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MES DE SEPTIEMBRE: 12° Día de la Mes de la Virgen de los Dolores

 


MES DE SEPTIEMBRE CONSAGRADO A LOS SIETE DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA

ORACIÓN DE PREPARACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Dios y Señor mío, que por el hombre ingrato os hicisteis también hombre, sin dejar por eso la divinidad, y os sujetasteis a las miserias que consigo lleva tal condición; a vuestros pies se postran la más inferior de todas vuestras criaturas y la más ingrata a vuestras misericordias, trayendo sujetas las potencias del alma con las cadenas fuertes del amor, y los sentidos del cuerpo con las prisiones estrechísimas de la más pronta voluntad, para rendirlos y consagrarlos desde hoy a vuestro santo servicio. Bien conozco, dueño mío, que merezco sin duda alguna ser arrojado de vuestra soberana presencia por mis repetidas culpas y continuos pecados, sepultándome vuestra justicia en lo profundo del abismo en castigo de ellos; más la rectitud de mi intención, y el noble objeto que me coloca ante vos en este afortunado momento, estoy seguro, mi buen Dios, Dios de mi alma, suavizará el rigor de vuestra indignación, y me hará digno de llamaros sin rubor.... Padre de misericordia.

No es esta otra más que el implorar los auxilios de vuestra gracia y los dones de vuestra bondad para que, derramados sobre el corazón del más indigno siervo de vuestra Madre, que atraído por su amor y dulcemente enajenado por su fineza viene a pedir esta merced, reflexione y contemple debidamente sus amargos dolores, y causarla de esta manera algún alivio en cuanto sea susceptible con esta ocupación y la seria meditación de mis culpas. Concededme, Señor, lo que os pido por la intercesión de vuestra Madre, a quien tanto amáis. Y vos, purísima Virgen y afligidísima Reina mía, interponed vuestra mediación para que vuestro siervo consiga lo que pide. Yo, amantísima Madre de mi corazón, lo tengo por seguro de vuestra clemencia; porque sé que todo el que os venera alcanzará lo que suplica, y. aunque este en la tribulación se librará de ella, pues no tenéis corazón para deleitaros en nuestras desgracias, y disfrutáis de tanto poder en el cielo que tenéis el primado en toda nación y pueblo ¡Feliz mil veces acierto a conseguir vuestras gracias para emplearme en tan laudable ejercicio! Derramad, Señora, sobre mí vuestras soberanas bendiciones; muévase mi alma a sentimiento en la consideración de vuestros santísimos dolores; inflamese mi voluntad para amaros cada vez más. Entonces sí que os podré decir: "Oh Señora, yo soy tu siervo" Consiga yo, en fin, cuanto os pido, siendo para mayor honra de Dios y gloria vuestra, como lo espero, consiguiendo seguro la salvación de mi alma. Amén.

DÍA XII

No es extraño, Virgen angustiadísima, que receléis mucho del porte y malos modos de los bárbaros judíos, pues los advertís preocupados y frenéticos por el odio contra vuestro amantísimo Hijo Jesús ¡Cuántos sustos y temores agitan a los corazones de las madres, cuando sus hijos que están en el servicio de las armas tienen que entrar en una cruel y sangrienta batalla, con unos enemigos cuya ferocidad ha llegado a distinguirlos con el dictado de bárbaros, en cuyas manos son acuchillados los contrarios sin atender a tratados, sin admitir distinciones y sin remisión alguna! Mas estas, sin embargo, tienen todavía alguna esperanza, y no desconfían totalmente por depender sus vidas de la fortuna o ventajas de la acción; pero con todo se angustian y sobrecogen sin consuelo.

Pues ¿qué habíais de hacer vos Madre la más amante del mundo, sabiendo de cierto que tenían la victoria por suya unos hombres sin comparación inhumanos, bárbaros y sanguinarios? ¿Qué confianza habíais de concebir? ¡Ah! Toda su barbarie y obstinación provenía de su orgullo y soberbia Este abominable monstruo, este principio y raíz de todo pecado, esta pasión horrorosa y vicio execrable que domina tanto a las criaturas, ¿en cuántas ocasiones Madre mía, nos hace semejantes a los obstinados judíos? ¿Cuántas veces, endureciendo nuestro corazón, nos abandona a un porte tan reprensible como el de aquellos?

