> SoydelaVirgen : 12/10/20

--------------------------------------------- San Martin de Tours y La Virgen de los Buenos Aires / La Inmaculada Concepción y San Ponciano | Patronos de la Ciudad de Buenos Aires / Patronos de la Ciudad de La Plata -----------------------

9 de Diciembre: Primera Aparición de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe (Memoria Litúrgica de san Juan Diego)

 

9 de Diciembre de 1531. 

Era sábado, muy de madrugada, lo movía su interés por Dios [respondiendo a] su insistente llamada.

7.- Y cuando vino a llegar al costado del cerrito, en el sitio llamado Tepeyac, despuntaba ya el alba.

8.- Oyó claramente sobre el cerrito cantar, como cantan diversos pájaros preciosos. Al interrumpir su gorjeo, como que les coreaba el cerro, sobremanera suave, agradabilísimo, su trino sobrepujaba al del coyoltótotl y del tzinitzcan y al de otras preciosas aves canoras.

9.- Se detuvo a ver Juan Diego. Se dijo: ¿Por ventura es mi mérito, mi merecimiento lo que ahora oigo? ¿Quizá solamente estoy soñando? ¿Acaso estoy dormido y sólo me lo estoy imaginando?

10.- ¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Acaso ya en el sitio del que siempre nos hablaron los ancianos, nuestros antepasados, todos nuestros abuelos: en su tierra florida, en su tierra de nuestro sustento, en su patria celestial?

11.- Tenía fija la mirada en la cumbre del cerrito, hacia el rumbo por donde sale el sol, porque desde allí algo hacía prorrumpir el maravilloso canto celestial.

12.- Y tan pronto como cesó el canto, cuando todo quedó en calma, entonces oye que lo llaman de arriba del cerrito, le convocan: <<-Mi Juanito, mi Juan Dieguito>>.

13.- En seguida, pero al momento, se animó a ir allá a donde era llamado. En su corazón no se agitaba turbación alguna, ni en modo alguno nada lo perturbaba, antes se sentía muy feliz, rebosante de dicha. Fue pues a subir al montecito, fue a ver de dónde era llamado.

14.- Y al llegar a la cumbre del cerrito, tuvo la dicha de ver a una Doncella, que por amor a él estaba allí de pie,

15.- la cual tuvo la delicadeza de invitarlo a que viniera ‘juntito’ a Ella.

16.- Y cuando llegó a su adorable presencia, mucho se sorprendió por la manera que, sobre toda ponderación, destacaba su maravillosa majestad:

17.- sus vestiduras resplandecían como el sol, como que reverberaban,

18.- y la piedra, el risco en que estaba de pie, como que lanzaba flechas de luz;

19.- su excelsa aureola semejaba al jade más precioso, a una joya,

20.- la tierra como que bullía de resplandores, cual el arco iris en la niebla.

21.- Y los mezquites y nopales, y las otras varias yerbezuelas que ahí se dan, parecían esmeraldas. Cual la más fina turquesa su follaje, y sus troncos, espinas y ahuates deslumbraban como el oro.

22.- Ante su presencia se postró. Escuchó su venerable aliento, su amada palabra, infinitamente grata, aunque al mismo tiempo majestuosa, fascinante, como de un amor que del todo se entrega.

23.- Se dignó decirle: -Escucha bien, hijito mío el más pequeño, mi Juanito: ¿A dónde te diriges?

24.- Y él le contestó: -Mi señora, mi reina, mi muchachita, allá llegaré a tu casita de México Tlatelolco. Voy en pos de las cosas de Dios que se dignan darnos, enseñarnos, quienes son imágenes del Señor, nuestro Dueño, nuestros sacerdotes.

