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9 de Diciembre: Primera Aparición de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe (Memoria Litúrgica de san Juan Diego)

 

9 de Diciembre de 1531. 

Era sábado, muy de madrugada, lo movía su interés por Dios [respondiendo a] su insistente llamada.

7.- Y cuando vino a llegar al costado del cerrito, en el sitio llamado Tepeyac, despuntaba ya el alba.

8.- Oyó claramente sobre el cerrito cantar, como cantan diversos pájaros preciosos. Al interrumpir su gorjeo, como que les coreaba el cerro, sobremanera suave, agradabilísimo, su trino sobrepujaba al del coyoltótotl y del tzinitzcan y al de otras preciosas aves canoras.

9.- Se detuvo a ver Juan Diego. Se dijo: ¿Por ventura es mi mérito, mi merecimiento lo que ahora oigo? ¿Quizá solamente estoy soñando? ¿Acaso estoy dormido y sólo me lo estoy imaginando?

10.- ¿Dónde estoy? ¿Dónde me veo? ¿Acaso ya en el sitio del que siempre nos hablaron los ancianos, nuestros antepasados, todos nuestros abuelos: en su tierra florida, en su tierra de nuestro sustento, en su patria celestial?

11.- Tenía fija la mirada en la cumbre del cerrito, hacia el rumbo por donde sale el sol, porque desde allí algo hacía prorrumpir el maravilloso canto celestial.

12.- Y tan pronto como cesó el canto, cuando todo quedó en calma, entonces oye que lo llaman de arriba del cerrito, le convocan: <<-Mi Juanito, mi Juan Dieguito>>.

13.- En seguida, pero al momento, se animó a ir allá a donde era llamado. En su corazón no se agitaba turbación alguna, ni en modo alguno nada lo perturbaba, antes se sentía muy feliz, rebosante de dicha. Fue pues a subir al montecito, fue a ver de dónde era llamado.

14.- Y al llegar a la cumbre del cerrito, tuvo la dicha de ver a una Doncella, que por amor a él estaba allí de pie,

15.- la cual tuvo la delicadeza de invitarlo a que viniera ‘juntito’ a Ella.

16.- Y cuando llegó a su adorable presencia, mucho se sorprendió por la manera que, sobre toda ponderación, destacaba su maravillosa majestad:

17.- sus vestiduras resplandecían como el sol, como que reverberaban,

18.- y la piedra, el risco en que estaba de pie, como que lanzaba flechas de luz;

19.- su excelsa aureola semejaba al jade más precioso, a una joya,

20.- la tierra como que bullía de resplandores, cual el arco iris en la niebla.

21.- Y los mezquites y nopales, y las otras varias yerbezuelas que ahí se dan, parecían esmeraldas. Cual la más fina turquesa su follaje, y sus troncos, espinas y ahuates deslumbraban como el oro.

22.- Ante su presencia se postró. Escuchó su venerable aliento, su amada palabra, infinitamente grata, aunque al mismo tiempo majestuosa, fascinante, como de un amor que del todo se entrega.

23.- Se dignó decirle: -Escucha bien, hijito mío el más pequeño, mi Juanito: ¿A dónde te diriges?

24.- Y él le contestó: -Mi señora, mi reina, mi muchachita, allá llegaré a tu casita de México Tlatelolco. Voy en pos de las cosas de Dios que se dignan darnos, enseñarnos, quienes son imágenes del Señor, nuestro Dueño, nuestros sacerdotes.

25.- Acto continuo con él dialoga, le hace el favor de descubrirle su preciosa y santa voluntad,

26.- le comunica: -Ten la bondad de enterarte, por favor pon en tu corazón, hijito mío el más amado, que yo soy la perfecta siempre Virgen Santa María, y tengo el privilegio de ser Madre del verdaderísimo Dios, de Ipalnemohuani, (Aquel por quien se vive), de Teyocoyani (del Creador de las personas), de Tloque Nahuaque (del Dueño del estar junto a todo y del abarcarlo todo), de Ilhuicahua Tlaltipaque (del Señor del Cielo y de la Tierra). Mucho quiero, ardo en deseos de que aquí tengan la bondad de construirme mi templecito, para allí mostrárselo a Ustedes, engrandecerlo, entregárselo a Él, a Él que es todo mi amor, a Él que es mi mirada compasiva, a Él que es mi auxilio, a Él que es mi salvación.
Porque en verdad yo me honro en ser madre compasiva de todos Ustedes, tuya y de todas las gentes que aquí en esta tierra están en uno,
y de los demás variados linajes de hombres, mis amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que me honren confiando en mi intercesión.
Porque allí estaré siempre dispuesta a escuchar su llanto, su tristeza, para purificar, para curar todas sus diferentes miserias, sus penas, sus dolores.
Y para realizar con toda certeza lo que pretende Él, mi mirada misericordiosa, ojalá aceptes ir a al palacio del Obispo de México, y le narres cómo nada menos que yo te envío de embajador para que le manifiestes cuan grande y ardiente deseo tengo de que aquí me provea de una casa, de que me levante en el llano mi templo. Absolutamente todo, con todos sus detalles, le contarás: cuanto has visto y admirado, y lo que has oído. Quédate seguro de que mucho te lo voy a agradecer y a pagártelo, pues te enriqueceré, te glorificaré,
Y mucho merecerás con esto que yo recompense tu cansancio, tu molestia de ir a ejecutar la embajada que te confiero.
Ya has oído, Hijo mío el más amado, mi aliento, mi palabra: ¡Ojalá aceptes ir y tengas la bondad de poner todo tu esfuerzo!


8 de Diciembre: Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María

 


"Toda hermosa eres, oh María, en ti no hay mancha de culpa original". Como gracia propia de esta fiesta, pidamos a Dios que nos sane y libre de todos los pecados, para que, de ese modo, nos hallemos dispuestos a recibir en nuestros corazones a Jesús, el día de Navidad. En esta fiesta de la Inmaculada Concepción, les ofrecemos una corta meditación, así como una oración de San Pío X a la Virgen Pura.

El dogma de la Inmaculada Concepción nos enseña que María, madre de Jesucristo, fue concebida sin pecado original. La bula del 8 de diciembre de 1854, Ineffabilis Deus, del Papa Pío IX, enseña de manera infalible lo siguiente:

"Declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por Dios, y de consiguiente, qué debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano." 

Meditación

"Toda hermosa eres, oh María, en Ti no hay mancha de culpa original". He ahí la tierna plegaria que pone en nuestros labios la Iglesia al recordar solemnemente cada año el dogma gloriosísimo de la Inmaculada Concepción de María.

