> SoydelaVirgen : 09/17/20

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17 de Septiembre: Fiesta de la Impresión de los Estigmas a san Francisco de Asís


En el mes de agosto de 1224, San Francisco de Asís se retiró del mundo durante una temporada para comunicarse con Dios en las cumbres de La Verna, una desierta montaña de los Apeninos. En la ocasión, le acompañaban el hermano Leo y otros cinco o seis frailes, pero Francisco quería estar aparte y escogió su vivienda en una choza solitaria, bajo una haya, hacia el lado opuesto del monte; y, antes de enclaustrarse ahí, dio instrucciones a sus hermanos para que ninguno se acercara a su morada, a excepción de Leo cuando tuviese que llevarle alimentos. 

Más o menos por la fecha de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el santo oraba frente a su choza, elevaba su alma a Dios con ardor seráfico y se sentía arrebatado por una profunda caridad, una tierna y afectuosa compasión hacia Aquél que fue crucificado por amor a nosotros. Hallábase en ese estado, cuando vio la figura de lo que parecía un serafín con seis alas brillantes, que descendía desde lo alto de los cielos hacia él en vuelo rapidísimo, hasta quedar suspendido en los aires frente al santo. 
Entonces pudo ver, entre las alas del serafín la figura de un hombre crucificado, con sus manos y pies tendidos y clavados en la cruz. Las alas del serafín se hallaban colocadas de distinta manera: las dos superiores se hallaban tendidas hacia arriba, por encima de la cabeza del crucificado; las del medio estaban desplegadas para el vuelo, y el par inferior se había plegado sobre sí mismo, como para cubrir o sostener el cuerpo del crucificado. 

A la vista de semejante aparición, el corazón de Francisco quedó embargado por un súbito gozo al que se mezclaba un sentimiento de dolor profundo. La vecina presencia de su Señor, bajo la forma de un serafín, que fijaba en él sus ojos con una mirada bondadosa y amable, le producía un júbilo inmenso, pero al mismo tiempo, la vista de su cuerpo crucificado le traspasaba el alma de dolor. 
En aquel momento, una luz interior hizo comprender al santo que, si bien la condición del crucificado no correspondía a la inmortalidad del serafín, la maravillosa visión se le manifestaba a fin de que pudiese comprender que iba a ser transformado en una semejanza de Jesucristo en la cruz, no en el martirio de su carne, sino en el corazón por el fuego de su amor. 

De pronto, el serafín se acercó más e hirió al santo en cuerpo y alma, de manera que Francisco experimentó un dolor intenso y sintió gran temor, hasta que el serafín habló para explicarle muchas cosas que habían estado ocultas para él. Al cabo de unos instantes que le parecieron siglos, la visión desapareció. Pero el alma del santo ardía en el interior del cuerpo que parecía haber recibido la imagen del crucificado con tal fuerza, que quedó plasmada en él, como si su carne hubiese quedado marcada por un sello impreso por una fuerza sobrenatural y extraordinaria. 
En las manos y los pies del santo comenzaron a abrirse unas heridas semejantes a las que había contemplado en la visión del hombre crucificado. En el centro de sus manos y de sus pies se abrieron cuatro perforaciones que parecían los agujeros dejados por cuatro gruesos clavos hincados en la carne. En torno a las heridas, sobre las palmas de sus manos y los empeines de sus pies, se veía la marca redonda y negra de la cabeza de los clavos; las puntas largas aparecieron por el anverso y desgarraron la piel, porque estaban torcidas, como si las hubiesen golpeado con un martillo. 

También sobre el costado derecho del santo se abrió una herida roja que parecía hecha por la punta de una lanza. De todas aquellas llagas, manaba sangre que teñía las ropas del santo. Aquel milagro maravilloso se realizó al tiempo que el entendimiento de Francisco se colmaba de ideas claras sobre Cristo crucificado, y el amor que henchía su corazón se empleaba con toda la fuerza de su voluntad en concentrarse en el objeto amado y en asimilarse al Ser amado en los instantes de mayores sufrimientos; de manera que, por las facultades imaginativas de su alma, formaba un segundo crucificado con una realidad tan viva, que las impresiones de su mente afectaron la materia de su cuerpo. 
Las marcas exteriores de las heridas en la carne de San Francisco, que el amor interno de su corazón no podían producir, fueron causadas por el serafín de fuego, o mejor dicho por el propio Cristo, que en la visión, había lanzado rayos encendidos desde las cinco llagas para plasmar exteriormente en San Francisco aquellas marcas dolorosas que ya el amor del santo había impreso interiormente en su alma.
Ya sea que San Francisco fuera o no fuera el primero de los seres humanos marcado de esa manera por los "estigmas" (del griego stigmata, que significa "marcas") de Nuestro Señor crucificado, no hay duda posible de que es el más famoso de los ejemplos y el más auténtico desde aquel entonces hasta llegar a los tiempos recientes y los actuales. Además, es el único prodigio de esta clase que toda la Iglesia occidental conmemora con una fiesta litúrgica. 