25.- Acto continuo con él dialoga, le hace el favor de descubrirle su preciosa y santa voluntad,

26.- le comunica: -Ten la bondad de enterarte, por favor pon en tu corazón, hijito mío el más amado, que yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, y tengo el privilegio de ser Madre del verdaderísimo Dios, de Ipalnemohuani, (Aquel por quien se vive), de Teyocoyani (del Creador de las personas), de Tloque Nahuaque (del Dueño del estar junto a todo y del abarcarlo todo), de Ilhuicahua Tlaltipaque (del Señor del Cielo y de la Tierra). Mucho quiero, ardo en deseos de que aquí tengan la bondad de construirme mi templecito, para allí mostrárselo a Ustedes, engrandecerlo, entregárselo a Él, a Él que es todo mi amor, a Él que es mi mirada compasiva, a Él que es mi auxilio, a Él que es mi salvación.
Porque en verdad yo me honro en ser madre compasiva de todos Ustedes, tuya y de todas las gentes que aquí en esta tierra están en uno,
y de los demás variados linajes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que me honren confiando en mi intercesión.
Porque allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza, para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores.
Y para realizar con toda certeza lo que pretende Él, mi mirada misericordiosa, ojalá aceptes ir a al palacio del Obispo de México, y le narres cómo nada menos que yo te envío de embajador para que le manifiestes cuan grande y ardiente deseo tengo de que aquí me provea de una casa, de que me levante en el llano mi templo. Absolutamente todo, con todos sus detalles, le contarás: cuanto has visto y admirado, y lo que has oído. Quédate seguro de que mucho te lo voy a agradecer y a pagártelo, pues te enriqueceré, te glorificaré,
Y mucho merecerás con esto que yo recompense tu cansancio, tu molestia de ir a ejecutar la embajada que te confiero.
Ya has oído, Hijo mío el más amado, mi aliento, mi palabra: ¡Ojalá aceptes ir y tengas la bondad de poner todo tu esfuerzo!


8 de Diciembre: Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María

 


"Toda hermosa eres, oh María, en ti no hay mancha de culpa original". Como gracia propia de esta fiesta, pidamos a Dios que nos sane y libre de todos los pecados, para que, de ese modo, nos hallemos dispuestos a recibir en nuestros corazones a Jesús, el día de Navidad. En esta fiesta de la Inmaculada Concepción, les ofrecemos una corta meditación, así como una oración de San Pío X a la Virgen Pura.

El dogma de la Inmaculada Concepción nos enseña que María, madre de Jesucristo, fue concebida sin pecado original. La bula del 8 de diciembre de 1854, Ineffabilis Deus, del Papa Pío IX, enseña de manera infalible lo siguiente:

"Declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, qué debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano." 

Meditación

"Toda hermosa eres, oh María, en Ti no hay mancha de culpa original". He ahí la tierna plegaria que pone en nuestros labios la Iglesia al recordar solemnemente cada año el dogma gloriosísimo de la Inmaculada Concepción de María.

¡Qué fiesta más encantadora el día de la Purísima!... En tres atentas miradas resumimos la meditación de hoy:

Una mirada de gratitud a Dios.
Una mirada de alabanza y amor a María.
Una mirada a nosotros mismos.
Miremos a Dios con mirada de agradecimiento, ya que en este hermoso día el Señor se aproxima misericordioso a la pobre humanidad para salvarla. Nos envía a la Inmaculada como bella aurora que preludia la aparición del día de nuestra redención. Ya está cerca el Sol de justicia, Jesús, que derramará sobre la tierra torrentes de luz y de vida.

Mirada de glorificación a Dios, Artífice divino de esta maravilla humana que se llama María Inmaculada.

Mirada de amor al Señor que tanto nos amó, que nos dio a Jesús por Salvador y a María por Madre de misericordia.

Qué amorosa providencia la de Dios en darnos a la Virgen por Madre y Abogada nuestra. Sin esta madre de piedad, ¿quién se salvaría?...

Miremos a María Inmaculada, que se presenta en el mundo, pisando con pie inmaculado la cabeza de la serpiente infernal; triunfando plenamente, absolutamente del pecado..., para darle el parabién y mil parabienes por ser Purísima en su Concepción, por su limpieza inmaculada en el primer instante de su ser, por aparecer desde su concepción llena de gracia y de virtudes.

Miremos, llenos de admiración y de reverencia, a María en su Inmaculada Concepción, que es la mujer fuerte por excelencia, que se viste del sol y se corona de estrellas...