¡Qué fiesta más encantadora el día de la Purísima!... En tres atentas miradas resumimos la meditación de hoy:

Una mirada de gratitud a Dios.
Una mirada de alabanza y amor a María.
Una mirada a nosotros mismos.
Miremos a Dios con mirada de agradecimiento, ya que en este hermoso día el Señor se aproxima misericordioso a la pobre humanidad para salvarla. Nos envía a la Inmaculada como bella aurora que preludia la aparición del día de nuestra redención. Ya está cerca el Sol de justicia, Jesús, que derramará sobre la tierra torrentes de luz y de vida.

Mirada de glorificación a Dios, Artífice divino de esta maravilla humana que se llama María Inmaculada.

Mirada de amor al Señor que tanto nos amó, que nos dio a Jesús por Salvador y a María por Madre de misericordia.

Qué amorosa providencia la de Dios en darnos a la Virgen por Madre y Abogada nuestra. Sin esta madre de piedad, ¿quién se salvaría?...

Miremos a María Inmaculada, que se presenta en el mundo, pisando con pie inmaculado la cabeza de la serpiente infernal; triunfando plenamente, absolutamente del pecado..., para darle el parabién y mil parabienes por ser Purísima en su Concepción, por su limpieza inmaculada en el primer instante de su ser, por aparecer desde su concepción llena de gracia y de virtudes.

Miremos, llenos de admiración y de reverencia, a María en su Inmaculada Concepción, que es la mujer fuerte por excelencia, que se viste del sol y se corona de estrellas...

Toda la humanidad venía pagando tributo al pecado, todos los hijos de Adán se iban manchando en las aguas encenegadas de la culpa... Pero al ir a pasar esta preciosa Niña, se detuvo milagrosamente la corriente turbulenta del pecado, y pasó Inmaculada la Hidalga del valle.

¡Honor y gloria y alabanza eterna a la Inmaculada!

Ahora una mirada a nosotros... Somos hijos de la Purísima. Dicen que los hijos tienen un aire de familia, se parecen a sus padres. ¿Y yo me parezco a mi madre del cielo?

Un buen hijo de María aborrece al pecado, que mancha. Los hijos de la Virgen estiman muy mucho la gracia, que hermosea las almas y las hace hijas de Dios.

Propósito: Me esforzaré por parecerme a la Inmaculada, en vivir una vida sin pecados advertidos.


EJERCICIO PIADOSO
A LA INMACULADA VIRGEN

Oh Dios, que por la Inmaculada Virgen, preparasteis digna morada a vuestro Hijo; os suplicamos que, así como a ella la preservasteis de toda mancha en previsión de la muerte del mismo Hijo, nos concedáis también que, por medio de su intercesión, lleguemos a vuestra presencia puros de todo pecado. Por el mismo Jesucristo, nuestro señor. Amén.

1. Bendita sea la santa e inmaculada Concepción de la gloriosa Virgen María, Madre de Dios. Avemaría.

2. Oh María, que entrasteis en el mundo sin mancha de culpa, obtenedme de Dios que pueda yo salir de él sin pecado. Avemaría.

3. Oh Virgen María, que nunca estuvisteis afeada con la mancha del pecado original, ni de ningún pecado actual, os encomiendo y confío la pureza de mi corazón. Avemaría.

4. Por vuestra Inmaculada Concepción, oh María, haced puro mi cuerpo y santa el alma mía. Avemaría.

5. Oh María, concebida sin pecado, rogad por nosotros, que recurrimos a Vos. Avemaría.



Bendición de la Corona de Adviento

 

1235. La “Corona de Adviento” o “Corona de las luces de Adviento” es un signo que expresa la alegría del tiempo de preparación a la Navidad. Por medio de la bendición de la corona se subraya su significado religioso. 
1236. La luz indica el camino, aleja el miedo y favorece la comunión. La luz es un símbolo de Jesucristo, luz del mundo. El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona muestra la ascensión gradual hacia la plenitud de la luz de la Navidad. El color verde de la corona significa la vida y la esperanza. 
1241. La “Corona de Adviento”, que se ha instalado en la Iglesia, se puede bendecir al comienzo de la Misa. La bendición se hará después del saludo inicial, en lugar del acto penitencial. Luego de la señal de la cruz y saludo inicial de la Misa dice: 

Al comenzar el nuevo año litúrgico vamos a bendecir esta corona con que inauguramos también el tiempo de Adviento. Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo. Su color verde significa la vida y la esperanza. La corona de Adviento es un símbolo de que la luz y la vida triunfarán sobre las tinieblas y la muerte. El encender, semanas tras semana, los cuatro cirios de la corona debe significar nuestra preparación para recibir la luz de la Navidad.

1242. Luego el sacerdote, con las manos extendidas dice la oración de bendición: 

Oremos. 
La tierra, Señor, se alegra en estos días,
y tu Iglesia desborda de gozo
ante tu Hijo, el Señor,
que se avecina como luz esplendorosa,
para iluminar a los que yacemos en las tinieblas 
de la ignorancia, del dolor y del pecado.
Lleno de esperanza en su venida,
tu pueblo ha preparado esta corona
y la ha adornado con luces. 
Te pedimos, Señor,
que, mientras se acrecienta cada día 
el esplendor de esta corona, con nuevas luces, 
a nosotros nos ilumines 
con el esplendor de Aquel que, por ser la luz del mundo,
iluminará todas las oscuridades.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

1° PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO 

Señal de la Cruz, saludo inicial de la misa y luego:

Encendemos, Señor esta luz en este primer domingo de Adviento, para mantenernos despiertos y en pie como centinelas ante el Hijo del Hombre que viene, el futuro glorioso que nos aguarda. 

Se enciende la vela

Despiértanos, Señor, para consolar a los desesperados de la vida, para poder ver a los que sólo esperan cosas menores que ellos mismos, para ayudar a los que no tienen o perdieron la fe. 
Señor, para que seamos testigos claros de tu luz y motivos creíbles de esperanza, ¡Maranatha, ven, Señor, Jesús! 

2° SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO 

Señal de la Cruz, saludo inicial de la misa y luego:

Deseamos, Señor, con esta segunda luz que encendemos, que intensifiques el resplandor de tu rostro para los que viven en tinieblas y en sombras de muerte. Que la luz de tu presencia, alumbre nuestras vidas, nos hagas percibir nuestro abismo de pecado para poder pedir humildemente tu misericordia. 