La realización y el desarrollo general del fenómeno, están fuera de duda. El hermano Leo lo refiere en la nota que escribió de su puño y letra sobre las "bendiciones seráficas" dispensadas a San Francisco, un documento que conservan los frailes conventuales de Asís. También se refiere a eso el hermano Elías en la carta que escribió a los frailes de Francia para anunciar la muerte del patriarca en 1226. "Desde el principio de los tiempos", escribe el hermano, "no se había visto una maravilla semejante, salvo en el caso del Hijo de Dios que es Cristo, Señor nuestro. Durante largo tiempo antes de su muerte, nuestro padre y hermano parecía crucificado y aparecían en su cuerpo las cinco heridas que son verdaderamente los Estigmas de Cristo; porque en sus manos y sus pies estaban abiertos, de parte a parte, cinco agujeros como los que hacen los clavos metidos de arriba hacia abajo; que eran llagas abiertas, negras perforaciones con la forma de los clavos; también su costado parecía haber sido traspasado por una lanza y a menudo manaba sangre de todas las heridas". 

En la biografía más antigua del santo, escrita cuando habían transcurrido de dos a cuatro años de su muerte, los estigmas se describen de esta manera: "Sus manos y sus pies parecen traspasados por clavos cuyas cabezas habían dejado las marcas sobre las palmas de las manos y las partes anteriores de los pies, mientras que las marcas de las puntas aparecían en el dorso de las manos y las plantas de los pies. 
Ahora bien, esas marcas eran redondas en las palmas de las manos y en el empeine de los pies, mientras que, por el reverso eran alargadas y presentaban protuberancias, como si las puntas de los clavos hubiesen proyectado fuera porciones de la carne y como si esas puntas hubieran sido dobladas a golpes de manera que desgarraban la piel. Igual forma y carácter tenían las marcas en las plantas de los pies. Además, en el costado derecho tenía una herida abierta en forma de media luna, con labios, semejante a la que haría la punta de una lanza, y de donde salía sangre con frecuencia . . . " 

"El Libro de los Milagros", escrito por un testigo presencial de los sucesos que describe (Tomás de Celano), UK veinte años después de ocurridos, agrega que las multitudes que acudieron Asís "pudieron ver en sus manos y sus pies, no las heridas, sino los mismos clavos, maravillosamente formados por el poder de Dios y verdaderamente clavados en la carne pero en una forma extraña, como si formaran parte de la misma carne y de tal manera que, si se les oprimía por un lado, formal» una protuberancia en el lado opuesto y, al dejar de oprimirlos, volvían a si lugar original". 

La declaración mencionada antes y que Alban Butler to» de las "Florecillas" en el sentido de que "las puntas de los clavos sobresalían y estaban dobladas sobre sí mismas hasta formar un gancho casi cerrado ¡ti el que se podía meter el dedo de la mano, como por un anillo", se remonta a los años anteriores a 1274, pero los críticos más severos y puntillosos se inclinan a rechazar su veracidad y a considerarla como una fantasía literaria, puesto que no se ha registrado ningún caso semejante entre los otros seres humanos que, posteriormente, fueron estigmatizados. 
Naturalmente que en ninguna de las declaraciones se llega a insinuar siquiera que los mencionad» "clavos" hayan estado hechos de otra substancia que la carne o el cartílago, Y no se puede garantizar que fueran cartílagos, y es más factible suponer fe eran, por su forma y aspecto, sugerencias de clavos o, sencillamente, cicatrices protuberantes. De todas maneras, aquellas marcas no tienen punto Je comparación con las de otros estigmatizados.

El caso de estigmatización ha sido confirmado por muchos ejemplos que ocurren incluso en la actualidad; los estigmatizados sangran a menudo y con cierta periodicidad, especialmente los días viernes, y no se ha registrado ningún caso en que las heridas se supuren. Por consiguiente, podría decirse que Dios escoge a ciertas almas nobles para unirlas más estrechamente a los sufrimientos de su Divino Hijo, almas éstas que se ofrecen y que son dignas de expiar los pecados de otros, al adoptar frente al mundo la forma de Jesús crucificado que "no aparece retratado sobre lienzos o láminas ni tallado en piedra o madera por la mano de un artista terrenal, sino que queda impreso o grabado en la misma carne por el dedo de Dios vivo". 

