> SoydelaVirgen : 09/18/20

--------------------------------------------- San Martin de Tours y La Virgen de los Buenos Aires / La Inmaculada Concepción y San Ponciano | Patronos de la Ciudad de Buenos Aires / Patronos de la Ciudad de La Plata -----------------------

MES DE SEPTIEMBRE: 18° Día de la Mes de la Virgen de los Dolores

 


MES DE SEPTIEMBRE CONSAGRADO A LOS SIETE DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA

ORACIÓN DE PREPARACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Dios y Señor mío, que por el hombre ingrato os hicisteis también hombre, sin dejar por eso la divinidad, y os sujetasteis a las miserias que consigo lleva tal condición; a vuestros pies se postran la más inferior de todas vuestras criaturas y la más ingrata a vuestras misericordias, trayendo sujetas las potencias del alma con las cadenas fuertes del amor, y los sentidos del cuerpo con las prisiones estrechísimas de la más pronta voluntad, para rendirlos y consagrarlos desde hoy a vuestro santo servicio. Bien conozco, dueño mío, que merezco sin duda alguna ser arrojado de vuestra soberana presencia por mis repetidas culpas y continuos pecados, sepultándome vuestra justicia en lo profundo del abismo en castigo de ellos; más la rectitud de mi intención, y el noble objeto que me coloca ante vos en este afortunado momento, estoy seguro, mi buen Dios, Dios de mi alma, suavizará el rigor de vuestra indignación, y me hará digno de llamaros sin rubor.... Padre de misericordia.

No es esta otra más que el implorar los auxilios de vuestra gracia y los dones de vuestra bondad para que, derramados sobre el corazón del más indigno siervo de vuestra Madre, que atraído por su amor y dulcemente enajenado por su fineza viene a pedir esta merced, reflexione y contemple debidamente sus amargos dolores, y causarla de esta manera algún alivio en cuanto sea susceptible con esta ocupación y la seria meditación de mis culpas. Concededme, Señor, lo que os pido por la intercesión de vuestra Madre, a quien tanto amáis. Y vos, purísima Virgen y afligidísima Reina mía, interponed vuestra mediación para que vuestro siervo consiga lo que pide. Yo, amantísima Madre de mi corazón, lo tengo por seguro de vuestra clemencia; porque sé que todo el que os venera alcanzará lo que suplica, y. aunque este en la tribulación se librará de ella, pues no tenéis corazón para deleitaros en nuestras desgracias, y disfrutáis de tanto poder en el cielo que tenéis el primado en toda nación y pueblo ¡Feliz mil veces acierto a conseguir vuestras gracias para emplearme en tan laudable ejercicio! Derramad, Señora, sobre mí vuestras soberanas bendiciones; muévase mi alma a sentimiento en la consideración de vuestros santísimos dolores; inflamese mi voluntad para amaros cada vez más. Entonces sí que os podré decir: "Oh Señora, yo soy tu siervo" Consiga yo, en fin, cuanto os pido, siendo para mayor honra de Dios y gloria vuestra, como lo espero, consiguiendo seguro la salvación de mi alma. Amén.

DIA XVIII

Yo admiro, Señora mía, la paciencia de vuestro querido Hijo Jesús y la vuestra, porque cuando a este Señor le cargaron la cruz sobre sus hombros tan delicados, ni los apartó, ni les replicó que no era costumbre ni ley que el que caminaba al suplicio llevase él mismo el instrumento, sino que sin abrir sus divinos labios la tomó y abrazó con sumo gusto y contento. así mismo cuando vos, Madre mía, veíais las injurias y conocíais lo malos é indebidos tratamientos que usaban aquellos hombres bárbaros con vuestro querido Hijo, no os movéis á impaciencia o deseo de venganza, antes bien os mostráis conforme con las disposiciones soberanas, y recibís con voluntad pronta cuantas penas os envía el Omnipotente. En esta misma admiración me ofrecéis un modelo para re formar con él la viciosa inclinación que me domina en todas mis adversidades y trabajos, y renovar en mi corazón la incomparable virtud de la paciencia.