Se enciende la vela

Equilibra nuestras vidas, Señor, y haznos caminos de acceso hacia tu Reino para los hombres en destierro, alejados de tu amor y de los hermanos. Señor, para que seamos contigo luz atrayente: ¡Maratha, ven, Señor, Jesús! 


3° TERCER DOMINGO DE ADVIENTO 

Señal de la Cruz, saludo inicial de la misa y luego:

Encendemos, Señor, esta tercera luz, más cercanos ya a la noche buena de la Luz Mayor. Queremos dar testimonio de tu Luz,Señor, como hizo Juan el Bautista, No somos nosotros la Luz, pero sí los testigos de la Luz verdadera venida a este mundo. Deseamos, Señor, con esta tercera luz pedir tu Espíritu que encienda nuestros corazones y los convierta en luminarias para los demás. 

Se enciende la vela

Danos un corazón que vea las necesidades de nuestro prójimo para compartir con él los mejor que somos y tenemos. Reúne nuestros granos en pan comunitario para renacer en Belén, la Casa del Pan. Para que Te revelemos como buena y gozosa Noticia para los hombres, tan necesitados de reconocerse como hijos de Dios en la Cuna comunitaria de Belén, ¡Maratha, ven, Señor, Jesús! 

4° CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

Señal de la Cruz, saludo inicial de la misa y luego:

Encendemos, Señor, esta cuarta luz, redoblando nuestro deseo de llegar, limpios e irreprochables, a tu gran Día sin ocaso. Dios, restáuranos; que brille tu rostro y nos salve. Te necesitamos, Cristo, Luz Viva y Verdadera, para aclarar e iluminar los caminos que nos conducen a Dios, Camino de los caminos humanos. 

Se enciende la vela

Enciéndenos Señor nuestras lámparas que te esperan, cargadas del aceite de nuestras mejores obras. Que te alumbremos, como María, Aurora del Sol naciente, en nuestras palabras y obras para luz del mundo y de los hermanos. Para que así sea, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, ¡Maranatha, ven, Señor, Jesús! 

San José y el Adviento

 


San José es una de las figuras principales en el misterio de la Navidad. Por lo tanto, en estos días que faltan para que nazca el Niño Jesús procuremos pensar en San José; intentemos imaginar lo que pasaría por su cabeza y el modo en el cual se iría preparando para el nacimiento de su Hijo, y aprovechemos para pedirle, por medio de la oración, que él mismo prepare nuestro corazón.

Estimados, ¡Ya viene pronto Navidad! Ya se acerca el dichoso momento en el cual Nuestro Señor ha de venir de nuevo con el deseo de nacer espiritualmente en las almas. No es, pues, cualquier cosa la Navidad. No es una mera fiesta o evento social. Es el Nacimiento del Hijo de Dios. Debemos, por lo tanto, prepararnos lo mejor que podamos; no sea que el Niño Dios, como hace 2020 años, “no encuentre lugar” en nuestro corazón para nacer.

Ahora bien, vamos a proponer un medio más para prepararnos lo mejor posible: el recurso a San José.

San José es una de las figuras principales en el misterio de la Navidad; luego de Nuestro Señor y de la Virgen, evidentemente. Por lo tanto, en estos días que faltan para que nazca el Niño Jesús procuremos pensar en San José; intentemos imaginarnos lo que pasaría por su cabeza y el modo en el cual él se iría preparando para el nacimiento de su Hijo. Hagámos este pequeño esfuerzo, sobre todo con el fin de imitarle en la expectación del nacimiento del Niño Jesús. Por otra parte, aprovechemos para pedirle, por medio de la oración que él mismo nos vaya preparando.

Los pensamientos de San José

El amor de Dios. Sin duda, San José pensaría en que “tanto amo Dios al mundo que dio a su Único Hijo”. Bastante asombraría a San José el pensar cómo Dios misericordiosísimo, siendo absolutamente feliz consigo mismo y, por lo tanto, no teniendo necesidad de la humanidad pecadora para ser feliz, se compadece y exclama: “Hagamos la redención del género humano”. No dejaría de sorprenderle la doble realidad de: los hombres, olvidados de Dios; Dios, preocupado por los hombres. Por supuesto que estas ideas encenderían en San José un gran deseo de darle algo a Nuestro Señor a cambio de tanto amor. Lo mismo intentemos pensar. ¿Quiénes somos para que Dios se haya acordado de nosotros? ¿Quiénes somos para que Dios se humille tanto ocultando su gloria, haciénsose un niñito, sometiéndose a las humillaciones de la vida humana, “tomando la forma de esclavo”, como dice San Pablo? Dios ha hecho todo esto por nosotros ¿qué hemos hecho nosotros por Dios?

La Persona del Niño Dios. No dejaría de pensar San José en quién es ese Niñito cuyo nacimiento espera. Contempla al Dios eterno de infinita Majestad, quien ha creado todas la cosas y de quien dependen absolutamente. Considera al Dios de vivos y muertos, quien los ha de juzgar a todos. Piensa en Dios infinitamente grande y digno de toda veneración, que se ha hecho pequeño en el seno purísimo de la Santísima Virgen; y digno de nuestro amor. En compañía de San José, vayamos adorando al Niño que está por nacer. Recordemos que el nacimiento que esperamos es el de nuestro Dios, a quien le debemos todo y, ante cuyo nacimiento no podemos quedar indiferentes.

Deseo del nacimiento del Niño Jesús. Al conocimiento de la Persona que va a nacer, se agrega el deseo de su nacimiento. Cómo desearía San José ver ya al Niño Dios, adorarle, tomarle en sus brazos, llamarle hijo y demostrarle su amor. Así mismo, el corazón de San José desearía la pronta venida de Jesús para que diese comienzo al derramamiento de sus gracias en las almas. Movamos en nuestros corazones el deseo de la venida del Señor. Encendamos en nuestro corazón un deseo igual al de San José de ver con nuestros ojos al que el casto seno de la Virgen encierra hace ya casi nueve meses, contemplar los rasgos de ese Hijo del Padre celestial, de ver finalmente, realizarse el Nacimiento que acarreará Gloria a Dios en los altos cielos y Paz a los hombres de buena voluntad en la tierra.

Humildad y gratitud. Sin duda pensaría nuestro Santo: ¿A dónde a mí tanto bien? ¿Quién soy yo para ser llamado Padre del Salvador y Esposo de la Reina de los Ángeles? A estos pensamientos de humildad se agregarían los de gratitud por permitirle participar de tan grandes misterios. Cómo agradecería a Dios que su Hijo naciera, no sólo en este mundo, sino también en su corazón. Igualmente, nosotros pensemos que, por nuestras infidelidades a Dios, no merecemos que Jesús nazca en nosotros, pero Él, en su infinita misericordia, de todos modos quiere hacerlo para así remediar nuestra miseria. Y, por supuesto, demos gracias a Nuestro Señor de que se haya dignado hacerse un pequeño niño para nacer, sufirir mucho y morir por nosotros y así librarnos del infierno.