Entre el gran número de supuestos estigmatizados que aparecieron en los últimos setecientos años, sólo cincuenta o sesenta han sido admitidos como auténticos, por medio de testimonios comprobados, y algunos de éstos han recurrido al fraude o se causaren las heridas naturalmente, de manera que el fenómeno puede considerarse con muy raro y como una notable señal de Dios para aquéllos que le sirven un verdadero heroísmo. Con muy pocas excepciones, los estigmatizados más lamosos fueron frailes, monjas o terciarios de una u otra de las órdenes de mendicantes, y la mayoría fueron mujeres.





 

MES DE SEPTIEMBRE: 17° Día de la Mes de la Virgen de los Dolores

 


MES DE SEPTIEMBRE CONSAGRADO A LOS SIETE DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA

ORACIÓN DE PREPARACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Dios y Señor mío, que por el hombre ingrato os hicisteis también hombre, sin dejar por eso la divinidad, y os sujetasteis a las miserias que consigo lleva tal condición; a vuestros pies se postran la más inferior de todas vuestras criaturas y la más ingrata a vuestras misericordias, trayendo sujetas las potencias del alma con las cadenas fuertes del amor, y los sentidos del cuerpo con las prisiones estrechísimas de la más pronta voluntad, para rendirlos y consagrarlos desde hoy a vuestro santo servicio. Bien conozco, dueño mío, que merezco sin duda alguna ser arrojado de vuestra soberana presencia por mis repetidas culpas y continuos pecados, sepultándome vuestra justicia en lo profundo del abismo en castigo de ellos; más la rectitud de mi intención, y el noble objeto que me coloca ante vos en este afortunado momento, estoy seguro, mi buen Dios, Dios de mi alma, suavizará el rigor de vuestra indignación, y me hará digno de llamaros sin rubor.... Padre de misericordia.

No es esta otra más que el implorar los auxilios de vuestra gracia y los dones de vuestra bondad para que, derramados sobre el corazón del más indigno siervo de vuestra Madre, que atraído por su amor y dulcemente enajenado por su fineza viene a pedir esta merced, reflexione y contemple debidamente sus amargos dolores, y causarla de esta manera algún alivio en cuanto sea susceptible con esta ocupación y la seria meditación de mis culpas. Concededme, Señor, lo que os pido por la intercesión de vuestra Madre, a quien tanto amáis. Y vos, purísima Virgen y afligidísima Reina mía, interponed vuestra mediación para que vuestro siervo consiga lo que pide. Yo, amantísima Madre de mi corazón, lo tengo por seguro de vuestra clemencia; porque sé que todo el que os venera alcanzará lo que suplica, y. aunque este en la tribulación se librará de ella, pues no tenéis corazón para deleitaros en nuestras desgracias, y disfrutáis de tanto poder en el cielo que tenéis el primado en toda nación y pueblo ¡Feliz mil veces acierto a conseguir vuestras gracias para emplearme en tan laudable ejercicio! Derramad, Señora, sobre mí vuestras soberanas bendiciones; muévase mi alma a sentimiento en la consideración de vuestros santísimos dolores; inflamese mi voluntad para amaros cada vez más. Entonces sí que os podré decir: "Oh Señora, yo soy tu siervo" Consiga yo, en fin, cuanto os pido, siendo para mayor honra de Dios y gloria vuestra, como lo espero, consiguiendo seguro la salvación de mi alma. Amén.

DÍA XVII

En efecto, Virgen desconsoladísima, somos muy ingratos los mortales. Solamente la fineza del amor de vuestro Hijo, que tanto se realzó en su acerba Pasión, sería bastante para hacernos huir del vicio y cobrarle un horror y tedio especial. Mas la causa de nuestro poco aprecio y correspondencia hace mucho tiempo que está sabida, y es, "el que está desolada la tierra, porque no hay ninguno que reflexione en su corazón. Si esto se hiciera, sin duda alguna el hombre amaría y buscaría la virtud, para demostrar en ello su reconocimiento a los infinitos beneficios del Señor, y su horror al pecado, ocasión y motivo de los padecimientos de Jesucristo. He aquí, alma mía, por qué hoy debes sentir un afecto e inclinación particular a la virtud, cuyo sentimiento deberías desear se comunicase a todas las demás. "No sé, dice el V. P. Fr. Luis de Granada, qué linaje de escusa pueden alegar los hombres para dejar de seguir la virtud, pues tantas razones se presentan en favor de ella." Y a la verdad, que son tantas, que cada vez ofrecen al hombre mil motivos de confusión. Porque ¿qué necesidad tenía Dios de criarle, si tan Dios, tan eterno, tan poderoso y magnífico era, aunque no lo hubiera criado?