¡Qué poco, alma mía, imitamos a nuestro Redentor y a su Madre en las ocasiones que nos proporciona virtud tan excelente como la de la paciencia! ¡Tanto mérito y realce como obtuvieron del Eterno Padre, y nosotros, que podíamos acumular este tesoro para el día de la ira y de la venganza, tan descuidados y perezosos! En las calamidades que Dios nos envía, sufridas con paciencia, le encontraríamos sin duda y le conservaríamos; pero como nos falta esta lo perdemos todo... ¡Qué excelente y agradable a los ojos de Dios fue la invicta paciencia de Job! ¡Pero quién de nosotros padecería tanto como él! Arruinada su casa, destruidos sus ganados, muertos sus hijos, disipados sus gruesísimos haberes, tendido en un muladar, cubierto de úlceras, bullendo en gusanos, despreciado de su mujer, burlado de sus amigos y con todo esto no se le oye ni una sola queja de impaciencia, antes bien mil bendiciones, diciendo: Dios me lo dió, Dios me lo quitó, sea su nombre bendito. ¡Quién de nosotros sufriría tanto! Si apenas hay valor para vernos afligidos con alguna larga o penosa enfermedad o en nuestras casas a nuestros hijos, mujeres, criados o animales padeciendo cualquier dolencia si porque el marido o la consorte tiene mal genio o condición si porque los hijos traviesos causan alguna pesadumbre si porque no se logró bien este negocio , y salimos mal de tal empresa si porque tenemos que soportar las molestias de nuestro estado y obligación si porque de algún revés de la fortuna vinimos a miserables y si porque, últimamente, nos suceden cosas semejantes a estas lo echamos todo con mil Satanases, y en vez de usar las bendiciones del santo Job, prorrumpimos en maldiciones, por vidas, palabras escandalosas, y nos dejamos dominar de la soberbia e ira.

¡Qué necedad! ¿No sabéis que todo esto viene de la mano de Dios? Esperad un poco, y oiréis á Job que así lo continúa diciendo: "Si recibimos con alegría los bienes de mano del Señor ¿por qué con la misma no hemos de tolerar los males que nos envía? ¿Qué te parece, alma mía? ¿No recibes de solo estas expresiones un gozo y ánimo particular para armarte con el escudo inexpugnable de la paciencia? Y si es señal de que Dios nos ama cuando nos prueba y mortifica, ¿por qué nonos hemos de dar por muy contentos cuando nos llena de amargura? ¿Con qué objeto nos enviará los trabajos? ¿Será con el cruel fin de divertirse con nuestros padecimientos?... ¡Ah! Muy lejos de nosotros idea tal...

Nos mortifica para vivificarnos después; nos da la tribulación para sanarnos después; nos sepulta en un abismo de males para sacarnos después triunfantes a lo elevado de los cielos; nos lleva por los caminos de la cruz para que así más seguros lleguemos a su gloria. Nos anticipa, digámoslo de una vez, nos anticipa el purgatorio en este mundo, para que pasemos purgados de nuestras faltas y culpas sin detención a la gloria ¿Qué culpa, Dios mío, era la vuestra para tolerar
con tanta resignación tantos tormentos? No tenía alguna; pero, como dice el Evangelista, "convenía que así padeciese y entrase en su gloria, para enseñarnos con su ejemplo." ¡O Madre mía, yo propongo desde hoy imitarle! ¡Qué locura la mía, si viendo delante de mí tan ilustres caudillos, no tratare de seguir sus acciones! Vengan trabajos, Reina mía, que ayudándome vos y protegido de la gracia, espero recibirlos con resignación y paciencia...

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS.

