“Es una Reina que da todo lo que posee compartiendo, sobre todo, la vida y el amor de Cristo”, dijo San Juan Pablo II al referirse a la Virgen como Reina del Universo. La Fiesta fue instituida por el Papa Pío XII en 1954.
En la Encíclica “Ad Caeli Reginam” (punto 15), que trata sobre la dignidad y realeza de María, se lee que “Cristo, el nuevo Adán, es nuestro Rey no sólo por ser Hijo de Dios, sino también por ser nuestro Redentor”.
“Así, según una cierta analogía, puede igualmente afirmarse que la Beatísima Virgen es Reina, no sólo por ser Madre de Dios, sino también por haber sido asociada cual nueva Eva al nuevo Adán”.
Por su parte, el Papa Benedicto XVI mientras celebraba esta Fiesta en el 2012 dijo que María “es Reina precisamente amándonos y ayudándonos en todas nuestras necesidades, es nuestra hermana y sierva humilde".
He aquí una de las tantas razones por las cuales el Papa Francisco ha twiteado este mes pequeñas oraciones de súplica a la Madre de Dios por la paz en el mundo y en especial por los cristianos en Medio Oriente.
Como la del 14 de agosto que dice: “María, Reina de la paz, ayúdanos a erradicar el odio y a vivir en armonía”. O la del día siguiente, en la que pide a María, Reina del Cielo, que nos ayude a transformar el mundo según el designio de Dios.
María, como Madre del Hombre-Dios, Rey del universo por derecho de naturaleza y por mérito de conquista, es Reina Madre. La dignidad real de María ha recibido el tributo de homenaje más insigne y la justificación teológica más amplia y convincente por boca de los Sumos Pontífices.
León XIII veneró a María, con todo el pueblo cristiano, "elevada sobre la gloría de todos los santos, coronada de estrellas por su divino Hijo, sentada junto a Él, Reina y Señora del universo". (Encíclica lucunda semper, 8 de septiembre 1894) . Indagando, a continuación, en su vida los títulos y méritos de tan universal soberanía, que une a Madre e Hijo en el imperio espiritual del mundo, escribió el Papa: "Mientras que es elegida para Madre, sin dudar un momento se proclama y se confiesa esclava del Señor. Y, como ha prometido santamente, y santa y prontamente establece, desde este momento, una perpetua comunidad de vida con su Hijo Jesús, ya sea en la alegría o en el llanto. De esta manera, llega a tales alturas de gloria como ningún ángel podrá jamás alcanzar, porque ninguno podrá parangonarse con Ella, ni en virtud, ni en méritos. Por esto Ie pertenece a Ella la corona del cielo y, porque se convertirá en la Reina de los mártires, la corona de la tierra. Así, en la celestial ciudad de Dios estará sentada en el trono, coronada por toda la eternidad, junto a su Hijo, porque constantemente, durante toda su vida, pero de manera especial en el Calvario, beberá con Él el cáliz rebosante de amargura". (Encíclica Magnae Dei Matris, 8 de septiembre 1892).
Pío XII no es menos generoso en las alabanzas a la celestial Señora cuando afirma: "Jesús es Rey de los siglos, por naturaleza y por conquista; por Él, subordinadamente a Él, María es Reina, por gracia, por parentesco divino, por conquista, por singular elección. Su reino es vasto como el reino de su Hijo Dios, porque nada se halla excluido de su dominio. Por lo cual, la Iglesia saluda a María como Señora y Reina de los ángeles y de los santos, de los patriarcas y de los profetas, de los apóstoles y de los mártires, de los confesores y de las vírgenes; por idéntico motivo, la aclama como Reina del cielo y de la tierra, gloriosa y dignísima Reina del universo y nos invita a invocarla, de día y de noche, entre los gemidos y lágrimas en que abunda tanto este destierro: Salve Regina, Mater misericordiae, vita, dulcedo, spes nostra, salve (Mensaje radiofónico del 13 de mayo 1946).
Esta certeza recibió un nuevo sello, cuando el Romano Pontífice Pío XII, como digna coronación del Congreso Internacional Mariológico-Mariano y, para perpetuo y más vivo recuerdo del primer centenario de la definición de la Inmaculada Concepción, proclamó en la Encíclica Ad Coeli Reginam (11 octubre 1954), la festividad litúrgica de la realeza de María.
En la Santa Misa Tridentina, la fiesta de la Realeza de María se celebraba el 31 de mayo de 2020.
La Naturaleza de la Realeza de María Santísima
El reino de Santa María, a semejanza y en perfecta coincidencia con el reino de Jesucristo, no es un reino temporal y terreno, sino más bien un reino eterno y universal: -"Reino de verdad y de vida, de santidad, de gracia, de amor y de paz" (cfr. Prefacio de la Misa de Cristo Rey).
a) Es un reino eterno porque existirá siempre y no tendrá fin (cfr. Lc. 1,33) y, es universal porque se extiende al Cielo, a la tierra y a los abismos (cfr. Fil. 2,10-11).
b) Es un reino de verdad y de vida. Para esto vino Jesús al mundo, para dar testimonio de la verdad (cfr. Jn. 18,37) y para dar la vida sobrenatural a los hombres.
c) Es un reino de santidad y justicia porque María, la llena de gracia, nos alcanza las gracias de su Hijo para que seamos santos (cfr. Jn. 1,12-14); y de justicia porque premia las buenas obras de todos (cfr. Rom. 2,5-6).
d) Es un reino de amor porque de su eximia caridad nos ama con corazón maternal como hijos suyos y hermanos de su Hijo (cfr. 1 Cor. 13,8).
e) Es un reino de paz, nunca de odios y rencores; de la paz con que se llenan los corazones que reciben las gracias de Dios (cfr. Is. 9,6).
Santa María como Reina y Madre del Rey es coronada en sus imágenes -según costumbre de la Iglesia- para simbolizar por este modo el dominio y poder que tiene sobre todos los súbditos de su reino.
La oración Colecta de la Memoria de Santa María Reina dice: "Oh Dios, que nos han dado como Madre y como Reina, a la Madre de tu Unigénito; concédenos, por su intercesión, el poder llegar a participar en el Reino celestial de la gloria reservada a tus hijos".
La Virgen María, Reina de los Ángeles y de los hombres
En 1954 el Papa Pío XII, instituyó la fiesta Litúrgica del Reinado de María al coronar a la Virgen en Santa María la Mayor, Roma. En esta ocasión el Papa también promulgó el documento principal del Magisterio acerca de la dignidad y realeza de Maria, la Encíclica Ad coeli Reginam (Oct 11, 1954).
El pueblo cristiano siempre ha reconocido a María Reina por ser madre del Rey de reyes y Señor de Señores. Su poder y sus atributos los recibe del Todopoderoso: Su Hijo, Jesucristo. Es El quien la constituye Reina y Señora de todo lo creado, de los hombres y aún de los ángeles.
Juan Pablo II, el 23 de julio del 1997, habló sobre la Virgen como Reina del universo. Recordó que "a partir del siglo V, casi en el mismo período en que el Concilio de Efeso proclama a la Virgen 'Madre de Dios', se comienza a atribuir a María el título de Reina. El pueblo cristiano, con este ulterior reconocimiento de su dignidad excelsa, quiere situarla por encima de todas las criaturas, exaltando su papel y su importancia en la vida de cada persona y del mundo entero".
El Santo Padre explicó que "el título de Reina no sustituye al de Madre: su realeza sigue siendo un corolario de su peculiar misión materna, y expresa simplemente el poder que le ha sido conferido para llevar a cabo esta misión. (...) Los cristianos miran con confianza a María Reina, y esto aumenta su abandono filial en Aquella que es madre en el orden de la gracia".
"La Asunción favorece la plena comunión de María no sólo con Cristo, sino con cada uno de nosotros. Ella está junto a nosotros porque su estado glorioso le permite seguirnos en nuestro cotidiano itinerario terreno. (...). Ella conoce todo lo que sucede en nuestra existencia y nos sostiene con amor materno en las pruebas de la vida".
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