DIA III
Por la señal de la santa cruz. Señal de la Cruz.
Oración preparatoria diaria.
Madre mía amantísima del Carmen, aquí vengo a vuestra presencia con el más profundo respeto y veneración a ofreceros el ejercicio de este día, que consagro a vos por haberme admitido, a mí, el más miserable de los hombres, entre vuestros hijos predilectos los Carmelitas, para favorecerme con vuestra especial protección y amor. Yo os doy miles de gracias por ello, Madre mía, y os suplico que iluminéis mi entendimiento e inflaméis los efectos de mi corazón, para hacer con verdadero fruto este ejercicio, a fin de que merezca ser recibido por vos como un obsequio de vuestro hijo. Amén.
Elías deja a los primeros Carmelitas espíritu
y devoción a María.
Así como los hijos, según la carne, llevan siempre alguna semejanza en la fisonomía, carácter e inclinaciones del padre, de igual manera los hijos espirituales reciben el espíritu, carácter e inclinaciones del padre que los formó. Es esto una verdad patentizada por la cotidiana experiencia. Si el hijo corporal es algo del padre, como dice santo Tomás, y por eso recibe semejanza en su carácter e inclinaciones, no obstante de obrar allí la ciega naturaleza, con más razón el hijo espiritual, que es también algo del padre en cuanto es formado por él, en este concepto recibirá su espíritu y carácter, ya que voluntariamente se somete a su dirección.
Al ver el profeta Elías en aquella pequeña nubecilla la imagen de la Inmaculada Virgen Madre de Dios, de tal manera se encendió en amor, que al instante propuso consagrarse a ella imitándola en su pureza y santidad. Pero pareciéndole poco esto, porque el amor ardía más pecho a medida que más la veneraba, determinó fundar una familia que estuviese consagrada a ella para amarla y venerarla constantemente en la serie de los siglos; porque cuando el amor es grande inspira obras grandes. Procuró reunir a todos sus discípulos para formar una familia, después de explicarles la visión, y conociendo ellos el espíritu e intenciones de su en su grande, inspira capitán y fundador, informaron su corazón según las instrucciones que recibían de su maestro, acariciando esta tierna devoción, y haciendo de ella el carácter peculiar de la familia u Orden profética. Y siendo cierto que de la abundancia del corazón habla la boca, ¿qué pláticas y exhortaciones tan fervorosas no oirían los discípulos de Elías respecto de esta devoción, estando el corazón del profeta tan enamorado de Aquella que había visto en espíritu profético adornada de todas las gracias? ¿Qué palabras, qué consejos no les daría para que amaran con todo el corazón a aquella criatura tan bella y tan santa, a aquella Virgen tan singular que debía ser Madre de Dios? ¿Y quién resistiría al ímpetu del amor con que expresaría sus conceptos aquel corazón de fuego? No podía menos de grabarse fuertemente esta devoción en aquellos corazones sujetos a la actividad del fuego de su maestro y fundador.
Más tarde, cuando Elías conoció que pronto sería arrebatado y separado de sus sus discípulos, queriendo dejar bien arraigado este espíritu de devoción a María en su familia, dijo a Eliseo, su discípulo más querido, y el que debía hacer después "Pídeme lo que quieras antes que me separe de ti" y el profeta Eliseo pidió para sí y para su Orden el doble espíritu de Elías, que es el espíritu de celar la honra de Dios, que tan vehemente era en aquel, y el espíritu de devoción a María, a quien consagrado con toda su Orden; y este doble espíritu dio Elías á su sagrada familia en la persona del que había sido escogido para regirla. Y transmitiéndose de generación en generación, ha llegado hasta nuestros días formando siempre el carácter especial de la Orden.