El Niño Dios quiere nacer, como cada año, en nuestra alma para irla empapando cada vez más de su gracia y unirse más íntimamente a nosotros; hay que saber agradecerle por tanta misericordia.

Recémosle a San José

Para obtener las gracias que requerimos hace falta rezar. Por eso, estimados fieles, en estos días que faltan para la Navidad, no olvidemos pedirle a San José en nuestras oraciones que nos alcance las gracias necesarias para prepararnos bien. Pidámosle que nos obtenga el acabar de purificar nuestra alma para recibir santamente al Niño Dios. Igualmente, hay que pedirle que aumente en nosotros el deseo del nacimiento de su Hijo porque entre más grande sea este deseo, más gracias recibiremos.

Agreguemos en nuestro Santo Rosario, o en nuestras oraciones de la mañana o de la noche alguna oración a nuestro Santo Patriarca con el fin de que nos ayude. Si pensamos asistir a las Posadas, tratemos de tener lo más presente posible que, durante esos 9 días, lo estamos acompañando espiritualmente a él y a la Virgen en su camino hacia Belén. Alguno dirá que no tiene tiempo de sobra para rezar; pues bien, al menos que intente hacer una pequeña jaculatoria, un “San José, ruega por nosotros” con el cual eleve su alma hacia San José, para que no le falte su asistencia.

TIEMPO DE ADVIENTO

 


En este tiempo de Adviento que comienza, contemplemos cómo la humildad siempre va acompañada de la Paz, ese silencio plácido que invade el alma y la hace descender a las profundidades del Inmaculado Corazón de María.

El hombre humilde calla, calla sobre sí mismo ante Dios y ante los hombres. Y este silencio lo pacifica y produce en él el desapego y la confianza. El desprendimiento de la creación y la confianza en Dios, el recogimiento en Dios. De todas las criaturas, la Virgen María es obviamente la que ha alcanzado el más alto grado de confianza en Dios, la más contemplativa y la más plácida.

Sin embargo, lo que la humildad produce en nosotros se produce de manera incomparablemente más perfecta en María.

De hecho, la paz que nuestro Rex pacificus causó en nuestras almas a través de su cruz, la causó poniendo las cosas en orden. Sin embargo, en la Virgen María no había necesidad de restaurar el orden, ya que Ella es la Inmaculada. No sólo está en paz, sino que Ella misma es completamente pacificada. Se podría decir que Ella es la paz misma.

En las letanías es llamada “La Reina de la Paz”. De hecho, Ella lleva este título en el sentido completo de la palabra: Al lado de Dios, que es la Paz, la Virgen María es una imagen de esta paz de Dios. Y entonces, a nuestro lado, la Virgen María es la causa de nuestra paz. La Virgen María es pacificada porque todo en ella está perfectamente en orden.

Cada Ecce que pronunciaba era seguido por el Fiat del consentimiento, de la aceptación. Ella era perfectamente sumisa, perfectamente dependiente de Dios. Siempre permanecía en su lugar. Nunca le negó nada a Dios. Siempre consintió, siempre aceptó. Confiaba sin preocuparse por nada. Siempre estaba en paz sin que nada la molestara o perturbara. Todas las pruebas de su vida, todas esas espadas que atravesaron su alma, a lo largo de su existencia, a lo largo de su vida con Jesús, siempre la encontraron perfectamente dispuesta, completamente en paz, inclinada a aceptar la Voluntad de Dios tal como se manifestaba. Y precisamente esto le da una majestad extraordinaria. No sólo es pacificada, es la Reina de la Paz. Parece como si el Rex pacificus le hubiera comunicado su encanto real.

La Virgen María, no sólo es completamente pacificada, sino que ella misma nos pacifica. Cuando la miramos es como cuando miramos a una reina, una mujer que nos comunica su paz. Ella nos pacifica, nos pone en nuestro lugar. Su mirada nos endereza, nos ordena, nos limpia, nos hace dependientes de Dios.

¿Crees que amar a Dios es darle algo? Dale acceso, no pide nada más. Esto es lo que hace la Virgen María. Amar a Dios es ofrecerse a la generosidad de su amor, es permitirle que nos ame. Esto es lo que la Virgen María hizo y esta es la verdadera Paz que el mundo no puede dar y que sólo la humildad enseña.

24 de Noviembre: Memoria Litúrgica de los santos Andrés Dung-Lac, presbítero, y compañeros mártires

 



Durante el siglo XVI y los siguientes, el pueblo del Vietnam escuchó el mensaje evangélico, predicado, en primer lugar, por misioneros pertenecientes a diferentes Ordenes religiosas. El pueblo vietnamita recibe la predicación de los misioneros con gran piedad y alegría. Pero no tardó en sobrevenir la persecución. 
Durante los siglos XVII, XVIII y XIX muchos vietnamitas fueron martirizados, entre los cuales se cuentan obispos, presbíteros, religiosos y religiosas, catequistas de uno y otro sexo y hombres y mujeres laicos de distintas condiciones sociales.

23 de Noviembre: Fiesta de Nuestra Señora de la Consolación de Sumampa, patrona de Santiago del Estero (Argentina)

 


Nuestra Señora de la Consolación es venerada especialmente en todo el sur de la provincia de Santiago del Estero, de donde es Patrona, y en grandes regiones de Córdoba, Catamarca y Santa Fe. Su santuario, erigido hace 300 años, tiene prestigio nacional.

La imagen de nuestra Señora de la Consolación llegó desde Brasil junto a la imagen de la virgen de Luján(Bs.As.) Todos los 21 de noviembre se celebra su día en este santuario, al que concurre gente de todo el país, dando lugar a una fiesta muy original, donde se canta y baila durante los nueve días previos que dura la celebración. La virgen es patrona de los transportistas, entre los que están la mayoría de sus fieles, y es muy milagrosa.

La mayoría de los historiadores sostienen que la imagen de Nuestra Señora llego a Sumampa hacia fines de junio del año 1.630. La Santa Imagen debió ser depositada y venerada en la casa de Antonio Farias Saá; pero tan pronto fue posible, y terminadas las obras de la pequeña capilla o ermita, se llevó allí la imagen en una ceremonia extraordinaria de fervor y concurrencia. El traslado tuvo lugar en los últimos días del mes de noviembre de ese mismo año de su llegada. Al acto del traslado no faltaría sin duda el primer cura párroco de la región Don Juan de San Miguel y Arévalo, quien al poco tiempo fijaría su sede parroquial en este paraje, junto a la Capilla de Nuestra Señora, por creerlo el sitio más conveniente como punto y centro y misión de culto y fe.

