Desde el 12 de octubre ya habían llegado unas 50 000 personas a Fátima para estar cerca del lugar de las apariciones. “Toda la noche y la mañana cayó una lluvia delgada y persistente, que mojaba los campos, embarrando el tierra y penetrando con su humedad fría a las mujeres y niños, hombres y animales, que estaban avanzando apresuradamente a lo largo de los caminos enlodados hacia el lugar del milagro (testimonio de Maria Madelana del Martel Patricio).
Mientras tanto, en Aljustrel, la madre de Lucía estaba muy perturbada con el pensamiento de la tragedia que seguiría, si el milagro predicho no sucediera. Lucía no logró calmarla. Finalmente, Maria Rosa y su esposo decidieron acompañar a su hija diciendo “si nuestra hija se muriera, entonces querrían morir a su lado” (Sor Lucía). Al contrario, los padres de Francisco y Jacinta no tenían miedo para nada, porque creían en las apariciones de Nuestra Señora.
“Llegando a Cova da Iria, junto a la encina” Lucía recuerda, “llevada de un movimiento interior, pedí al pueblo que cerrasen los paraguas para rezar el Santo Rosario”. Arriba en la carretera, protegidos por sus automóviles, estaban aquellos que no tuvieron el valor de aventurarse al lodazal arcilloso de Cova. Ellos presenciaron un espectáculo que los dejó estupefactos: “En determinado momento”, escribe uno de ellos, “esta masa confusa y compacta cierra los paraguas y se descubre a sí misma en un gesto sea de humildad o de respeto, pero dejándome sorprendido y lleno de admiración, porque la lluvia continuaba insistentemente, humedeciendo las cabezas de todos, empapando e inundándolo todo”.
Alrededor de la una y media de la tarde, Lucía miró en dirección del este y le dijo a Jacinta: “¡Oh Jacinta! ¡Arrodíllate, que Nuestra Señora viene! ¡Ya vi el relámpago!” Esta vez Lucía parecía caer en un éxtasis: “El rostro de la niña”, recuerda una testigo, “se hizo cada vez más bello, tomó un tinte rosado y sus labios se hicieron delgados”. Jacinta codeó a Lucía y le dijo: “¡Habla, Lucía, Nuestra Señora ya está aquí!” Entonces Lucía despertó, tomó dos veces un profundo aliento como alguien sin aliento, y comenzó la conversación con Nuestra Señora.
—¿Qué es lo que Su Gracia quiere?
—Quiero decirte que hagan aquí una capilla en honor mío, que soy la Señora del Santo Rosario, que continúen rezando el Santo Rosario todos los días. La guerra está acabándose y los soldados volverán pronto a sus casas.
—Tengo muchas cosas que pedirle: si cura a los enfermos, si convierte a unos pecadores, etc.
—Unos, sí; otros, no. Es preciso que se enmienden; que pidan perdón por sus pecados. Que no ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido.
—¿Usted desea algo más?
—Nada más.
—Entonces tampoco voy a pedirle nada más.
Durante la aparición la multitud pudo ver tal como el 13 de septiembre, la misma nube formada alrededor de la encina, elevándose en el aire antes de desparecer. Entonces Lucía gritó: “¡Miren el sol!”. En ese preciso momento toda la multitud pudo contemplar el espectáculo extraordinario de la “danza del sol”. La lluvia paró de repente, las nubes se dispersaron rápidamente y el Cielo estaba claro. “Miramos sin dificultad hacia el sol que no nos enceguecía… Todo estaba en silencio y quietud, todos estaban mirando hacia arriba. En un cierto momento el sol pareció detenerse, y entonces comenzó a moverse y a danzar hasta que parecía soltarse del firmamento y caerse sobre nosotros. Fue un momento terrible.” (Testimonio de Ti Sarto, el padre de Francisco y Jacinta). La promesa de Nuestra Señora había sido cumplida a la letra: todos lo han visto.
Durante los diez minutos en que la multitud presenciaba el espectacular milagro cósmico, los tres niños disfrutaron un espectáculo aún más bello. La Santísima Virgen les cumplió las promesas del 19 de agosto y del 13 de septiembre Les fue dado que admiraran en el firmamento, tres imágenes sucesivas:
La visión de la Sagrada Familia: “Desaparecida Nuestra Señora en la inmensidad del firmamento, vimos al lado del sol a San José con el Niño Jesús y a Nuestra Señora vestida de blanco con un manto azul. San José con el Niño Jesús parecían bendecir al mundo, pues hacían con las manos unos gestos en forma de Cruz ”.
