Día IX
Por la señal de la santa cruz. Señal de la Cruz.
Oración inicial
Madre mía amantísima del Carmen, aquí vengo a vuestra presencia con el más profundo respeto y veneración a ofreceros el ejercicio de este día, que consagro a vos por haberme admitido, a mí, el más miserable de los hombres, entre vuestros hijos predilectos los Carmelitas, para favorecerme con vuestra especial protección y amor. Yo os doy miles de gracias por ello, Madre mía, y os suplico que iluminéis mi entendimiento e inflaméis los efectos de mi corazón, para hacer con verdadero fruto este ejercicio, a fin de que merezca ser recibido por vos como un obsequio de vuestro hijo. Amén
Entrega del santo Escapulario
I
Este es el diploma más auténtico y explícito que se acredita la filiación especial de los Carmelitas y el amor singularisimo de María a la orden y a cada uno de sus miembros: el santo Escapulario.
Vivía en Inglaterra el santo Simón Stock que, prevenido con las bendiciones del cielo, había dado, ya desde niño, muestras de la gran santidad a qué Dios le llamaba, manifestándose en él de una manera especial la grandísima devoción que profesaba a la virgen María. A la edad de 12 años se retiró, ejemplo del Bautista, a un desierto, y allí, en la concavidad del tronco de un árbol, retirado de todo trato humano, pasaba las noches y los días en altísima contemplación y austerisima penitencia.
Veinte años estuvo en esta soledad labrando su espíritu, como preciosa piedra que debía colocarse en la Jerusalén celeste. Avisado por la virgen, tomó el hábito de su orden del Carmen, qué hacía poco se había establecido en occidente. Su espíritu altísimo y su gran sabiduría, no menos que su prudencia superior, hicieron recaer sobre él el generalato de la órden, que gobernó por espacio de 20 años.
Viendo el santo general que su orden estaba muy perseguida de los enemigos más temibles, acudir constantemente a María para que salvase su religión y le suplicaba que le diese alguna muestra sensible y exterior de su especial amor y protección, porque con ella estaba seguro el santo que se humillarían sus enemigos.
Era el 16 de julio de mil 251 cuando el santo acudió como solía a la protección de María para que defendiera su orden, vio abrirse los cielos y aparecer en las nubes, radiante de Gloria y acompañada de los Ángeles y serafines, a la madre de Dios María santísima, qué vestido con el hábito del Carmen, traía en sus purisimas manos el santo Escapulario, y acercándose al santo, llena de Gloria e inspirando amor y confianza, le dijo:" recibe, hijo mío muy amado, este Escapulario de tu orden, señal de mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los Carmelitas; el que muriere con él no se condenará. He aquí la señal de salud, salvación en los peligros, convención de paz y de pacto sempitero" . ¡Oh admirable misericordia y bondad de la madre de Dios! ¡Oh amor grandísimo e invencible para sus Carmelitas! bastaba haber confortado al santo con alguna palabra de consuelo; bastaba haberle dado el santo Escapulario; pero quiso añadir aquellas consoladoras e inolvidables palabras, dignas de grabarse en todos los corazones: señal de mi confraternidad, privilegio para ti y para todos los Carmelitas, y el que muriere con él no se condenará: <in quo quis pie moriens æternum non patietur incendium.> ¿No es esta una demostración nunca vista de la predilección qué tiene María a su orden?
¿No son estas palabras de María nacidas todas de lo más mínimo y afectuoso de su corazón?
Es cierto que también a San Ildefonso Arzobispo de Toledo le trajo María del cielo una casulla, a San franco Carmelita el hábito, y a otros tantos otras prendas; pero eran favores particulares que se concretaban a la persona a quien se hacían y no llevaban ninguna promesa, ni de su especial filiación, ni para la vida futura; más el don del santo Escapulario, además de que su virtud se extiende hasta la otra vida, apartandonos del infierno y liberándonos del purgatorio, es la prueba más clara y como un testimonio o un contrato con el cual María ratifica y manifiesta una vez más, que la orden del Carmen y cada uno de sus miembros militan bajo su filiación especial: " "Signum confraternitatis meæ"
II
¿Qué más podrías esperar tu de tu madre, alma mía, que recibir un don tan rico, un recuerdo tan grato, un beneficio tan singular que lleva en sí el amor más fino de una Madre, la protección más segura de una Reina, el amparo más continuo del cielo, la consolación más firme, la esperanza más fundada y la dicha más verdadera de tu corazón? Porque todo esto es María para ti: es Madre la más cariñosa, es Reina la más misericordiosa, es Cielo de alegría para el corazón, consolación la más pura, esperanza sin temor, dicha la masa inefable después de Dios, y todo esto te lo da en este día con el Don del Santo Escapulario, en el cual ha puesto ella su virtud y todas sus gracias.