Quiso el Señor usar de este rasgo de su omnipotencia y misericordia, y después de sacarle a ver la luz y disfrutar de las cosas que para él había criado, lo extendió aún mucho más en conservar le la vida y hacer producir y fructificar a
todas las criaturas cuanto para ello fuere necesario. Pero, ¿y qué del beneficio tan grande de habernos hecho nacer en el seno del cristianismo, y en el gremio de la Católica Iglesia? ¡Cuántos infelices, que acaso hubieran correspondido mejor que nosotros, han quedado sentados en las tinieblas y sombra de la muerte, y no fueron como nosotros llamados! Sobre todo, alma mía, sobre todo, ¿con qué le pagarás el inmenso beneficio de tu redención? ¿de aquella redención que fue obra de su sangre, de sus tormentos, de su pasión y de su muerte? ¡Oh qué incentivo tan grande es este para que te animes a la virtud!

Además ¿no estás viendo tú misma el gozo y alegría de los que la siguen y la conservan? ¿Cuál hallas a Abraham, a Isaac, á Jacob, á Judit, á Tobías, á Mardoqueo, con otros muchos del antiguo Testamento, y con los apóstoles, discípulos, mártires y confesores del nuevo, aunque fueron tentados, perseguidos, angustiados, calumniados y malquistos de la fortuna? ¡Qué bondad... qué fe que caridad qué confianza, que paz y tranquilidad! ¿Y cuál es la causa, sino la que David asigna cuando dice: mucha paz, Señor, tienen los que aman su ley, ¿y por nada se perturban? En efecto, con qué satisfacción van siempre acompañados; qué superioridad de espíritu los anima en las contradicciones de un mundo que no es digno de ellos; cómo alejan de sí las agitaciones que produce una conciencia manchada y perturbada con el crimen; con qué serenidad aguardan el momento último de su vida, cuando por el contrario los pecadores le temen y tiemblan.

¿Qué más se puede decir ni pensar, alma mía, sobre el fruto de la virtud, cuando ha de ser alabada aun de los réprobos, que llenos de confusión en el juicio clamarán: "Nosotros, insensatos, juzgábamos su vida por locura y su fin por deshonor: les veíamos mortificados apartarse de las vanidades y entregarse al retiro, despreciadores siempre del placer y de la comodidad, compañeros de la penitencia, y entonces les juzgábamos por mentecatos; pero mirad como ahora son contados entre los hijos de Dios, y disfrutarán de su vista en compañía de los santos. Todas estas garantías son premio debido a la virtud Síguela, alma mía; resuélvete de una vez, aunque el mundo te aborrezca, pues bien sabes que primero aborreció a tu Redentor, aunque te rechifle y haga burla de ti, que algún día será para él el pesar, y para ti la satisfacción y la alegría Lo prometo así, Madre amantísima, a lo menos para corresponder y daros muestras de que aprecio y estimo los favores que vuestro Santísimo Hijo me hizo con su pasión y muerte, manifestando en ello ser vuestro siervo reconocido, y confiando merecer por ello una eterna felicidad.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS.

¿Por qué, o Dios mío, no he de daros las más humildes gracias, cuando en esta breve consideración os habéis dignado comunicar a mi alma los importantísimos conocimientos de unas verdades que tan olvidadas y menospreciadas tenía por mi abandono y necedad? ¿Por qué no he de concluir este saludable ejercicio rindiéndoos las más profundas alabanzas, cuando en él siento haberse encendido en mi corazón la llama del amor divino, que tan amortiguada es taba por un necio desvarío y por una fatal corrupción de mi entendimiento? Y pues que vos, que sois la verdad infalible y el verdadero camino que conduce a la patria celestial, habéis tenido a bien de comunicar a mi alma los efectos propios de vuestro amor, con los que puedo distinguir lo cierto e indudable que me sea útil a la salvación, y lo falso y mentiroso que me precipitará a mi perdición, por tanto, Señor, quiero aprovecharme desde este momento de tan divinas instrucciones, para caminar con libertad y seguridad entre tantos estorbos y peligros como me presenta este mundo miserable, y de este modo llegar más pronto a unirme con vos. Consígalo así, Virgen Santísima, para vivir compadeciéndome de vuestros dolores y aflicciones, y cumpliendo la promesa que os hice de ser siervo vuestro. Esta sea mi ocupación, estos mis desvelos y cuidados en este valle de lágrimas, porque así después disfrute en la celestial Jerusalén de vuestra compañía, en unión de tantos fieles Servitas que recibieron ya el premio de vuestros servicios, reinando a vuestro lado por los siglos de los siglos. Amén.