La visión de la Virgen de los Dolores: “Poco después, pasada esta aparición, vi a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, que me daba la sensación de ser la Virgen de los Dolores Nuestro Señor parecía bendecir al mundo de la misma forma que San José ”.
La visión de Nuestra Señora del Carmen: “Se disipó esta aparición y me pareció ver a Nuestra Señora en forma semejante a Nuestra Señora del Carmen ”.
COMENTARIO
Importancia del mensaje
Si consideramos las apariciones de Nuestra Señora en la Cova da Iría, observamos que el Gran Milagro, que Nuestra Señora había prometido hace tres meses, es el evento esencial y la cuestión importante de la última aparición. Esto parece ser confirmado por el hecho que el mensaje de por sí es muy breve en comparación con los tres primeros, y parece ser solamente una repetición de lo que ya había sido hablado varias veces. Es verdad que esta última aparición es ciertamente un resumen solemne de todo el mensaje de Fátima, como si Nuestra Señora resumiera Su gran mensaje en algunas frases cortas fáciles de memorizar. El mensaje aparenta ser semejante al método de pregunta y respuesta en nuestros catecismos. De esta manera, aún una simple alma es capaz de recordar lo que dijo la Madre Celestial.
No obstante, el mensaje es mucho más importante de lo que parece a primera vista, porque es la propia declaración de Nuestra Señora en este día: “quien soy y lo que quiero” En realidad Ella ya había expresado muchas veces lo que quiere, y Ella hará muchas más precisiones sobre Sus deseos hasta después del 1917, en las apariciones de Pontevedra y Tuy.
Si ella anuncia solemnemente ahora, el 13 de octubre, “lo que quiere”, Ella misma está poniendo en claro que el mensaje de este día tiene un significado especial, sobresaliente y excepcional. Para enfatizar su importancia, Ella anuncia a los niños dos veces, en agosto y septiembre, las visiones que tendrán el privilegio de contemplar Como una regla general, podemos considerar que si Nuestra Señora anuncia algo de antemano (y no sólo una vez), entonces será excepcionalmente importante No podemos olvidar que ésta será la última aparición, como la culminación de las anteriores, y que la misma está íntimamente relacionada con el gran Milagro del Sol: las anunciadas tres visiones de los niños tienen lugar al mismo tiempo que la gente contempla el Gran Milagro, que fue predicho tres veces.
Meditemos en las diferentes partes del mensaje, no en su orden cronológico, pero para comprender en la manera más profunda, quién es Ella y lo que quiere.
¿Qué es lo que quiere Nuestra Señora?
Comencemos con la solicitud de Nuestra Señora que hizo la mayor impresión en los niños.
Lucía escribe: “De todas las palabras habladas en esta aparición, las palabras que más profundamente quedaron grabadas en mi corazón eran aquellas sobre la solicitud que hizo Nuestra Madre Celestial: ’Que no ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido’” ¡Cuánto amor en esa queja, cuánta ternura en su solicitud! ¿Quién me permite hacer resonar esto a través de todo el mundo, de manera que todos los hijos de Nuestra Madre Celestial puedan escuchar el sonido de su voz?
1°) "No ofendan mas a Dios porque ya esta muy ofendido"
Ya ha sido dicho muchas veces cuánto ofende el pecado a Dios, y cuán importante es que no permanezcamos en nuestro pecado, sino que nos convirtamos. Fátima es el aviso solemne a todos los pecadores, sobre las consecuencias desastrosas del pecado. Especialmente en nuestros tiempos, cuando la gente ofende a Dios (hasta católicos), y lo consideran como “algo normal”, cuando casi nadie sabe cuánto hiere el pecado al corazón de Dios; este aviso es de gran actualidad: “¡Basta ahora, ya es demasiado!”
Sin embargo, en esta aparición, Nuestra Señora enfatiza con palabras fuertes “¡es demasiado!” ¿Qué es lo que significa? Sabemos que cada pecado, aún el más pequeño, ya “es demasiado”, y que es una imposibilidad, si consideramos la infinita majestad y misericordia de Dios, sumado al hecho que el pecado es de alguna manera
la negación de Dios y el esfuerzo de eliminarlo y destruirlo. Desde el primer pecado de Adán y Eva y a lo largo de todos los tiempos, Dios es ofendido en demasía.