Recíbelo, pues, con fe, con amor, con entusiasmo, llévatelo a lo más recóndito de tu corazón, porque él es la preciosa margarita en el Evangelio, qué para poseerla vendió el hombre todo lo que tenía; el será para ti la sal que te preservará de la corrupción; el será, en fin, la lámpara encendida que busca el esposo de las almas, y cuya luz alumbrará y dirigir a tus pasos hacia fijarlos en las playas de una eterna felicidad.
Recibe pues, este donde tú amorosa Madre como un presente riquísimo del cielo, estrella lo contra tu corazón y procura mover a este con los más ardientes afectos para agradecer a tu buena Madre está gracia, y dile: Madre mía amantísima del Carmen, agradezco en el alma este favor, aprecio vuestro santo Escapulario más que todas las riquezas del mundo, mi lengua no cesara de alabaros y mi corazón jamás se olvidará de Vos, y antes quiero que mi lengua se pegue al paladar que cese de alabaros, y antes quiero olvidarme de mí que a vos olvidaros. Pero no, no me olvidaré, porque vos habéis robado mi corazón y ya no es mío, sino vuestro; por eso ya sólo entiende en amaros, sólo entiende en serviros y está esperando de vos para cumplir vuestro agrado.
Vuestra misericordia ha hecho cosas grandes en mi, y en este día me habéis alcanzado la bendición del padre, habéis hecho recaer sobre mí la primogenitura, me habéis adornado con vestido de Gloria y me habéis introducido en vuestro Carmelo santo; por todo os bendigo y alabo, os doy millones de gracias, y en este día consagrado a vos recordaré vuestras misericordias y cantaré vuestras alabanzas aquí en la tierra, seguro de que vos me llevaréis después a cantároslas en el cielo.
Oración final
Gloriosísima Virgen, Reina de los Ángeles, Madre de Dios y de los Carmelitas, María Santísima, yo el más indigno de vuestros hijos acudo a vuestras plantas con el afecto que me inspira vuestro amante corazón y la confianza que me da en santo escapulario, prenda vuestra riquísima y señal de mi salvación, para presentaros las suplicas y afectos que mi corazón ha formado en este día en obsequio vuestro para más amaros y mejor serviros. Vos como Madre de Dios y dispensadora de todas las gracias del cielo, todo lo podéis, y como Madre amante y especial de los que visten vuestro santo escapulario, no os negareis a recibir mis pobres suplicas y alcanzarme el remedio de mis necesidades, la gracia de que mi alma os ame y sirva cada día mas durante mi vida y después merezca ser ayudado de vos en la hora de mi muerte.
Pídase ahora con toda confianza la gracia que se desea alcanzar de la Virgen del Carmen.
Ejemplo
El P. Svanington, secretario de San Simón Stok, refiere el siguiente hecho, del que por otra parte fue testigo una población entera, ocurrido, según varios autores, el mismo día en el qué el santo general recibiera el sagrado Escapulario, y según otros un año después.
Iba el santo padre Simón a Winchester con el fin de obtener del diocesano cartas de recomendación para el Sumo Pontífice Inocencio IV, cuando ve venir apresuradamente a su encuentro al deán de la iglesia de Santa Elena, de la propia ciudad, D. Pedro de Lintonia."Venid a socorrer a mi hermano Waltero, qué, herido mortalmente en un duelo, se está muriendo impenitente y desesperado." Penetra el bendito padre en el aposento del desdichado waltero, y lo encuentra Blasmefando y encomendando al demonio su alma y en el cuidado de vengarlo de su enemigo. El santo general hizo sobre el moribundo la señal de la cruz y colocó sobre el ensangrentado cuerpo el mismo sagrado vestido que recibiera de María. en el mismo instante Waltero cambia la feroz expresión de su semblante en la de un arrepentido penitente, derrama abundantes lágrimas, confiesa a San Simón sus enormes crímenes, y apoco muere en el oscuro del señor. Refirió D. Pedro de Lintonia al P. Svanington que, estando orando ferozmente por su desesperado hermano, oyó una voz, sin duda celestial, qué le decía: levántate, Pedro: ve en busca de mi amado siervo Simón, y haz que venga aquí.
Este es el primer milagro, qué, visiblemente a lo menos, obró la santísima virgen por medio del santo Escapulario.
Obsequio. todas las noches antes de acostarse besar el santo escapulario diciendo: "Virgen del Carmen, vuestro esclavo soy, con vuestro permiso a dormir me voy."
Sentencia. El que llevaré la insignia de María será escrito su nombre en el libro de la vida.
(San Buenaventura)
Oremus.
Deus, qui Beatissimae semper virginis, et genitricis tuae Mariae singulari titulo Carmeli ordinem decorasti: concede propitius, ut cujus hodie commemorationem solemni celebramus officio, ejus muniti presidiis ad gaudia sempiterna pervenire mereamur. Qui vivis, et regnas in secula seculorum. Amen.
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