17 de Septiembre: Tercer Día de la Novena a Nuestra Señora de La Merced

 


Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de Contrición

¡Señor mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.

Oración inicial para todos los días

¡Oh! Virgen Santísima de las Mercedes, Redentora de Cautivos y Reina de los cielos y tierra: Ante tu altar postrados, aquí estamos para solicitar tus auxilios y pedir tu bendición de Madre. No nos abandones. Ruega al Señor por nosotros y sigue ejercitando tu oficio de Patrona y abogada nuestra. Todo lo esperamos de Jesucristo en quien confiamos y de tu benigna y amorosa protección, que en tantas ocasiones nos ha librado del mal. Atiende a nuestra súplica y remedia la necesidad que en esta novena te presentamos. Amén.

Oración para el tercer día

Poderosísimo Señor y Padre compasivo que después de librarlos del cautiverio, diste a los israelitas una columna de esperanza y consuelo, pues durante el día, en forma de nube los defendía de los rayos y ardores del sol, y por la noche, en figura de fuego, les iluminaba para librarlos de todo riesgo y peligro; humildemente te suplico por mediación de María Santísima de la Merced, que consigamos vernos libres de los rigores de tu justicia y merezcamos, por tu piedad, el fuego del divino amor que abrase siempre nuestros corazones y sirva de luz que disipe las sombras de nuestra ignorancia para que no perdamos nunca el camino del cielo. Amén.

Se rezan tres Ave Marías y se pide la gracia que se desea obtener

Salutaciones

Yo te venero con todo el corazón, Virgen Santísima de la Merced, sobre todos los Ángeles y Santos del Paraíso, como Hija del Eterno Padre y te consagro mi alma con todas sus potencias. Dios te salve, María…

Yo te venero con todo el corazón, Virgen Santísima de la Merced, sobre todos los Ángeles y Santos del Paraíso, como Madre de Dios Hijo y te consagro mi cuerpo con todos sus sentidos. Dios te salve, María...

Yo te venero con todo el corazón, Virgen Santísima de la Merced, sobre todos los Ángeles y Santos del Paraíso, como Esposa del Espíritu Santo y te consagro mi corazón con todos sus afectos, pidiéndote que me obtengas de la santísima trinidad todos los medios y gracias que necesito para mi salvación eterna. Dios te salve, María...

Oración final

Acudimos a ti, gloriosa madre de misericordia, para implorar una vez más tu auxilio, pidiendo la conversión de los pecadores, la estabilidad cristiana de la familia, la paz de tus hijos y el descanso eterno de nuestros queridos difuntos. Ruega por todos, Virgen bendita de las Mercedes. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.


17 de Septiembre: Memoria Litúrgica de san Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia

 


Uno de los más grandes defensores de la Iglesia contra la Reforma protestante, fue Roberto Francisco Rómulo Belarmino. Roberto nació en 1542 en la ciudad de Montepulciano, en Toscana, de una noble familia venida a menos. Sus padres eran Vicente Belarmino y Cintia Cervi, hermana del Papa Marcelo II. Desde niño, Roberto dio muestras de una inteligencia superior; conocía a Virgilio de memoria, escribía buenos versos latinos, tocaba el violín y así, pronto empezó a desempeñar un brillante papel en las disputas públicas, con gran admiración de sus conciudadanos.

Decisión por Cristo

Cuando tenía diecisiete años, el rector del colegio de los jesuitas de Montepulciano escribió sobre él en una carta: "Es el mejor de nuestros alumnos y no está lejos del Reino de los Cielos".