Pero hoy, la “mujer envuelta en el sol” obra un milagro increíble de manera que cada uno pueda creer; se acerca a “cada uno” de Sus hijos con una delicadeza indescriptible Sus ojos brillan como el sol, Ella arde de amor como el sol, Ella permanece ante mí en su majestad y Su corazón habla más que sus labios: “¡Hijo mío, mi querido hijo! Por favor, no ofendas más a Dios, ¡porque ya lo has ofendido DEMASIADO! Innumerables veces tus pensamientos, tus deseos, tus palabras y tus acciones han merecido la condenación eterna ¿Cuánto más tiempo vas a continuar provocando la Santidad infinita de Dios? Yo, tu Madre Celestial, vengo ahora a ti para decirte lo que yo quiero: salvarlos, mis hijos, a cualquier precio, de los fuegos del infierno. El infierno existe, y como ya has ofendido a Dios demasiado, te encuentras a un metro del abismo eterno. Yo, tu amada Madre, ¡no puedo soportar más esto! ¡Yo lloro y agonizo por ti! Por favor no sigas por este camino, sino será demasiado tarde Para tantos que no han dejado de pecar, ¡fue demasiado tarde!
Pero esto no es todo. Tenemos que apreciar más profundamente el sentido de este llamado ansioso: un corazón noble nunca puede decir “suficiente” en su amor, siempre quiere amar más y sin límites. Por el contrario, el mínimo daño, la más pequeña ofensa hacia el amado es siempre “demasiado”, el corazón amante no soporta nada que hiera al amado. Y aquí Nuestra Señora lamenta de nuevo: “¿No ves el amor infinito de mi Hijo, toda Su Sangre derramada por ti, como Él mismo se aniquiló en la pequeña Hostia por ti, para que estés cerca de Él en el Santísimo Sacramento? Él quien es casi siempre olvidado, abandonado y despreciado por ti, ¡no te olvida ni te abandona! Además: ¿no ves que mi amor maternal es mayor que aquél de todas las madres del mundo reunidas?” De esta manera, Ella me conduce hacia la intimidad de Su Inmaculado Corazón para
despertar mi corazón, ponerle fuego y encender en él el amor hacia Dios. Sin embargo, el primer y fundamental acto de amor es evitar todo lo que pone triste y hace llorar al amado; y todo lo que podría herirlo es siempre ¡DEMASIADO!
Entremos otro paso más profundo en el Corazón de Nuestra Madre y preguntémosle sobre este “demasiado” Seguramente me abrirá Su Corazón para que pueda verlo para mi salvación. Ya hemos considerado esto antes. Pero más allá de Su infinito amor hacia nosotros, Sus hijos perdidos, Ella nos ama aún de otra manera: No nos olvidemos nunca que la Inmaculada contempla incesantemente en el Cielo la misma esencia de Dios. Más que ninguna otra criatura, y más que todas las otras criaturas (almas y ángeles reunidos), Ella LO conoce y lo ama Ella comprende que toda la creación, incluyendo Ella misma, es estrictamente nada delante de Dios, menos que lo es una pequeña gota en comparación con el océano infinito. Pero Ella no sólo comprende Su infinita MAJESTAD, Ella comprende LA MISMA ESENCIA DE LA SANTISIMA TRINIDAD: “¡DIOS ES AMOR!” Su único amor es una fiel copia del amor eterno del Hijo al Padre, del amor del Padre al Hijo y del amor de ambos en sí mismos: EL ESPIRITU SANTO.
Como la Esposa Inmaculada del Espíritu Santo, Ella recibe SU AMOR total y completamente en Su Corazón: las llamas de Su Corazón son la presencia de DIOS–AMOR en medio de las criaturas.
Ahora este amor es “luz, ¡y no hay oscuridad en Él!” Esto significa que el amor de Dios no puede tolerar ninguna oscuridad. En Fátima, ELLA viene a la oscuridad pecaminosa de este mundo, y en este día, como conclusión de sus peticiones, Ella nos dice lo que realmente quiere. En la luz de la majestad y el amor inagotable de Dios grita y expele de Su Corazón que ES AMOR: “¡Ya no ofendan más a Dios, que ya está muy ofendido! Te suplico, déjate invadir por este océano brillante e infinito. ¡Él lo desea con una ansia ilimitada! ¡Ven a mi Inmaculado Corazón para aprender de mí cómo recobrar <tu primer amor que has perdido>!” Quienquiera que permita ser tocado por estas palabras y por el CORAZON del que proceden, debe responder inmediatamente: “¡Oh sí! Te he descuidado y ofendido ya demasiado. ¡Te he insultado demasiadas veces! Dame la gracia para cambiar y no ofenderte más, mi divino Amor ”.
