre en el libro de la vida.
(San Buenaventura)

Oremus. 
Deus, qui Beatissimae semper virginis, et genitricis tuae Mariae singulari titulo Carmeli ordinem decorasti: concede propitius, ut cujus hodie commemorationem solemni celebramus officio, ejus muniti presidiis ad gaudia sempiterna pervenire mereamur. Qui vivis, et regnas in secula seculorum. Amen.