Muy pronto también la santa imagen fue venerada con el titulo de Nuestra Señora de la Consolación, bien por una tradición o devoción familiar, bien por empeño o decisión diocesana; ciertamente la Virgen con su llegada había traído a estas tierras consuelo, gozo y paz.

Seguramente data de esos primeros comienzos del culto, y recordando la entronización de la Santa imagen en la ermita, la celebración de las fiestas patronales en el mes de noviembre.

La novena patronal comienza el día 11 de noviembre y concluye el día 19; los días 20, 21 y 22 se realiza un triduo solemne preparatorio y el día de la fiesta patronal en honor a nuestra Señora de la Consolación de Sumampa es el 23 de noviembre.

Breve reseña histórica

Un hacendado del pago de Sumampa quiso dedicar a la Virgen Santísima una capilla con este designio escribió a otro paisano suyo le mandase del Brasil un bulto o un simulacro de Nuestra Señora en el misterio del Inmaculada Concepción, para colocarla en dicha capilla que estaba fabricando. En virtud de este encargo se le remitieron desde Brasil, no una sino dos imágenes para que escogiese el que mejor le pareciese. Dicha capilla o ermita seria un humilde rancho construido con piedras, cal y barro y techo de paja. Pues la pobreza de esa región y la carencia de maquina para la construcción no daba para más.

A fines de junio de 1630 se cumple en Sumampa el gran milagro de Maria Santísima, la cual venera los presentes una imagen de nuestra Señora, pero ahí esta la maravilla: La imagen “aparecida” es del titulo de la madre de Dios con el Niño Jesús dormido entre sus brazos y no la pedida de la Inmaculada Concepción, que quiso quedarse en Luján a finales de noviembre es colocada en la capilla o ermita entonces terminada por la familia de Don Farias de Saa. Las fiestas patronales de noviembre recuerdan este hecho de la inauguración de la capilla.

En el año 1670 con la solemnidad se habré a los fieles de Maria Santísima llamado entonces Nuestra Señora de Consolación, por con la llegada la Santa Virgen trajo a estas tierras el consuelo, el gozo y la paz. En el sitio de la Capilla hay paredes de barro y cal el techo de tejereria y tejas con dos puertas de tablas, con sus herraduras dentro de ellas tres altares, el altar mayor un dosel de colchas y cielo raso verde y sobre el altar un tabernáculo de madera, todo un pintado al óleo, y dentro la imagen de Nuestra Señora de la Consolación, un sagrario y un sagrario de plata, dos campanas buenas y una quebrada. Todo el ornato de esta iglesia es dado de limosna de los que van a la romería de dicho Santuario. Es una descripción detallada del templo del Cura de Sumampa Diego de Corbalán en el año 1692.

El Santuario construido por mano de obra indígena fue refaccionado numerosas oportunidades y reconstruido por lo menos en 1782 únicamente nos consta que este año estaba arruinado y en estado de no poderse celebrar en el sino lo permitiera la necesidad y no haber otro recurso para el socorro espiritual de los fieles. Los fieles desean en gran manera la reedificación de dicho templo y ofrecen gustosos sus limosnas para ello ya por conservar la memoria de su antigüedad.

La fachada modificada en el trascurso del siglo IXX se levanta a ras con el tejado del techo que es en su totalidad de tejas, molduras muy simples que a maneras de jambas y dinteles contornean las aberturas, son reforzadas con guardapolvos curvos sobre las puertas.

El sencillo interior se compone de una sola nave de veintiséis varas y medio de largo y seis varas y media de ancho, el coro alto de tablazón y barandilla de madera, del ancho de la iglesia todo bien tratado, el altar mayor con nicho en la pared donde esta el Sagrario y arriba el nicho de madera de Nuestra Señora de la Consolación.

La agreste tierra Santiagueña conserva muy pocos restos de su pasado colonial. Un terreno suelto, salitroso y las periódicas inundaciones que tornan dificultosos mantener en buen estado las construcciones y el temblor que en 1817 derrumbo casas y templos, han hecho del Santuario del Nuestra Señora de la Consolación el único edificio en pie del periodo virreinal en toda la Provincia de Santiago del Estero.

El Santuario de Sumampa fue declarado monumento histórico Provincial por decreto acuerdo “A Nº11″ del 18-VIII-1972 y declarado monumento histórico Nacional por decreto Ley Nº 1180 del 12-XI-1973, como un testimonio de alta valoración histórica, arquitectónica, religiosa y cultural.

Títulos y Honores de la Virgen

Fueron otorgados por la Iglesia del Pueblo Santiagueño a la Virgen de la Consolación de Sumampa.
• Patrona de los transportistas (por haber recorrido un largo camino desde Brasil hasta Sumampa en diferentes medios de transporte, barco, carreta, lomo de mula, etc.) – 1983
• Patrona del Pueblo de la Provincia de Santiago del Estero – 1984
• Patrona de la Cultura de Santiago del Estero – 1995
• Patrona de los estanciero (pues fue un estanciero el que la trajo del Brasil)
• Patrona de la lluvia
• Madre de los humildes y desamparados
• Guardiana del Honor y la Dignidad Argentina
• Patrona de las escuelas y la policía.

Sumampa Viejo.

En el Noroeste Argentino, en la Provincia Santiago del Estero, en la localidad de Quebrachos se halla el pueblo Sumampa Viejo, distante de Santiago del Estero a 238 km., situado en un pequeño valle, rodeado de serranías bajas, y con un origen que se remonta a la segunda mitad del siglo XVI.

A 4 km. se ubica el santuario de Nuestra Señora de la Consolación de Sumampa. El 23 de noviembre, previo novenario, es la Festividad en honor a la milagrosa imagen que hiciera traer de Brasil Don Antonio Farías de Saa hacia 1630. Se realizan festejos religiosos y populares, con peregrinos de Córdoba, Santa Fe, Catamarca, Tucumán y Santiago. También se festeja la fecha de su llegada, el 25 de junio.



23 de Noviembre: Memoria Litúrgica de san Clemente I, papa y mártir

 


“Revistámonos de concordia, manteniéndonos en la humildad y en la continencia, apartándonos de toda murmuración y de toda crítica, manifestando nuestra justicia más por medio de nuestras obras que con nuestras palabras”, escribió el Papa San Clemente I en una carta escrita a los miembros de la Iglesia en Corinto.