Por ser sobrino de un Pontífice podía esperar obtener muy altos puestos y a ello aspiraba cuando era joven, pero su madre, que era muy piadosa, lo había convencido de que el orgullo y la vanidad son defectos sumamente peligrosos. Él cuenta en sus memorias: "De pronto, cuando más deseoso estaba de conseguir cargos honoríficos, me vino de repente a la memoria lo muy rápidamente que se pasan los honores de este mundo y la cuenta que todos vamos a tener que darle a Dios, y me propuse entrar de religioso, pero en una comunidad donde no fuera posible ser elegido obispo ni cardenal. Y esa comunidad era la de los padres jesuitas". Así lo hizo, aunque le costó la oposición de su padre. El general jesuita hasta le redujo el tiempo de su noviciado y le destinó casi inmediatamente a proseguir los estudios en el Colegio Romano. Fue recibido de jesuita en Roma en 1560. Quien le iba a decir a San Roberto que Dios tenía destinado a ser cardenal.

Cambio providencial

Al principio los sermones de Roberto estaban llenos de frases de autores famosos, y de adornos literarios, para aparecer como muy sabio y literato. Pero de pronto un día lo enviaron a hacer un sermón, sin haberle anunciado con anticipación, y él sin tiempo para prepararse ni leer, se propuso hacer esa predicación únicamente con frases de la S. Biblia (la cual prácticamente se sabía de memoria) y el éxito fue fulminante. Aquel día consiguió más conversiones con su sencillo sermoncito bíblico, que las que había obtenido antes con todos sus sermones literarios. Desde ese día cambió totalmente su modo de predicar: de ahora en adelante solamente predicará con argumentos tomados de la S. Biblia, no buscando aparecer como sabio, sino transformar a los oyentes. Y su éxito fue asombroso.

Formador

Roberto tuvo que luchar toda la vida contra la mala salud. Al fin de los tres años de filosofía estaba tan débil, que los superiores le enviaron a tomar los aires natales; el joven religioso aprovechó su estancia en Toscana para instruir a los niños y dar conferencias de retórica y poética latinas. Un año más tarde, fue trasladado a Mondavi del Piamonte y destinado a dar cursos sobre Cicerón y Demóstenes. Roberto no conocía del griego más que el alfabeto, pero, con su obediencia y energía características, preparaba por la noche la lección de gramática griega que debía impartir al día siguiente. El futuro cardenal se oponía al castigo corporal de los alumnos y jamás lo empleó. Además de ejercer el magisterio, predicaba con frecuencia y el pueblo acudía en masa a sus sermones. Su provincial, el P. Adorno, que le oyó predicar un día, le envió inmediatamente a la Universidad de Padua para que recibiese cuanto antes la ordenación sacerdotal. Roberto se entregó ahí nuevamente a la predicación y al estudio; pero al poco tiempo, el padre general, San Francisco de Borja, le envió a Lovaina a proseguir sus estudios y a predicar en la Universidad, para contrarrestar las peligrosas doctrinas que esparcía el canciller Miguel Bayo y otros. En el viaje a Bélgica tuvo por compañero al inglés Guillermo Allen, que sería también, un día, cardenal. Belarmino pasó siete años en Lovaina. Sus sermones fueron extraordinariamente populares desde el primer día, a pesar de que predicaba en latín y era de tan corta estatura, que subía en un banquillo para sobresalir en el púlpito a fin de que el auditorio pudiese verle y oírle. Pero sus oyentes decían que su rostro brillaba de una manera extraordinaria y que sus palabras eran inspiradas.

Después de recibir la ordenación sacerdotal, en Gante, en 1570, ocupó una cátedra en la Universidad de Lovaina. Fue el primer jesuita a quien se confirió ese honor. Sus cursos sobre la "Summa" de Santo Tomás, en los que exponía brillantemente la doctrina del santo Doctor, le proporcionaban la ocasión de refutar las doctrinas de Bayo sobre la gracia, la libertad y la autoridad pontificia.

No cedió a la tentación de las tácticas mundanas frecuentemente utilizadas en las disputas doctrinales: Los ataques personales, el cinismo, el desprecio, las exageraciones, los insultos. Ni siquiera mencionaba los nombres de sus adversarios sino que se limitaba elucidar los temas controversiales enseñando la verdad y exponiendo el error.

No obstante el trabajo abrumador que tenía con sus sermones y clases, San Roberto encontró todavía tiempo en Lovaina para aprender el hebreo y estudiar a fondo la Sagrada Escritura y los escritos de los Santos Padres. La gramática hebrea que escribió entonces para ayuda de los estudiantes llegó a ser muy popular.

