
MES DE SEPTIEMBRE CONSAGRADO A LOS SIETE DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA
ORACIÓN DE PREPARACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dios y Señor mío, que por el hombre ingrato os hicisteis también hombre, sin dejar por eso la divinidad, y os sujetasteis a las miserias que consigo lleva tal condición; a vuestros pies se postran la más inferior de todas vuestras criaturas y la más ingrata a vuestras misericordias, trayendo sujetas las potencias del alma con las cadenas fuertes del amor, y los sentidos del cuerpo con las prisiones estrechísimas de la más pronta voluntad, para rendirlos y consagrarlos desde hoy a vuestro santo servicio. Bien conozco, dueño mío, que merezco sin duda alguna ser arrojado de vuestra soberana presencia por mis repetidas culpas y continuos pecados, sepultándome vuestra justicia en lo profundo del abismo en castigo de ellos; más la rectitud de mi intención, y el noble objeto que me coloca ante vos en este afortunado momento, estoy seguro, mi buen Dios, Dios de mi alma, suavizará el rigor de vuestra indignación, y me hará digno de llamaros sin rubor.... Padre de misericordia.
No es esta otra más que el implorar los auxilios de vuestra gracia y los dones de vuestra bondad para que, derramados sobre el corazón del más indigno siervo de vuestra Madre, que atraído por su amor y dulcemente enajenado por su fineza viene a pedir esta merced, reflexione y contemple debidamente sus amargos dolores, y causarla de esta manera algún alivio en cuanto sea susceptible con esta ocupación y la seria meditación de mis culpas. Concededme, Señor, lo que os pido por la intercesión de vuestra Madre, a quien tanto amáis. Y vos, purísima Virgen y afligidísima Reina mía, interponed vuestra mediación para que vuestro siervo consiga lo que pide. Yo, amantísima Madre de mi corazón, lo tengo por seguro de vuestra clemencia; porque sé que todo el que os venera alcanzará lo que suplica, y. aunque este en la tribulación se librará de ella, pues no tenéis corazón para deleitaros en nuestras desgracias, y disfrutáis de tanto poder en el cielo que tenéis el primado en toda nación y pueblo ¡Feliz mil veces acierto a conseguir vuestras gracias para emplearme en tan laudable ejercicio! Derramad, Señora, sobre mí vuestras soberanas bendiciones; muévase mi alma a sentimiento en la consideración de vuestros santísimos dolores; inflamese mi voluntad para amaros cada vez más. Entonces sí que os podré decir: "Oh Señora, yo soy tu siervo" Consiga yo, en fin, cuanto os pido, siendo para mayor honra de Dios y gloria vuestra, como lo espero, consiguiendo seguro la salvación de mi alma. Amén.
DÍA XVII
En efecto, Virgen desconsoladísima, somos muy ingratos los mortales. Solamente la fineza del amor de vuestro Hijo, que tanto se realzó en su acerba Pasión, sería bastante para hacernos huir del vicio y cobrarle un horror y tedio especial. Mas la causa de nuestro poco aprecio y correspondencia hace mucho tiempo que está sabida, y es, "el que está desolada la tierra, porque no hay ninguno que reflexione en su corazón. Si esto se hiciera, sin duda alguna el hombre amaría y buscaría la virtud, para demostrar en ello su reconocimiento a los infinitos beneficios del Señor, y su horror al pecado, ocasión y motivo de los padecimientos de Jesucristo. He aquí, alma mía, por qué hoy debes sentir un afecto e inclinación particular a la virtud, cuyo sentimiento deberías desear se comunicase a todas las demás. "No sé, dice el V. P. Fr. Luis de Granada, qué linaje de escusa pueden alegar los hombres para dejar de seguir la virtud, pues tantas razones se presentan en favor de ella." Y a la verdad, que son tantas, que cada vez ofrecen al hombre mil motivos de confusión. Porque ¿qué necesidad tenía Dios de criarle, si tan Dios, tan eterno, tan poderoso y magnífico era, aunque no lo hubiera criado?