No es difícil descubrir en esta frase los temas centrales del mensaje de Fátima: “conversión y reparación”. “No ofenderlo más” significa conversión. Este es también el comentario de Sor Lucía: “Considero entonces, que es la voluntad de Dios hacer uso de mí para recordar al mundo que es necesario evitar el pecado, y hacer reparación al Dios ofendido, por medio de la oración y la penitencia”.
2°) "Recitar el Santo Rosario cada día"
Nada ha sido repetido por Nuestra Señora en Fátima tan frecuentemente, como esta petición. Si dejar de ofender a Dios y por ende, agradarle y de esta manera salvar almas, son consideradas las metas de las apariciones en Fátima, entonces presento el Santo Rosario como el medio universal para alcanzar la meta.
Por consiguiente, podemos considerar la aparición de este 13 de octubre como una solemne conclusión de lo que Nuestra Señora comenzó a revelar ya en el siglo XII a San Domingo, cuando le dio el Santo Rosario como un medio para convertir a los herejes. Dos siglos más tarde, el Venerado Alanus de Rupe recibe las famosas 15 gracias especiales prometidas a aquellos que rezan el Santo Rosario con devoción. De nuevo, dos siglos más tarde, la primera Cruzada del Rosario, iniciada por San Pio V, que provocó la victoria milagrosa en Lepanto (1571) de una pequeña armada católica contra la inmensa armada de los turcos islámicos. A esto le siguieron victorias milagrosas similares en Manila (1646), Viena (1683), Peterwardein (1716), etc. Otra vez, dos siglos más tarde, Nuestra Señora misma le muestra al mundo la importancia del Santo Rosario cuando aparece en Francia Lourdes es la manifestación grandiosa del poder extraordinario del Santo Rosario ¡Pero en ninguna parte pide por su recitación con tanta insistencia como en Fátima!
Antes del 1917, el Santo Rosario era rezado durante el mes de octubre y en algunas ocasiones importantes. Solamente cuando Nuestra Madre Celestial insistió seis veces que se rezara diariamente, se estableció esta costumbre en todo el mundo. Nos damos cuenta de la extrema importancia del Santo Rosario cuando consideramos sus innumerables frutos y efectos. Pero el testigo más sorprendente de su importancia es Nuestra Señora misma, cuando, en este día, revela quién es Ella: “Yo soy Nuestra Señora del Santo Rosario”. Meditaremos sobre este título más abajo, y también daremos una breve respuesta por qué el Santo Rosario es tan único y tan absolutamente grande. Después de la Santa Misa y la Divina Liturgia, es la oración más importante de la Iglesia.
En Fátima, Nuestra Señora también nos muestra uno de los efectos o frutos más importantes del Rosario:
Primero, el 13 de mayo, declara a Francisco que él iría al Cielo, pero que tendría que recitar muchos Rosarios Ahora, esta intimidación no sólo toca a Francisco, sino a todos. En otras palabras, nuestra salvación y particularmente nuestra santidad está íntimamente relacionada con el Santo Rosario.
Segundo, cuando Lucía pregunta por la sanación de gente enferma, o por ayuda en otras dificultades, Nuestra Señora repite muy frecuentemente, que “ellos deben recitar el Rosario diariamente para recibir estas gracias”.
Tercero, Sor Lucía explicó al Padre Fuentes que ahora (para los últimos tiempos) Dios nos da los dos últimos medios de salvación: la devoción al Santo Rosario y al Inmaculado Corazón de María.
Y si Ella dice que son los últimos, entonces no habrán más. Esto nos muestra la gran importancia del Santo Rosario en nuestros tiempos apocalípticos, tanto que únicamente estas dos devociones garantizan nuestra fidelidad y perseverancia durante las luchas finales.
Finalmente, en este 13 de octubre, Nuestra Señora revela otro gran efecto del Santo Rosario: obtiene el fin de la guerra Consideremos este último punto detalladamente:
Estamos en el año 1917, la Primera Guerra Mundial entra en su fase más horrible y mortal. Casi no hay una familia en Europa que no haya tenido que enviar a sus hijos a la guerra, y todos estaban preocupados con la cuestión. Con esa perspectiva, podemos comprender por qué Nuestra Señora se refiere varias veces a esa Guerra Mundial y promete su fin.