Toda la humanidad venía pagando tributo al pecado, todos los hijos de Adán se iban manchando en las aguas encenegadas de la culpa... Pero al ir a pasar esta preciosa Niña, se detuvo milagrosamente la corriente turbulenta del pecado, y pasó Inmaculada la Hidalga del valle.

¡Honor y gloria y alabanza eterna a la Inmaculada!

Ahora una mirada a nosotros... Somos hijos de la Purísima. Dicen que los hijos tienen un aire de familia, se parecen a sus padres. ¿Y yo me parezco a mi madre del cielo?

Un buen hijo de María aborrece al pecado, que mancha. Los hijos de la Virgen estiman muy mucho la gracia, que hermosea las almas y las hace hijas de Dios.

Propósito: Me esforzaré por parecerme a la Inmaculada, en vivir una vida sin pecados advertidos.


EJERCICIO PIADOSO
A LA INMACULADA VIRGEN

Oh Dios, que por la Inmaculada Virgen, preparasteis digna morada a vuestro Hijo; os suplicamos que, así como a ella la preservasteis de toda mancha en previsión de la muerte del mismo Hijo, nos concedáis también que, por medio de su intercesión, lleguemos a vuestra presencia puros de todo pecado. Por el mismo Jesucristo, nuestro señor. Amén.

1. Bendita sea la santa e inmaculada Concepción de la gloriosa Virgen María, Madre de Dios. Avemaría.

2. Oh María, que entrasteis en el mundo sin mancha de culpa, obtenedme de Dios que pueda yo salir de él sin pecado. Avemaría.

3. Oh Virgen María, que nunca estuvisteis afeada con la mancha del pecado original, ni de ningún pecado actual, os encomiendo y confío la pureza de mi corazón. Avemaría.

4. Por vuestra Inmaculada Concepción, oh María, haced puro mi cuerpo y santa el alma mía. Avemaría.

5. Oh María, concebida sin pecado, rogad por nosotros, que recurrimos a Vos. Avemaría.



Bendición de la Corona de Adviento

 

1235. La “Corona de Adviento” o “Corona de las luces de Adviento” es un signo que expresa la alegría del tiempo de preparación a la Navidad. Por medio de la bendición de la corona se subraya su significado religioso. 
1236. La luz indica el camino, aleja el miedo y favorece la comunión. La luz es un símbolo de Jesucristo, luz del mundo. El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona muestra la ascensión gradual hacia la plenitud de la luz de la Navidad. El color verde de la corona significa la vida y la esperanza. 
1241. La “Corona de Adviento”, que se ha instalado en la Iglesia, se puede bendecir al comienzo de la Misa. La bendición se hará después del saludo inicial, en lugar del acto penitencial. Luego de la señal de la cruz y saludo inicial de la Misa dice: 

Al comenzar el nuevo año litúrgico vamos a bendecir esta corona con que inauguramos también el tiempo de Adviento. Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo. Su color verde significa la vida y la esperanza. La corona de Adviento es un símbolo de que la luz y la vida triunfarán sobre las tinieblas y la muerte. El encender, semanas tras semana, los cuatro cirios de la corona debe significar nuestra preparación para recibir la luz de la Navidad.

1242. Luego el sacerdote, con las manos extendidas dice la oración de bendición: 

Oremos. 
La tierra, Señor, se alegra en estos días,
y tu Iglesia desborda de gozo
ante tu Hijo, el Señor,
que se avecina como luz esplendorosa,
para iluminar a los que yacemos en las tinieblas 
de la ignorancia, del dolor y del pecado.
Lleno de esperanza en su venida,
tu pueblo ha preparado esta corona
y la ha adornado con luces. 
Te pedimos, Señor,
que, mientras se acrecienta cada día 
el esplendor de esta corona, con nuevas luces, 
a nosotros nos ilumines 
con el esplendor de Aquel que, por ser la luz del mundo,
iluminará todas las oscuridades.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

1° PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO 

Señal de la Cruz, saludo inicial de la misa y luego:

Encendemos, Señor esta luz en este primer domingo de Adviento, para mantenernos despiertos y en pie como centinelas ante el Hijo del Hombre que viene, el futuro glorioso que nos aguarda. 