Las Controversias

Como su salud empezaba a flaquear, los superiores le llamaron nuevamente a Italia. San Carlos Borromeo trató de que le destinasen a Milán, pero fue nombrado en 1576 para ocupar la nueva cátedra de teología apologética "de controversiis", es decir, la defensa de la ortodoxia católica en la Universidad Gregoriana, que en ese tiempo se llamaba Colegio Romano. La apologética era, como lo es hoy día, de gran importancia dado a la cantidad de errores que tienen confundidos al pueblo.

San Roberto trabajó incansablemente en esa cátedra y en la preparación de los cuatro enormes volúmenes de sus "Discusiones sobre los puntos controvertidos", popularmente conocidos como "Las Controversias". San Roberto en estos libros explica la posición católica ante los errores de los protestantes (luteranos, evangélicos, anglicanos, y otros.). Estos por su parte habían sacado una serie de libros contra los católicos y San Roberto produjo las mejores respuestas. El éxito fue rotundo, teniendo 30 ediciones en 20 años. Los sacerdotes y catequistas de todas las naciones encontraban en ellos los argumentos que necesitaban para la sana enseñanza. San Francisco de Sales utilizaba mucho estos libros de San Roberto.

Tres siglos más tarde, el competente historiador Hefele calificaba esa obra como "la más completa defensa del catolicismo que se ha publicado hasta nuestros días". San Roberto conocía tan a fondo la Biblia, los Santos Padres y los escritos de los herejes, que muchos de sus adversarios no podían creer que sus "Controversias" fuesen la obra de un solo escritor y sostenían que su nombre era el anagrama de un conjunto de sabios jesuitas.

Las "Controversias" de San Roberto aparecieron en el momento más oportuno, pues los principales reformadores acababan de publicar una serie de volúmenes en los que se proponían demostrar que, desde el punto de vista histórico, el protestantismo era el verdadero representante de la Iglesia de los Apóstoles. Como esos volúmenes habían sido publicados en Magdeburgo y cada tomo correspondía a un siglo, la colección recibió el nombre de "Las Centurias de Magdeburgo". Baronio refutó dicha obra desde el punto de vista histórico, y Belarmino desde el dogmático. El éxito de las "Controversias" fue instantáneo: clérigos y laicos, católicos y protestantes leyeron ávidamente los volúmenes. En Londres la obra fue prohibida, sin embargo un librero declaró: "Este jesuita me ha hecho ganar más dinero que todos los otros teólogos juntos".

Uno de los más famosos jefes protestantes exclamó al leer uno de sus libros: "Con escritores como éste, estamos perdidos. No hay como responderle".

Diplomacia

En 1589, San Roberto tuvo que interrumpir algún tiempo sus estudios para acompañar al cardenal Cayetano en una embajada diplomática a Francia, desgarrada entonces por la guerra entre Enrique de Navarra y la Liga. La embajada no produjo ningún resultado; pero sus miembros vivieron la experiencia de ocho meses de sitio en París, donde, según San Roberto Belarmino, "no hicieron nada pero sufrieron mucho". Al contrario del cardenal Cayetano, quien favorecía a los españoles, San Roberto apoyaba abiertamente la idea de pactar con Enrique de Navarra, con tal de que se convirtiese al catolicismo; pero el Papa Sixto V murió por entonces, poco después del fin del sitio, y los embajadores fueron llamados de nuevo a Roma.

Biblista

Algo más tarde, San Roberto dirigió una comisión a la que el Papa Clemente VIII encargó preparar la publicación de una edición revisada de la Biblia Vulgata. Ya en la época de Sixto V se había preparado una edición, bajo la supervisión del Pontífice; pero la falta de conocimiento de los exegetas y el temor de modificar demasiado el texto corriente, la habían convertido en un trabajo inútil. La nueva versión, que recibió el "imprimatur" de Clemente VIII, precedida de un prefacio de San Roberto Belarmino, es el texto latino que se usa actualmente.

Maestro de las almas

San Roberto vivía entonces en el Colegio Romano. Como director espiritual de la casa, había estado en estrecho contacto con San Luis Gonzaga, a quien atendió en su lecho de muerte. El futuro cardenal profesaba tanto cariño al santo joven, que pidió ser enterrado a sus pies, "pues fue una época mi hijo espiritual".

Por entonces empezó para San Roberto la carrera de los honores. En 1592, fue nombrado rector del Colegio Romano y, en 1594, provincial de Nápoles.

Tres años más tarde, volvió a Roma a trabajar como teólogo de Clemente VIII. Por expreso deseo del Pontífice escribió sus dos célebres catecismos para gente sencilla. Su famoso Catecismo Resumido Fue traducido a 55 idiomas y ha tenido más de 300 ediciones, éxito superado solo por la Santa Biblia y La Imitación de Cristo. Luego redactó el Catecismo Explicado, el cual llegó a las manos de sacerdotes y catequistas en todos los países del mundo. Durante su vida logró ver veinte ediciones seguidas de sus preciosos catecismos.