San Clemente I, conocido también como Clemente Romano, fue elegido Pontífice en el año 88 y murió mártir en el año 97, cuando fue ejecutado. El Papa Clemente fue arrojado al mar encadenado a un ancla.

San Ireneo testificó en sus escritos la fidelidad de San Clemente a Cristo, dada su cercanía con los Apóstoles. “Había visto a los Apóstoles”; “se había encontrado con ellos”; “todavía resonaba en sus tímpanos su predicación, y tenía ante los ojos su tradición”, afirmaba sobre Clemente el gran obispo de Lyon. Por eso, la Iglesia lo considera uno de los Padres Apostólicos.

Durante su pontificado, Clemente I restableció el sacramento de la Confirmación de los cristianos según el rito de San Pedro, y se empezó a usar en el rito católico -universal- la palabra “amén” (“Así sea”, como señal de conformidad y adhesión expresada en la liturgia).

Asimismo, intervino sabiamente en muchos problemas de las comunidades cristianas, especialmente de las más alejadas de Roma. San Clemente dio orientaciones en la mayoría de los casos, mostrando la delicadeza de su espíritu y su preocupación pastoral. Sus cartas están llenas de esas orientaciones propias del buen pastor, consciente de ser el representante de Cristo en la tierra y de que un Pontífice está obligado a salvaguardar la unidad. Por ejemplo, debido a las desobediencias constantes de los corintios a sus sacerdotes, San Clemente hizo como San Pablo y les envió una carta. Dice en ella:

“¿A qué vienen entre vosotros contiendas y riñas, banderías, escisiones y guerras. ¿O es que no tenemos un solo Dios y un solo Cristo y un solo Espíritu de gracia que fue derramado sobre nosotros? ¿No es uno solo nuestro llamamiento en Cristo?... Arranquemos, pues, con rapidez ese escándalo y postrémonos ante el Señor, suplicándole con lágrimas sea propicio con nosotros, nos reconcilie consigo y nos restablezca en el sagrado y puro comportamiento de nuestra fraternidad”.

La fiesta de San Clemente I, cuarto Papa y tercer sucesor de Pedro, se celebra cada 23 de noviembre.

16 de Octubre: Memoria Litúrgica de santa Eduviges, religiosa

 


A los doce años de edad Eduviges contrajo matrimonio con el duque Enrique de Silesia, quien sólo tenía 18. Tuvieron 7 hijos pero sólo una, Gertrudis sobrevivió a su madre y llegó a ser abadesa de Trebnitz. El marido de Eduviges fundó el gran monasterio de religiosas cistercienses de Trebnitz. Ambos fundaron además, otros muchos monasterios, con lo cual no sólo propagaron la vida religiosa, sino también la cultura germánica. Entre los monasterios fundados por los duques, los había de cistercienses, de canónigos de San Agustín, de dominicos y de franciscanos.

Enrique fundó el hospital de la Santa Cruz en Beslau y Santa Eduviges, un hospital para leprosas en Neumarkt. Cuando el esposo de la santa falleció, ésta tomó el hábito religioso de Trebnitz, pero no hizo los votos para poder seguir administrando sus bienes a favor de los pobres. Dios premió la fe de Santa Eduviges con el don de milagros y de profecías. Murió en octubre de 1243 y fue sepultada en Trebnitz. Su canonización se llevó a cabo en 1267.

16 de Octubre: Memoria Litúrgica de santa Margarita María de Alacoque, virgen

 


Nacida el 22 de julio de 1647 en Verosvres, en la diócesis de Autun, Margarita María Alacoque se consagró a Cristo desde niña. Tenía solo cinco años cuando, al escuchar hablar de los votos religiosos de su madrina, se ofreció a Dios pronunciando estas palabras que quedarían grabadas en su memoria y que repetiría más tarde: "Oh Dios mío, te consagro mi pureza y te prometo castidad perpetua".

A los 13 años, después de haber estado postrada en cama durante varios años debido a una parálisis, la Virgen la curó milagrosamente justo después de haber prometido consagrarse a Dios en la vida religiosa. Después de muchas vicisitudes y hostigamientos perpetrados por la mayoría de sus familiares, ingresó el 25 de mayo de 1671, a la edad de 23 años, en las Visitandinas de Paray-le-Monial, Borgoña.

Elegida por Nuestro Señor para ser la mensajera de su amor misericordioso, recibió tres grandes revelaciones que son el origen de la devoción al Sagrado Corazón. 

La más importante es la de junio de 1675, cuando Cristo le mostró su Corazón diciendo: "He aquí el Corazón que ha amado a los hombres con tanto extremo que no ha perdonado desvelos, hasta agotarse y consumirse por testificarles amor. Y por toda correspondencia solo recibe de la mayor parte de ellos ingratitudes, significadas en los menosprecios, desacatos, sacrilegios y frialdades con que me tratan en este Sacramento de amor". 

Cristo pidió que se estableciera una fiesta particular para honrar su Corazón, comulgando y haciendo reparación. A cambio, le dijo a su confidente: "Yo te prometo que mi Corazón se expandirá para difundir en abundancia las influencias de su amor divino sobre quienes le rindan este honor".

Habiéndose convertido en maestra de novicias, Santa Margarita María se dedicó a difundir el amor del Sagrado Corazón en las almas confiadas a ella. Murió piadosamente el 17 de octubre de 1690, a la edad de 43 años, pronunciando el nombre de Jesús. 

Tuvo que pasar más de un siglo antes de que la Iglesia la declarara venerable, en 1824, y otros cuarenta años para que el Papa Pío IX la beatificara en 1864, el año del Syllabus. Fue canonizada el 13 de mayo de 1920 por el Papa Benedicto XV.

Oración después de la comunión: "Habiendo participado, Señor Jesús, de los misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, concédenos, te rogamos, que, por la intercesión de la Santa Virgen Margarita María, despojándonos de las locas vanidades del siglo, merezcamos revestirnos de la humildad y mansedumbre de tu Corazón. Tú que vives y reinas".


Antes del nacimiento de santa Margarita María de Alacoque (1647-1690) hubo en la Iglesia muchas almas devotas del Sagrado Corazón, pero las maravillosas revelaciones dadas a esta gran santa fueron las que determinaron a la autoridad eclesiástica a promover y reglamentar el culto al Sagrado Corazón.