Se enciende la vela

Despiértanos, Señor, para consolar a los desesperados de la vida, para poder ver a los que sólo esperan cosas menores que ellos mismos, para ayudar a los que no tienen o perdieron la fe. 
Señor, para que seamos testigos claros de tu luz y motivos creíbles de esperanza, ¡Maranatha, ven, Señor, Jesús! 

2° SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO 

Señal de la Cruz, saludo inicial de la misa y luego:

Deseamos, Señor, con esta segunda luz que encendemos, que intensifiques el resplandor de tu rostro para los que viven en tinieblas y en sombras de muerte. Que la luz de tu presencia, alumbre nuestras vidas, nos hagas percibir nuestro abismo de pecado para poder pedir humildemente tu misericordia. 

Se enciende la vela

Equilibra nuestras vidas, Señor, y haznos caminos de acceso hacia tu Reino para los hombres en destierro, alejados de tu amor y de los hermanos. Señor, para que seamos contigo luz atrayente: ¡Maratha, ven, Señor, Jesús! 


3° TERCER DOMINGO DE ADVIENTO 

Señal de la Cruz, saludo inicial de la misa y luego:

Encendemos, Señor, esta tercera luz, más cercanos ya a la noche buena de la Luz Mayor. Queremos dar testimonio de tu Luz,Señor, como hizo Juan el Bautista, No somos nosotros la Luz, pero sí los testigos de la Luz verdadera venida a este mundo. Deseamos, Señor, con esta tercera luz pedir tu Espíritu que encienda nuestros corazones y los convierta en luminarias para los demás. 

Se enciende la vela

Danos un corazón que vea las necesidades de nuestro prójimo para compartir con él los mejor que somos y tenemos. Reúne nuestros granos en pan comunitario para renacer en Belén, la Casa del Pan. Para que Te revelemos como buena y gozosa Noticia para los hombres, tan necesitados de reconocerse como hijos de Dios en la Cuna comunitaria de Belén, ¡Maratha, ven, Señor, Jesús! 

4° CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

Señal de la Cruz, saludo inicial de la misa y luego:

Encendemos, Señor, esta cuarta luz, redoblando nuestro deseo de llegar, limpios e irreprochables, a tu gran Día sin ocaso. Dios, restáuranos; que brille tu rostro y nos salve. Te necesitamos, Cristo, Luz Viva y Verdadera, para aclarar e iluminar los caminos que nos conducen a Dios, Camino de los caminos humanos. 

Se enciende la vela

Enciéndenos Señor nuestras lámparas que te esperan, cargadas del aceite de nuestras mejores obras. Que te alumbremos, como María, Aurora del Sol naciente, en nuestras palabras y obras para luz del mundo y de los hermanos. Para que así sea, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, ¡Maranatha, ven, Señor, Jesús! 

San José y el Adviento

 


San José es una de las figuras principales en el misterio de la Navidad. Por lo tanto, en estos días que faltan para que nazca el Niño Jesús procuremos pensar en San José; intentemos imaginar lo que pasaría por su cabeza y el modo en el cual se iría preparando para el nacimiento de su Hijo, y aprovechemos para pedirle, por medio de la oración, que él mismo prepare nuestro corazón.

Estimados, ¡Ya viene pronto Navidad! Ya se acerca el dichoso momento en el cual Nuestro Señor ha de venir de nuevo con el deseo de nacer espiritualmente en las almas. No es, pues, cualquier cosa la Navidad. No es una mera fiesta o evento social. Es el Nacimiento del Hijo de Dios. Debemos, por lo tanto, prepararnos lo mejor que podamos; no sea que el Niño Dios, como hace 2020 años, “no encuentre lugar” en nuestro corazón para nacer.

Ahora bien, vamos a proponer un medio más para prepararnos lo mejor posible: el recurso a San José.