Un Humilde Cardenal

Dios tiene sus caminos. San Roberto entró en los Jesuitas porque estos tenían un reglamento que prohibía aceptar cargos en la jerarquía. Sin embargo, por obediencia al Sumo Pontífice, muy en contra de sus deseos personales, llegó a ser el único obispo y cardenal de los jesuitas en ese tiempo. En 1598, Belarmino fue elevado al cardenalato por Clemente VIII, "en premio de su ciencia inigualable". El santo no abandonó su austeridad. Se alimentaba, como los pobres, de pan y ajo y ni siquiera en invierno había fuego en su casa. En cierta ocasión pagó el rescate de un soldado que había desertado y regalaba a los pobres los tapices de sus departamentos, diciendo: "Las paredes no tienen frío".

Arzobispo de Capua

En 1602, fue inesperadamente nombrado arzobispo de Capua. Cuatro días después de su consagración, partió de Roma a su sede. Aunque fue admirable en todo, tal vez donde más se distinguía era en el ejercicio de las funciones pastorales en su inmensa diócesis. Haciendo a un lado los libros, aquel hombre de estudios, que no tenía ninguna experiencia pastoral, se dedicó a evangelizar a su pueblo con el celo de un joven misionero y a aplicar las reformas decretadas por el Concilio de Trento. Predicaba continuamente, visitaba su diócesis, exhortaba al clero, instruía a los niños, socorría a los necesitados y se ganó el cariño de todos sus hijos.

Regresa a Roma

San Roberto no pudo permanecer más que tres años en Capua ya que el recién elegido Papa Paulo V le insistió en que volviese a la Ciudad Eterna. San Roberto renunció a su diócesis y, a partir de entonces, como encargado de la Biblioteca Vaticana y como miembro de casi todas las congregaciones, desempeñó un papel muy importante en todos los asuntos de la Santa Sede.

Cuando Venecia abrogó arbitrariamente los derechos de la Iglesia y fue castigada con el entredicho, San Roberto fue el gran paladín pontificio en la discusión con el famoso servita veneciano, Fray Pablo Sarpi.

Otro adversario todavía más importante fue Jaime I de Inglaterra. El cardenal Belarmino había reprendido a su amigo, el arcipreste Blackwell, por haber prestado el juramento de fidelidad a dicho monarca, ya que en él se negaban los derechos temporales del Papa. El rey Jaime, que se consideraba como un controversista, intervino en la contienda con dos libros en defensa del juramento, a los que respondió el cardenal Belarmino. En su primera respuesta, San Roberto empleó el tono ligeramente humorístico que manejaba tan bien. En cambio, en el segundo tratado respondió en forma seria y aplastante a cada una de las objeciones de su adversario.

Aunque defendió abierta y lealmente la supremacía pontificia en lo espiritual, las opiniones de Belarmino sobre la autoridad temporal no agradaban a los extremistas de ninguno de los dos campos. Como sostenía que la jurisdicción del Papa sobre los reyes era sólo indirecta, perdió el favor de Sixto V; y como sostuvo contra el jurista escocés Barclay que la monarquía no era una institución de derecho divino, su libro De potestate Papae fue quemado públicamente en el parlamento de París.

Casi nombrado Papa. En la elección del nuevo Sumo Pontífice, el cardenal Belarmino obtuvo 14 votos, la mitad de los votantes. Quizá no lo eligieron por ser Jesuita (los cuales tenían muchos enemigos). El rezaba muy fervorosamente a Dios para que lo librara de semejante cargo.

Amigo de Galileo Galilei

San Roberto era amigo de Galileo Galilei, a quien dedicó uno de sus libros. En 1616, se le confió la misión de amonestar al gran astrónomo; pero en su amonestación, que Galileo tomó muy bien, se limitó a rogarle que propusiese simplemente como hipótesis las teorías que no estaban todavía probadas. Galileo, sin renunciar a sus investigaciones, habría ganado mucho si se hubiese atenido a ese consejo.


Oración a san Roberto Belarmino 

Señor, tú que dotaste a san Roberto Belarmino de santidad y sabiduría admirable para defender la fe de tu Iglesia, concede a tu pueblo, por su intercesión, la gracia de vivir con la alegría de profesar plenamente la fe verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.