PREFACIO
Realmente es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación darte gracias
siempre y en todo lugar, Señor,
Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno.
Cristo, tu Hijo, ofreció su vida
por nuestro rescate, nos amó hasta el fin,
y así nos enseñó que no hay amor más grande
que el de aquel que acepta la (propia) muerte
en favor de sus hermanos.
En esta escuela, Lorenzo,
discípulo verdadero y fiel,
con su martirio, dio a los hombres,
la suprema prueba de amor.
Hoy la Iglesia se alegra y une su voz
al canto de los ángeles y de todos los mártires
que, sin cesar, alaban tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
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