
13 de septiembre de 1917. Los caminos estaban apiñados de gente. Numerosas personas, y hasta señoras y caballeros iban a postrarse de rodillas delante de los pastorcitos, pidiendo que presentasen a la Santísima Virgen sus necesidades. Como relata la Hermana Lucía, "allí aparecían todas las miserias de la pobre humanidad."
Una vez comenzado el rezo del rosario con el pueblo, Nuestra Señora se aparece sobre la encina y dice: "Continuad rezando el Rosario, para alcanzar el fin de la guerra. En octubre vendrá también Nuestro Señor, Nuestra Señora de los Dolores y del Carmen y S. José con el Niño Jesús para bendecir al mundo. Dios está contento con vuestros sacrificios pero no quiere que durmáis con la cuerda; llevadla sólo durante el día."
Ante la petición de Lucía de la curación de algunos enfermos, Nuestra Señora responde: "Sí, a algunos los curaré; a otros no. En octubre haré el milagro para que todos crean." Y comenzando a elevarse, desapareció como de costumbre.
La Virgen María insiste en que se rece el Rosario para alcanzar el fin de la guerra. Hoy el mundo vive tiempos de zozobra, violencia, enfermedades y pestes que asolan la humanidad.
Sin embargo hay un camino de luz. Respondamos a la urgente súplica de Nuestra Señora. Recemos el Rosario todos los días.
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