¿Por qué, o Dios mío, no he de daros las más humildes gracias, cuando en esta breve consideración os habéis dignado comunicar a mi alma los importantísimos conocimientos de unas verdades que tan olvidadas y menospreciadas tenía por mi abandono y necedad? ¿Por qué no he de concluir este saludable ejercicio rindiéndoos las más profundas alabanzas, cuando en él siento haberse encendido en mi corazón la llama del amor divino, que tan amortiguada es taba por un necio desvarío y por una fatal corrupción de mi entendimiento? Y pues que vos, que sois la verdad infalible y el verdadero camino que conduce a la patria celestial, habéis tenido a bien de comunicar a mi alma los efectos propios de vuestro amor, con los que puedo distinguir lo cierto é indudable que me sea útil a la salvación, y lo falso y mentiroso que me precipitará a mi perdición, por tanto, Señor, quiero aprovecharme desde este momento de tan divinas instrucciones, para caminar con libertad y seguridad entre tantos estorbos y peligros como me presenta este mundo miserable, y de este modo llegar más pronto a unirme con vos. Consígalo así, Virgen Santísima, para vivir compadeciéndome de vuestros dolores y aflicciones, y cumpliendo la promesa que os hice de ser siervo vuestro. Esta sea mi ocupación, estos mis desvelos y cuidados en este valle de lágrimas, porque así después disfrute en la celestial Jerusalén de vuestra compañía, en unión de tantos fieles Servitas que recibieron ya el premio de vuestros servicios, reinando a vuestro lado por los siglos de los siglos. Amen.


18 de Septiembre: Cuarto Día de la Novena a Nuestra Señora de La Merced

 


Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de Contrición

¡Señor mío, Jesucristo!
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón de haberos ofendido;
también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.

Oración inicial para todos los días

¡Oh! Virgen Santísima de las Mercedes, Redentora de Cautivos y Reina de los cielos y tierra: Ante tu altar postrados, aquí estamos para solicitar tus auxilios y pedir tu bendición de Madre. No nos abandones. Ruega al Señor por nosotros y sigue ejercitando tu oficio de Patrona y abogada nuestra. Todo lo esperamos de Jesucristo en quien confiamos y de tu benigna y amorosa protección, que en tantas ocasiones nos ha librado del mal. Atiende a nuestra súplica y remedia la necesidad que en esta novena te presentamos. Amén.

Oración para el cuarto día

¡Dulcísimo Jesús, Dios infinito, hijo Unigénito de María!; pues manifestaste a los hombres que te es agradable el título de la Merced con que veneramos a tu Santísima Madre: haz, Señor, que experimentemos el Poder de este celestial nombre y singular devoción, y que la Reina del cielo y tierra nos defienda del enemigo infernal y de todas sus asechanzas y tentaciones, para que acertemos a servirte en esta vida y después podamos cantarte himnos de alabanza por toda la eternidad. Amén.

Se rezan tres Ave Marías y se pide la gracia que se desea obtener

Salutaciones

Yo te venero con todo el corazón, Virgen Santísima de la Merced, sobre todos los Ángeles y Santos del Paraíso, como Hija del Eterno Padre y te consagro mi alma con todas sus potencias. Dios te salve, María…

Yo te venero con todo el corazón, Virgen Santísima de la Merced, sobre todos los Ángeles y Santos del Paraíso, como Madre de Dios Hijo y te consagro mi cuerpo con todos sus sentidos. Dios te salve, María...

Yo te venero con todo el corazón, Virgen Santísima de la Merced, sobre todos los Ángeles y Santos del Paraíso, como Esposa del Espíritu Santo y te consagro mi corazón con todos sus afectos, pidiéndote que me obtengas de la santísima trinidad todos los medios y gracias que necesito para mi salvación eterna. Dios te salve, María...

Oración final

Acudimos a ti, gloriosa madre de misericordia, para implorar una vez más tu auxilio, pidiendo la conversión de los pecadores, la estabilidad cristiana de la familia, la paz de tus hijos y el descanso eterno de nuestros queridos difuntos. Ruega por todos, Virgen bendita de las Mercedes. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.