¿Cuántas, posesionada de nuestra alma, de clara guerra descubierta a Jesucristo, a sus instrucciones y a la humildad que nos dejó enseñada? ¡Oh qué verdad tan funesta! Entronizada en algunas ocasiones la soberbia en nuestra alma, ¿cuáles son si no los efectos? ¡Dios mío! Si por vuestras soberanas disposiciones nos habéis constituido en el estado de la pobreza, o por vuestros incomprensibles juicios no se logran nuestras pretensiones o encargos ¿quién nos puede ver, ni oír ni aguantar? ¡Qué votos qué por vidas qué maldiciones qué desesperación! Si nos hacen alguna injuria u ofensa, ¡qué cólera tan furiosa se enciende en nosotros qué deseos de venganza! ¡Quisiéramos, como aquellos inconsiderados discípulos, que bajase fuego del cielo para devorarlos! ¡Qué discurrir qué cavilar qué buscar medios para saciar la soberbia! Si por vuestra inefable bondad nos constituisteis en alguna dignidad, o en la opulencia y riquezas, ¡qué vanidad qué orgullo qué desdén y menosprecio de los otros qué superioridad para con los subalternos qué imperio qué modales tan soeces para tratar á los pobres desvalidos! Si para nuestro bien del alma y utilidad de nuestros prójimos nos habéis dotado de algún talento o ingenio particular, ¡qué hinchazón qué gravedad... qué prurito porque todos lo sepan, lo conozcan y lo alaben qué rabia si vemos algo igual en otros qué empeño por desconceptuarle... qué si lo copió qué si se lo dijeron que si no es capaz.

En todas nuestras obras, por último, no respiramos más que soberbia y vanidad Queremos ser preferidos a los otros que nadie nos resuelle que todo se gobierne a nuestro antojo Si así sucede, es Dios un bendito y digno de alabanza; pero si no es un injusto un cruel un qué sé yo ¿Y qué resulta de esto? ¡Qué dolor causa solo el escribirlo! Lo que dice la sagrada Escritura: " Entre los soberbios siempre hay desazones se hacen odiosos de Dios y de los mismos hombres;" son castigados siempre por Dios como Lucifer y, por último, que es muy suficiente, "es un mal incurable" Alma mía, despierta alma mía, sal de tu sopor, y vigila para no dejarte sorprender... mira que has de estar tanto más avisada, cuanto es un vicio que se introduce con mucha sagacidad, y no se suele llegar a sentir sino de un pronto Advierte que tiene muchos pretextos para ocultar su veneno el honor el cuidar de su reputación el no mostrarse cobarde el no dejarlo pasar así el me toca de justicia la satisfacción son otros tantos pasos y pretextos para llegar a este formidable vicio Ea, alma mía, al cielo por los caminos de la humildad á consolar a nuestra Madre en sus dolores, que ningún soberbio puede llamarse con verdad siervo de María, sino un fiel imitador de los bárbaros judíos.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS.

¿Por qué, o Dios mío, no he de daros las más humildes gracias, cuando en esta breve consideración os habéis dignado comunicar a mi alma los importantísimos conocimientos de unas verdades que tan olvidadas y menospreciadas tenía por mi abandono y necedad? ¿Por qué no he de concluir este saludable ejercicio rindiéndoos las más profundas alabanzas, cuando en él siento haberse encendido en mi corazón la llama del amor divino, que tan amortiguada es taba por un necio desvarío y por una fatal corrupción de mi entendimiento? Y pues que vos, que sois la verdad infalible y el verdadero camino que conduce a la patria celestial, habéis tenido a bien de comunicar a mi alma los efectos propios de vuestro amor, con los que puedo distinguir lo cierto é indudable que me sea útil a la salvación, y lo falso y mentiroso que me precipitará a mi perdición, por tanto, Señor, quiero aprovecharme desde este momento de tan divinas instrucciones, para caminar con libertad y seguridad entre tantos estorbos y peligros como me presenta este mundo miserable, y de este modo llegar más pronto a unirme con vos. Consígalo así, Virgen Santísima, para vivir compadeciéndome de vuestros dolores y aflicciones, y cumpliendo la promesa que os hice de ser siervo vuestro. Esta sea mi ocupación, estos mis desvelos y cuidados en este valle de lágrimas, porque así después disfrute en la celestial Jerusalén de vuestra compañía, en unión de tantos fieles Servitas que recibieron ya el premio de vuestros servicios, reinando a vuestro lado por los siglos de los siglos. Amén.

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