Sin embargo, el mensaje de Nuestra Señora no sólo concierne a la gente que vivía en 1917, sino que por medio de ellos, concierne a todas las gentes de todos los tiempos. Similarmente, vemos en el Evangelio que Nuestro Señor mismo anuncia proféticamente la destrucción de Jerusalén (que sucederá en el año 70), y entrelaza este evento histórico con el fin del mundo. Podemos aplicar este lenguaje profético de Nuestra Señora en Fátima: directa e inmediatamente, habla del fin de la Primera Guerra Mundial y del retorno a casa de los soldados Pero estas mismas palabras deben ser comprendidas por todas las gentes en todos los tiempos. Todo el que viene a Fátima, recibe la promesa de Nuestra Señora: ¡La guerra terminará y los soldados retornarán a sus casas! ¿Como podemos entender esto? Debemos preguntarnos, ¿qué significa “guerra” y particularmente “fin de la guerra” para nosotros?
Primero, significa que somos miembros de la Iglesia Militante y nuestra vida es una Guerra Cristiana. Las guerras públicas de la gente y las naciones uno contra el otro son sólo una expresión y un símbolo de la guerra entre el bien y el mal, entre la gracia y el pecado, entre Nuestra Señora y el diablo, entre Cielo e infierno.
En una guerra necesitamos buenas armas, y no sólo eso. Los soldados tienen que ser hábiles y estar bien entrenados en el uso de las armas El arma por excelencia ofrecida por Nuestra Señora es el Santo Rosario. Y si usamos ese arma conforme con el deseo de nuestra “comandante en jefe”, Ella nos anuncia solemnemente que esta guerra terminará y los soldados podrán ir a su hogar, que final- mente alcanzarán el hogar eterno.
Segundo, esto significa que debe haber alguien que gana y alguien que pierde las batallas; debe haber una derrota y una victoria. La victoria: toda victoria verdadera en este mundo es obtenida por ELLA, y por medio de Ella por todos aquellos que meditan los misterios del Rosario. Esto es confirmado por la Iglesia, quien declara la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias como también la fiesta de Nuestra Señora del Santo Rosario.
Tercero, el final de la guerra y el resultado de la victoria es PAZ. No hay victoria o paz sin Ella — esto ya lo ha demostrado con las victorias milagrosas del siglo XVI en adelante; este también será el mensaje en Tuy. En Fátima, Nuestra Señora vino a revelar que Ella es el único dispensario del don de la paz, y que quiere que obtengamos esa paz a través del Santo Rosario (véase también las apariciones del 13 de mayo, 13 de julio, 13 de septiembre).
En otras palabras, el Santo Rosario es el único pacificador en nuestra vida. La paz de las armas no puede ser sino una condición externa de la verdadera paz que San Agustín y Santo Tomás definen como la “tranquilidad del orden” Ahora sabemos que nuestro corazón es un campo de batalla y que “el diablo gira incesantemente alrededor nuestro como un león rugiente tratando de devorarnos”.
Es difícil tener la paz en nuestras almas y muy frecuentemente estamos preocupados, inquietos y agitados. Los más pequeños eventos nos hacen perder la paz de nuestro corazón. Qué preciosa es entonces la promesa de Nuestra Señora, que el Santo Rosario nos da la atmósfera de orden y armonía. La más alta y verdadera paz, no obstante, es una vida en amistad con Dios, una vida en la gracia santificante. Y esta gracia es otorgada y conservada gracias al Santo Rosario. Asimismo, podemos extender esta promesa a todas las situaciones e instituciones que necesitan absolutamente la atmósfera de paz si quieren sobrevivir: las familias, las escuelas, las parroquias, conventos, pueblos, etc.
Efectivamente, el 13 de octubre Nuestra Señora nos dijo lo que quiere De manera sorprendente y original, les recuerda a sus hijos la meta de sus vidas y la necesidad de alejarse radicalmente (=conversión) de todo lo que ofenda a Dios, y también la importancia de consolar el amor infinito, que ya “ha sido muy ofendido”, haciendo actos de reparación por los pecados. Pero Ella no es sólo una maestra que nos recuerda y enseña sobre la única necesidad de la gran verdad en nuestra vida. Como la mejor de las madres, nos da los medios necesarios para ganar la batalla contra el diablo y el pecado. Y aquí aparece el tercer gran tema de Fátima: la consa- gración. Ciertamente en este día Ella no habla directamente del acto de consagración, pero explica el sentido interior y la vida de consagración, sin la que los más solemnes actos y oraciones no tendrían ningún sentido. El Rosario es la devoción que, de manera práctica y simple, consagra nuestra vida diaria a Dios por medio de María.
3°) "Yo soy la Señora del Santo Rosario"
Después de haber considerado lo que quiere Nuestra Señora, aprenderemos ahora quién es Ella Al igual que en Lourdes, aunque sus confidentes la habían reconocido desde el primer instante, Ella todavía no quiso revelar su nombre ¿Por qué este retraso, cuál es el misterio, si no es el de guiar nuestra atención aún más al nombre que es la expresión concreta del mismo misterio de su persona?