San José es una de las figuras principales en el misterio de la Navidad; luego de Nuestro Señor y de la Virgen, evidentemente. Por lo tanto, en estos días que faltan para que nazca el Niño Jesús procuremos pensar en San José; intentemos imaginarnos lo que pasaría por su cabeza y el modo en el cual él se iría preparando para el nacimiento de su Hijo. Hagámos este pequeño esfuerzo, sobre todo con el fin de imitarle en la expectación del nacimiento del Niño Jesús. Por otra parte, aprovechemos para pedirle, por medio de la oración que él mismo nos vaya preparando.

Los pensamientos de San José

El amor de Dios. Sin duda, San José pensaría en que “tanto amo Dios al mundo que dio a su Único Hijo”. Bastante asombraría a San José el pensar cómo Dios misericordiosísimo, siendo absolutamente feliz consigo mismo y, por lo tanto, no teniendo necesidad de la humanidad pecadora para ser feliz, se compadece y exclama: “Hagamos la redención del género humano”. No dejaría de sorprenderle la doble realidad de: los hombres, olvidados de Dios; Dios, preocupado por los hombres. Por supuesto que estas ideas encenderían en San José un gran deseo de darle algo a Nuestro Señor a cambio de tanto amor. Lo mismo intentemos pensar. ¿Quiénes somos para que Dios se haya acordado de nosotros? ¿Quiénes somos para que Dios se humille tanto ocultando su gloria, haciénsose un niñito, sometiéndose a las humillaciones de la vida humana, “tomando la forma de esclavo”, como dice San Pablo? Dios ha hecho todo esto por nosotros ¿qué hemos hecho nosotros por Dios?

La Persona del Niño Dios. No dejaría de pensar San José en quién es ese Niñito cuyo nacimiento espera. Contempla al Dios eterno de infinita Majestad, quien ha creado todas la cosas y de quien dependen absolutamente. Considera al Dios de vivos y muertos, quien los ha de juzgar a todos. Piensa en Dios infinitamente grande y digno de toda veneración, que se ha hecho pequeño en el seno purísimo de la Santísima Virgen; y digno de nuestro amor. En compañía de San José, vayamos adorando al Niño que está por nacer. Recordemos que el nacimiento que esperamos es el de nuestro Dios, a quien le debemos todo y, ante cuyo nacimiento no podemos quedar indiferentes.

Deseo del nacimiento del Niño Jesús. Al conocimiento de la Persona que va a nacer, se agrega el deseo de su nacimiento. Cómo desearía San José ver ya al Niño Dios, adorarle, tomarle en sus brazos, llamarle hijo y demostrarle su amor. Así mismo, el corazón de San José desearía la pronta venida de Jesús para que diese comienzo al derramamiento de sus gracias en las almas. Movamos en nuestros corazones el deseo de la venida del Señor. Encendamos en nuestro corazón un deseo igual al de San José de ver con nuestros ojos al que el casto seno de la Virgen encierra hace ya casi nueve meses, contemplar los rasgos de ese Hijo del Padre celestial, de ver finalmente, realizarse el Nacimiento que acarreará Gloria a Dios en los altos cielos y Paz a los hombres de buena voluntad en la tierra.

Humildad y gratitud. Sin duda pensaría nuestro Santo: ¿A dónde a mí tanto bien? ¿Quién soy yo para ser llamado Padre del Salvador y Esposo de la Reina de los Ángeles? A estos pensamientos de humildad se agregarían los de gratitud por permitirle participar de tan grandes misterios. Cómo agradecería a Dios que su Hijo naciera, no sólo en este mundo, sino también en su corazón. Igualmente, nosotros pensemos que, por nuestras infidelidades a Dios, no merecemos que Jesús nazca en nosotros, pero Él, en su infinita misericordia, de todos modos quiere hacerlo para así remediar nuestra miseria. Y, por supuesto, demos gracias a Nuestro Señor de que se haya dignado hacerse un pequeño niño para nacer, sufirir mucho y morir por nosotros y así librarnos del infierno.

El Niño Dios quiere nacer, como cada año, en nuestra alma para irla empapando cada vez más de su gracia y unirse más íntimamente a nosotros; hay que saber agradecerle por tanta misericordia.