En 1639 Claudio Alacoque, notario real y juez ordinario de la señoría de Terreau, se casó con Filiberta Lamyn, hija de Francisco Lamyn, notario real de San Pedro el Viejo, cerca de Macón. Ocho años más tarde, el 22 de julio de 1647, nacía Margarita, quinto vástago de aquel matrimonio. Claudio vivía en la ciudad de Lauthecourt, en la actual diócesis de Autún. La casa está habitada hoy día por las Hermanas de San Francisco de Asís de Lyon y la habitación en que nació la Santa es la actual capilla.

La niña fue bautizada el 25 de julio con el nombre de Margarita. Fue padrino Antonio Alacoque, cura de Verosvres, primo hermano del padre de la niña; y madrina, Margarita de Saint-Amour, esposa de Claudio de Fautrieres, señor de Corcheval y diputado por la Nobleza en los estados de Charolais.

La madrina, que profesaba gran cariño a su ahijada, se la llevó al castillo de Corcheval, donde la tuvo tres años (1652-1655). El horror a todo pecado y una inconsciente inclinación a la pureza de alma se manifestaron muy pronto en Margarita, en forma tal que años más tarde escribió ella misma hablando de este período de su vida: «Sin saber cómo ni por qué, me sentía continuamente como obligada a repetir estas palabras: «Dios mío, os consagro mi pureza y os hago voto de perpetua castidad». Tenía ocho años cuando perdió a su padre. Su madre púsola entonces interna con las monjas Clarisas Urbanistas de Charolles. 

PRIMEROS SUFRIMIENTOS

Como estaba ya admirablemente instruida en las verdades de la religión, le permitieron recibir la primera comunión a los nueve años. «Después de esta comunión —escribe—, sentí tal amargor en todas las diversiones que, aunque las buscaba con pueril ansiedad, ya nunca pude encontrar en ellas gusto ni placer».

Inteligente y buena en sumo grado, pronto se ganó las simpatías y la amistad de la comunidad. Su candor infantil, santificado por la gracia, la impulsaba a la imitación de los actos de virtud que presenciaba, y en su sencillez, imaginándose que basta meterse en un convento para ser santa, soñaba con quedarse para siempre con las Clarisas de Charolles. Pero Jesús había dispuesto las cosas de otra manera.

Principió por iniciarla en el misterio del sufrimiento. Una enfermedad —reumatismo o parálisis— la acometió en 1657, y durante cuatro años la retuvo en un lecho de dolor. «Los huesos —dice— me perforaban la piel por todas partes». La enfermita tuvo que volver a la casa materna. Para verse libre de la enfermedad, hizo una promesa a la Santísima Virgen: «Sería una de sus hijas si recobraba la salud». Durante estos años de sufrimiento, la Virgen ocupó en el alma de la niña un lugar especialísimo.

Acercábase la hora en que la Divina Auxiliadora debía proteger de manera singularísima a su devota hija. Por aquella época, Margarita sufrió una crisis moral. La alegría de haber recobrado la salud, por una parte, y, por otra, su ardiente temperamento, la impulsaban a darse «buena vida». Sin preocuparse de cumplir las promesas hechas durante la enfermedad, volvió al regazo materno, ansiosa de gozar las ternuras del hogar. Pero la Providencia, que la predestinaba para ser una gran santa, permitió que cayeran sobre el corazón de la joven penas mucho más fuertes y punzantes que las padecidas hasta entonces.

La señora viuda de Alacoque, incapaz de llevar los asuntos de la familia, delegó su autoridad y la dirección de la casa en miembros de la familia de su difunto marido; a saber, en su suegra, en sus cuñados, en una tía paterna y hasta en una antigua y perversa criada, los cuales, juntos y por separado, hicieron sufrir a Margarita la más cruel e insoportable tiranía. Bastaba que se alejara para ir a la iglesia de Verosvres, distante apenas ochocientos metros de la casa materna, para que se le echase en cara tal proceder con malévolas sospechas; y hubiera permanecido sin comer días enteros si algunas pobres y generosas almas del pueblo no le hubiesen dado por compasión y al anochecer un poco de leche o fruta. Apenas osaba la joven alargar la mano para tomar un pedazo de pan de su propia mesa. Y aun tendrá más tarde el heroísmo de llamar a estas terribles «furias», «bienhechoras de su alma». Por una gracia especialísima, Jesús le dio a entender la felicidad que nos puede traer el sufrimiento, y Margarita lo saboreó a placer, llegando hasta a privarse del consuelo de manifestar tales penas a su madre.

LAS GRANDES REVELACIONES (1673-1675)

La Superiora del convento, para informarse mejor, ordenó a Margarita en el mes de mayo de 1673 que escribiese cuanto pasaba en su interior. Por las copias de estas notas, sabemos que durante el primer año de vida religiosa de la obediente profesa de la Visitación, Jesucristo la había escogido ante todo como víctima expiatoria.

El Corazón de Jesús se le manifestó poco a poco. Del año 1672 al 1673 se realiza la preparación lenta a las visiones espirituales. En esta época le parece oír una voz que le dice: «Mira las ofensas y heridas que he recibido de mi pueblo escogido»; y Jesús pronuncia estas palabras con acento severo. A partir de este momento, las intervenciones sobrenaturales se concretan y precisan más y más, y la humilde hermana de la Visitación, hasta entonces reacia para admitirlas y creerlas, sométese a ellas con plena fe.

El 4 de octubre de 1673, mostróle el Señor a San Francisco de Asís «en un trono de gloria superior al de los demás santos», por lo mucho que se asemejó en la vida de sufrimiento a Nuestro Divino Salvador, siendo en recompensa uno de los más queridos y favorecidos de su Sagrado Corazón.

En el siguiente mes de diciembre, probablemente el día 27, fiesta del Discípulo amado, apareciósele Jesús, y le dijo: «Mi divino Corazón está tan inflamado de amor por los hombres, y particularmente por ti, que, no pudiendo contener en Sí mismo las llamas de su ardiente caridad, desea repartirlas sirviéndose de ti». «Después —añade la Santa— me pidió mi corazón y le colocó en el suyo adorable, donde lo vi como un átomo consumiéndose en ardiente horno».

En esta ocasión, oyó al Divino Maestro llamarla «Discípula queridísima de su Sagrado Corazón». Desde este día hasta el fin de su vida, sufrió un vivo dolor de costado. Después de este primer éxtasis no encontraba gusto en la conversación, y sólo a fuerza de violentos y extraordinarios esfuerzos conseguía fijar la atención en los actos que, como religiosa salesa, tenía obligación de cumplir. Exhausta de fuerzas y devorada por continua fiebre, la Hermana Margarita María se vio obligada a guardar cama.

Al notificar a la Madre de Saumaise estas revelaciones y la recomendación que el Salvador le hiciera de comulgar todos los primeros viernes de mes, replicóle la superiora con «cerrado desdén» como para humillarla. Mas no la abandonó Jesús y, para consolarla, prometió enviarle muy pronto un «siervo suyo». Este elegido del cielo fue el Beato Claudio de la Colombière, superior del colegio de Gray, dirigido por los beneméritos Padres de la Compañía de Jesús, hombre de eminente virtud y de gran discernimiento en la dirección de las almas, quien llegó a Paray-le-Monial en el año 1675, en calidad de superior de la residencia de los Padres. Poco tiempo después, visitó el monasterio para predicar unos ejercicios espirituales. Confortó a la confidente del Sagrado Corazón y reanimó su confianza; por otra parte, las palabras que salieron de sus labios autorizados acreditaron ante la comunidad a la Hermana Margarita María.

Uno de los días de la octava de Corpus —junio de 1675—, mientras adoraba al Santísimo Sacramento, Nuestro Señor le descubrió su Divino Corazón diciéndole: «Mira este Corazón que tanto ha amado a los hombres y que todo ha perdonado hasta consumirse y agotarse para demostrarles su amor; y en cambio, no recibe de la mayoría más que ingratitudes, por sus irreverencias, sacrilegios y desacatos en este sacramento de amor. Pero lo que me es todavía más sensible, es que obren así hasta los corazones que de manera especial se han consagrado a Mí. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta particular para honrar mi Corazón, comulgando en dicho día, y reparando las ofensas que he recibido en el augusto sacramento del altar. Te prometo que mi Corazón derramará en abundancia las bendiciones de su divino amor sobre cuantos le tributen este homenaje y trabajen en propagar dicha práctica».

CARÁCTER DE LA SANTA - SU MUERTE

Para comprender bien la verdadera personalidad de Santa Margarita María, conviene que insistamos en algo acerca de su vida «externa».

En efecto, era una religiosa inteligente, flexible, buena para todo y apta para desempeñar cualquier cargo o empleo. Viósela sucesivamente ayudar en la enfermería, dedicada a la educación de las internas, maestra de novicias (1685-1687), enfermera de nuevo y también, por segunda vez, con las pensionistas; asistente (mayo de 1687), y propuesta para superiora en el año 1690. Pidió al Corazón de Jesús le librara de este último cargo, pero en todo lo demás procuró ajustarse a la máxima de San Francisco de Sales: «No pedir nada; no negarse a nada».

Las enfermedades, tan frecuentes como largas, que la aquejaron, extenuáronla de forma tal que a los cuarenta y tres años estaba completamente achacosa. «No viviré mucho más —decía en 1690—, pues ya no sufro». El 8 de octubre vióse acometida por una ligera fiebre. Al día siguiente principiaban los ejercicios espirituales, y la Hermana enfermera le preguntó si, a pesar de la dolencia, se sentía con fuerzas para recogerse en la soledad: «Sí —respondió—, pero va a ser en la soledad más profunda». Al día siguiente, en efecto, mientras el sacerdote le administraba la Extremaunción, la amada del Corazón de Jesús expiró dulcemente, pronunciando el nombre de Jesús.


Ya de regreso, Margarita, que estaba muy enferma, y sin tener un remedio seguro, buscó alivio en la Virgen Santísima. Le hizo una promesa de que si Ella le devolvía la salud se haría una de sus hijas. Apenas hizo la promesa, recobró la salud. Dice Sta. Margarita: "Recibí la salud, y una nueva protección de esta Señora la cual se declaró dueña de mi Corazón, que mirándome como suya, me gobernaba como consagrada a Ella, me reprendía mis faltas y me enseñaba a hacer la voluntad de Dios."

Además de la salud, esta promesa logró en Margarita un profundo sentido de unión con la Virgen, quién, desde ese momento, empezó a dirigir toda su vida. Pero no sin dificultades. "Apenas comencé a gozar de plena salud", recordará más tarde Margarita, " me fui tras la vanidad y afecto de las criaturas, halagándome que la condescendiente ternura que por mi sentían mi madre y mis hermanos me dejara en libertad para algunas ligeras diversiones y para consagrar a ellas todo el tiempo que deseara...".

La Virgen la reprende severamente cuando la veía dispuesta a sucumbir en la terrible lucha que sostenía en su interior. Estando en una ocasión rezando el rosario sentada, se le presentó la Virgen ante ella y le dijo "Hija mía, me admiro de que me sirvas con tanta negligencia." Y causaron tal impresión estas palabras en la vida de Margarita, que le sirvieron de aviso para toda su vida.

Pero la Virgen es también ternura y consuelo. Un día le dijo a Margarita: "Nada temas; tú serás mi verdadera hija, y yo seré siempre tu buena Madre.

Santa Margarita María hizo voto a la Virgen de ayunar todos los sábados y de rezar el oficio de su Inmaculada Concepción. Viendo su deseo de radical entrega, La Stma. Virgen le ayuda a alcanzar su meta.


Oración a santa Margarita María de Alacoque

¡Oh Bienaventurada Margarita María! depositaria venturosa del tesoro de los cielos, el Corazón Divino de Jesús, permite que, considerándote mi hermana, en este incomparable amor, te ruegue me des con generosidad, la parte que me corresponde en esa mansión de infinita caridad. Confidente de Jesús, acércame tú al Sagrario de su pecho herido; Esposa de predilección, enséñame a sufrir por la dilatación de aquel reinado cuya causa te confió el Maestro. Apóstol del Sagrado Corazón, consígueme que se realicen conmigo las promesas que en beneficio de su gloria, te hizo ochenta y siete veces el Amado; Discípula regalada del Divino Corazón, enséñame la ciencia de conocerlo como lo conociste tú, en el perfecto olvido de mí mismo y de la tierra. Víctima del Corazón de Jesús Sacramentado, toma el mío, y ocúltalo en la llaga donde tú viviste, compartiendo ahí las agonías del Cautivo del amor, de Jesús-Eucaristía. El, te dijo, hermana muy amada, que dispusieras en la eternidad del cielo, de este otro cielo, el de su Corazón Sacramentado; ¡Oh Margarita María! entrégamelo, pues, para consumirme en ese incendio, dámelo para llevarlo como vida redentora a los pobres pecadores y como glorificación de ese mismo Corazón Divino a las almas de los justos. ¡Ah, sí! compartamos, hermana mía el mismo sacrificio, el mismo apostolado, el mismo paraíso del Corazón Divino de Jesús: venga a nos su reino.