En Lourdes, Nuestra Señora no reveló Su nombre hasta el 25 de marzo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”; y Bernardita observó: “éstas fueron las últimas palabras que Ella me dijo”.
En Fátima también, Ella no reveló Su nombre hasta la última de las apariciones en Cova da Iría: “Yo soy Nuestra Señora del Santo Rosario” A nuestro conocimiento, es la primera vez que Nuestra Señora pronunció tales palabras; y es de suma importancia explo- rarlas a fondo, dado que la Madre Celestial (similar a Lourdes), nos permite entrar dentro de la misma esencia de Su ser, de Su inefable misterio.
“Yo soy…”
Estrictamente hablando, no hay criatura que pueda declarar tal cosa: “¡Yo soy!”, porque de nosotros mismos ¡somos nada! Toda criatura debería responder a la pregunta “quién eres tú” con las palabras de San Juan Bautista: “¡yo no soy!” Hemos recibido lo que somos y lo que tenemos; esto significa que recibimos nuestro ser, nuestras cualidades, nuestros talentos como una limitada parti- cipación del ser y de las perfecciones de Dios. Nunca podemos decir “yo soy sabiduría” sino solamente “yo recibí una parte de la sabiduría de Dios”; ó “yo soy la vida” sino “yo recibí mi vida como una limitada participación en la vida de Dios” Sólo Dios puede decir “¡Yo soy!” Y Él dijo precisamente esto cuando reveló a Moisés por primera vez en la historia Su propio nombre “¡Yo soy quien Yo soy!” Luego, Nuestro Señor Jesucristo también aplicará a sí mismo la prerrogativa divina cuando dice: “¡Yo soy la Vida!
¡Yo soy la Verdad! ¡Yo soy la Resurrección! ¡Antes que Abraham fuese, yo soy!”
Aún así, ambas veces, en Lourdes y en Fátima, Nuestra Señora dice claramente “Yo soy” al definir su propia esencia y revelar su nombre profundo ¿No es una blasfemia atribuirse a sí mismo algo que sólo Dios puede decir? Esta objeción fue hecha en Lourdes en el proceso canónico en el cual se decidió sobre la autenticidad de la aparición.
San Maximiliano nos da una explicación maravillosa Describe que el Espíritu Santo es de hecho la siempre santa, siempre “inmaculada” concepción del Padre y del Hijo, la unión del Padre y el Hijo, su Amor mutuo. Sólo Él puede decir estricta y debidamente: “¡Yo soy la eterna, purísima, santísima, Inmaculada Concepción!” Nuestra Señora fue creada como la Esposa del Espíritu Santo: “Si entre las criaturas la esposa toma el nombre del esposo porque pertenece a él, se une a él, se hace su igual y se convierte, en unión con él, en el instrumento por medio del cual se crea nueva vida, cuánto más verdadero es esto para el nombre del Espíritu Santo. Inmaculada Concepción es el nombre de la Mujer en la cuál Él vive en ese Amor que es fructífero para todo el orden sobrenatural.”
Por lo tanto, Nuestra Señora es la única criatura que puede decir “Yo soy”, porque está completamente unida a la Santísima Trinidad, pero más especialmente al Espíritu Santo. San Maximi- liano no puede encontrar palabras equivalentes para expresar cómo el Espíritu Santo y la Inmaculada son uno: “Ella es la pura presencia de El en el mundo; El está tan unido a Ella que uno puede hablar de una casi-encarnación: “¿Qué tipo de unión es ésta? Es sobre todo interior: es la unión de todo el ser de Ella con el ser del Espíritu Santo. El Espíritu Santo mora en ella, vive en Ella desde el primer instante de Su existencia, y Él va a hacerlo siempre y por toda la eternidad ”.
“Yo soy… Nossa Senhora“
La versión inglesa “I am Our Lady…” no es la traducción exacta de “Nossa Senhora”, que es la palabra femenina para “Senhor”, y significa “ama” o “dueña”. Uno podría traducir la frase completa: “Yo soy la Reina del Santo Rosario” La palabra “Senhora” denota autoridad, reino y gobierno. De hecho, Fátima es una manifestación extraordinaria del poder real de la Madre de Dios, de la OMNIPOTENTIA SUPPLEX (omnipotencia suplicante).
Esta frase, sin embargo, es un problema Gramaticalmente correcto se diría: “Yo soy vuestra Reina”, “Yo soy la Reina”, etc. Pero Ella dice: Yo soy… ¡Nuestra Señora!
Quizás adoptó la expresión común de “Nuestra Señora”, que la gente en todo el mundo Le ha dado. Ella ama tanto esta invocación que se la atribuyó a sí misma “Yo soy realmente aquella que vosotros llamáis <Nuestra Señora> Vosotros me llamáis <Nuestra Señora> y tenéis razón, ¡yo lo soy!”.
Por medio de esta expresión poco común, Ella trata de explicar que es realmente “Señora”, la Reina que recibió de Su Hijo divino la plena dignidad real y autoridad ejecutiva. Pero esta autoridad y poder es “nuestra”, nos pertenece María es “Nuestra Señora”, parte de nosotros: en otras palabras, Su autoridad y poder es sólo para nuestro bien, para nuestra causa, para nuestra felicidad.
“Yo soy Nuestra Señora del Santo Rosario”
Su autoridad real se especifica en la palabra “Rosario”. Esto significa que el Santo Rosario es el lugar y la atmósfera en la cual Ella ejerce su ser como Reina, Dama y Señora.
¿Qué es el Santo Rosario?
“Rosarium“ es el ramo de las más bellas rosas de virtud, amor y santidad ofrecidas al Altísimo para nuestra salvación. Es la cadena que une el Cielo con la tierra, el ancla que encadena el barco del alma con el puerto eterno. Es la corona de las más bellas joyas, el más precioso regalo para el Rey eterno “Yo soy Nuestra Señora del Rosario” significa: “Yo misma soy la conexión entre el Cielo y la tierra, la escalera con la cual Dios baja al mundo y por la cual vosotros retornáis a Dios. Yo soy la <Señora>, la autoridad para ordenar y mandar a todas las “rosas”, todas las buenas obras e intenciones de mis hijos, que han de ser ofrecidas a Dios. Yo tomo todas las joyas de mis hijos y uno a ellas todas mis virtudes y mi inmenso amor para así hacer una corona inmaculada, digna para poner sobre la cabeza de mi Hijo divino como un acto supremo de honra, adoración y sumisión”.
Una vez más: ¿Qué es el Santo Rosario? Es la vida, la muerte y la resurrección de Nuestro Señor revivida, meditada en nuestro corazón ¡con y en María! “Yo soy Nuestra Señora del Santo Rosario” significa que Ella es la “Señora” de la vida, muerte y resurrección de Nuestro Señor recordada y revivida en nuestros corazones y presente en el altar de nuestra salvación. ¿Pero es que esto significa que el reavivamiento espiritual de los 33 años de Nuestro Señor está en nosotros? Simplemente significa que Jesucristo mismo entra en nuestras almas con Su Preciosa Sangre, para limpiarnos de nuestros pecados, para purificarnos de la lepra espiritual, para liberarnos de las cadenas del diablo y para convertirnos del camino que lleva al abismo eterno. Después de habernos purificado, Nuestro Señor llena nuestra alma con la vida de Dios, con Su luz y bondad eterna y final- mente, con Su gloria perpetua.
Ahora, Nuestra Señora es la Madre y Reina de este reavivamiento espiritual en Jesucristo: Ella lo hace venir una y otra vez dentro de las almas de Sus hijos con todas las gracias de conversión, purificación, santificación y glorificación.
Entonces, el título “Yo soy Nuestra Señora del Santo Rosario” significa: ¡Yo soy la Medianera de Todas las Gracias!
Su Mediación está perfectamente descrita en el Santo Rosario como ya lo hemos visto: Ella es la conexión, el lazo de Dios hacia nosotros (la teología nombra esto la mediación descendiente; mediatio descendens), pero también el lazo de nosotros hacia Dios (la teología nombra esto la mediación ascendente; mediatio ascendens). El Santo Rosario es en primer lugar la ilustración de la misericordia infinita de Dios, El viene de Su plenitud y luz eterna a nuestra oscuridad y nuestra nada. Nuestra Señora es el canal a través del cual la luz, la gracia y la misericordia infinita desciende a nuestros corazones. San Maximiliano Kolbe dice: “Gesta Dei per Immaculatam” — todos los “gestos” de Dios hacia nosotros por medio de la Inmaculada. Segundo, el Santo Rosario es la ilustración de nuestra respuesta a Dios, de nuestro retorno a Dios por medio de Ella, conforme con la antigua frase de los Padres “per Mariam ad Jesum” o conforme con sus propias palabras: “Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te lleva a Dios”.
Su Mediación universal es explicada por Nuestra Señora más concretamente en las tres visiones que tuvieron los niños, mientras los peregrinos contemplaban el Milagro del Sol.