Recémosle a San José

Para obtener las gracias que requerimos hace falta rezar. Por eso, estimados fieles, en estos días que faltan para la Navidad, no olvidemos pedirle a San José en nuestras oraciones que nos alcance las gracias necesarias para prepararnos bien. Pidámosle que nos obtenga el acabar de purificar nuestra alma para recibir santamente al Niño Dios. Igualmente, hay que pedirle que aumente en nosotros el deseo del nacimiento de su Hijo porque entre más grande sea este deseo, más gracias recibiremos.

Agreguemos en nuestro Santo Rosario, o en nuestras oraciones de la mañana o de la noche alguna oración a nuestro Santo Patriarca con el fin de que nos ayude. Si pensamos asistir a las Posadas, tratemos de tener lo más presente posible que, durante esos 9 días, lo estamos acompañando espiritualmente a él y a la Virgen en su camino hacia Belén. Alguno dirá que no tiene tiempo de sobra para rezar; pues bien, al menos que intente hacer una pequeña jaculatoria, un “San José, ruega por nosotros” con el cual eleve su alma hacia San José, para que no le falte su asistencia.

TIEMPO DE ADVIENTO

 


En este tiempo de Adviento que comienza, contemplemos cómo la humildad siempre va acompañada de la Paz, ese silencio plácido que invade el alma y la hace descender a las profundidades del Inmaculado Corazón de María.

El hombre humilde calla, calla sobre sí mismo ante Dios y ante los hombres. Y este silencio lo pacifica y produce en él el desapego y la confianza. El desprendimiento de la creación y la confianza en Dios, el recogimiento en Dios. De todas las criaturas, la Virgen María es obviamente la que ha alcanzado el más alto grado de confianza en Dios, la más contemplativa y la más plácida.

Sin embargo, lo que la humildad produce en nosotros se produce de manera incomparablemente más perfecta en María.

De hecho, la paz que nuestro Rex pacificus causó en nuestras almas a través de su cruz, la causó poniendo las cosas en orden. Sin embargo, en la Virgen María no había necesidad de restaurar el orden, ya que Ella es la Inmaculada. No sólo está en paz, sino que Ella misma es completamente pacificada. Se podría decir que Ella es la paz misma.

En las letanías es llamada “La Reina de la Paz”. De hecho, Ella lleva este título en el sentido completo de la palabra: Al lado de Dios, que es la Paz, la Virgen María es una imagen de esta paz de Dios. Y entonces, a nuestro lado, la Virgen María es la causa de nuestra paz. La Virgen María es pacificada porque todo en ella está perfectamente en orden.

Cada Ecce que pronunciaba era seguido por el Fiat del consentimiento, de la aceptación. Ella era perfectamente sumisa, perfectamente dependiente de Dios. Siempre permanecía en su lugar. Nunca le negó nada a Dios. Siempre consintió, siempre aceptó. Confiaba sin preocuparse por nada. Siempre estaba en paz sin que nada la molestara o perturbara. Todas las pruebas de su vida, todas esas espadas que atravesaron su alma, a lo largo de su existencia, a lo largo de su vida con Jesús, siempre la encontraron perfectamente dispuesta, completamente en paz, inclinada a aceptar la Voluntad de Dios tal como se manifestaba. Y precisamente esto le da una majestad extraordinaria. No sólo es pacificada, es la Reina de la Paz. Parece como si el Rex pacificus le hubiera comunicado su encanto real.

La Virgen María, no sólo es completamente pacificada, sino que ella misma nos pacifica. Cuando la miramos es como cuando miramos a una reina, una mujer que nos comunica su paz. Ella nos pacifica, nos pone en nuestro lugar. Su mirada nos endereza, nos ordena, nos limpia, nos hace dependientes de Dios.

¿Crees que amar a Dios es darle algo? Dale acceso, no pide nada más. Esto es lo que hace la Virgen María. Amar a Dios es ofrecerse a la generosidad de su amor, es permitirle que nos ame. Esto es lo que la Virgen María hizo y esta es la verdadera Paz que el mundo no puede dar y que sólo la humildad enseña.