II
El amor obra cosas grandes, porque es fuerte como la muerte, y así vemos que el grande corazón de Elías hacia la Madre de Dios, le inspiró una obra grande, como es fundar una religión toda consagrada a María novecientos años antes del Redentor y cuando no había ejemplo de ninguna otra. Si yo procuro, pues, encender en mi corazón un amor ardiente y eficaz a esta amorosa Madre del Carmelo, él me inspirará las obras que debo hacer para más agradarla. Pero no debo contentarme con amarla yo solo, sino que debo trabajar para que otros la conozcan y amen, pues el amor se muestra en las obras; y si es Ella el objeto de los afectos de mi corazón, debo complacerme y ha de ser mayor bien para mi ver este objeto de todos amado y glorificado. Pero ¿es esto lo que hago yo? ¿Trabajo como el profeta Elías en buscar corazones que amen a María? O por el contrario, ¿no me avergüenzo algunas veces de honrarla con mis rezos y oraciones de costumbre, porque lo ven otras personas? Si es así, debo temer que me diga tan dulce Madre aquellas palabras de Jesucristo: "Al que se avergonzare de honrarme delante de los hombres, yo me avergonzaré también de reconocerle por hijo mio delante de mi Padre." Pero si mi corazón se complace en amarla honrarla aun delante de los hombres y procuro, como el profeta Elías, infundir esta devoción en otros corazones, entonces puedo estar seguro de complacencia y especial amor, porque Ella ha dicho: "Yo amo a los que me aman," y el mejor modo de manifestarle mi amor es buscar corazones que la amen y sirvan con fidelidad.
Oración final.
Gloriosísima Virgen, Reina de los Ángeles, Madre de Dios y de los Carmelitas, María Santísima, yo el más indigno de vuestros hijos acudo a vuestras plantas con el afecto que me inspira vuestro amante corazón y la confianza que me da en santo escapulario, prenda vuestra riquísima y señal de mi salvación, para presentaros las suplicas y afectos que mi corazón ha formado en este día en obsequio vuestro para más amaros y mejor serviros. Vos como Madre de Dios y dispensadora de todas las gracias del cielo, todo lo podéis, y como Madre amante y especial de los que visten vuestro santo escapulario, no os negareis a recibir mis pobres suplicas y alcanzarme el remedio de mis necesidades, la gracia de que mi alma os ame y sirva cada día mas durante mi vida y después merezca ser ayudado de vos en la hora de mi muerte.
Pídase ahora con toda confianza la gracia que se desea alcanzar de la Virgen del Carmen
EJEMPLO
Habia en el convento de Módena una religiosa Carmelita Descalza, llamada María Matilde, que padecía un fuerte dolor de cabeza, de cuya dolencia vino a caer en delirio, en el cual gritaba continuamente: "Salve Regina, Credo, Kirie eleison", pasando toda la noche repitiendo estas palabras.
Acudió a la mañana siguiente el P. Confesor, y la enferma le suplicó que rezara junto a ella la Salve Regina. El buen Padre la rezó: pero preguntándola después si quería confesarse, no respondió otra cosa la enferma que Salve Regina. Más porque esta religiosa había pedido siempre a la Virgen que la concediese la gracia de morir recibiendo los Sacramentos, la Madre de misericordia la hizo la gracia de que volviera en su juicio. Confesóse con mucha devoción, y después continuó delirando, respondiendo siempre a la pregunta que la hacían: Salve Regina. Otra vez recobró el uso de los sentidos para recibir con fervor los Sacramentos de la Eucaristía y Extrema unción, los cuales recibidos volvió a su delirio, repitiendo Salve Regina, y murió el mismo día, que era sábado.
Llevaron el cadáver al coro, y allí las religiosas, delante de aquella que había expirado con el nombre de la Reina de los Cielos en los labios, cantaron la Salve Regina, como es costumbre hacerlo todos los sábados en los conventos de Carmelitas. Al día siguiente, vino al Convento un religioso Carmelita, de la Congregación de Mantua, muy piadoso, de mucha virtud y santidad, y no sabiendo nada de la muerte de aquella religiosa, refirió que aquella noche había visto y oído una religiosa descalza que cantaba con una harmonía dulcísima la Salve Regina, y fue tal el placer que tuvo al oír aquel suavísimo canto, que aun despierto, gozó sobre manera de él.
Así correspondió la Virgen al deseo de aquella religiosa, y la glorificó por la devoción que tenía.
Obsequio. Procurar infundir en todos los corazones la tierna devoción a la Virgen del Carmen para que sea amada de todos.
Sentencia. No puede condenarse el que con solicitud y humildad de corazón venera a María. (Blosio in Cant. vit, spir.).
OREMUS
Deus, qui Beatissimae semper virginis, et genitricis tuae Mariae singulari titulo Carmeli ordinem decorasti: concede propitius, ut cujus hodie commemorationem solemni celebramus officio, ejus muniti presidiis ad gaudia sempiterna pervenire mereamur. Qui vivis, et regnas in secula seculorum. Amen.
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