“Primero tuvimos la visión de la Sagrada Familia: San José y el Niño Jesús bendiciendo al mundo, y a la izquierda, Nuestra Señora, tal como apareció sobre la encina ”.
“Yo soy la Señora del Santo Rosario, y primero, de los misterios gozosos ”. Como Medianera nos trae estos misterios a nuestro corazón y de este modo nos hace conocer a Nuestro Señor ¡en Su personalidad divina y humana! Él vino mediante Ella al mundo; mediante Ella nació en Belén, mediante Ella San Juan fue santificado, y es Ella quién lo trae a nuestras almas (mediatio descendens).
Asimismo, por la meditación del Santo Rosario, Ella nos lleva espiritualmente a Nazaret, a Belén, a Egipto, y de nuevo a Nazaret, para que imitemos la vida oculta de Nuestro Señor y copiemos en nuestra vida de familia, la vida de la Sagrada Familia (meditatio ascendens). En la medida en que nos unamos a la Sagrada Familia e imitemos su vida, recibiremos “la bendición de San José y del Niño Jesús”.
“Entonces la luz cambió y de repente apareció la Virgen como Nuestra Señora de los Dolores. Nuestro Señor, que bendecía la multitud, reemplazó a San José. Nuestro Señor apareció en Su adultez y estaba vestido de rojo, sin duda para recordarnos el manto púrpura, con el cual fue vestido en el pretorio, durante la escena de los ultrajes y la coronación con espinas”.
Nuestra Señora es la Señora de los misterios dolorosos: cuando se encontraba al pie de la Cruz, Nuestro Señor Le dió todos los frutos y gracias que emanaban de Sus miles de heridas y Su Corazón traspasado. Ella recogió en Su Corazón todos los frutos del trabajo de redención, de Su Santa Pasión y Su Muerte en la Cruz. Allí Nuestro Señor declaró que Ella será nuestra Madre para dar todas las gracias a Sus amados hijos (meditatio descendens). Y por medio de la meditación de estos misterios, Ella nos invita a permanecer y arrodillarnos al lado de Ella al pie de la Cruz, donde Nuestro Señor “atraerá a sí mismo y a Su Padre Celestial” todos aquellos que han perseverado fielmente en Su Fe y Su gracia, protegidos y guiados por Su Madre, la Madre de los Dolores (meditatio ascendens).
“Esta aparición también desapareció y vi a Nuestra Señora una vez más, esta vez parecida a Nuestra Señora del Carmen”.
Finalmente, Ella es la Señora de los misterios gloriosos: Ella nos trae el triunfo sobre el diablo, el pecado, y la condenación; Ella nos trae la vida eterna; Ella brinda todas las glorias de la Iglesia Triunfante a nuestro corazón. Ella nos ofrece el escapulario como símbolo del cuidado y la protección materna (meditatio descendens) Queremos llevar el escapulario fiel y devotamente, queremos reconocer y proclamar que somos Sus hijos y que Ella es “Nuestra
Señora y Nuestra Reina” y así prepararnos para una muerte santa (véanse las promesas del escapulario). Este es el más bello tema de la meditatio ascendens, una ascensión espiritual en Ella y con Ella hasta la resurrección eterna y la vida en el Cielo.
¿Cuál es el gran mensaje de Fátima? ¿Quién es ELLA que viene a nuestro rescate en las horas más oscuras de este mundo?
“YO SOY LA NUESTRA SEÑORA DEL SANTO ROSARIO”, dice.
Y esto significa: “YO SOY LA MEDIANERA DE TODAS LAS GRACIAS”.
¿Pero dónde está la sede de todas las gracias? ¿Dónde está el mismo centro de mi ser más íntimo (“yo soy”)?
¡ES MI INMACULADO CORAZON!
Llegamos a la conclusión de que en verdad, Nuestra Señora mediante Sus pocas palabras durante la última aparición en Cova da Iría, nos entregó en su sustancia el misterio completo de Fátima; y es exactamente este misterio que todos deben aceptar y creer. No es simplemente una opción para un cierto grupo de devotos de Nuestra Señora. Es para todos los hombres que viven en este mundo: para que los no creyentes se conviertan; para que los indiferentes sean celosos; para que los pecadores regresen al estado de gracia; para que los fervorosos sean santos; para que “todos los que están sentados en la oscuridad y en las sombras de muerte” encuentren la vida eterna y la paz perpetua. Encontramos todas estas categorías de personas presentes en este día en Fátima, siendo testigos de uno de los milagros más grandes jamás vistos en el mundo.