Quiso el Señor usar de este rasgo de su omnipotencia y misericordia, y después de sacarle a ver la luz y disfrutar de las cosas que para él había criado, lo extendió aún mucho más en conservar le la vida y hacer producir y fructificar a
todas las criaturas cuanto para ello fuere necesario. Pero, ¿y qué del beneficio tan grande de habernos hecho nacer en el seno del cristianismo, y en el gremio de la Católica Iglesia? ¡Cuántos infelices, que acaso hubieran correspondido mejor que nosotros, han quedado sentados en las tinieblas y sombra de la muerte, y no fueron como nosotros llamados! Sobre todo, alma mía, sobre todo, ¿con qué le pagarás el inmenso beneficio de tu redención? ¿de aquella redención que fue obra de su sangre, de sus tormentos, de su pasión y de su muerte? ¡Oh qué incentivo tan grande es este para que te animes a la virtud!
Además ¿no estás viendo tú misma el gozo y alegría de los que la siguen y la conservan? ¿Cuál hallas a Abraham, a Isaac, á Jacob, á Judit, á Tobías, á Mardoqueo, con otros muchos del antiguo Testamento, y con los apóstoles, discípulos, mártires y confesores del nuevo, aunque fueron tentados, perseguidos, angustiados, calumniados y malquistos de la fortuna? ¡Qué bondad... qué fe que caridad qué confianza, que paz y tranquilidad! ¿Y cuál es la causa, sino la que David asigna cuando dice: mucha paz, Señor, tienen los que aman su ley, ¿y por nada se perturban? En efecto, con qué satisfacción van siempre acompañados; qué superioridad de espíritu los anima en las contradicciones de un mundo que no es digno de ellos; cómo alejan de sí las agitaciones que produce una conciencia manchada y perturbada con el crimen; con qué serenidad aguardan el momento último de su vida, cuando por el contrario los pecadores le temen y tiemblan.
¿Qué más se puede decir ni pensar, alma mía, sobre el fruto de la virtud, cuando ha de ser alabada aun de los réprobos, que llenos de confusión en el juicio clamarán: "Nosotros, insensatos, juzgábamos su vida por locura y su fin por deshonor: les veíamos mortificados apartarse de las vanidades y entregarse al retiro, despreciadores siempre del placer y de la comodidad, compañeros de la penitencia, y entonces les juzgábamos por mentecatos; pero mirad como ahora son contados entre los hijos de Dios, y disfrutarán de su vista en compañía de los santos. Todas estas garantías son premio debido a la virtud Síguela, alma mía; resuélvete de una vez, aunque el mundo te aborrezca, pues bien sabes que primero aborreció a tu Redentor, aunque te rechifle y haga burla de ti, que algún día será para él el pesar, y para ti la satisfacción y la alegría Lo prometo así, Madre amantísima, a lo menos para corresponder y daros muestras de que aprecio y estimo los favores que vuestro Santísimo Hijo me hizo con su pasión y muerte, manifestando en ello ser vuestro siervo reconocido, y confiando merecer por ello una eterna felicidad.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS.
¿Por qué, o Dios mío, no he de daros las más humildes gracias, cuando en esta breve consideración os habéis dignado comunicar a mi alma los importantísimos conocimientos de unas verdades que tan olvidadas y menospreciadas tenía por mi abandono y necedad? ¿Por qué no he de concluir este saludable ejercicio rindiéndoos las más profundas alabanzas, cuando en él siento haberse encendido en mi corazón la llama del amor divino, que tan amortiguada es taba por un necio desvarío y por una fatal corrupción de mi entendimiento? Y pues que vos, que sois la verdad infalible y el verdadero camino que conduce a la patria celestial, habéis tenido a bien de comunicar a mi alma los efectos propios de vuestro amor, con los que puedo distinguir lo cierto e indudable que me sea útil a la salvación, y lo falso y mentiroso que me precipitará a mi perdición, por tanto, Señor, quiero aprovecharme desde este momento de tan divinas instrucciones, para caminar con libertad y seguridad entre tantos estorbos y peligros como me presenta este mundo miserable, y de este modo llegar más pronto a unirme con vos. Consígalo así, Virgen Santísima, para vivir compadeciéndome de vuestros dolores y aflicciones, y cumpliendo la promesa que os hice de ser siervo vuestro. Esta sea mi ocupación, estos mis desvelos y cuidados en este valle de lágrimas, porque así después disfrute en la celestial Jerusalén de vuestra compañía, en unión de tantos fieles Servitas que recibieron ya el premio de vuestros servicios, reinando a vuestro lado por los siglos de los siglos. Amén.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario