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15 de Septiembre: Memoria Litúrgica de Nuestra Señora de los Dolores y sus Siete Dolores

 


Es una ley en el cristianismo que, cuando más cerca se encuentra un cristiano de Cristo, más cerca tiene que estar también de la Cruz. Según este principio, María Santísima, aunque completamente inocente, debía gustar las amarguras de la Pasión de su Hijo. Hoy es el día de repetir amorosamente la famosa secuencia: Stabat Mater Dolorosa, compuesta en el siglo XIII por Jacopone da Todi.

Hoy (15 de septiembre), es la fiesta de los Siete Dolores de la Virgen María, cada uno de los cuales es un evento dolorosísimo en la vida de Nuestra Señora:

1. La profecía de San Simeón: una espada de dolor traspasará tu corazón.
2. La huida a Egipto.
3. El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo.
4. El encuentro con Jesús con la cruz la cuestas camino al Calvario.
5. La crucifixión y agonía de Jesús.
6. La lanzada y Jesús muerto colocado en sus brazos.
7. Jesús en el sepulcro y su profunda Soledad.

La devoción a la Virgen Dolorosa arraigó en el pueblo cristiano, sobre todo, a partir del siglo XIII, con la aparición de la Orden de los Servitas, que se consagraron a la meditación de los dolores de María. Así nacieron, desde fines de la Edad Media, las dos fiestas del Viernes de Dolores y del 15 de septiembre. Esta última fue extendida a toda la Iglesia por el Papa Pío VII en 1817, como acción de gracias por su liberación del cautiverio en que lo había tenido Napoleón.

La fiesta de la semana de Pasión nos recuerda especialmente la participación de la Virgen María en el sacrificio de Cristo; la de hoy nos manifiesta la compasión que Nuestra Señora siente por la Iglesia de Cristo, siempre sometida a las pruebas y a las persecuciones. 

Nuestra Señora de los Siete Dolores

"¡Oh vosotros cuantos por aquí pasáis: Mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor, al dolor con que yo estoy atormentada!" (Lamentaciones 1:12).

Las palabras que el Santo Simeón habló, signo de contradicción, fueron una espada de dolor atravesando tu alma... El primer dolor de tu corazón.

El odio de ese rey engañoso, que quería matar al Niño, hizo que huyeras a Egipto... provocando un segundo dolor en tu alma.

Fuiste a Jerusalén, obedeciendo la ley, en el solemne día de Pascua. El Cordero se queda atrás, para cumplir la voluntad de su Padre... sin embargo, todo esto te causó un enorme pesar.

El Cordero cargado con el madero, el altar de su Cruz, se encuentra contigo en su camino a la muerte, otra espada de dolor... dos corazones traspasados por una Cruz.

El Cordero es alzado en lo alto, reinando desde las alturas... una pena más; el Cordero dice siete palabras; Siete dolores de tu corazón, entre la oscuridad, tan sombría.

El costado del Cordero es traspasado con una lanza, de ese costado emana sangre y agua, sobre su rebaño, tan amado para Él; el Cordero desciende de su trono, patíbulo deshonroso, acariciado por tus brazos amantes, puesto sobre tu regazo, cuna de sabiduría... un sexto dolor, Oh dolorosa Pieta.

El Cordero es envuelto en telas de lino, ungido con perfumes; el fruto de tu vientre Inmaculado, colocado en una tumba de piedra... 

Consummatum est, ya todo está terminado, tus dolores están completados...

La Historia de la Fiesta de la Virgen de los Dolores 

La devoción a Nuestra señora de los dolores viene desde muy antiguo. Ya en el siglo VIII los escritores eclesiásticos hablaban de la “Compasión de la Virgen” en referencia a la participación de la Madre de Dios en los dolores del Crucificado.

Pronto empezaron a surgir las devociones a los 7 dolores de María y se compusieron himnos con los que los fieles manifestaban su solidaridad con la Virgen dolorosa.

La fiesta empezó a celebrarse en occidente durante la Edad Media y por ese entonces se hablaba de la “Transfixión de María”, de la “Recomendación de María en el Calvario”, y se conmemoraba en el tiempo de Pascua.

En el siglo XII los religiosos servitas celebraban la memoria de María bajo la Cruz con oficio y Misa especial. Más adelante, por el siglo XVII se celebraba el domingo tercero de septiembre.

El viernes anterior al Domingo de Ramos también se hacía una conmemoración a la Virgen Dolorosa, festividad conocida popularmente como “Viernes de los Dolores”.

Benedicto XIII extendió universalmente la celebración del “Viernes de Dolores” en 1472 y en 1814 el Papa Pío VII fijó la Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores para el 15 de septiembre, un día después a la Exaltación de la Santa Cruz.

Promesas de la Contemplación de los 
Dolores de la Virgen 

La Santísima Virgen María manifestó a Santa Brígida que concedía siete gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:

  • Pondré paz en sus familias.
  • Serán iluminados en los Divinos Misterios.
  • Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
  • Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
  • Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
  • Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte; verán el rostro de su Madre.
  • He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría.

Oración a la Virgen Dolorosa 

Señora y Madre nuestra: tu estabas serena y fuerte junto a la cruz de Jesús. Ofrecías tu Hijo al Padre para la redención del mundo.

Lo perdías, en cierto sentido, porque El tenía que estar en las cosas del Padre, pero lo ganabas porque se convertía en Redentor del mundo, en el Amigo que da la vida por sus amigos.

María, ¡qué hermoso es escuchar desde la cruz las palabras de Jesús: "Ahí tienes a tu hijo", "ahí tienes a tu Madre".

¡Qué bueno si te recibimos en nuestra casa como Juan! Queremos llevarte siempre a nuestra casa. Nuestra casa es el lugar donde vivimos. Pero nuestra casa es sobre todo el corazón, donde mora la Trinidad Santísima. Amén.

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