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Sábado siguiente de la Octava de Corpus: Memoria Litúrgica del Inmaculado Corazón de María



El Corazón Inmaculado de María: Al día siguiente (sábado) de la solemnidad del sagrado Corazón de Jesús, la Iglesia celebra la memoria del Corazón Inmaculado de María. La contigüidad de las dos celebraciones es ya, en sí misma, un signo litúrgico de su estrecha relación: el misterio del Corazón del Salvador se proyecta y refleja en el Corazón de la Madre que es también compañera y discípula. Así como la solemnidad del sagrado Corazón celebra los misterios salvíficos de Cristo de una manera sintética y refiriéndolos a su fuente - precisamente el Corazón -, la memoria del Corazón Inmaculado de María es celebración resumida de la asociación "cordial" de la Madre a la obra salvadora del Hijo: de la Encarnación a la Muerte y Resurrección, y al don del Espíritu. Las expresiones de la piedad popular hacia el Corazón de María son: la consagración de cada uno de los fieles, de las familias, de las comunidades religiosas, de las naciones; la reparación, realizada sobre todo mediante la oración, la mortificación y las obras de misericordia; la práctica de los cinco primeros sábados de mes. 

A través de la devoción a su Corazón, la Virgen nos revela un aspecto muy profundo de su amor maternal.  Además, su Corazón se convierte en nuestro hogar, nuestro refugio y nuestro camino. La Madre de Dios nos trata como a los seres que más ama, a quienes considera dignos de compartir su amor. Si pensamos un poco sobre nuestra condición de miserables pecadores, malos e indignos hijos, no podemos dejar de admirarnos por tanta condescendencia.

La grandeza, sublimidad e importancia de su Corazón Inmaculado, revelado a nosotros, pobres hijos de Eva, es explicada por el Mismo Señor, cuando le dice a Sor Lucía: “Con inmensa ansiedad deseo la propagación del culto y la Devoción al Inmaculado Corazón de María, porque este Corazón es el imán que atrae las almas a Mí; es el foco ardiente  que emana hacia el mundo los rayos de Mi luz y Mi amor; es finalmente la fuente de donde salen hacia el mundo las aguas de vida de Mi misericordia.” (carta de la Hermana Lucía al Obispo Gurzy, 27 de mayo de 1943).

Estas palabras reflejan el intenso deseo de Nuestro Señor de presentar al mundo a su Santa Madre en toda la extensión de su maternidad espiritual. Estas palabras incluso expresan el increíble amor de Dios hacia nosotros, al querer ir hasta los límites para salvarnos, pobres pecadores. Pero si Nuestro Señor tiene tal deseo, ¿cómo podemos ser tan perezosos, indiferentes, y despreocupados, viendo que hay tanta gente que desconoce por completo el misterio del Corazón de la Inmaculada?

Nuestro Señor nos ofrece además una importante precisión: Él desea ambas cosas, el “culto” y la “devoción”:  La devoción expresa nuestra relación personal con María, de alguna manera, nuestro corazón en Su Corazón. Es la actitud de un hijo amante que siempre está dispuesto a dar todo el honor, adoración, atención y tiempo, a una madre tan amada. El culto favorece la celebración pública y el reconocimiento de la obra maestra de Dios, el Inmaculado Corazón de María.

Luego, Nuestro Señor utiliza tres imágenes para retratar exactamente el papel del Inmaculado Corazón: imán de atracción a Él; foco ardiente del cual el mundo entero recibe su luz y amor; y fuente que nunca se seca de Su infinita misericordia. Esto significa que cuando contemplemos con devoción el Corazón de María, siempre estaremos más atraídos hacia Él; seremos penetrados por Su propia luz para conocerlo mejor y más, y por Su amor, amarlo en retorno, y en Él a todos los otros seres; y tomaremos siempre de la fuente de Su misericordia para hacer de nosotros buenos hijos de Dios.


ORACIÓN POR MEDIO DEL CORAZÓN DE MARÍA

Clementísimo Dios, que para salvación de pecadores y refugio de desgraciados, quisiste que el Corazón inmaculado de María fuese lo más parecido en caridad y misericordia al divino Corazón de su Hijo Jesucristo: concédenos, por la intercesión y méritos del dulcísimo y amantísimo Corazón que ahora conmemoramos, el llegar a ser semejantes al Corazón de Jesús.

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

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